jueves, 21 de enero de 2016

Sobre la batalla de Maratón

            Este año 2016 es olímpico. Disfruto más los mundiales de fútbol, pero supongo que estaré más o menos pendiente de las competiciones en Río de Janeiro. Uno de los deportes más interesantes en las olimpíadas es el maratón, y puesto que hace algunos años yo mismo corría largas distancias, seguramente le dedicaré algo de atención al maratón de estas olimpíadas.
            Como es sabido, se llama “maratón” a esta competencia, en conmemoración de la batalla de Maratón, allá por el año 490 antes de nuestra era. Los persas, bajo Darío I, habían intentado invadir Grecia. Los atenienses, en liga con los plateos, salieron al encuentro de las fuerzas invasoras, y los vencieron en la localidad de Maratón. Aquella batalla, muy desigual en fuerzas (diez mil griegos contra veinticinco mil persas), dejó más de seis mil bajas entre los persas, y apenas ciento noventa y dos atenienses (según Herodoto, un historiador no siempre confiable).

            Cuenta también Herodoto que después de la batalla, los atenienses corrieron cuarenta kilómetros hasta Atenas, para nuevamente defender la ciudad. Las naves persas, al ver la llegada de los atenienses, decidieron retirarse. En honor a esta carrera (así como la de un tal Filípides, quien corrió doscientos veinticinco kilómetros para solicitar ayuda a Esparta), el evento olímpico de carrera a larga distancia hoy se llama “maratón”.
            En América Latina, hay una estirpe de intelectuales obsesionados con el nacionalismo, y con la intención de crear nuestra propia identidad, y deslastrarnos de aquello que ellos llaman el “eurocentrismo”. Debemos concentrarnos más en la historia de “nuestra América” (el término nacionalista que empleó Martí, a quien estos intelectuales suelen tener en alta estima), y dedicar menos atención a la historia europea. Bajo esta ideología, la batalla de Maratón es realmente irrelevante para nosotros; mucha más importancia tienen las batallas de los aztecas o los incas.
            Yo discrepo. John Stuart Mill, por ejemplo, célebremente llegó a decir que la batalla de Maratón tenía más importancia para la historia inglesa, que la propia batalla de Hastings. Si alguien como Mill pudo comprender la relevancia de la batalla de Maratón, incluso si no ocurrió en su propio país (en aquella época, los habitantes de Inglaterra habrían sido meros bárbaros para los griegos), ¿por qué no podemos nosotros los latinoamericanos aceptar que, aun si no ocurrió en nuestro continente, esta batalla ha sido muy importante en nuestra historia?
            La importancia de la batalla de Maratón está en que vino a representar la confrontación de dos grandes modelos de civilización. El persa, místico y despótico; el griego, racionalista y democrático. Ciertamente, desde un primer momento, los griegos distorsionaron a los persas, representándolos caricaturescamente, a fin de promover una propaganda nacionalista en su contra, siempre necesaria para aupar a la opinión pública en tiempos de conflicto. Esta distorsión ha perdurado hasta el día de hoy, en películas como 300. Hay incluso quien se queja de que, los actuales temores frente al poder nuclear iraní, obedecen a todo ese legado de distorsión que, ya desde los griegos, Occidente ha representado en torno a Irán.
            Pero, muchas veces, los críticos de Occidente se exceden. El crítico palestino-norteamericano Edward Said, por ejemplo, incesantemente atacó a la civilización occidental por los estereotipos que se formó de sociedades orientales. Uno de los análisis de Said trataba sobre Esquilo y Los persas. Según Said, Esquilo degrada a los persas en esa tragedia, e incluso, sugiere Said, Esquilo se burla de la derrota persa en la batalla de Salamina. Pero, francamente, una lectura más sensata de Los persas revela a un Esquilo que, si bien puede guiarse por algunos estereotipos, rinde homenaje a los persas (algo difícil de hacer, pues el mismo Esquilo estuvo en la batalla de Salamina). Algo parecido puede decirse de Herodoto: sí, aquí y allá, hay algunas distorsiones y estereotipos, pero a diferencia del etnocentrismo de muchas otras civilizaciones que no tienen el menor interés en saber qué hay más allá de sus fronteras, Herodoto se esfuerza en presentar los modos de vida de otras culturas, y lo mismo que Esquilo, suele hacerlo con un espíritu de homenaje a los otros pueblos.

            Además, hay algo muy importante que gente como Edward Said suele perder de vista. Said siempre criticó la forma en que los autores occidentales distorsionaban a las culturas orientales, pues según Said, estos autores estaban al servicio de poderes imperiales que necesitaban cultivar en la opinión pública una imagen caricaturesca de Oriente, a fin de justificar sus empresas militares imperialistas. Esto, en efecto, fue muchas veces así entre los orientalistas europeos del siglo XIX, la época de la mayor expansión colonialista europea. Pero, Said y otros pierden de vista que, tanto en la batalla de Maratón como en la de Salamina, los persas eran los agresores imperialistas, y los griegos eran los nativos que resistían al invasor. Si hemos de defender a los oprimidos frente a los opresores, los invadidos frente a los invasores, conmemoremos la batalla de Maratón, y considerémonos afortunados de que los persas no lograron sus objetivos. Así, cuando este año veamos llegar a los corredores a la meta final en Río de Janeiro, tengamos presente que esto es la conmemoración de un evento muy importante en nuestra civilización.

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