viernes, 19 de diciembre de 2014

¡Feliz Januká!, pero con sentido crítico



            En nuestra sociedad multicultural, los no cristianos se ofenden con la presencia pública de la navidad. Pero las autoridades, en vez de asumir la estrategia más sabia (a saber, el laicismo: no permitir el despliegue de símbolos religiosos en espacios públicos), asumen la estrategia multiculturalista de “todos cabemos acá”, y promueven el despliegue de símbolos de otras religiones en el espacio público. Así, al “¡feliz navidad!” cristiano en diciembre, se suele acompañar con el “¡feliz Januká!” de los judíos.

            Lo mismo que la navidad, Januká puede servir como ocasión para compartir con familiares y amigos. Pero, francamente, no es una festividad que amerite mucha celebración. La fiesta conmemora un milagroso suceso: tras el éxito de la rebelión macabea en el siglo II antes de nuestra era, los judíos purificaron el Templo de Jerusalén; pero no tenían suficiente aceite para hacer que las velas de la menorá (el candelabro de nueve velas) ardiera por varios días; no obstante, según la tradición rabínica, milagrosamente ardió por ocho días.
Está bien conmemorar ese evento mitológico, pero creer que tal cosa en realidad ocurrió, implica renunciar a nuestra racionalidad, y eso nunca debemos hacerlo. Yo, como venezolano y cristiano cultural, me reúno con mis familiares y amigos a comer hallacas y cantar villancicos, pero jamás podré tragarme el cuento de una estrella que guía a unos magos para rendir culto a un niño que nace de una virgen.
La celebración del Januká me parece problemática por otros motivos adicionales. Tal como lo presentan los dos libros de los Macabeos en la Biblia (ni los judíos ni los protestantes aceptan estos libros como canónicos), la rebelión de los macabeos fue contra Antíoco Epífanes IV, un despiadado rey seléucida que persiguió a los judíos por sus costumbres religiosas. Hoy, muchos historiadores dudan de que haya sido exactamente así: es más probable que se tratara más bien de una guerra civil entre judíos helenizados cosmopolitas (quienes más bien defenderían mayor tolerancia religiosa), y judíos nacionalistas fanatizados defensores de una teocracia. En esa disputa, los seléucidas naturalmente habrían simpatizado con los judíos helenistas, pero eventualmente, apretaron demasiado las tuercas, y se volvieron opresores de la facción tradicionalista, al punto de perseguir su religión.
Sea como sea, el caso es que Antíoco Epífanes IV se convirtió en un déspota, y emprendió acciones terribles. Frente a un déspota, se justifica la rebelión. Pero, muy pronto, los macabeos se convirtieron ellos mismos en déspotas. A quienes no compartían su celo nacionalista fanatizado, sencillamente los ejecutaban. I Macabeos 2 narra que hubo un decreto oficial obligando a los judíos sacrificar en el altar de Modín; varios judíos, temerosos de la autoridad, cumplieron con el mandato, pero Matatías (el líder original de la rebelión y padre de los macabeos) se encolerizó, y degolló a uno de los judíos que hicieron el sacrificio.
Los macabeos al final resultaron ser muy parecidos a los guerrilleros latinoamericanos que parten de una causa justa en su enfrentamiento contra el poder imperial y las élites criollas, pero que en su lucha, cometen atrocidades y en su fanatismo, están dispuestos a ejecutar a quien siquiera asome una sombra de duda respecto a sus motivaciones, procedimientos y objetivos.
Y, lo mismo que los guerrilleros latinoamericanos, los macabeos no alcanzaron a reconocer que, si bien el poder imperial es opresor, también ofrece muchas ventajas a sus súbditos. En la coyuntura de la rebelión macabea, los seléucidas ciertamente se comportaron como terribles déspotas. Pero, antes y después de la rebelión macabea, la helenización (promovida por los seléucidas y otras dinastías en otras regiones del Mediterráneo) resultó ser algo muy positivo, y hoy lo celebramos: el aporte de la filosofía de Platón y Aristóteles, el gimnasio, el teatro, las bellas artes, etc. Del mismo modo, el Che Guevara tuvo legitimidad en plantear una lucha contra la opresión norteamericana de nuestra región, pero fue terriblemente mezquino al no reconocer las ventajas que la expansión cultural norteamericana ha traído a nuestra región
Los macabeos fueron también en buena medida responsables de inaugurar la valoración del martirio que tanto ha caracterizado al judaísmo, el cristianismo y el Islam. No veo mal mantener la integridad respecto a los valores, pero el estar dispuesto a entregar la vida (y, en el proceso de resistencia, muchas veces matar a los demás) por cosas tan superfluas como si es lícito o no comer cerdo, es una disposición lamentable. Los macabeos inauguraron el fanatismo religioso, y hoy seguimos pagando las consecuencias de tan lamentable tendencia.
A mí se me hiela la sangre cada vez que leo la terrible historia de una mujer que ve morir a sus siete hijos, uno por uno, pues éstos se rehúsan a comer cerdo (II Macabeos 7). La madre, en vez de tratar de salvar sus vidas persuadiéndolos de que coman el animal, más bien los incita a ser mártires. ¡Vaya modelo de maternidad!
Celebrar Januká es celebrar un supuesto milagro, tras una rebelión de fanáticos que, si bien pudo ser legítima en su inicio, terminó por instaurar una teocracia que, al final, terminó propiciando una opresión muy parecida a la del propio Antíoco Epífanes. Januká conmemora el triunfo de una dinastía tan fanatizada como hoy lo es el Ejército Islámico de Siria a Irak. En nombre de la paz y la tolerancia, un poco de sentido crítico entre los judíos respecto a su propia tradición (como de hecho, muchos judíos liberales ya lo tienen) no vendría mal. Dicho esto, ¡feliz Januká!

2 comentarios:

  1. De donde sacas que cientos de historiadores y arqueólogos no se dieron cuenta? cuales son los documentos que prueban que fue una insurrección sino una guerra interna entre judíos? Cómo crees que se pudo ocultar algo así? Demasiado temerario.

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    1. Hola Daniel. Confieso que no tengo a la mano los documentos directos que prueban esa tesis. Pero, después de leer tu comentario, he hecho una breve revisión en varios libros, y encuentro que todos estos historiadores (bastante conocidos en círculos historiográficos) comparten esa tesis: Alan Segal, Shaye Cohen, Elaine Pagels, J.R. Bartlett, entre otros.
      Quizás yo me expresé mal en el blog y exageré, pues ahora que lo pienso mejor, veo más probable que la rebelión empezó como una reacción contra el despotismo de Antíoco Epífanes. Pero, una vez que esa rebelión empezó, muy pronto se convirtió en una guerra civil entre judíos tradicionales y judíos helenistas. Supongo que fue algo parecido a nuestra guerra de independencia: al principio, fue una rebelión contra el rey de España, pero muy pronto, se convirtió en una guerra civil entre venezolanos que querían independencia, y venezolanos que querían continuidad con la colonia.
      Un indicio de que aquello fue más una guerra civil entre judíos, que una lucha de independencia, está en que, después del triunfo de los macabeos, éstos nunca lograron ser plenamente legítimos, pues usurparon el sumo sacerdocio del Templo, y hubo grupos de judíos (como los esenios), que como consecuencia, se retiraron de Jerusalén.
      Respeto a la pregunta de cómo creo que se pudo ocultar algo así, pues me parece que la historia del antiguo Israel está repleta de este tipo de ocultamientos. Los autores bíblicos no eran historiadores objetivos, y solían presentar crónicas bastante sesgadas y propagandistas de los hechos.

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