domingo, 10 de noviembre de 2013

El viernes negro norteamericano vs. los saqueos de Daka



En Venezuela (y presumo que en otros países hispanoamericanos), “viernes negro” es el día cuando el gobierno anuncia la devaluación de la moneda nacional. El gobierno suele hacer esto los viernes en la noche, pues tiene la esperanza de que la gente, emborrachada con pan y circo el fin de semana, no salga a la calle a protestar. Desafortunadamente, la maquiavélica medida del gobierno, muchas veces sí funciona.

            En EE.UU., en cambio, el “viernes negro” (black Friday) es el viernes después de la celebración del día de acción de gracias (thanksgiving). Ese día marca el inicio de la temporada de compras. Desde muy temprano en la mañana, los consumidores forman colas en las inmediaciones de los grandes almacenes. Se le llama ‘negro’, porque la avalancha consumista entorpece el tráfico y el buen funcionamiento de muchos servicios públicos.
            El viernes negro en EE.UU. ha captado la atención de los críticos del capitalismo. El día de acción de gracias era originalmente una fiesta semi-religiosa, que precisamente celebraba la disciplina y la solidaridad de los primeros inmigrantes ingleses, frente a las adversidades que tuvieron que enfrentar en el siglo XVII. En cambio, opinan los críticos, el viernes negro es la manifestación del espíritu degradado del capitalismo. El viernes negro se ha convertido en una ocasión para el frenesí consumista.
            Ciertamente son escandalosas las imágenes de consumidores brutalmente alienados que, desde tempranísimas horas en la mañana (incluso, en años recientes, desde el día anterior), esperan ansiosos la apertura del almacén, para entrar en una orgía de consumo. Y, es tal el nivel de alienación, que en la mayoría de las ocasiones, los consumidores entran a los almacenes sin interactuar con otros seres humanos, determinados a conseguir la mercancía que ha sido promocionada previamente en la publicidad.
            No sorprende que este frenesí consumista alienante, muchas veces ha desembocado en violencia. En los últimos años, se ha reportado un significativo incremento de muertes violentas durante el viernes negro en EE.UU. Los consumidores, en su desesperación por entrar a las tiendas, aplastan a quien sea en una avalancha, y algunos incluso ya están yendo con armas personales, en caso de que otra persona se anticipe y ponga sus manos sobre la mercancía deseada.
            Todo esto es justamente criticable. Pero, lo patéticamente sorprendente es que, en Venezuela, los mismos intelectuales que critican el frenesí consumista del viernes negro en EE.UU., callen ante el frenesí consumista saqueador auspiciado por el gobierno.
            El pasado viernes 9 de noviembre, Nicolás Maduro mostró indignación ante los precios de las mercancías en el almacén Daka, y ordenó el arresto de varios de sus gerentes. También alentó al pueblo venezolano a ir a Daka y comprar mercancía con los nuevos precios regulados. Las hordas, siempre pendientes de la aprobación por parte de sus políticos, acudieron en masa.
            Aquello se convirtió en un frenesí consumista, no muy distinto del viernes negro norteamericano. Pero, por supuesto, hubo una diferencia crucial. En EE.UU., los almacenes se benefician de ese frenesí, pues aumentan sus ventas; los consumidores pagan por sus mercancías. En Venezuela, tras el aliento de Maduro, los consumidores saquearon Daka (en la ciudad de Valencia), lo cual se convirtió en cuantiosas pérdidas para los almacenes. Previsiblemente, el gobierno, en su blackout informativo, no ha reportado nada de esto, pero hay suficientes pruebas de que tal evento sí ocurrió (el video abajo así lo demuestra).
            En EE.UU., hay un consumismo alienante, pero al menos se desarrolla en el marco de la ley (y, cuando hay violencia, las autoridades inmediatamente acuden a reprimir a los antisociales), y el respeto a la propiedad privada. En Venezuela, hay un consumismo desenfrenado, pero precisamente sin menor contemplación por la ley, y más insólitamente aún, con el incentivo del gobierno. El viernes negro norteamericano será muy degradante, pero al menos no es tan trágico como el Kristallnacht (la ‘noche de los cristales rotos’ en 1938, cuando el gobierno nazi alentó a las hordas a saquear los comercios judíos). Me temo que, en esta Venezuela podrida, estamos más cerca del Kristallnacht que del viernes negro.

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