¿Recuerdan a
Cecil? Era el león cazado por un dentista estadounidense en 2015 en Zimbabue, y
su muerte causó un gran escándalo en todo el mundo. Un gran número de
organizaciones conservacionistas y de derechos de animales protestaron. El
presidente de Zimbabue, Robert Mugabe también se unió al coro: condenó
enérgicamente a Walter Palmer (el cazador), y exigió que se le extraditara a
Zimbabue para enfrentar cargos.
En ese momento,
una gran cantidad de comentaristas señaló que Mugabe no estaba en posición moral de
predicar a nadie. De hecho, decían los comentaristas, Mugabe aprovechó el escándalo
con el fin de desviar la atención frente a las numerosas violaciones de derechos
humanos en Zimbabue. En lugar de preocuparse acerca de los leones, se decía,
Mugabe debería estar preocupado por los zimbabuenses.
No nos
equivoquemos: Mugabe es un dictador brutal. Sin embargo, es un argumento muy
falaz afirmar que, puesto que un déspota se preocupa por los animales, entonces
no debemos preocuparnos por los animales. Hitler amaba a su perro y era
vegetariano. ¿Debemos, entonces, odiar a los perros y condenar el vegetarianismo?
La respuesta parece obvia.
Sin embargo,
también sería erróneo afirmar que, puesto que Mugabe condenó el asesinato de un
león del año pasado, ahora es un hipócrita por proponer permitir la caza de
elefantes en Zimbabue. Tal vez los elefantes y leones son diferentes, y no hay
que aplicar las mismas normas éticas. Los leones están en peligro de extinción,
los elefantes no.
De hecho, los
gobiernos de Zimbabwe, Namibia y Sudáfrica, han elevado recientemente una
propuesta para legalizar la caza de elefantes. Su argumento es muy simple: hay suficientes
elefantes en esos países (27.000 en Sudáfrica, 82.000 y 20.000 en Zimbabwe en Namibia).
La caza regulada plantea ningún riesgo para las poblaciones de elefantes en
esas naciones. Y, dada la creciente demanda de marfil en países como China, ésta
sería una buena oportunidad para que los tres países obtengan ganancias muy
necesarias.
¿Es una buena
idea? Los expertos en ética de tendencia libertaria han pensado durante mucho
tiempo que sí. Su argumento es el siguiente: si la caza es legalizada como un
negocio, las especies estarán protegidas. Los capitalistas ven en la caza una gran
oportunidad para obtener ganancias, y así, se asegurarán de que las especies no
se extingan (a través de programas de cría y conservación), precisamente porque
es la fuente de sus ganancias.
Al igual que con
muchas ideas libertarias, ésta parece tener una lógica poderosa. Pero, también
como es habitual en el libertarismo, coloca demasiada esperanza en la
racionalidad económica. Los capitalistas no siempre actuarán como los libertarios
esperan que lo hagan. Y, si la historia sirve de guía, es bastante obvio que la
mayoría de las especies se han extinguido debido precisamente a la caza
excesiva.
Sin embargo, con
82.000, la población de elefantes es bastante sólida en Zimbabue, y al menos en
el corto plazo, que la especie esté en peligro de extinción no es una preocupación.
Por lo tanto, ¿es éticamente aceptable legalizar la caza en ese país? No nos
apresuremos. Puede haber algunas otras objeciones.
¿Por qué debemos
considerar a los animales como criaturas con menos derechos? Si la película Los juegos del hambre provoca terror en
nosotros, ¿no debe también resultar aterradora la caza de un elefante? El filósofo
Singer ha denunciado desde hace mucho tiempo el “especismo”, a saber, la idea
de que los individuos de otras especies no tienen algunos derechos (incluido el
derecho a la vida). No hace mucho tiempo, se creía que las personas con piel
oscura no tenían el derecho a ser libres, y por lo tanto podían ser
esclavizados. Ahora condenamos eso como racismo. ¿No deberíamos, entonces,
también condenar el especismo? A juicio de Singer, el especismo es tan inmoral
como el racismo.
Sin embargo,
Singer es también un filósofo utilitarista. Bajo el utilitarismo, si un acto
genera en balance buenas consecuencias, entonces debería ser éticamente
aceptable. Por lo tanto, si un mayor número de vidas humanas y animales podrían
salvarse matando a un menor número de elefantes, entonces Singer se vería
obligado a admitir que, sí, debemos permitir la caza de elefantes.
¿Podría ser éste
el caso en Zimbabue? Es muy dudoso. Si bien es cierto que los elefantes y los
seres humanos pueden competir por algunos recursos (especialmente agua) en áreas
remotas de Namibia y Zimbabue, hay muchas alternativas tecnológicas
relativamente simples para satisfacer las necesidades de los seres humanos y
los elefantes. Con buenos sistemas de distribución, hay suficiente agua para
todos.
Y, ¿qué hay de los
beneficios del tráfico de marfil? ¿No podría ayudar a alimentar a los niños
hambrientos en esos países? Una vez más, no es probable. Zimbabue es un país
notoriamente corrupto, y con toda seguridad, las ganancias del comercio de
marfil se destinarán a las cuentas bancarias suizas de Mugabe y sus compinches.
Por otra parte,
existe una gran preocupación planteada por Botsuana, un país vecino con una
población de elefantes más frágil. Si la caza se permite en Sudáfrica, Namibia
y Zimbabue, existe un mayor riesgo de que los cazadores eventualmente crucen la
frontera con Botsuana, y pongan en peligro su población de elefantes.
En resumen: la
legalización de la caza de elefantes en Zimbabue, Namibia y Sudáfrica no es una
buena idea. Afortunadamente, la mayoría de las otras naciones están de acuerdo,
y están endureciendo el control sobre la caza de elefantes.
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