sábado, 10 de marzo de 2012

Segunda respuesta a Roberto Augusto

Escribí una reseña del libro El nacionalismo ¡vaya timo! (acá) de Roberto Augusto. El autor escribió una réplica (acá), y yo una respuesta. (acá) Él escribió una segunda respuesta (acá), y ahora yo ofrezco mi segunda respuesta (acá).

Amablemente, Augusto ha investigado la situación lingüística de Venezuela, y ha constatado que es muy distinta a la de España. En Venezuela, las lenguas distintas al castellano tienen poquísimo peso demográfico, mientras que en España, lenguas como el eusquera o el catalán tienen millones de parlantes. Y, en función de eso, Augusto comprende que yo me oponga a los esfuerzos por mantener lenguas minoritarias a toda costa, pero advierte que, puesto que en España esas lenguas no son tan minoritarias, sí tiene sentido conservarlas.
Creo que hemos encontrado un punto de acuerdo en esto. De hecho, reitero acá lo que escribí en mi reseña original de El nacionalismo ¡vaya timo!: “Por supuesto, el catalán es una lengua muy viva, con once millones de hablantes, y está muy lejos de ser obsoleta. En ese sentido, puesto que cumple una función importante, me parece perfectamente razonable que el gobierno autonómico de Cataluña dirija recursos a la educación en catalán, avisos públicos, etc.”.
Respecto al contraste entre la Ilustración y el Romanticismo, Augusto escribe: “… no creo que el pensar que la razón deba ser el elemento fundamental que nos guíe en nuestras acciones nos conduzca a una homogeneidad lingüística. Una cosa es el cosmopolitismo y otra muy distinta el tener que hablar todos la misma lengua”.
A esto, respondo: la Ilustración, en efecto, fue el proyecto que pretendió hacer de la razón el elemento fundamental que guía nuestras vidas. Pero, como corolario, la Ilustración tuvo la pretensión universalista de tumbar las barreras nacionales, y conformar una comunidad mundial. Para esto, habría sido necesaria una lengua común entre todos los seres humanos, y esto fue precisamente lo que, utópicamente, buscó Leibniz con su characteristica universalis. Por supuesto, el hablar una lengua común no impide que se hablen otras lenguas. Pero, si buscamos una comunidad mundial, debemos dar prioridad (en la enseñanza, en la asignación de recursos, etc.) a las lenguas que tengan más posibilidad de convertirse en universales.
Augusto pregunta: “¿estaría dispuesto Gabriel Andrade a dejar mañana mismo de hablar español y empezar a hablar inglés o chino mandarín? Es muy fácil decirle a los demás que deben abandonar su lengua, pero ¿aceptaría hacer eso Andrade? Seguramente me responderá que sí, pero la realidad es que si esto se planteara en Venezuela (o en cualquier otra parte) esa propuesta no creo que tuviera mucho éxito”.
Yo respondo: en efecto, sí estaría dispuesto a asimilar el mandarín. Contrario a Augusto, yo no soy tan pesimista. El mandarín ya se está divulgando extensamente fuera de la China. Gradualmente (obviamente, tardará más de una generación), las grandes lenguas desplazarán a las pequeñas lenguas, sin necesidad de derramar sangre o que se genere sufrimiento. El castellano sobrevivirá, pero temo que el eusquera no. Mi opinión, nuevamente, es que no debe haber proteccionismo lingüístico, y que las lenguas deben ir al paso de los mercados. Si el catalán todavía sirve para hacer negocios, pues entonces, bienvenido sea su cultivo. Pero, si el catalán empezare a entrar en declive debido a presiones del mercado, y los jóvenes de Cataluña vieren más ventajas en aprender mandarín que en aprender catalán para insertarse en el mercado internacional, entonces me parece que los gobiernos de Cataluña no deberían empeñarse en tratar de proteger frente al mandarín, una lengua que no ofrece tantas ventajas económicas.
Respecto al tema al derecho de autodeterminación, Augusto escribe: “pienso que la ONU no es nada ambigua... Una situación colonial se produce cuando una potencia extranjera conquista un territorio y es gobernado desde el poder imperial sin tener en cuenta a los habitantes del territorio conquistado. El colonialismo, además, busca la apropiación de los recursos naturales y humanos de la sociedad dominada”.
Pues bien, me parece que la palabra ‘colonialismo’ sigue siendo sumamente vaga. En todo Estado, las regiones capitalinas depredan los recursos naturales de las provincias. Madrid claramente extrae más recursos de Cataluña, que los que retribuye en el fisco. Lo mismo pasa entre Caracas y el Zulia. Muy pocos Estados se han conformado sin coerción militar, y en ese sentido, casi todos los Estados en algún momento conquistaron los territorios que gobierna. Hoy, por ejemplo, asumimos que Washington no ejerce un dominio colonial sobre California, sino que ésta es parte integral de EE.UU. como país. Pero, si lo analizamos con rigor, vemos que la misma California fue conquistada militarmente. Por eso, insisto, la diferencia entre ‘colonia’ y ‘provincia’ no es del todo clara. Plenitud de territorios que convencionalmente no se consideran colonias, en un inicio fueron conquistados por potencias extranjeras, y no se tomó en cuenta a los habitantes del territorio conquistado.
Augusto escribe: “Es cierto que hay gente en Cataluña y en otros territorios que afirman ser una “colonia” española, pero eso es algo que carece de sentido”.
Yo no creo que carezca de sentido. No veo muy claro que la relación entre Madrid y Cataluña sea dramáticamente distinta a la relación entre Madrid y Venezuela en el siglo XVIII, o entre Caracas y el Zulia en la actualidad. De nuevo, la gran pregunta acá es: ¿qué define a una colonia? Si el criterio es la separación ultramarina respecto a la capital (o metrópolis), entonces las Islas Canarias o Hawaii tienen derecho a la secesión unilateral. Si el criterio es la anexión por vía armada, entonces virtualmente todas las provincias españolas son colonias, pues fueron anexadas militarmente durante la Reconquista. Si el criterio es la depredación de recursos, entonces casi todos los países del mundo son colonias de sus capitales, pues en todos los países, la capital extrae recursos provincianos.
Claramente, estos criterios son sumamente problemáticos. A mi juicio, el mejor criterio para definir a una colonia es éste: aquel territorio cuya mayoría de habitantes opine que son gobernados por un colectivo foráneo. En este caso, parece que Cataluña sí sería una colonia, pero obviamente, la única forma de saber, es mediante un referéndum. En este referéndum, sólo deben participar los habitantes de Cataluña. Pues, no tendría sentido preguntarle a un andaluz si él cree que Cataluña es gobernada por un colectivo foráneo.
Augusto escribe: “El permitir la independencia unilateral de un territorio es algo que puede generar un fuerte enfrentamiento con el Estado que pierde una parte de su territorio”.
Yo respondo: si el Estado que pierde el territorio, tiene una vocación democrática y respeta el derecho a la autodeterminación, no debería haber violencia. Un país de firme cultura cívica, como Canadá, estaba perfectamente dispuesto a ceder la soberanía de Quebec, en caso de que, en el referéndum, triunfaran los independentistas. Todos los países del mundo deberían seguir el ejemplo canadiense. Si siguiéramos el ejemplo canadiense, y reprochásemos a los Lincolns y Milosevics del mundo, nuestro planeta sería mucho más pacífico.
Augusto escribe: “Ese conflicto se minimiza si todos los implicados pueden decidir al respecto. En los Estados democráticos deben respetarse las leyes y hay que rechazar cualquier intento secesionista que vulnere el marco legal vigente”.
Me parece que este argumento habría impedido que Argelia se independizara de Francia (un país democrático), o la India del Reino Unido (otro país democrático). Augusto seguramente advertirá que Argelia y la India eran colonias y, en ese caso, sí tenían derecho a la secesión unilateral. Pero, frente a eso, yo insisto: ¿bajo qué criterio, Argelia sí era una colonia, pero las Islas Canarias (o, incluso, Cataluña) no lo son?

7 comentarios:

  1. Saludos, Dr. Andrade!
    Fui su estudiante hace unos tres años en LUZ (Plan de Biología)y me permito humildemente opinar acerca de esta interesante y nutritiva discusión entre dos respetados "contrincantes" académicos, simplemente para opinar acerca del aspecto secesionista.
    A manera de resumen, y como venezolana que soy, por encima del nacionalismo (o del regionalismo) que pueda invadir nuestras mentes o de la pretensión cosmopolita, pienso que la principal razón para que una provincia o colonia (la verdad tampoco distingo una línea conceptual clara en la ONU) es el interés económico que hay detrás de mantener la unificación de un territorio mucho más allá de los aspectos lingüísticos o culturales.
    Tal vez peque de reduccionista pero al menos en la realidad venezolana, si a opiniones vamos, creo que los zulianos querrían separarse y al resto de los venezolanos no les gustaría la idea cuando se revisara el PIB nacional y los aportes que desde acá se generan.

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    1. Gracias por tu comentario. Sí, en efecto, yo pienso que, en muchos casos, los motivos económicos son fundamentales en los movimientos secesionistas (fue el motivo principal de la independencia en Venezuela), y en función de eso, el Zulia tiene bastantes razones para pensar en una separación de Venezuela.

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  2. Me gustaría hacer un comentario final sobre la idea de secesión. Imaginemos que aceptamos el principio de autodeterminación que defiende Gabriel Andrade y muchos otros nacionalistas. Imaginemos que el Gobierno de Zulia proclama unilateralmente la independencia del resto de Venezuela. ¿Qué pasaría entonces? Creo no equivocarme si digo que el presidente Chávez enviaría al ejército y aplastaría ese intento secesionista. Zulia no resistiría militarme y esa aventura podría acabar en un baño de sangre. No parece probable que Colombia o cualquier otro país de la región salga en defensa de Zulia corriendo el riesgo de entrar en guerra con Venezuela. Todo esto lo que demuestra es que el principio nacionalista de secesión es inaplicable en la práctica. La única opción que tiene Zulia de conseguir su independencia es pactarla con Caracas, consiguiendo que el Gobierno central acepte esa posibilidad, algo hoy por hoy impensable. Pero existen otras opciones, al margen de la independencia, que podrían ayudar a que este Estado se encontrara más cómodo dentro de Venezuela. Una de ellas es la descentralización política y administrativa. Otra, aplicada en España en el País Vasco, es que Zulia recaude todos sus impuestos y únicamente pague al Estado central por los servicios que le presta. A mí esa opción no me gusta porque compromete la solidaridad entre territorios, pero puede ser una solución extrema para evitar una independencia que tendría peores consecuencias. También el Gobierno venezolano podría comprometerse a realizar una serie de inversiones que devolvieran parte de la riqueza que genera Zulia y evitara ese malestar que algunos zulianos sienten hacia el resto del país. La solución a este tipo de conflictos es la democracia, pero una democracia que incluya a todos aquellos que están afectados por el problema, en este caso a todos los venezolanos. Sólo así se evitará la violencia.

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    1. Hola Roberto, hablas de mí y "otros nacionalistas". Quiero aclarar que yo no soy nacionalista. Yo estoy a favor de un gobierno mundial, y me agradaría la idea de que las naciones desaparezcan. Pero, al mismo tiempo, me parece elemental respetar la autodeterminación de los pueblos, y si eso implica que un pueblo quiere separarse de un Estado, es necesario respetar esa decisión.

      En efecto, Chávez ha amenazado con invadir el Zulia (http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/14029/chavez-lanza-un-nuevo-discurso-belicista-reta-al-zulia-y-amenaza-a-los-bolivianos/) si este estado proclama su independencia, y sí, seguramente esto traería un ciclo violento. Pero, Fernando VII también envió una expedición a reprimir los movimientos independentistas hispanoamericanos, y por supuesto, esto propició las guerras de independencia hispanoamericanas. Los independentistas hispanoamericanos sabían que sus iniciativas tendrían consecuencias violentas, pero las asumieron; no cedieron al chantaje de que, para evitar un baño de sangre, era necesario seguir soportando la explotación colonial. Estoy de acuerdo en que deben agotarse las instancias de negociación pacífica. La descentralización me parece muy bien, precisamente como un primera paso hacia la separación. Pero, muchas veces, los gobiernos centralistas ni siquiera quieren ceder esto. E, insisto, si no se llega a un acuerdo, y la exigencia de autodeterminación persiste, entonces sí hay un derecho a la secesión unilateral. Sospecho que estarás de acuerdo conmigo en que el gobierno o el pueblo de Madrid no tenía derecho a decidir si México se independizaba o no; era una cuestión a ser decidida sólo por los mexicanos.

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  3. Gabriel, pero creo que la enseñanza del mandarín se revela como muy poco práctica, puesto que su enseñanza básica dura más de 5 años.

    El inglés en cambio, no requiere de tanto tiempo para entenderlo. Y es la lengua que más hablantes tiene. ¿No es preferible, y más lógico, darle aún más importancia al inglés que al mandarín, lo que facilitaría la integración mundial más rápidamente que si todos aprendiéramos mandarín?

    Un saludo,

    -D

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    1. David, sí, yo veo más ventajas en el inglés que en el mandarín. Sólo lo colocaba como ejemplo. Pero, creo que te equivocas en algo: la lengua que más hablantes tiene es el mandarín, aunque no estoy seguro si es sólo como lengua primaria...

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