En el
cine y la televisión, ¿se cuenta mejor una historia real, dramatizándola, o a
través de un documental? Generalmente, en estos casos, me he inclinado más por
el documental. Y, respecto a la historia de O.J. Simpson y su juicio, un
reciente documental, O.J. Simpson: Made
in America (lo reseño acá), es magistral. Pero, a la vez que salió en la
televisión norteamericana ese documental, se transmitió una serie de diez
episodios, The People vs. O.J. Simpson.
Debo decir ahora que he quedado indeciso respecto a cuál es mejor. Ambos son
geniales.
The People vs. O.J. Simpson basada en el
libro The Run of His Life, de Jeffrey
Toobin, narra en detalle los acontecimientos del juicio a Simpson. Para quienes
seguimos en vivo aquellos acontecimientos, la serie evoca recuerdos muy
vívidos, pues la forma en que recrea las cosas es muy apegada a la veracidad.
Los escenarios son muy fieles, lo mismo que las actuaciones. Esta serie contó
con grandes nombres consagrados del cine y la televisión en EE.UU. Hay, es
verdad, actores más próximos que otros a sus personajes. Quizás el actor que
menos se acercó al personaje fue el simpático Cuba Gooding Jr., quien
interpreta al propio Simpson. Pero, las interpretaciones de Marcia Clark,
Johnny Cochran y Chris Darden, a cargo de Sarah Paulson, Courtney Vance, y
Sterling Brown, respectivamente, son geniales.
El
espectador se lleva la impresión de que el gran monstruo de la serie, es Robert
Shapiro, interpretado por John Travolta. En la serie, Shapiro jamás está
convencido de la inocencia de Simpson. Y, en varias ocasiones, intenta
convencer a sus colegas de que Simpson se declare culpable, para llegar a un
acuerdo con la fiscalía. Esto es muy distinto, por ejemplo, de la actitud de
Robert Kardashan (interpretado por David Schwimmer), quien aun si no está
convencido de la inocencia de Simpson, decide acompañarlo hasta el final, no
sin quedar atormentado por ello.
La serie tiene
muchas escenas privadas, de forma tal que no sabemos si en realidad las cosas
ocurrieron así a puertas cerradas. Pero, la forma en que Travolta (quien tiene
alguna facilidad para hacer roles de villanos) interpreta a Shapiro hace que
éste aparezca como un personaje sumamente despreciable. El juicio de O.J.
Simpson se hizo infame por la forma tan manipuladora y chantajista en que la
defensa introdujo el elemento racial. Al final del caso, Shapiro denunció a su
colega, Johnny Cochran, por haber exacerbado los ánimos raciales para sacar
provecho a su situación. No obstante, en la serie se presenta inequívocamente
que el artífice de la idea de usar el chantaje racial, fue desde un inicio el
propio Shapiro. Cuando yo seguí en vivo el juicio en 1995, Shapiro no me
resultaba despreciable; si he de guiarme por la serie, en cambio, Shapiro es de
la peor calaña.
Por otra parte, el
personaje que en 1995 sí me pareció un monstruo, aparece en la serie bajo una
luz mucho más amigable. Se trata de Cochran. Él fue el encargado de manipular y
chantajear, apelando a su supuesta vocación de defensor de los derechos de los
negros, para en realidad, favorecer sus propios intereses políticos y
monetarios. La serie presenta muchos de los momentos en los que Cochran acude
al chantaje racial: cuando compara a Mark Fuhrman (el detective que encontró la
mayor parte de la evidencia incriminatoria) con Hitler, cuando dice que sugerir
que los negros norteamericanos hablan con un acento particular es racista, etc.
En la serie también se muestra cómo, insólitamente, Cochran sugirió que el
asesinato de Nicole Brown y Ron Goldman estuvo a cargo de pandillas colombianas
(algo para lo cual no había ninguna prueba); este hombre estaba muy dispuesto a
defender a minorías étnicas cuando se trataba de los negros norteamericanos,
pero no escatimaba en estigmatizar a otras minorías (en este caso, inmigrantes
colombianos), con tal de salvar el pellejo de su cliente.
La serie también
muestra el lado más misógino de Cochran, cuando humilla a Marcia Clark y sus
dificultades para cuidar a sus hijos, así como su doble vida matrimonial. Pero,
a pesar de todo esto, la serie se esmera en presentar a Cochran como un héroe
que, aun con sus fallas, merece elogios. Courtney Vance, con gran habilidad
actoral, se encarga de hacer de Cochran un líder negro carismático, alguien así
como Martin Luther King. A mí no me convence. En aquel entonces pensaba, y hoy
lo sigo haciendo, que Cochran es emblemático de la tragedia negra
norteamericana. Sí, en EE.UU. hubo racismo, y hoy lo sigue habiendo; pero a la
vez, hay pillos que se aprovechan del racismo para chantajear. Está en sus intereses
que siga habiendo segregación, pues si los negros se terminaran integrando
satisfactoriamente al resto de la sociedad, se les acabaría el negocio. Cochran
era uno de esos pillos.
Sorprendentemente,
la gran heroína de la serie es Marcia Clark. En 1995, recuerdo, la percepción
del pueblo norteamericano es que se trataba de una mujer estirada, amargada y
arrogante. A los negros, no le agradaba, precisamente porque representaba al
rígido sistema norteamericano que tanto los ha aplastado. Y, si bien los blancos
la toleraban un poco más, al final, la terminaron odiando, pues le echaron la
culpa de haber llevado mal el caso, y haber permitido que Simpson saliera
libre.
Pero, la serie se
esmera en presentarla como una mujer muy capaz, de gran temple, carismática en
el ámbito privado, y que debe enfrentar muchos ataques misóginos, pero que al
final, mantiene su compostura. La serie sugiere que Marcia Clark cometió un
solo error: haber permitido a Mark Fuhrman testificar en contra de Simpson. Su
colega (en la serie, se sugiere un posible romance que nunca se concreta), el
negro Chris Darden, le advierte que no utilice a Fuhrman como testigo, porque
su pasado racista puede afectar las facultades deliberativas del jurado,
mayoritariamente negro. Pero Clark se empeña en convocar a Fuhrman como
testigo, confiando en que el jurado será racional, que considerará la
evidencia, y que no se dejará llevar por el arraigo emocional del posible
racismo de un policía.
La serie muestra
cómo Chris Darden, en cambio, en tanto negro, conocía mejor cómo responderían
los jurados de su propio grupo étnico. En una discusión en el juicio, Darden
solicita al juez Ito que no permita que el jurado escuche testimonios sobre el
uso de la palabra nigger (muy
despectiva) por parte de Fuhrman, porque eso activará tanta emocionalidad en el
jurado, que no le permitirá considerar racionalmente la evidencia. Cochran se
opone, diciendo que es racista asumir que los negros no tienen capacidades
racionales.
Al contemplar esa
escena, yo habría dado la razón a Cochran: los negros son tan racionales como
cualquier otro grupo étnico. Y, en principio, no habría culpado a Marcia Clark
por confiar en el raciocinio de los jurados negros. Pero, creo que,
lamentablemente, al final, los acontecimientos dieron la razón a Darden. El
jurado mayoritariamente negro, aun con una montaña de evidencia inculpando a
Simpson, optó por liberarlo, dejándose llevar por la emocionalidad racial que
Cochran supo explotar. No hay diferencias significativas entre los cerebros de
los negros y los cerebros de los blancos; ambos grupos tienen la misma
capacidad biológica para la racionalidad. Pero, sí me temo que la experiencia
histórica de racismo EE.UU., así como el chantaje racial de tipejos como
Cochran, hacen que, en casos como el de O.J. Simpson, los negros son más
vulnerables a la emocionalidad y el entendimiento nublado. Marcia Clark, en
parte queriendo evitar que la acusaran de racista, terminó pagando caro su
error. Debió haber escuchado al negro Darden.
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