Escribí
un texto, “En defensa del sionismo”, el cual tuvo reacciones muy aireadas. En
esa discusión, recurrentemente me encontré con el argumento de que los judíos
son apenas una religión, y que no hay justificación para crear un Estado
conformado por los miembros de una religión en particular. Quien sostiene un
argumento como ése (como hizo un tal José Javier León en sus comentarios),
demuestra una supina ignorancia en el tema: a diferencia de los musulmanes,
cristianos o santeros, los judíos no son
una mera religión. Son también un grupo étnico.
En
la fiebre nacionalista que se ha venido formando desde el siglo XIX, cobró
fuerza la idea de que a cada nación debe corresponder un Estado. Bajo este
esquema, los sionistas reclamaron que, así como en el desmembramiento del
imperio británico, a los árabes les correspondía su Estado, a los judíos también
les correspondía lo mismo. Y, en vista de que en la fiebre nacionalista pesan
muchos los argumentos que se remontan al pasado para definir a las naciones,
los sionistas pronto adelantaron la idea de que, con la creación del Estado de
Israel, los judíos estaban regresando a su tierra originaria.
Los
antisionistas han ideado varios argumentos para negar que los judíos sean una
nación, o que en todo caso, procedan originalmente del territorio que conforma
el actual Israel. Y, así, si logran probar que los judíos no son descendientes
de los israelitas, entonces pretenden demostrar que Israel no tiene derecho a
existir.
Una
de las formas más curiosas de hacerlo consiste en apelar a la llamada ‘hipótesis
de los jázaros’. Según esta teoría, los súbitos del imperio jázaro (en el Asia
central), se convirtieron al judaísmo en el siglo VIII, y a partir del siglo
XII, durante el colapso de este imperio, hubo grandes migraciones hacia Europa.
Estos jázaros convertidos al judaísmo habrían sido los ancestros de los judíos
askenazis.
La
tesis procede fundamentalmente de Arthur Koestler, un autor dado a
investigaciones paranormales. Curiosamente, el mismo Koestler era un judío que,
frente a la racialización de los judíos por parte de los nazis y otros
antisemitas, quiso adelantar la idea de que los judíos no son un grupo
biológico aparte.
Estos
antecedentes ya nos colocan en sospecha frente a la rigurosidad de sus tesis.
La teoría ha sido evaluada, y el consenso entre historiadores es que la teoría
en cuestión no es aceptable. Sí pudo haber algunas conversiones al judaísmo en
el imperio jázaro, pero probablemente estuvieron confinadas a miembros de la
élite gobernante, y no hubo migraciones masivas a Europa.
Hoy
se discute mucho si los judíos son o no una raza, o a lo sumo, un grupo con
características biológicas distintivas. Se han hecho estudios genéticos de
poblaciones judías, y se ha llegado a dos conclusiones: 1) los judíos sí
conservan algún grado de uniformidad genética como grupo; 2) tienen más
cercanía genética con otros pueblos del Medio Oriente, que con poblaciones
europeas o asiáticas. Esto refuta la tesis de que los judíos son descendientes
de los jázaros. Y, si bien no podemos llegar a afirmar que existe una ‘raza
judía’, en tanto ningún grupo humano cuenta con la suficiente diferenciación
como para ser considerado una raza aparte, sí podemos admitir que los judíos
han conservado cierto nivel de cercanía genética entre sus miembros, lo
suficiente como para clasificarlos como una población genéticamente diferenciada
de otras. Estos datos no impiden que, a lo largo de su historia, ha habido
conversiones al judaísmo, y que los judíos han recibido influjo genético de
otras poblaciones. Pero, en líneas generales, los judíos han mantenido su pool genético relativamente aislado.
Pero,
aun si fuese verdad que los judíos askenazis son descendientes de los jázaros,
eso sería irrelevante respecto a las pretensiones del sionismo, por dos
motivos. En primer lugar, los askenazis son apenas una porción de los judíos en
el mundo. Es verdad que el Estado de Israel fue fundado mayoritariamente por
askenazis, pero hoy los sefardistas y misrahis son la mayoría en Israel, y la
descendencia de éstos respecto a los israelitas originales no ha sido colocada
en duda.
Segundo,
mucho más importante aún, la existencia del Estado de Israel no debería
justificarse a partir de quiénes son los ancestros de sus actuales habitantes. Lamentablemente,
vale admitir, hay muchos grupos sionistas que pretenden fundamentar sus
posturas sobre las bases de la religión: alegan que Dios hizo a Abraham una
promesa, y que esa promesa se cumple en el Estado de Israel. Y, por supuesto,
hay sionistas más afines al nacionalismo tradicional, que alegan que, puesto
que sus ancestros vivían en ese territorio, tienen derecho al retorno.
Yo
no encuentro esas justificaciones satisfactorias en ningún sentido. Yo defiendo
la existencia de Israel, básicamente por los mismos motivos que esgrimió
Theodor Herzl (el fundador del sionismo): Israel sería el refugio de los judíos
perseguidos, y este país surgió para evitar que a los judíos se les siguiese
oprimiendo en otras latitudes. Si los judíos fueran descendientes de los jázaros,
eso no cambiaría la cuestión fundamental; a saber, que ellos han sido un pueblo
históricamente perseguido, y necesitan un amparo. Del mismo modo, es mayormente
irrelevante sostener que no hay continuidad cultural entre un judío askenazi,
un sefradí o un falasha. Lo importante es que todos estos grupos son muy
vulnerables en sus respectivas zonas de origen, y el lazo que puedan tener con
los otros miembros de la sociedad israelí (por muy tenue que sea), es
suficiente como para garantizarles la seguridad de su existencia, y así
conformar una nación.