Ni Nicolás Maduro, ni ningún chavista, se podrá dar el
lujo de mostrar simpatías públicas por Donald Trump. De hecho, Maduro ya se ha
encargado de insultarlo, como es característico de él, con el epíteto de pelucón (acá). Trump representa todo aquello
contra lo cual el chavismo se ufana de combatir: el racismo, el machismo, los
grandes consorcios capitalistas, etc.
Pero, en
el fondo, Maduro es simpatizante oculto de Trump. Varios analistas han
destacado las similitudes de estilo político entre Chávez y Trump. Ambos
representan el caudillo carismático, el hombre fuerte que sabe manejarse ante
los medios, que no le importa decir cosas escandalosas ante las cámaras, y que
precisamente por eso, consigue un arraigo en las masas. El populismo puede desarrollarse
tanto en la izquierda como en la derecha, y por eso, el chavismo siente cierta
afinidad con el Donald.
Cometeríamos
un error, no obstante, si llegásemos a creer que esta afinidad se limita al
estilo. En las propias posiciones políticas, Trump es bastante cercano al
chavismo, lo suficiente como para sospechar que Maduro en realidad desea que,
en las próximas elecciones presidenciales de EE.UU., el vencedor sea Trump.
Maduro,
lo mismo que Chávez, enaltece el valor de la soberanía nacional por encima de los
procesos de globalización. Eso implica una férrea protección de fronteras. Es
precisamente eso lo que promueve Trump. Venezuela, como EE.UU., ha enfrentado crisis
migratorias. Nuestro país ha recibido olas de inmigración colombiana, y en
2015, Maduro ordenó deportaciones masivas (que, de hecho, ya venían ocurriendo
desde hacía mucho, y siguen ocurriendo hasta el día de hoy). Maduro sabe que
debe tener muchísimo cuidado en no criticar el nacionalismo y la dura postura
anti-inmigrante de Trump, pues él hace exactamente lo mismo en Venezuela.
Más aún,
para Maduro, la xenofobia de Trump y su agresividad en contra de la
inmigración, no representa mayor inconveniente. El gobierno venezolano enfrenta
una crisis de fuga de talentos, y desesperadamente trata de convencer a su
juventud para que se quede a construir la nación. Venezuela no está en la
posición de países como México, Guatemala o El Salvador, quienes envían al
norte a los ciudadanos menos capacitados. De Venezuela emigra a EE.UU. la gente más talentosa. Un presidente
norteamericano que llegue al poder impidiendo el acceso a inmigrantes
latinoamericanos podrá resultar odioso al presidente de México, pero no al presidente de Venezuela.
En el
plano económico, el chavismo y Trump también tienen extraños puntos de coincidencia.
Desde el 2003, Chávez impidió la repatriación de capitales por parte de los
inversionistas extranjeros, imponiendo un control de cambio de moneda. Trump no
propone exactamente lo mismo, pero sí ha amenazado a México con impedir el
envío de remesas producidas en EE.UU. (de hecho, él estima que, con ese dinero
no repatriado a México, se podrá construir el muro que él propone). Chávez fue
un paladín de la lucha contra el mercado, y siempre buscó sabotear los tratados
de libre comercio que EE.UU. conformara con países vecinos. Trump propone lo
mismo para su país: proteccionismo comercial a ultranza, y el abandono de
tratados de libre comercio, especialmente el NAFTA con México, y otros posibles
acuerdos con América Latina.
Trump,
como buen nacionalista y xenófobo, ha advertido que, al llegar a la
presidencia, aislará militar y políticamente a EE.UU. A su juicio, EE.UU. es
una nación lo suficientemente poderosa, como para no necesitar de la cooperación
con otras naciones. Así pues, bajo el proyecto de Trump, el intervencionismo
militar de EE.UU., así como las alianzas geoestratégicas (en especial la OTAN),
se verán considerablemente reducidos. Este asilacionismo norteamericano es
precisamente lo que Chávez y sus secuaces siempre pidieron.
Trump
podrá despreciar a los latinoamericanos, pero así como él no quiere inmigrantes
hispanos en EE.UU., tampoco quiere que su gobierno se meta en asuntos
latinoamericanos. Él quiere cortar todo lazo con América Latina, y eso implica
dejar de intervenir en nuestros países. Hillary Clinton, por su parte, estuvo
fuertemente implicada en el golpe de Estado en Honduras, contra Manuel Zelaya,
uno de los niños mimados de Chávez. ¿Preferiría Maduro a Clinton por encima de
Trump? Lo dudo.
Por
último, la mediación de Rusia es muy importante. En su obsesión anti-americana,
Chávez buscó aliarse con cuanto bicho viviente expresara su menosprecio a
EE.UU., sin importar cuán brutal pudieran ser esos déspotas. Cuando Vladimir
Putin ascendió al poder, no hizo nada por hacer que el comunismo regresara a
Rusia: ese país sigue estando gobernado por oligarquías capitalistas. Pero, en
asuntos geopolíticos, Putin sí ha pretendido recuperar parte del poder
soviético, y eso inevitablemente lo ha conducido a un enfrentamiento con EE.UU.
Como era de esperarse, el corazón de Chávez quedó flechado con el nuevo zar
ruso: vio en él un importante aliado contra los gringos, sin importar que Putin
ni por asomo defiende ideas socialistas o comunistas.
Desde
que Trump se lanzó a la política, también ha tenido un idilio con Putin. Ambos
se admiran mutuamente en su estilo populista, nacionalista y caudillista. Trump
no quiere cumplir compromisos con la OTAN, y a Putin eso le parece genial, pues
se le abre el camino para la anexión de los países bálticos (los cuales han
estado en la mira desde hace ya bastante tiempo), y otros países exsoviéticos.
Putin se ha asegurado de ayudar a Trump, hackeando los emails del Partido
Demócrata, en los que se evidencia su corrupción interna.
En su
oposición a EE.UU., Chávez estuvo muy dispuesto a ser lacayo de Rusia. Si
Maduro pretende seguir el legado de Chávez, y está dispuesto a seguir siendo
lacayo de Putin, comprenderá que un triunfo de Trump le conviene más. No puede,
por supuesto, hacer sus simpatías por Trump tan públicas como las hace Putin.
Pero, creo que, en secreto, está ligando que la bella Melania sea la próxima
primera dama de EE.UU.
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