Michael Phelps es el
mejor nadador de la historia, pero eso no impide que la comunidad científica
emita críticas en su contra. Phelps ha acudido a la terapia del cupping, la cual consiste en colocar
vasos de vidrios calientes sobre algunas zonas del cuerpo, a fin de reventar
algunos vasos capilares, y esto deja unas marcas moradas sobre el cuerpo. Supuestamente, eso sirve como estímulo para el sistema circulatorio en esa zona del cuerpo, y se logra más
fuerza muscular.
Esa técnica procede de la medicina
tradicional china. Lo mismo que respecto a la acupuntura, los científicos saben
muy bien que, en realidad, tal técnica no concede ningún resultado fisiológico.
A Phelps parece funcionarle muy bien, pues sigue siendo el rey de la natación. Pero,
su efecto no pasa de ser psicológico. Es un mero placebo.
¿Hace daño? La práctica no es intrínsecamente
peligrosa, más allá del dolor momentáneo que puede sentir el paciente cuando se
le colocan los vasos de vidrio calientes. Pero, toda terapia pseudocientífica
lleva el riesgo de que, cuando se trata de males más graves, el paciente
abandone los métodos curativos que sí funcionan, y opte por esas mamarrachadas.
Me parece que lo que Phelps hace no
es tan grave como lo suponen algunos de sus críticos. Él sólo está usando esa
técnica para ganar una competencia él mismo. No está diciendo a los pacientes
con cáncer que abandonen la quimioterapia para tomar hierbitas y someterse a
ramazos dados por un brujo.
Lo ideal sería, por supuesto, que Phelps
entendiese que esas terapias en realidad no sirven para nada, y que asumiera
una actitud plenamente racional. Pero, en el deporte, esto es sumamente
difícil. Desde el siglo XIX, cuando la antropología se encontró con las
supersticiones de muchos pueblos, se intentó establecer una diferencia
intelectual entre los pueblos primitivos, y los pueblos más intelectualmente
avanzados. Los primitivos, se decía, piensan más irracionalmente, y por eso,
emplean tantos procedimientos de magia; mientras que los modernos utilizan más
la racionalidad, y se guían por la ciencia.
Pero, pronto, los antropólogos empezaron
a documentar ejemplos de supersticiones en actividades muy modernas. Un famoso
estudio del antropólogo George Gmelch, documentaba los pequeños rituales
mágicos a los que acuden los jugadores de béisbol: no pisar la raya de cal,
tocar un número específico de veces el casco a la hora de batear, etc. Gmelch
descubrió algo muy interesante: las supersticiones son mayores cuando se batea,
que cuando se fildea. ¿Por qué? Porque, en el béisbol, hay más probabilidades
de fracaso bateando que fildeando.
Y, esto revela algo muy recurrente en
las conductas supersticiosas y en la magia en general: su incidencia aumenta
frente a la incertidumbre. Malinowski, quizás el autor más importante de toda
la antropología, célebremente documentaba cómo los trobriandeses acudían a la
magia cuando salían a navegar en el mar abierto, pero no lo hacían cuando
salían a navegar en la laguna, con aguas mucho más tranquilas. En momentos de
angustia e incertidumbre, se es más vulnerable a abandonar la racionalidad.
Phelps está en las olimpíadas, un evento
que es psicológicamente duro para cualquier atleta. Ocurren sólo cada cuatro
años, compitiendo contra los mejores atletas del mundo, y el planeta entero
está a la expectativa. Esto no es la competencia del barrio. Es natural,
entonces, que ante la incertidumbre y el estrés conduzcan a alguien como Phelps
al pensamiento mágico.
En función de ello, creo que no debemos
ser tan duros con Phelps. Muchos dejamos pasar que Karl Malone repitiera unas palabritas
antes de lanzar el balón desde la línea de tiros libres, o que David Luiz se
arrodille y mire al cielo cada vez que sale a jugar. ¿Por qué no hemos de dejarlo
pasar con Phelps?
Se dirá que mucha gente, al tomar a
Phelps como modelo, acudirá al cupping,
y en ese sentido, Phelps sí es mucho más reprochable. Lo que hacen Malone o
David Luiz es abiertamente mágico religioso, y poca gente está dispuesta a
repetir una actividad tan irracional; en cambio, lo que hace Phelps es
pseudocientífico, y eso es mucho más peligroso, porque da la impresión de que
se está sometiendo a un procedimiento aparentemente científico pero que, en
realidad, es una mamarrachada.
Quizás. Pero, si a modelos vamos, creo
que en el deporte hay muchos otros atletas que hacen cosas terribles, y que
también sirven como modelos negativos a mucha gente. Barry Bonds, con sus
esteroides, puede sembrar en muchos jóvenes la idea de que, inyectándose
sustancias peligrosas, podrán ser grandiosos bateadores. Incluso, Messi con sus
tatuajes puede conducir a las maleables mentes adolescentes a hacerse los
mismos tatuajes en sus cuerpos, con tal de parecerse a él. Un tatuaje, con su
riesgo de hepatitis, infecciones o reacciones alérgicas, puede ser bastante más
peligroso que el cupping. Seamos más consistentes, y critiquemos con mayor
proporcionalidad.
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