domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Existió Jesús? ¿Hay fuentes paganas sobre su vida?



Hoy se discute mucho si Dios existe. Y, puesto que el cristianismo afirma la doctrina de la encarnación, a saber, que Jesús es Dios hecho hombre, hay gente que cree que el refutar la existencia de Dios implica refutar la existencia de Jesús. Pero, por supuesto, esto es un sofisma. Si rechazamos la premisa cristiana de que Dios es Jesús, no estamos en necesidad de negar la existencia de Jesús al negar la existencia de Dios.

Sobre Jesús se han dicho muchas tonterías, y la imagen cristiana que se ha hecho sobre este personaje es mayormente un timo. Pero, es una exageración decir que Jesús no existió. Hay suficientes indicios para pensar que, en la Palestina del siglo I, sí hubo un predicador itinerante cuya biografía se narra en los evangelios. Estas biografías son obviamente distorsionadas, pero no por ello inventaron al personaje. José Luis Sáenz de Heredia produjo la película Franco, ese hombre, una asquerosa adulación al dictador español. Hacemos bien en no fiarnos de todo lo que ahí se cuenta, pero con todo, no negaríamos que Franco sí existió.
Quienes niegan la existencia de Jesús postulan que el relato de los evangelios no es confiable, pues se trata de propaganda religiosa. No les falta razón, pero los evangelios, a diferencia de textos que sí son obviamente mitológicos, entremezclan la ficción y la leyenda. Quienes niegan la existencia de Jesús opinan que, si no hay fuentes no cristianas sobre su vida, entonces debemos concluir que se trata de una invención literaria. Pues, de nuevo, en tanto los evangelios son textos redactados con la clara intención de divulgar un mensaje religioso, no podemos confiar en ellos. Sólo podemos confiar en fuentes neutrales que, aun si no tienen un interés especial en dar a conocer la vida de Jesús, aún así hacen alguna referencia a él. Pues bien, no tenemos fuentes no cristianas contemporáneas de Jesús, pero sí tenemos tres referencias que nos acercan a la afirmación de que Jesús sí fue un personaje histórico.
La primera de esas fuentes es Plinio el joven. Este Plinio era sobrino de Plinio el viejo, un eminente científico romano que, al erupcionar el volcán del Vesuvio en el año 79, organizó una expedición para estudiarlo, pero se acercó demasiado y murió. Plinio el joven había sido nombrado gobernador de la provincia del Ponto, en Asia menor (la actual Turquía). En el desempeño de su labor, Plinio enfrentó algunas dificultades, y solicitó consejo al emperador Trajano, en una serie de cartas.
En una de esas cartas, escrita en el año 112, Plinio informaba a Trajano algunos problemas que presentaba un grupo de gente que él llamaba ‘cristianos’. Resulta ser que, en aquel momento, no había libertad de asociación, por temor a revueltas. Esto era una dificultad, pues los bomberos eran una de esas asociaciones, y al estar prohibidas las reuniones, no había quien se pudiera encargar de los incendios.
Los cristianos eran uno de los grupos que se reunían ilegalmente. Plinio buscó conocer un poco más sobre ellos, y reportó a Trajano que se trataba de gente de diversa índole, que compartían comidas, y que cantan himnos a Cristo como si se tratase de un Dios.
Esto no parece una fuente muy contundente. Pues, no habla sobre el personaje Jesús, sino meramente sobre una comunidad que rinde culto a Cristo. Pero, al menos, nos sirve como indicio de que, ya en el siglo II, los romanos tenían noticia de que existían los cristianos, y que éstos consideraban a Jesús un personaje real.
Una segunda fuente, ésta quizás de mayor peso, procede de Suetonio, el autor de la Vida de los doce césares. En una biografía del emperador Claudio (que gobernó del 41 al 54), Suetonio narra que el emperador expulsó a los judíos de Roma, porque había habido revueltas instigadas por un tal ‘Chrestus’. Sabemos por otras fuentes que, efectivamente, hubo tal expulsión (Hechos 18:2 narra que Pablo se encuentra con Áquila y Priscila, unos judíos deportados de Roma). Aparentemente, habría disputas entre los judíos que aceptaban a Jesús como el Mesías (es decir, judeocristianos), y los judíos que no lo hacían, y para poner fin a este desorden, Claudio los expulsó a todos.
Como la de Plinio, esta referencia no es muy contundente, pues sólo hace referencia a una comunidad de cristianos, no propiamente al personaje Jesús. Y, además, Suetonio escribe mal el nombre (‘Chrestus’ en vez de ‘Christus’, la versión latina de Cristo), de forma tal que no podemos estar absolutamente seguros de que se trate de una referencia a Jesús. Quizás se trataba de otro judío cuyo nombre era Chrestus. Pero, si acaso Suetonio sí se refería a Cristo, esto nos sirve como fuente para asegurar  que, ya durante el periodo de Claudio, había judíos que daban importancia a la figura de Jesús.
Hay una tercera fuente que es más contundente. Procede de Tácito, un historiador romano del siglo II. En sus Anales, obra compuesta en el año 115, Tácito hace un recuento de la historia del imperio. Al discutir el periodo de Nerón, narra la historia del incendio de Roma ocurrido en el año 64. Esta historia ha levantado mucha suspicacia entre los críticos contemporáneos. Según Tácito, Nerón provocó el incendio para hacer espacio, a fin de emprender nuevas obras arquitectónicas. Frente al rumor del pueblo de que él había sido el responsable, decidió culpar a la secta de los cristianos, y los sometió a una cruel persecución. La historia levanta suspicacia, porque pareciera contener algún elemento de propaganda, y no es del todo seguro que Nerón haya provocado el incendio deliberadamente. Pero, podemos estar seguros de que el incendio sí ocurrió, y probablemente, Nerón sí culpó a los cristianos.
En esa crónica, Tácito describe a la secta de los cristianos, y hace alguna referencia a Jesús como personaje propiamente. Su crónica es más sustanciosa que las de Suetonio y Plinio, pues ofrece algún detalle histórico sobre Jesús. Dice Tácito que Jesús fue ejecutado por órdenes del procurador Poncio Pilato, durante los tiempos de Tiberio como emperador. Así pues, se refiere a un personaje real de la historia, y no a un mero dios a quien se le rinde culto.
Respecto a este testimonio, queda alguna duda. Pues, Tácito dice que Pilato era ‘procurador’ (un cargo que se ocupa de la recolección de impuestos). Nosotros, en cambio, sabemos que Pilato era en realidad ‘prefecto’ (un cargo que tiene a su disposición fuerzas militares), pues así consta en una inscripción que se descubrió en 1961 en Cesárea (la ciudad donde residía Pilato). Este error hace pensar que Tácito sólo reportaba lo que oía entre la gente, pero no se trataba propiamente de una información oficial. Y, en ese sentido, su testimonio no sería contundente.
Las tres fuentes romanas sobre Jesús, entonces, cabe admitir, no son muy contundentes. Pero, debemos estar muy atentos a no incurrir en el error de postular que, puesto que no hay noticias sobre un personaje en un determinado contexto, ese personaje no existió. En los estudios históricos, hay siempre el peligro de acudir a los llamados ‘argumentos del silencio’. El silencio sería un argumento contundente si cupiera esperar que hubiera noticias sobre el evento en cuestión. Si, por ejemplo, el 12 de septiembre de 2001, no hubiera aparecido en ningún diario norteamericano la noticia de que el día anterior, hubo unos atentados terroristas en New York, entonces sospecharíamos que tales eventos no ocurrieron.
Pero, la vida de Jesús no habría sido algo de lo cual esperaríamos tener noticias por parte de los historiadores de la época. Como él, hubo muchas otras figuras que se proclamaron como el Mesías. Y, difícilmente los historiadores romanos iban a dedicarle mucha atención a un rebelde que fue crucificado en una lejana provincia. Eso era casi una cuestión cotidiana, y Jesús habría sido uno más del montón.
En el caso de Jesús y los historiadores romanos, la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Aun si no contamos con fuentes no cristianas contundentes, hay otros motivos, mucho más contundentes, que nos obligan a postular que, efectivamente, Jesús sí existió.
El principal motivo procede del criterio de vergüenza. Los evangelios efectivamente son textos de propaganda religiosa. Pero, en los propios evangelios, se narran cosas que habrían generado vergüenza a los propios evangelistas. Y, así, no se trata del tipo de cosas que los evangelistas habrían inventado. Ningún propagandista inventará detalles que van en detrimento de su objetivo. Si se narran esos eventos vergonzosos, ha de ser porque fueron reales.
Hay varios motivos vergonzosos en la vida de Jesús, pero me referiré a dos de los más importantes. El primero: Jesús murió crucificado. Si los evangelistas habrían de inventar a un dios, no narrarían que este dios sufrió una humillante derrota. Los evangelistas tienen la convicción de que Jesús es el Mesías. Pero, en el contexto judío de Jesús, no se esperaba que el Mesías fuese crucificado. Más bien se esperaba que encabezara alguna gloriosa misión militar que expulsara al opresor extranjero. Los evangelistas se esfuerzan en reinterpretar la vida y muerte de Jesús, como si las escrituras judías hubiesen contemplado que el Mesías debía sufrir horriblemente (algo que no estaba estipulado en las escrituras, y por ende, esta reinterpretación resultaba bastante forzada). Si todo se tratara de una invención, hubiera sido mucho más fácil para los evangelistas narrar que, en efecto, Jesús como Mesías llegó cumpliendo las profecías originales de las escrituras judías (y no aquellas que los primeros cristianos rebuscaron para explicar su fracaso).
Un segundo motivo vergonzoso que es relevante en la cuestión de si Jesús existió o no: a lo largo de los evangelios, se enuncia (o se deja entrever) que Jesús procede de Nazaret (Marcos 1: 9; 1:24; 10: 47; 14: 67; Mateo 13: 54-57;  Lucas 4:23-24; Juan 1:46; 7:41-42). La expectativa era que el Mesías procediese de Belén, la ciudad original de David, y seguramente las narrativas sobre el nacimiento de Jesús en Mateo y Lucas se inventaron para enfrentar este problema. De hecho, en el evangelio de Juan, el mismo Natanael exclama: “¿Puede salir algo bueno de Nazaret?” (Juan 1:46), dejando entrever que habría rechazo a la idea de que, de ese pueblo, podía surgir el Mesías.
De nuevo, si el personaje de Jesús hubiese sido una invención total, habría sido más fácil para los evangelistas obviar las referencias a Nazaret, y postular sencillamente que Jesús procedía de Judea, tal como era la expectativa mesiánica. El hecho de que narren que Jesús proceda de Nazaret (y que luego al menos dos evangelistas tengan que inventar una historia para disimular ese detalle), hace pensar que esto sí es un hecho histórico.

Hay algunos críticos que postulan que, al menos en la tradición más temprana, no se habría narrado que Jesús procede de Nazaret propiamente, sino que era un “nazareno”. El ser “nazareno” no habría denotado un lugar de origen, sino una variante de los “nazaritas”, gente que, en tiempos del Antiguo Israel, habría tomado un voto descrito en Números 6:1-21. El autor de Marcos, el primer evangelio en escribirse, asumió erróneamente que “nazareno” era aquel que fuera oriundo de Nazaret, un pueblo inventado por el evangelista.
Esta teoría es colorida, pero muy especulativa. El autor de Marcos cita en ocasiones las escrituras judías y parece tener un conocimiento aceptable de ellas, de forma tal que habría sabido qué era un nazarita, y habría evitado esa confusión. Y, además, si bien el evangelio de Marcos sirvió como matriz al de Mateo y Lucas, no es del todo seguro que haya servido al de Juan. Con todo, Juan repite la información de que Jesús era oriundo de Nazaret, de forma tal que es dudoso que Marcos haya inventado ese dato.
Quienes niegan la existencia de Jesús postulan frecuentemente que la arqueología no ha encontrado rastro de la existencia de una aldea llamada Nazaret en el siglo I. Los rastros arqueológicos de Nazaret son, aparentemente, de fechas posteriores. Además, en los textos del Antiguo testamento, nunca se menciona esta aldea. Con base en esto, se postula que Nazaret sería un lugar afín a Nuncajamás o Narnia: pura invención literaria.
Aun si Nazaret fuese pura invención literaria, ello no probaría que Jesús no existió. A lo sumo, probaría que el lugar de donde supuestamente vino es ficticio, pero no diría gran cosa sobre la existencia o no del personaje en cuestión. Pero, en todo caso, aún es asunto bastante disputado entre arqueólogos si existió o no Nazaret en el siglo I. Se han excavado sitios que habrían servido como campo de cultivo que datan de ese periodo. También se han excavado monedas de la época de los hasmoneos (vale recordar, ligeramente anteriores a la época de Jesús). Y, de forma bastante notoria, se ha encontrado en Nazaret una casa que se remonta a la primera mitad del siglo I.

3 comentarios:

  1. ¿Por qué no incluyes el doble testimonio de Flavio Josefo? No es pagano, pero tampoco cristiano, y además es prácticamente contemporáneo.

    En cuanto a la grafía Chrestus (Χρηστός) en Suetonio, yo me inclino a pensar que se refiere a Cristo (Christus, Χριστός): la única diferencia era el sonido "i", y en esa época ya había confusión entre eta (η) y iota (ι), confusión que ha perseverado hasta hoy ("Paráclito" < Παράκλητος), Agapito < Ἀγαπητός, Hristo (en búlgaro) < Χρηστός.

    Aunque ya sé que los conoces, me permito destacar dos indicios especialmente poderosos que obedecen al criterio de dificultad: Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, como cualquier pecador mortal; la madre y los hermanos, en contra de lo que sostienen las historias del nacimiento con la anunciación, consideraban a Jesús una especie de lunático (Marcos 3.21 ss).

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    1. Hola Jose, sí, el testimonio de Josefo es importante, pero como no es pagano, no lo incluí acá. Lo haré en otra entrada.
      Veo bastante plausible lo que me dices sobre Chrestus, y yo sí opino que se refiere a Jesús.
      Efectivamente, ambos indicios son muy importantes a partir del criterio de dificultad. Yo incluiría un tercero: el hecho de que fue crucificado.

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  2. Olvidé decirte que Χρηστός significa "útil", "bueno", y era un antropónimo bastante común, a diferencia de Χριστός, y tal vez por eso Suetonio eligió aquella forma.

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