Conversaba recientemente en mi
programa radial, “Ágora”, con José González, un profesor de la Universidad
Católica Andrés Bello. El tema que nos ocupaba era la posible secesión de
Cataluña. José, un liberal bastante ortodoxo, me decía que, en principio, él
acepta cualquier proyecto secesionista que manifiesta su voluntad popular
mediante algún plebiscito. Pero, José tenía la preocupación de que, en el caso catalán,
hay peligro de que Cataluña se convierta en un Estado opresor de las minorías
no catalanas.
Por
supuesto, siempre hay ese peligro en todo proyecto de secesión. Croacia
persiguió a los serbios durante su independencia, India persiguió a musulmanes,
Pakistán persiguió a hindúes, etc. Allan Buchanan, uno de los más importantes
teóricos de la secesión, advierte que, si el potencial nuevo Estado no
garantiza la libertad de las minorías (que antaño eran más bien mayoría en el
Estado original), entonces no debe admitirse la secesión.
He
visitado Cataluña en alguna ocasión, y francamente, yo no he visto potencial
para la persecución de hispanos en esa región. Pero, José me recordaba el tema
lingüístico en Cataluña, y a su juicio, ahí está el mayor potencial opresor de
la independencia catalana. El actual gobierno autonómico catalán ha dado claras
señas de que, si se logra la independencia, la lengua oficial sólo será el
catalán. Las escuelas y otras instituciones públicas deberán ser en catalán, y
el castellano sólo se enseñará como lengua secundaria. Esto es muy distinto de,
por ejemplo, la posible secesión de Quebec, en donde se ha admitido la
posibilidad de un Estado bilingüe.
Los
castellanoparlantes constituyen un grupo sustancioso en Cataluña, y a juicio de
José, un Estado no puede sostener su carácter liberal si no tiene en
consideración la preferencia lingüística de casi la mitad de su población.
Obligar a los hispanos a hablar una lengua que ellos no desean hablar, es una
afronta contra la libertad. Franco fue culpable de reprimir el catalán. Ahora,
los independentistas parecen ser culpables de desear imponer el catalán.
Reprimir e imponer son acciones igualmente opresivas.
Yo
tiendo a simpatizar con la postura de José. Pero, me quedan algunas dudas. Es tentador
invocar algo así como la “soberanía lingüística” de cada país, y admitir el
derecho que cada Estado tiene de seleccionar su propia lengua oficial. Así como
Italia tiene derecho a seleccionar el italiano en sus asuntos públicos,
Cataluña debe tener el derecho a seleccionar el catalán en la esfera pública.
Pero,
precisamente, casos como éstos deberían hacernos reconsiderar el supuesto valor
de la soberanía. Si el ejercicio de la soberanía conduce a la imposición de una
lengua sobre un grueso sector de gente renuente, entonces deberíamos abandonar
la soberanía, pues va en contra de la más elemental libertad para que la gente
hable la lengua que mejor le plazca.
Con
todo, una analogía jurídica me hace pensar que, en algunas ocasiones, la fuerza
del Estado sí debe imponerse. Francia, por ejemplo, podría aumentar
significativamente su población musulmana, y ésta podría eventualmente pedir
que, en algunos barrios, se permita la sharia.
¿Debe el Estado francés tener en consideración la petición de este sector
sustancioso de la población francesa? Yo opino enfáticamente que no, aun si se
tratase del 50% de la población. Francia tiene sus leyes, y quien quiera vivir
en ese país, debe ajustarse a ellas. Pues bien, lo mismo podrían opinar los
independentistas catalanes: Cataluña sería una nación soberana, y para vivir
ahí, es menester ajustarse a sus leyes, las cuales hacen del catalán la única
lengua oficial.
No
obstante, hay una diferencia entre la soberanía jurídica y la lingüística. Yo
opino que la sharia no debe admitirse,
no porque sea ajena al carácter nacional francés, sino sencillamente porque es un
código jurídico bárbaro, violador de derechos humanos. El hablar castellano en
Cataluña, en cambio, no viola los derechos de nadie.
Pero,
hay aun otros motivos que me hacen otorgar algún beneficio de duda a los independentistas
catalanes. Si, como sostienen algunos independistas catalanes, Cataluña fue un
reino forzosamente incorporado a España (para hacer esto, no fue necesaria
propiamente una invasión; la unión de territorios mediante nupcias reales, sin
la consulta plebiscitaria a la población, es en sí misma forzosa), entonces sí
habría más espacio para rechazar el estatuto oficial de la lengua castellana.
Hay
en el colonialismo una vieja táctica: primero se envía un ejército, y luego se
envían masas de inmigrantes, para alterar el balance de la distribución
demográfica. China hace exactamente esto en Tíbet, y es una política
deliberada. No está claro que España haya seguido deliberadamente esta
política, pero sí es un hecho que la inmigración hispana en Cataluña ha
alterado el balance demográfico en esa región, y bien puede considerarse una forma
de “colonialismo silencioso”.
Hoy, los ciudadanos de origen y lengua china,
crecen sustancialmente en Tíbet. Si Tíbet se independiza, ¿debe el gobierno tibetano
admitir las lenguas chinas al mismo nivel que las tibetanas? Es una decisión
difícil. Si las admite, Tíbet estaría dando su brazo a torcer ante la política
imperialista de Beijing, la cual desde un inicio previó la táctica de
colonización masiva y la eliminación silenciosa de la cultura tibetana. Si no
las admite, Tíbet estaría oprimiendo a un considerable sector de su población.
Al
final, yo me inclino por admitir el estatuto oficial de las lenguas chinas en
Tíbet, o el castellano en Cataluña. El celo de la lucha anti-colonialista puede
conducir a abusos. Es perfectamente lícito denunciar a viva voz los abusos del
colonialismo en Sudáfrica, pero sería opresivo despojar a la lengua afrikáans
de su estatuto oficial en ese país. Los blancos en Sudáfrica son descendientes
de colonos opresores, pero no conseguimos justicia, si oprimimos a los
descendientes de quienes antes oprimían. En muchas instancias, frente al
colonialismo debemos asumir un fait
accompli, un hecho consumado. Seguramente fue injusto el desplazamiento de
la exclusividad de las lenguas tibetanas por parte de China con su incentivo
migratorio, pero es un hecho consumado, y para tratar de enmendar esta
injusticia, estaríamos cometiendo una injusticia aún mayor. Lo mismo aplica
para Cataluña.
Así pues, me inclino a favorecer la opinión de
José: Cataluña podría tener derecho a la secesión si sus habitantes así lo
eligen. Pero, las políticas lingüísticas de quienes defienden el proyecto
secesionista catalán, despojan a ese movimiento de legitimidad. Ojalá lo
corrijan, y así, abran paso a una Cataluña independiente legítima y próspera.
Hola Gabriel,
ResponderEliminarYo te puedo comentar mi visión del tema como independentista catalán y especialmente interesado en el tema. Soy de los que cree que el castellano debe ser oficial y gozar de toda normalidad si algún día se alcanza la independencia. No solo por el valor de conocer esa lengua, sino porque sin los castellanoparlantes que apoyan la independencia no habría proyecto posible. Son precisamente este colectivo, los que han hecho que la balanza de un vuelco y sea ya una mayoría la opción independentista. Incluso el partido más independentista de los poderosos (ERC) a través de su líder Oriol Junqueras, ha dicho que el castellano sería cooficial. Esta independencia en mi opinión, tiene fuerza porque muchos la apoyamos por motivos completamente alejados del nacionalismo y con argumentos pragmáticos racionales. Seguro que gran parte del colectivo castellanoparlante es de la misma opinión. También hay algunos casos contrarios a todo esto, pero solo con estas personas no habría nada q hacer. El proyecto es muy transversal, muy abierto y lleno de razones que han propiciado este sorprendente apoyo de personas con raíces en otras partes de España que hoy viven en Catalunya.
Sobre si hubo una deliberada política para favorecer la migración de personas de otras comunidades hacia Catalunya con el fin de substituir el catalán, yo me atrevería a afirmarlo. No tengo pruebas muy consistentes, aunque algunos historiadores lo afirman sin dudarlo, pero mis abuelas (una de Galicia y otra de Andalucía) me contaron que fueron invitadas a ir concretamente a Catalunya y les indicaron que el idioma no sería un problema. Esto encaja con otras políticas de la dictadura sobre el catalán.
Un artículo muy interesante que aporta la dosis de razón que ha llevado a Catalunya a casi conseguirlo. Un saludo.
David
Hola David. Infórmame: la mayoría de los independentistas NO quiere un Estado bilingüe, ¿no? ¿Me equivoco?
EliminarYo no sabría decirte si la mayoría de ellos no quieren un estado bilingüe. Creo que en las primeras épocas los independentistas, perfil de votante de ERC, tenían una posición más radical, quizás para contrarrestar tanto “pacto” y entendimiento con el Estado español que durante 20 años llevó a cabo Jordi Pujol con CIU. Hoy cada día veo más que la gente entiende que moderar la posición en temas de estos es la clave del éxito i paradójicamente da mucha más fuerza. Pero aún hay mucha gente que entiende que solo el catalán tiene q ser oficial y que el castellano debe ser como el inglés. El líder de ERC recibió muchas críticas por decir que una Catalunya bilingüe sería lo más sensato. Aunque se edulcore diciendo que el castellano no sería agredido, no se puede decir que el proceso es democrático, abierto y ejemplar si en este tema nos ponemos intransigentes y con este tufillo a revancha. Es fundamental desde mi punto de vista no caer en los mismos errores que el país del que quieres separarte. Hoy, y no creo que sea nada malo, Catalunya es una tierra muy plural y el futuro estado tiene que responder a su auténtica diversidad.
EliminarPara contestar tu pregunta claramente te diré que los políticos y personas influyentes, incluso en casos sorprendentes han manifestado esa opción de SÍ al bilingüismo, pero en la calle aún detecto mucho NO.