Advertencia: Ésta es una traducción mejorada de Google
Translate, de un original que escribí en inglés
En julio, durante la
Convención Nacional Republicana en EE.UU., algunas imágenes extrañas circularon
en internet. Algunos rubios de ojos azules, sostenían signos con la curiosa
frase "Los latinos para Trump". Obviamente, algo no estaba bien con
estas imágenes. A pesar de que los latinos son un grupo étnico, no una raza, y
hay muchos latinos rubios con ojos azules, quienes llevaban esos signos simplemente no se veían como el
latino convencional que uno esperaría encontrar en los Estados Unidos.
Por otra parte,
aunque la frase "Los latinos para Trump" no es gramaticalmente
incorrecta, es una traducción demasiado literal de "Latinos for
Trump". Un signo más apropiado en español sería "Los latinos con
Trump", o "Latinos Por Trump". Esto planteó la sospecha de que
esos supuestas latinos en realidad eran anglo sajones, haciéndose pasar como
hispanos, con el fin de hacer la dudosa afirmación de que el apoyo latino hacia
Trump es fuerte.
¿Por qué un votante
latino apoyaría a un candidato presidencial que insulta a los inmigrantes, los
acusa de ser violadores, quiere que se cumplan las deportaciones masivas, y
absurdamente pretende construir un muro en la frontera con México? La opresión
puede ser tan intensa, que en realidad puede conducir a un alto grado de auto-odio
y la alienación. Algunos judíos apoyaron el nazismo, algunas mujeres
maltratadas vuelven a sus maridos y afirman que los aman, algunos esclavos
afroamericanos se pusieron del lado de sus amos blancos. Esto puede muy bien
aplicarse también a parte del apoyo latino a Trump.
Tomemos, por ejemplo,
el caso de Marcos Gutiérrez, fundador de “Latinos Para Trump”. En la cadena
televisiva MSNBC afirmó: "Mi cultura es una cultura muy dominante, y está
causando problemas. Si no se hace algo al respecto, usted va a tener camiones
de tacos en cada esquina". Esto es absurdo y desafortunado. Casi se saca
de una caricatura (y, de hecho, las reacciones a las desafortunadas
declaraciones de Gutiérrez, han generado bastantes comentarios humorísticos y
sarcásticos).
Sin embargo, la
política hace extraños compañeros de cama. Y Donald Trump en realidad puede
tener algunos simpatizantes (quizá secretos) entre latinos más sobrios y
serios. La izquierda latinoamericana en realidad podría alinearse con él en
algunas cuestiones importantes. Trump es generalmente considerado un populista
de extrema derecha, casi un fascista, y eso es seguramente cierto. Pero, para
los izquierdistas latinoamericanos, puede que resulte ser el mal menor, aunque
por razones ideológicas obvias, no lo admitirían.
Uno de los
principales programas de la izquierda latinoamericana siempre ha sido la
resistencia contra el imperialismo estadounidense. Ésa fue la lucha de Sandino,
Castro, Guevara, Allende y Chávez. Algunos presidentes de Estados Unidos pudieron
haber sido muy progresistas en los asuntos internos, pero cuando se trataba de
América Latina, básicamente todos ellos (remontándose a los tiempos de la
doctrina Monroe), han considerado América Latina su propio patio trasero.
Woodrow Wilson, un emblema del progresismo, no tuvo reparos en decir "voy
a enseñar a las repúblicas de América del Sur a elegir a buenos
presidentes". El resultado: una larga serie de intervenciones militares y
políticas que violan la soberanía de naciones de América Latina. El presidente
de Honduras, Manuel Zelaya fue derrocado en 2009. La entonces secretaria de
Estado, Hillary Clinton, quizás estuvo detrás de esa operación, o por lo menos,
ella no hizo lo suficiente para restituir a Zelaya, y de hecho apoyó al nuevo
gobierno de facto.
Donald Trump es un
tipo que continuamente cambia de opinión, y no hay que confiar en él. Sin
embargo, ha mostrado algunas tendencias aislacionistas. Y, a pesar de que es
extremadamente ambiguo cuando se trata de bombardear posiciones del Estado
Islámico (incluidos los civiles), al parecer no tiene ninguna intención de
inmiscuirse en los asuntos latinoamericanos. Parece que su interés principal es
la construcción del muro, y que todos se ciñan a su lado de la frontera. Los
izquierdistas latinoamericanos han esperado durante mucho tiempo el aislamiento
de EE.UU., y en ese sentido, podrían ver a Trump como el mal menor.
Venezuela (la nación
líder en el renacimiento de la izquierda latinoamericana en los años 90) tiene
serios problemas de emigración. Pero, a diferencia de los inmigrantes de México
y Centroamérica, los inmigrantes venezolanos son trabajadores altamente
cualificados, procedentes de las clases medias. El gobierno izquierdista de
Venezuela ha tratado desesperadamente de detener ese flujo migratorio, ya que
reconoce que estos migrantes son muy necesarios. No es descabellado imaginar
que Nicolás Maduro puede aspirar discretamente que Trump sea electo, ya que
ello disuadiría a los migrantes venezolanos de intentar abandonar su país.
También está la
cuestión de libre comercio. En 1994, el subcomandante Marcos lanzó su
movimiento guerrillero zapatista, argumentando explícitamente que era una
afrenta contra NAFTA. ¿Cuál candidato estadounidense apoya el NAFTA y cuál lo
condena? La posición de Clinton es ambigua, pero Trump es manifiestamente
claro: quiere salirse de ese tratado. ¿Podría un guerrillero de izquierda
mexicana apoyar un millonario americano racista que insulta a los mexicanos?
Tal vez no, pero una vez más, la política hace extraños compañeros de cama si
se trata de metas compartidas.
Por último, el papel
de Rusia también es relevante en este sentido. Putin y Trump no esconden su
amor mutuo. La Rusia post-soviética está lejos de ser un país socialista. Pero,
en la izquierda latinoamericana, Putin es visto cada vez más como una especie
de hermano mayor guardián. Los líderes de izquierda de América Latina han visto
en Putin la oportunidad de un mundo multipolar, y han votado en la ONU a favor
de Rusia cuando se trata de la anexión de Crimea. Rusia ha ampliado su
cooperación militar con Cuba, Nicaragua y Venezuela (tres países regidos por
gobiernos de izquierda). Por otra parte, ningún latinoamericano de izquierda simpatizaría con la OTAN; Trump se ha comprometido explícitamente a
ignorar la OTAN si Rusia ataca a los países del Báltico, y de hecho, puede
incluso promover la desintegración total de esa organización.
No siempre funciona
de esa manera, pero el enemigo de mi enemigo puede ser mi amigo, y el amigo de
mi amigo también puede ser mi amigo. Durante los últimos años, ha habido
extrañas alianzas en los asuntos políticos de varios países: La izquierdista
Syriza formó pacto con los griegos de extrema derecha; hubo cierto apoyo
izquierdista para el Brexit; y Marine Le Pen podría obtener el apoyo de los
comunistas franceses que quieren respaldar la laicité.
Idealmente, los
izquierdistas latinoamericanos estarían mucho más cómodos con alguien como
Bernie Sanders. Sin embargo, algunos de ellos podrían pensar que, en las
próximas elecciones, Trump es el mal menor. ¿Estarían en lo correcto?
Probablemente no. Sin embargo, muchas de sus preocupaciones son legítimas. Y,
si tuvieran que adoptar una postura ética consecuencialista, entonces podrían
considerar que, tal vez, es mejor el cerdo racista en vez del halcón liberal,
teniendo en cuenta las cuestiones que guían sus agendas.
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