La Edad Media está de moda. Juego de tronos y otras series
televisivas han hecho despertar un interés en caballeros, doncellas, monjes,
aldeas feudales, castillos y demás. Pero, si bien este interés ha cobrado auge
en los últimos años, desde los días de la Revolución Francesa y el Romanticismo
hacia finales del siglo XVIII, la imaginación occidental siempre ha llenado de
misticismo y misterio el mundo medieval.
Las
teorías conspiranoicas no escapan a esto. Si bien nuestros cerebros
están programados para la paranoia, y siempre ha habido sospechas de que las
cosas no son como parecen, los conspiranoicos suelen señalar a la Edad Media
como el origen de las más grandes conspiraciones. Y, de todos los eventos de la
Edad Media, particularmente las Cruzadas se presentan como la ocasión de la
cual emergieron los grupos más siniestros que hoy mueven los hilos del poder.
En
1095, el emperador bizantino Alejo I Comneno escribió al Papa Urbano II, solicitándole
ayuda para hacer frente a los turcos selyúcidos, que amenazaban con atacar
Constantinopla. En Europa, había muchas circunstancias para que el Papa
respondiera decididamente al llamado bizantino. En Europa predominaba una
sociedad feudal que empezaba a salir de las tinieblas de épocas pasadas, y
comenzaba a tener prosperidad. La población crecía, y apareció un deseo de expandir
los reinos hacia nuevos territorios y buscar nuevas riquezas. En la sociedad
feudal había querellas de todo tipo, y el Papa seguramente vio aquello como una
oportunidad para organizar ejércitos de forma tal que luchasen contra un enemigo
externo, y así dejasen de pelear entre sí. Además, los peregrinos cristianos
que acudían a Jerusalén tenían dificultades en llegar, pues eran acosados por
bandoleros de camino, así como por las propias autoridades musulmanas.
El
Papa, pues, decidió convocar a la cristiandad occidental en una santa cruzada
contra los infieles, para retomar el control de Jerusalén. En un famoso
discurso pronunciado en la ciudad de Clermont, en marzo de 1095, Urbano II decretó
que todo aquel que muriera en combate tendría sus pecados perdonados. La gente
se vio atraída por la aventura militar, la esperanza de conseguir tierras y
riquezas, y la satisfacción de cumplir con un deber religioso. Empezó así una
campaña militar con atrocidades de todo tipo en el camino a Jerusalén.
Finalmente los cruzados llegaron en 1099, y tomaron control de la ciudad santa.
Antes
de que los cruzados llegaran, ya había en Jerusalén grupos cristianos
occidentales. Uno de esos era la Orden de los Hospitalarios. Esto era un grupo
de hombres que en el siglo XI habían llegado a Jerusalén a organizar hospitales
para atender a los peregrinos cristianos que padecían enfermedades. Luego de
que llegaron los cruzados, la orden expandió sus actividades, y fundó
hospitales en ciudades italianos en el camino hacia Jerusalén. En 1113, fueron
reconocidos por el Papa Pascual II. Esto les permitió recibir más donaciones, y
así, sus actividades fueron creciendo.
Como
muchas otras órdenes en aquella época, y sobre todo en el contexto de las
Cruzadas, los hospitalarios cumplían una labor religiosa y militar. Tenían una
organización militar, y manejaban armamento. Eran célibes, y estaban gobernados
por un maestro que ejercía una función vitalicia. Con todo, los reinos
cristianos que se instalaron en los territorios conquistados no fueron
duraderos, y en 1187, los ejércitos musulmanes atacaron Jerusalén. Los
hospitalarios mudaron su sede, primero a Margat, y luego a Acre en 1197. Ahí
estuvieron casi un siglo; en 1291, frente a un nuevo ataque musulmán, los
hospitalarios se mudaron a Chipre.
A
pesar de todas estas movilizaciones, y gracias a la ferocidad y destreza
militar que exhibían en las batallas contra los musulmanes, los hospitalarios
fueron creciendo en poder. En 1309, tenían la suficiente capacidad como para
adquirir la isla de Rodas, la cual gobernaron como un Estado soberano. En el
siglo XVI, el imperio otomano asechaba ahora a los hospitalarios, y en 1523,
logró apoderarse de Rodas.
Los
hospitalarios capitularon ante el sultán Suleimán el Magnífico. Pero, su poder
aún no se desvanecía. Siete años más tarde, en 1530, el emperador Carlos V
concedió a los hospitalarios la isla de Malta. A cambio, cada año tendrían que
dar al emperador como tributo un halcón, el famoso halcón maltés. Y, en vista
de que ahora la Orden se asentaba en Malta, estos caballeros vinieron a
llamarse la Soberana Orden militar y
hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, hoy se les
conoce como la Orden de Malta.
Los
caballeros estuvieron en Malta hasta 1798, cuando Napoleón tomó el control de
la isla. Se replegaron por Europa, hasta asentar su sede en Roma (donde
permanecen hoy). Nunca recuperaron territorio, pero continúan en sus
actividades. Aún conservan el componente militar en algunos de sus símbolos,
pero básicamente, sus actividades consisten en la gerencia y organización de
hospitales y misiones humanitarias.
Pero,
por supuesto, el conspiranoico desconfía. El hecho de que se trata de una orden
de origen medieval, con ceremonias de iniciación más o menos ocultas, y con una
membrecía muy selecta, ha propiciado que se formulen rumores respecto a las
triquiñuelas de la Orden de Malta. Curiosamente, la Orden de Malta goza de
estatuto como país observador en las Naciones Unidas, a pesar de que no tiene
ningún territorio. Los miembros de la Orden de Malta tienen su propio pasaporte
pues, en efecto, bajo el derecho internacional, son prácticamente un país
aparte. Previsiblemente, el conspiranoico sospecha de todo esto.
La
teoría conspiranoica más común es que la Orden de Malta es un brazo político
del Vaticano, que sirve como enlace entre Roma y grandes centros de poder
militar, fundamentalmente EE.UU. Supuestamente, varios jefes de la CIA han sido
miembros: William Donovan, Allen Dulles, John McCone y William Casey.
Habitualmente, los conspiranoicos asumen que el parecido de los símbolos una
señal inequívoca de una componenda, y así, se han señalado paralelismos entre
el logo de la CIA y la Cruz de Malta.
Algunos
fascistas también llegaron a utilizar la Cruz de Malta en sus despliegues
simbólicos, y así, se ha postulado que la Orden de Malta tiene vínculos con el
fascismo y el nazismo. Se ha dicho que Mussolini y Franco fueron caballeros, y
que este último inició a Juan Carlos I en la Orden. Nada de esto pasa del rumor,
y en comparación con otras teorías, lo de la Orden de Malta no suele captar demasiado
la atención de los conspiranoicos.
Pero,
en vista de que la Orden de Malta tuvo sus orígenes en la Edad Media, y sus
caballeros se destacaron en combates contra los ejércitos musulmanes, hay un
renovado interés conspiranoico en la Orden. Pues, desde que en 2001 EE.UU.
invadió Afganistán, se ha hablado mucho de un choque de civilizaciones. Y, en ese choque, la Orden de Malta
nuevamente saldría en defensa de la cristiandad frente al Islam.
A
diferencia de las guerras anteriores, a partir de la invasión a Afganistán,
EE.UU. empezó a usar masivamente tropas mercenarias. La compañía mercenaria que
más soldados ha ofrecido es Blackwater. Este ejército privado ha estado en el
ojo del huracán por varias atrocidades cometidas en contra de civiles iraquíes.
Los conspiranoicos postulan que el fundador de Blackwater, Erik Prince, es
miembro activo de la Orden de Malta. Según esta teoría, Prince tiene un doble
propósito: hacer dinero a expensas de la guerra, y defender fanáticamente a la
cristiandad frente al Islam, tal como los primeros caballeros lo hicieron en
las Cruzadas.
La
organización terrorista Al Qaeda, según parece, también cree en esta teoría.
Pues, en 2007, durante la guerra de Irak, ofreció recompensas a quien matara a
miembros de la Orden de Malta, bajo el entendimiento de que ellos eran quienes
realmente estaban detrás de las invasiones a Afganistán e Irak.
Lo
cierto es que todo esto es mucho ruido y pocas nueces. Los conspiranoicos
acusan a mansalva, pero no ofrecen ninguna evidencia que respalde sus alegatos.
A lo sumo, destacan paralelismos simbólicos entre la Cruz de Malta y algún otro
emblema de grupos mercenarios o fascistas, como si eso fuese la prueba
contundente del delito. Recordemos: la mente conspiranoica ata cabos sueltos, y
ve conexiones donde realmente no las hay. Es cierto que la Orden de Malta tiene
una significativa riqueza. Pero, ¿no se les ocurre a los conspiranoicos pensar
que, sencillamente, con su buena labor humanitaria, han logrado recibir
cuantiosas donaciones?
También
es cierto que es un poco extraño que la Orden de Malta reciba estatuto como
país observante en la ONU, mientras que a muchos otros países con territorio
propio se les niega ese derecho. Sería insensato negar que la ONU ha obrado mal
en muchas ocasiones. Pero, para decir que la concesión a la Orden de Malta es
producto de una conspiración de largo alcance, habría que postular que la
conspiración cuenta con cómplices de todo tipo, pues la ONU consta de muy
diversa gente. Es difícil que tanta gente mantenga el
silencio respecto a una conspiración tan grande. Es mucho más razonable postular que la Orden de Malta es
sencillamente lo que aparenta ser: un grupo de aristócratas que hacen labores
humanitarias.