miércoles, 23 de diciembre de 2015

"La linterna roja" vs. la mansión Playboy

            En su libro Marriage and Civilization: How Monogamy Made Us Human (El matrimonio y la civilización: cómo la monogamia nos hizo humanos), William Tucker defiende la tesis de que los grandes logros civilizatorios de la especie humana se han conseguido gracias a la preservación de la monogamia, pues ésta es la forma más natural de apareamiento. Creo que Tucker exagera bastante en su tesis (no creo que la clave del éxito de Occidente frente al Islam o China se deba principalmente a la monogamia por encima de otros factores), pero sí tiene razón en postular que la monogamia es la forma más natural de apareamiento para nuestra especie (por motivos que explico acá). Y, en función de eso, podemos admitir que, si bien de ningún modo es un factor determinante, la monogamia sí ha tenido un impacto positivo sobre las civilizaciones.
            Las civilizaciones que se han alejado de la monogamia, documenta Tucker, han enfrentado grandes olas de violencia. El Islam, China, el mormonismo, y tantas otras sociedades poligámicas, han sido muy convulsas. ¿El motivo? Muy sencillo: por cada mujer adicional que toma un hombre y es celoso con ella, otro hombre se queda sin posibilidad de aparearse. La poligamia acentúa las desigualdades sociales, y eso sirve en bandeja la explosividad social. Si nuestro imperativo darwiniano es dejar descendencia, pero hay una situación que nos lo impide, se activará nuestro lado más violento para hacer todo lo posible por tener acceso a mujeres.

            En su libro, Tucker hace énfasis en las rivalidades masculinas. Con todo, históricamente, ha sido muy notorio también el efecto en la rivalidad entre mujeres. En el harén, la mujer no está tan frustrada como el hombre que está sin posibilidad de apareamiento. Pero, sigue habiendo frustraciones. Las esposas del gran macho se disputan entre sí el favoritismo de su esposo, y sobre todo, el privilegio a los hijos propios por encima de los hijos de las otras esposas. Inevitablemente, surgen intrigas entre las mujeres, y esto puede también hacer muy convulsa a la sociedad.
            Estas intrigas fueron muy comunes en los harenes de Oriente. Quizás el caso más patético fue el del imperio otomano a lo largo de su extensa historia. Hubo muchísimas intrigas palaciegas entre las esposas y concubinas de los sultanes, las cuales ocasionalmente desembocaron en tragedias. Fueron tan graves estos problemas, que a partir del siglo XIV, se impuso una práctica que estipulaba que las esposas y concubinas del sultán vivirían apartadas con sus hijos, y que cuando hubiera una sucesión, el nuevo sultán mataría a todos sus hermanos.
            China enfrentó problemas similares, aunque no con la misma intensidad. La linterna roja, una película china de 1991, dirigida por Zhan Yimou, representa con absoluta brillantez la miseria moral de la poligamia. Narra la historia de Songlian, una joven cuya madrastra la incita a casarse con un señor feudal en la China de 1920. Songlian, la cuarta esposa, tiene dificultades incorporándose a su nuevo hogar. Se le asigna una sirvienta analfabeta que aspira a convertirse en esposa del señor, y para ello, está dispuesta a acostarse secretamente con el jefe.
            Las relaciones de Songlian con las otras esposas pronto se vuelven difíciles. Al principio, encuentra hostilidad en la tercera esposa (las mujeres son llamadas “esposa número tal”, y muy rara vez por su nombre propio), pero eventualmente descubre que en realidad ella no es su enemiga. Su verdadera enemiga es la esposa número 2, quien hipócritamente se muestra como amigable, pero en realidad, organiza complots para colocar en desgracia a las demás, y tomar ella el control del harén. Al final, todo desemboca en tragedia: se descubren los amoríos de la sirvienta analfabeta, y ésta termina muerta; pero también, se descubre que la esposa número 3 le es infiel a su señor, con un hombre de su confianza, y como consecuencia, también termina muerta. Songlan, quien tuvo parte de la responsabilidad en ambas muertes debido a una serie de acontecimientos, termina enloqueciendo.
            El film, además de su agudísima crítica a la poligamia y la sociedad china tradicional en general, destaca por sus actuaciones, y sobre todo, el impresionante despliegue de colores (sobre todo el rojo, pues el ritual para anunciar con quien dormirá el señor, consiste en prender unas linternas rojas en la habitación de la esposa seleccionada). He visto varias películas chinas, y casi todas me han aburrido por sus temas fantasiosos e imágenes épicas. Pero, La linterna roja tiene un marcado acento realista, mucho más ajustado a los gustos occidentales (de hecho, algunos nacionalistas chinos criticaron al director por esto).
            Occidente reposa sobre bases monogámicas. Mientras las grandes civilizaciones antiguas empleaban eunucos y cultivaban harenes, Roma y Grecia asumían cada vez más la monogamia. El cristianismo decididamente promovió la monogamia, y así, la civilización occidental, con esas tres matrices monogámicas, no vio con buenos ojos el matrimonio plural. Por supuesto, hubo (y sigue habiendo) mucha hipocresía, pero en líneas generales, Occidente ha evitado los pleitos típicos de otras civilizaciones que sí fueron más tolerantes con la poligamia.

            No obstante, hoy nuestra civilización empieza a tambalearse, y en parte, la relajación de la monogamia es un factor relevante. El número de concubinas abandonadas, forzadas a ser madres solteras, crece alarmantemente. Algunos relativistas culturales ingenuamente asumen que esto no es un problema en sí, pues supuestamente las culturas tienen mecanismos de defensa frente a esto. Pero, no nos engañemos: un niño criado por dos padres (independientemente de cuál sea su sexo, vale admitir) tiene muchísimas más ventajas que un niño criado sólo por la madre.

Nuestra sociedad vanidosa y cada vez más embrutecida por la cultura del espectáculo, cree ver en los reality shows de Hugh Hefner y su mansión Playboy, la gloria de la poligamia. Las conejitas que fueron esposas de Hefner hoy han dado a conocer la miseria por la cual atravesaban mientras sonreían falsamente ante las cámaras. La linterna roja sería un buen antídoto al veneno embrutecedor de la glorificación mediática de la poligamia.

5 comentarios:

  1. En general esto que escribe Teresa Giménez Barbat es cierto:
    La ausencia del padre en la vida de los hijos, cuando es debida a un abandono (pero no, curiosamente, cuando la madre es viuda), tiene, en la inmensa mayoría de casos, repercusiones negativas que se manifiestan en diferentes planos del ajuste adaptativo: el escolar, el desarrollo cognitivo, los niveles de competencia intelectual, el desarrollo psicosexual y su ajuste psicológico, conductual y social (…) Respecto a las niñas privadas tempranamente de la convivencia familiar con su padre, los efectos a largo plazo implican una menarquia temprana, embarazos y matrimonios adolescentes, maternidad en soltería y altas probabilidades de inestabilidad de pareja.
    Tomado de http://www.terceracultura.net/tc/?p=6796

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  2. Este párrafo de Coming Apart, el importante libro de Charles Murray, fue citado en el blog de Eduardo Robredo: «No importa cuál sea el resultado que se examine, calidad de la relación entre madres e hijos, conducta en la infancia (agresión, delincuencia o hiperactividad), delincuencia en la adolescencia, problemas en la escuela, abandono, salud emocional y cualquier otra medida sobre lo bien o mal que lo hacen los niños en la vida, la estructura que produce mejores resultados para los niños, en promedio, es la de dos padres biológicos que permanecen casados. Los padres divorciados producen los siguientes mejores resultados. El que los padres se vuelvan a casar o permanezcan solteros hasta que los niños crezcan no supone ninguna diferencia. Las mujeres que nunca se casan dan los peores resultados. Todas estas afirmaciones se mantienen teniendo en cuenta el estatus socioeconómico de la familia. No conozco ningún otro conjunto de hallazgos importantes que sea tan ampliamente aceptado por los científicos sociales que están al tanto de la literatura técnica, sean progresistas o conservadores. Y aún así son ampliamente ignorados por los programas de noticias, por los editorialistas de los periódicos más importantes, y por los políticos de los dos partidos mayoritarios.»

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    1. Sí, en general, estoy de acuerdo. Aunque, yo no haría tanto énfasis en la necesidad de que los padres deban ser los biológicos. Efectivamente, por razones sociobiológicas, existe una tendencia a desarrollar más cuidado hacia las crías genéticamente más cercanas. Pero, no es una tendencia insuperable, y la práctica de la adopción ha demostrado que puede funcionar perfectamente bien.

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