No tengo la estima que otros, en
vena demagógica, tienen por la supuesta ‘sabiduría popular’. Pero, no cabe duda
de que, a veces, gente del pueblo puede expresar grandes verdades científicas
con alguna historia simplona. En eso, Esopo fue un maestro de la psicología.
Una
de las fábulas más geniales de Esopo es la de la gallinita de los huevos de
oro. Un hombre tenía una gallina que ponía huevos de oro diariamente. Como era
ambicioso, el hombre pensó que la gallina estaría llena de huevos de oro por
dentro, y la mató para quedarse con todos los huevos. Al matarla y revisar su
interior, no encontró ningún huevo de oro.
Aquella
intuición psicológica que tuvo Esopo hace más de dos mil quinientos años, ha
sido confirmada con métodos experimentales por plenitud de psicólogos. Uno de
los experimentos más famosos en este ámbito, fue realizado por el psicólogo Walter
Mischel. En el experimento, a una población de niños se les ofrecían dos
opciones: recibir inmediatamente un caramelo, o recibir dos caramelos 15
minutos después. La población que escogía recibir el caramelo inmediatamente, años
después (ya como adultos) tenía menores niveles de inteligencia, éxito
profesional, estabilidad familiar, y otras variables similares.
El
experimento en cuestión pretendía medir el impacto de aquello que ha venido a
llamarse la ‘gratificación pospuesta’. Se trata de una habilidad psicológica
básica, que consiste en evaluar bien una situación, y tener el suficiente autor-control
para ejercer alguna penitencia, en aras a conseguir un objetivo más
gratificante más adelante. Los experimentos de Mischel (no sorprendentemente,
en realidad), demostraron que la capacidad para tener gratificación pospuesta
es una clave en el éxito de casi cualquier empresa.
Y
así, tanto la fábula de Esopo como el experimento de Mischel no hacen más que
reiterar algo sobre lo cual los epicúreos han enfatizado siempre: busquemos siempre
el placer, pero hay placeres mayores por los cuales amerita esperar un poco, y
aplazar nuestra gratificación inmediata.
La
lección de Esopo, Epicuro y Mischel ha sido desechada por la oposición
venezolana en estos momentos. En un valiente acto, el opositor Leopoldo López
instó a la gente a sus seguidores a salir a protestar por la crítica situación
de Venezuela, y ante una imputación tremendamente injusta por parte del Estado
venezolano, López se entregó como prisionero.
Grandes
sectores de la oposición atendieron el llamado y salieron a protestar. Pero,
irracionalmente, solicitaron la renuncia del presidente Nicolás Maduro, y
protestaron con arrebatos de violencia, formando guarimbas y barricadas, y generando caos. Digo
que esta protesta es irracional, porque tiene un objetivo irreal. Maduro tiene
la suficiente fuerza como para mantenerse en el poder y sobrevivir. Las
barricadas no van a sacar a Maduro del poder. Hay más probabilidades de
lograrlo con votos; en las elecciones de 2013, quedó demostrado que sin Chávez,
los chavistas ya no tienen la misma fuerza electoral, y ante el desastre
económico que actualmente atraviesa Venezuela, no ganarían ninguna de las
futuras elecciones.
En
ese sentido, es mucho más racional plantearse una estrategia de largo plazo, y
esperar a las elecciones. Se gana mucho más yendo a los barrios y ganando votos
con campañas de proselitismo, que formando barricadas. De hecho, mi pronóstico
es que, tras esta breve crisis ocasionada por las barricadas, el gobierno
saldrá fortalecido, y nuevamente, la oposición saldrá fragmentada.
La
impaciencia por solicitar la renuncia de Maduro, y no plantearse objetivos más
racionales a largo plazo, me hace pensar que, si se hubiese aplicado el
experimento de Mischel a los dirigentes estudiantiles opositores durante su
infancia, habrían seleccionado recibir el caramelo inmediatamente. La inmadurez
política de estos muchachos, me temo, es en el fondo una inmadurez psicológica.
Comprendo los motivos de su desesperación, pero francamente, su ausencia de
capacidad para la gratificación pospuesta nos va a hundir más, y al final de
todo esto, estaremos aún más desesperados.
La
última locura que he escuchado de estos jóvenes (sobre todos los que protestan
en el Táchira) es que le han dado a Maduro un ultimátum, y si no renuncian, “irán
por él” en una marcha hasta Caracas. Al contemplar semejante exabrupto, no
puedo dejar de pensar en la cruzada infantil de 1212: campesinos europeos pobres
desesperados, reclutaron a adolescentes sin ninguna experiencia militar, en un
intento desquiciado por reconquistar Jerusalén. La expedición fue un total
fracaso, y treinta mil niños y adolescentes perdieron sus vidas o fueron
vendidos en esclavitud.
En
el marco de esta crisis política, conviene que los venezolanos aprendamos un
poco las lecciones de la sabiduría popular, de la filosofía, de la psicología
experimental, y de la historia.
Y mientras que hacemos: nos conformamos con pasar hambre porque no hay comida, a que nos maten a nuestros hifjos por un par de gomas, a que se venda nuestro país a gobiernos extranjeros... Y no. y no, y no nos quitarán el derecho a protestar!!!
ResponderEliminarYa he dicho en el blog qué debemos hacer mientras tanto: ir a los barrios a conseguir votos, y tratar de buscar una slaida electoral, que es la única que podrá ser exitosa.
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