sábado, 2 de enero de 2016

Frantz Fanon, y el "actuar como blanco"

            Los negros en EE.UU. tienen muchísimos problemas, de sobra conocidos. Están desproporcionadamente representados en las cárceles. Obtienen niveles bajos de rendimiento académico y no ocupan altas posiciones en la jerarquía socio-económica.
            ¿Se debe esto al racismo? En parte, por supuesto que sí. Los efectos de tres siglos de esclavitud, más varias décadas de segregación racial de iure (en las infames leyes de Jim Crow), no se eliminan de la noche a la mañana. Pero, en ese país, también prosperan demagogos que quieren convencer a los negros que toda la culpa la tiene el hombre blanco. Yo diría que ni siquiera la mayor parte de la culpa la tiene el hombre blanco.

            En la comunidad negra norteamericana, hay problemas endémicos que, mucho más que el racismo, explican las dificultades que atraviesan. Afortunadamente, aun frente a la influencia perjudicial de los demagogos, entre los propios negros han surgido voces autocríticas que hacen un diagnóstico mucho más razonable de cuál es la raíz de estos problemas.
            John McWhorter (un profesor norteamericano negro), por ejemplo, ha identificado tres grandes problemas que detienen el progreso de los negros. El primero, señala McWhorter, es el separatismo. Cierto, históricamente los blancos norteamericanos segregaron a las poblaciones negras. Pero hoy, son más bien los negros quienes no tienen casi ningún interés en integrarse (por ejemplo, en EE.UU., la oposición a matrimonios inter-raciales es muchísimo mayor entre negros que entre blancos). Con tales actitudes, difícilmente pueden salir del atolladero.
            El segundo gran problema que señala McWhorter, es el culto a la victimología. Si continuamente se alega que el fracaso de un colectivo, es debido a su condición de víctima, no hay mucha posibilidad de superar su propio fracaso. Sí, en EE.UU. hay racismo, pero no al nivel que los demagogos negros suelen hacer creer.
            El tercer problema señalado por McWhorter es el anti-intelectualismo. A mi juicio, éste es el problema más evidente, y el más grave. La cultura negra norteamericana prefiere la mediocridad del hip hop que cualquier expresión de bellas artes. Se valora más el éxito deportivo que el éxito académico. Los líderes negros prefieren encasillar a los buenos estudiantes negros en “estudios sobre negritud”, en vez de alentar estudios sobre cualquier otra temática. El blanco norteamericano históricamente impuso al negro la etiqueta de “bruto”, pero ahora el negro parece deleitarse con ella.
            En la cultura popular negra norteamericana, el cultivo de la intelectualidad es visto con recelo, pues se considera una traición a la propia identidad negra. Quien hable en términos académicos, o tenga hondos conocimientos sobre temas intelectuales, es acusado de “actuar como blanco”, y pretender ser algo ajeno a su propia raza. En la percepción de la propia cultura negra norteamericana, el negro no debe ser intelectual, pues va contra su esencia racial.
            A mi juicio, uno de los mayores alentadores de esta lamentable actitud, no fue propiamente un negro norteamericano, sino un martiniqués, Franz Fanon. En su nativa Martinica, Fanon quedó encantado con los valores de la civilización occidental, pues creyó la promesa francesa de que el color de piel es irrelevante a la hora de valorar a los seres humanos. Así tuvo una formación intelectual, y se hizo psiquiatra. Pero, cuando Fanon viajó a Francia, se dio cuenta de la hipocresía occidental. Por más que cultivara su intelecto, Fanon comprendió que siempre sería despreciado por ser negro.
            A partir de eso, Fanon reprochó a todos aquellos negros que, a su juicio, buscaban comportarse como blancos. Imbuirse de los valores occidentales, decía Fanon, es caer presa de la alienación que el colonialismo siempre ha promovido. Fanon hizo estas denuncias en un libro cuyo título es Piel negra, máscaras blancas. El título resume muy bien su tesis: son reprochables los negros que traicionan su color de piel, colocándose la máscara blanca que representa la cultura occidental.

            Lo que Fanon no alcanzó a ver, es que el intelectualismo es precisamente una actitud procedente de Occidente. En África, no hubo ni universidades, ni grandes descubrimientos, ni grandes obras filosóficas, ni revolución científica. Al criticar a los negros que se colocan la máscara blanca, Fanon también implícitamente acusa de “actuar como blancos” a todo aquel que quiera cultivar su intelecto. Es comprensible el coraje que Fanon sintió cuando fue despreciado en Francia. Pero, Fanon fue incapaz de superar ese resentimiento, y como consecuencia, alentó en muchas poblaciones negras del mundo, el rechazo a Occidente, lo cual lamentablemente desemboca en anti-intelectualismo.

            Afortunadamente, los negros de Venezuela no han caído presa de estos vicios. Acá no tenemos ni el separatismo, ni el victimismo, ni el anti-intelectualismo que sí es rimbombante en la comunidad negra de EE.UU. Pero, la globalización exporta todo. Y, así como recibimos muchas cosas buenas de EE.UU., también empezamos a recibir la influencia cultural negra norteamericana que considera que el ser bueno en matemáticas o geografía es “actuar como blanco”. En los últimos años, en Venezuela a Frantz Fanon se le han hecho homenajes sin el menor sentido crítico. Haríamos bien en tener cautela frente a esto.

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