En mi libro Las
razas humanas ¡vaya timo!, dediqué un capítulo a los deportes. Ahí, traté
de refutar la tesis según la cual, algunas razas humanas tienen mayor aptitud
para los deportes que otras. Quien más ha defendido esta tesis, Jon Entine,
postula que los negros son buenos en atletismo, y malos en natación, por
motivos biológicos. Para el atletismo, cuentan con fibras de contracción
rápida, y eso les da una ventaja. En la natación, en cambio, los negros no
prosperan, porque tienen una densidad ósea mayor que personas de otras razas, y
eso no les permite flotar adecuadamente.
Tonterías.
Ciertamente no debemos rechazar una teoría por el mero de ser políticamente
incorrecta (y no cabe duda de que la tesis de Entine lo es), pero en este caso,
la evidencia científica no acompaña a Entine. ¿Cómo explicar, entonces, que en
efecto, los negros no han dominado en natación? Muy sencillo: factores
sociales. Para nadar, se necesitan piscinas, y cuesta dinero mantenerlas. Las
clases sociales más excluidas no tienen acceso a las piscinas. En África hay
poca infraestructura para piscinas, y en América, los negros tienen poco acceso
a ellas. Por ende, los negros tienen poca oportunidad de practicar este
deporte. Tienen mucha más oportunidad de entrenar en deportes que no necesitan
instalaciones tan caras, y en esos deportes, triunfan.
El
reciente triunfo de la nadadora negra norteamericana Simone Manuel en las
Olimpíadas de Río de Janeiro, es significativo por ello: su triunfo sirve para
refutar el estereotipo de que los negros tienen huesos que no les permiten
nadar bien. Ahora bien, como suele ocurrir, el liderazgo negro en EEUU (así
como sus aliados blancos que sienten culpa por los abusos del pasado) quiere
cargar las tintas. Con bombos y platillos, anuncia una y otra vez el éxito de
la “primera medallista negra en natación”. Y, como también suele ocurrir, a
ellos les importa un comino si un sudanés o un senegalés tienen o no acceso a
la piscina (y, con toda seguridad, esa gente es mucho más oprimida que los
negros norteamericanos). Lo importante es su mundito.
Un
asunto interesante es que Simone Manuel ha dejado muy claro que a ella no le
interesa llevar la etiqueta de ser la primera medallista negra norteamericana
en natación. Ella quiere representar a todos los nadadores, y ya está. A mí me
parece una actitud muy sana. La pasada generación de negros en EE.UU. coqueteó
mucho con el separatismo y el desmedido cultivo de su identidad étnica. Eso le
sirvió el propósito político de aprovechar los programas de acción afirmativa.
Los negros norteamericanos sufrieron la segregación racial durante la era de las
leyes de Jim Crow (que, valga decir, se aplicaban a las piscinas). Cuando el
movimiento de los derechos civiles logró derogar esas leyes, los negros
buscaron la integración, y había la esperanza de que EE.UU. se convirtiese en
una sociedad post-racial (precisamente la misma con la cual soñó Martin Luther
King). Pero, al poco tiempo, se apoderó del liderazgo negro una corriente que
no tenía el menor interés en trascender las diferencias raciales, y más bien
buscó cultivarlas aún más.
Con el
triunfo de Obama, nuevamente volvió la esperanza de encaminarse hacia una sociedad
post-racial. La llamada “generación milenial” o “generación Y” (los nacidos entre
1980 y 1999) es de las que menor interés ha tenido en continuar exacerbando las
identidades raciales. Simone Manuel pertenece a esta generación. Y, así, es
comprensible que a ella no le agrada que los mayores la encierren en casillas
étnicas. Para ella, la raza no es una obsesión. Ella aspira a vivir en un mundo
en el cual, las identidades raciales paulatinamente vayan desapareciendo.
Ciertamente,
en EE.UU. queda mucho racismo, como los casos de brutalidad policial confirman.
Pero, mi sentido común me dicta que, para que este racismo desaparezca, es
mucho más sensato que la obsesión con las identidades raciales sea moderada. Si
continuamente se etiqueta a un atleta con ser el primer negro en lograr esto o
aquello en la historia, la opinión pública no va a pensar en esa persona como
un atleta, sino como un negro. Y, así, la distinción del mundo entre negros y
blancos, seguirá intacta. Por ello, creo que Simone Manuel tiene una gran
lección que enseñar a los viejos líderes negros norteamericanos que viven
obsesionados con su identidad racial.
Buen artículo.Comparto tus puntos de vista
ResponderEliminarGracias Lluís.
EliminarBuen artículo.Comparto tus puntos de vista
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