Cuando estudié Filosofía en el instituto, me llamó la atención que Darwin ocupara todo un tema en el programa de la asignatura. En aquella época de mi vida no lo entendí. Con el tiempo, me di cuenta de que la Filosofía, esa disciplina que se arroga la búsqueda de la verdad, ya no podía volver sobre sus pasos y seguir tomándose en serio, por ejemplo, el idealismo de Platón o la teleología de Aristóteles, porque aquellos presupuestos habían quedado irremisiblemente superados por los conocimientos aportados, especialmente desde el siglo XIX, por las ciencias, entre ellas la Biología y en particular la Teoría de la Evolución. Podremos, a lo sumo, afinar esa teoría y avanzar en direcciones incluso opuestas dentro de ella, pero nunca retrocediendo hacia un punto que ya ha quedado superado.
Éste es el sentido que tiene la publicación de El darwinismo y la religión, de Gabriel Andrade: "Si bien Darwin tiene un lugar asegurado en el pedestal de la biología, sus reflexiones también tienen profundas implicaciones filosóficas, suficientes como para que nuestros curricula de filosofía incluyan algún curso dedicado a su obra" (12). Y naturalmente, uno de los fenómenos más importantes y persistentes en la historia de la humanidad, estudiado por la filosofía y estrechamente ligado a ella en su tarea, es la religión, sobre la cual el darwinismo tiene mucho que decir no sólo en cuanto que está en condiciones de refutar sus doctrinas, sino también en la medida en que puede explicar su propio origen.
Sin embargo, como señala Andrade, no todos -en realidad muy pocos- han sabido comprender el proceso mismo de la evolución, por un lado, ni sus implicaciones filosóficas, por otro: "Mi experiencia como docente me ha llevado a descubrir que el entendimiento que sobre la evolución tienen la mayoría de los estudiantes neófitos en Venezuela es fundamentalmente lamarckiano" (33).
¿Cuáles son, entonces, exactamente el mecanismo de la evolución biológica y esas implicaciones filosóficas -que afectan a la religión- con frecuencia ignoradas, incomprendidas y de obligatoria consideración?
Resumiré de manera muy sucinta, siguiendo al autor, el modo en que se produce la evolución:
1. La capacidad reproductora de las especies genera una expansión exponencial del volumen de las poblaciones.
2. La superpoblación origina una feroz competencia entre los diferentes organismos, especialmente entre los de la misma especie.
3. Existe entre esos organismos una variabilidad, determinada por el azar y transmitida genéticamente.
4. En la competencia entre los organismos, sobreviven sólo aquellos que poseen rasgos más ventajosos, mejor adaptados al medio. Este proceso se denomina selección natural, que no es exactamente un hecho determinado por el azar, sino por aquella adaptación.
5. La acumulación de cambios a lo largo de las sucesivas generaciones da lugar al surgimiento de nuevas especies.
Y las implicaciones filosóficas:
1. El esencialismo o idealismo, que postula que los entes son copias imperfectas de formas ideales eternas, es una concepción errónea de la realidad. Por el contrario, la realidad es dinámica, y las especies, lejos de ser inmutables, están apareciendo y desapareciendo continuamente (41, 48).
2. No hay teleología: no existe ningún propósito en la historia de la vida. La evolución no ha sido guiada por ninguna inteligencia, no conduce hacia ninguna complejidad ni especie superior, sino tan sólo adaptaciones locales, surgidas de una variación azarosa y una selección no azarosa de los rasgos variables (51). Todo el capítulo 5 se ahonda en la refutación del punto de vista teleológico: "La selección natural, entonces, puede conducir a estructuras que parecen diseñadas pero que, en realidad, no lo son" (206). El capítulo 6 (¿Son conciliables el darwinismo y la religión?) refuta la "teoría" de la ortogénesis formulada por Teilhard de Chardin, que en el fondo coincide con la del Diseño Inteligente.
3. Se produce una colisión frontal entre los hechos demostrados por la teoría de la evolución -de las ciencias en general (especialmente la Geología)- y las antiguas concepciones filosóficas del mundo, entre las creencias. Y dado que en esa colisión éstas quedan refutadas por aquéllos, es comprensible que desde el comienzo los creyentes en distintas religiones hayan rechazado virulentamente la teoría de la evolución (principalmente han sido los protestantes, pero no hay que olvidar que también los ortodoxos siguen mostrándose intransigentes, y no digamos los musulmanes, y desde los comienzos de la ciencia moderna los católicos, quienes frenaron repentinamente el avance científico en Italia a raíz del juicio a Galileo, lo que propició el "exilio" de la Ciencia a Inglaterra, Francia y otros países hasta prácticamente el siglo XIX).
4. La reacción religiosa a la teoría de la evolución ha consistido en la presentación de otra "teoría": el creacionismo en sus diversas formas (capítulo 4: de la Tierra Nueva, de la Tierra Vieja, y, tratada en un capítulo aparte por su aparente alejamiento del relato bíblico, el Diseño Inteligente, 211). A pesar de su carácter pseudocientífico y de la total ausencia de los requisitos propios de cualquier teoría, el creacionismo califica despectivamente la teoría de la evolución de "simple teoría", cuando una teoría científica es cualquier cosa menos "simple" (153).
5. No obstante, con su mente abierta de filósofo habituado al uso escrupuloso de la Lógica y de argumentos y contraargumentos, Andrade reconoce -acertadamente, en mi opinión, aunque no pensé así en mi primera aproximación al libro- el valor del creacionsimo en tanto que una buena piedra de toque con vistas a la falsación de la teoría de la evolución (en línea con la postura de Popper, 149). "Es establishment científico suele aborrecer el movimiento creacionista. Considera que sus teorías constituyen una empresa escandalosamente irracional, enfrascadas en una mentalidad religiosa propia del fanatismo que mucho daño ha causado en la historia de Occidente. No comparto esa opinión. Los creacionistas han presentado buenas objeciones a la teoría de la evolución" (181).
6. Tras haber refutado -friamente, sin apasionamiento ni fanatismo- todas las concepciones filosóficas y teológicas que se oponen a la teoría de la evolución, el autor entra de lleno en el meollo de todo el libro: ¿son compatibles el darwinismo y la religión? (capítulo 6). La postura de los magisterios no superpuestos de Stephen Jay Gould defiende que sí, pero de nuevo Andrade, lejos de dejarse llevar por la inercia y la idiocia del intelectual mecánico y conformista, viene a incordiar: "el hecho de que la ciencia no pueda ofrecer pautas morales no implica que la religión pueda hacerlo mejor" (254). Tras dar razones convincentes para ello (entre ellas el llamado dilema de Eutifrón), pasa al punto en el que la postura de Gould hace aguas de manera más estrepitosa: las religiones "no son meros sistemas morales, son también sistemas de creencias, entre las cuales se encuentra el postulado descriptivo (no enteramente normativo) central de que Dios creó el mundo" (256, en mis citas las cursivas son siempre del autor). "Postular que existe un Dios creador del universo y que no intervino más, no es un juicio que no interfiere con el magisterio de la ciencia", así, "que Dios haya creado el universo sí compete a la ciencia y no exclusivamente a la religión, pues la primera tiene el deber de informar sobre cómo es el universo y cuál fue su origen" (261). Y concluye aceptando que, a la luz de los conocimientos científicos, no es metafísicamente imposible aceptar la existencia de Dios, pero al mismo tiempo muestra que el único asidero para aceptarla es la fe, la cual necesariamente conduce al relativismo, doctrina autorrefutante (270).
7. La teoría de la evolución no sólo es un hecho incompatible con la teleología, la teodicea y otras enseñanzas de las religiones: además incluye a éstas dentro de su explicación de la realidad. El fenómeno religioso es un producto, aún no bien delimitado y descrito (existen diversas teorías al respecto) de la selección natural, nacido tardíamente en el seno de nuestra especie, ventajoso para su supervivencia al menos en sus orígenes (capítulo 7).
En definitiva, un libro no sólo imprescindible sobre todo para el creyente abierto a la crítica (con los otros no hay nada que hacer para descabalgarlos de su errónea ingenuidad) y de lectura obligatoria en los centros escolares, sino además de lectura muy amena, fascinante.
José Antonio Castilla Gómez
Madrid, España.
sphakteria@yahoo.es
sphakteria@yahoo.es
Como alguien que esta comenzado en el mundo de la divulgación científica en Venezuela, me alegra leer un venezolano con tal capacidad de síntesis, objetividad y amor por la ciencia y los hechos.
ResponderEliminarLlevo ya cerca de un par de meses leyendo el blog y escuchando el programa agorat. Donde puedo conseguir este y los otros libros publicados por ti? (tengo especial interés en el del la postmodernidad ya que es una tendencia que lamentablemente me encuentro todos los días en mi carrera )
Hola, gracias amigo. Puedes conseguir el libro sobre el posmodernismo acá: http://www.laetoli.es/vaya-timo/111-el-posmodernismo-vaya-timo.html
EliminarEl problema es que al estar en Venezuela se hace difícil la obtención de euros. Y otras de tus obras? Como el de darwinismo y religión?
ResponderEliminarNo, lamentablemente, esos libro son vendidos en España. Si vives en Maracaibo, podemos concretar que yo te venda uno.
Eliminar