Esta semana murió Shimon Peres. Se lleva muchos
elogios. Son merecidos, pero sólo parcialmente. Peres luchó por el derecho de
Israel a existir, y eso es loable. Contrariamente a la narrativa que se quiere
presentar muchas veces en la izquierda, Israel empezó siendo la víctima en el
conflicto. La ONU decretó la partición de Palestina (una decisión que pudo
haber sido injusta en los detalles del reparto, pero no en lo esencial), pero los países árabes desoyeron ese mandato, e
invadieron a la naciente nación. Peres, que nunca destacó militarmente,
perteneció a la generación que defendió al agredido Israel.
Pero,
Israel pronto pasó de ser víctima, a ser victimario. En aquella invasión por
parte de los agresores países árabes, Israel aprovechó para expulsar a muchos
palestinos (aunque, esto es un asunto debatido, pues algunos historiadores
postulan que, en realidad, los palestinos se fueron por cuenta propia, oyendo
el consejo de los invasores árabes).
Luego, Israel
planificó una guerra de agresión, intentando tomar el canal de Suez, con
Francia y Gran Bretaña. En eso, Shimon Peres estuvo involucrado. Aquella
empresa fue un fracaso, pues tanto la URSS como EE.UU. presionaran para que los
invasores se retiraran (esto, de nuevo, es contrario al mito izquierdista de
que EE.UU. siempre ha sido aliado de Israel). Como parte del trato con Francia,
Israel obtuvo capacidad de armas nucleares (de nuevo, contra los deseos
norteamericanos). Peres también fue artífice de esa movida.
Ni la invasión a
Suez, ni la adquisición de armas nucleares, son dignas de un hombre respetable.
Para colmo de males, con tal de ganar a Turquía como aliada frente a los
siempre hostiles vecinos árabes, Peres frecuentemente negó el genocidio
armenio. Otra bestialdad. Y, como remate, cuando en 1967, Israel invadió
indefinidamente Gaza y Cisjordania, Peres auspició a los colonos judíos para
que se asentaran permanentemente en esos territorios, violando toda clase de
leyes en el derecho internacional.
Pero, llegado el
momento, Peres supo estrechar la mano a los palestinos. Y, estuvo detrás de los
acuerdos de Oslo. De ser el gran halcón, pasó a ser una paloma. Aquellos
acuerdos eventualmente fracasaron (¡sigue sin haber un Estado palestino!). Con
todo, fueron una importante iniciativa para la paz. El ala dura de la derecha
israelí, liderada por Nentanyahu, vino a odiar a Peres. Pero, tengo confianza
en que el paso del tiempo juzgará positivamente la transformación de Peres, de
un halcón militarista, a un hombre que supo entender que, tras varias décadas de
conflicto, había que sentarse a negociar.
En América Latina,
tenemos a alguien similar. Había una gran expectativa de que, en Colombia, Juan
Manuel Santos continuase la política militarista de Uribe. De repente, dio un
giro, y estrechó la mano a la guerrilla, invitándola a negociar. Muchos se
sintieron traicionados. Pero, es exactamente la misma “traición” que Peres hizo
en Israel. En realidad, no es ninguna traición. Es, sencillamente, el
debilitamiento del adversario, y la comprensión de que, llegado ese punto, es
mucho más útil negociar unos acuerdos, que pretender imponerse a sangre y
fuego. Ojalá los colombianos aprendan de Peres, y terminen por respaldar a
Santos.
Thanks for sharing, nice post!
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