José Antonio Castilla Gómez
amablemente ha escrito una reseña de mi libro El posmodernismo ¡vaya timo! acá. Es tragicómica su historia sobre
el profesor de filosofía que sentía añoranzas por la Edad Media, y admiración
por los precolombinos. Al menos Castilla Gómez tiene la fortuna de encontrarse
sólo esporádicamente con personajes como éstos; en cambio, yo convivo casi a
diario con ellos, e incluso, mi país tuvo un presidente que, por quince años
ininterrumpidos, nos bombardeaba con la imagen del buen salvaje. En El posmodernismo ¡vaya timo! dedico
algún capítulo a exponer las lamentables condiciones de vida de las sociedades
precolombinas, con la esperanza de que nos sintamos bastante afortunados de
vivir en tiempos modernos.
En
su reseña, Castilla es bastante elogioso de mi libro, pero me dirige algunas críticas,
a las cuales trataré de responder brevemente. Su primera crítica trata sobre la
cuestión moral. En el libro, yo defiendo a la ciencia frente a los ataques
posmodernos. No obstante, incluso la mayoría de la gente que defiende a la
ciencia, está dispuesta a admitir que, en cuestiones de moral, la ciencia no
puede decirnos nada. Yo quise ir más lejos y tratar de argumentar que la
ciencia sí puede darnos lecciones
morales. Para ello, traté de hacerme eco del filósofo Sam Harris (he acá una
breve reseña del libro de Harris al respecto).
Castilla
escribe: “no sólo no me parece desacertado extender la crítica
al relativismo hasta los confines de la moral, sino que es objetivamente
imposible”. Vale aclarar que no es
necesario ser relativista moral para rechazar que la ciencia pueda dictarnos
qué es lo bueno. La mayoría de los filósofos rechaza que la ciencia pueda
darnos lecciones morales, pero a la vez, rechazan el relativismo moral. Para
estos filósofos, la idea del bien es objetiva y universal, a pesar de que la
ciencia no puede llegar a ella con su método.
Castilla
elabora una crítica que es muy común: la noción de ‘felicidad’ (base de la
moral) es demasiado subjetiva como para poder precisarla científicamente. Sam
Harris ha respondido muchas veces a esta objeción, de esta manera: hay
muchísimos conceptos que la ciencia maneja, los cuales no tienen una definición
fácil y precisa, y además, parecen contar con una alta dosis de subjetividad.
Pero, no por ello, la ciencia prescinde de esos conceptos. La ‘salud’, por
ejemplo, tiene el mismo problema que la ‘felicidad’: consta de una serie de
impresiones subjetivas que dificultan precisar en qué consiste exactamente ser
saludable. Pero, no por ello la profesión médica debe desaparecer, ni tampoco
la medicina está incapacitada para decirnos cuáles hábitos debemos seguir y
cuáles hábitos debemos abandonar.
A
propósito de médicos, Castilla también sostiene que las “enfermedades mentales
son construcciones sociales… en la medida en que son tildadas de ‘anormales’”.
No estoy de acuerdo con esto. Puedo admitir que en la historia de la medicina
(especialmente en la psiquiatría), ha habido muchos diagnósticos asociados al
ejercicio del poder, y que en ese sentido, muchas enfermedades eran
construcciones sociales. Pero, no todas las enfermedades mentales son
construcciones sociales.
Ciertamente hay un establishment
que coloca etiquetas, pero no por ello, estas enfermedades son
construcciones. Aun si los médicos dejasen de colocar etiquetas, las
enfermedades mentales seguirían existiendo. Consideremos, por ejemplo, a la
epilepsia (la cual, valga señalar, no es
propiamente una enfermedad mental). En muchas sociedades, la epilepsia no es
considerada anormal, pues se interpreta como una manifestación de los dioses o
espíritus, etc. Pero, debe resultar obvio que, aún si en estas sociedades no se
etiqueta de ‘anormal’, la epilepsia sí es
anormal. La realidad existe, independientemente de lo que nosotros imaginemos.
Que interesante análisis, pues yo también encuentro a estos "renegados" de la cultura y civilización occidental, un sabroso ejemple es este:
ResponderEliminarhttp://www.portodoslosmedios.com/2012/07/el-peor-error-en-la-historia-de-la.html
Donde hace odas a las simplicidades de la vida antes de la revolución agrícola y lanza escupitajos a los "males" de la sociedad, ¿cómo se puede hacer frente a estas testas duras?
Por cierto, conozco un profesor que jura que antes se vivía mejor, que la Ciencia no ayuda sino que empeora las cosas (aunque el usa antibióticos y otros productos farmacéuticos y no medicina tribal) y, para sellar, jura también que las astrología (si eso mismo) es una Ciencia y que sus predicciones son... ¡exactas! ¿Conoce, señor Gabriel, dónde podría hallar un libro (o más de uno) que exponga y hable de este tema con algún respaldo experimental o lógico?
Nota: Cuando trate de explicarle que la astrología no es una Ciencia ya que no aplica el método científico para hacer sus predicciones, él me dijo que ese era "mi criterio" pero que el astrólogo tiene "su criterio" y que había que respetarlo... así pues, necesitaré un buen respaldo bibliográfico, lo agradecería mucho.
Un cordial saludo.