domingo, 30 de noviembre de 2014

Chávez y Chespirito



            Esta semana murió Roberto Gómez Bolaños, Chespirito. El sobrenombre le hizo mucha justicia, pues si bien no estuvo a la altura de Shakespeare, al menos sí podríamos considerarlo un “Shakespeare chaparrito”, en la medida en que exploró genialmente varios aspectos de la naturaleza humana. Ciertamente no tuvo la profundidad psicológica de Shakespeare, pero sí fue muy hábil en reflejar la dimensión sociológica de la experiencia latinoamericana.

            Con Chespirito ocurría algo similar a lo que sucedía con Bill Cosby en EE.UU. El genial comediante norteamericano, cansado de que se representara en la televisión a los negros como delincuentes y personas sin talento, decidió hacer un programa en el cual se representara a una familia negra exitosa. Insólitamente Cosby fue criticado por los propios negros. Antes, se criticaba a los comediantes por presentar a los negros como delincuentes; ahora, se criticaba a Cosby por presentarlos como ciudadanos ejemplares. ¿Quién puede entender a estos críticos?
            Del mismo modo, en América Latina, siempre se ha criticado que los pobres son invisibles en la televisión, sobre todo en las telenovelas. Chespirito se propuso hacerlos visibles en sus comedias. Pero, en vez de recibir elogios, muchos críticos procedentes de la izquierda, también lo criticaron. Si no se presentan pobres en la televisión, critican; si presentan pobres en la televisión, también critican. ¿Quién los entiende?
            En fin, no toda la izquierda latinoamericana criticó a Chespirito. Hubo izquierdistas que mostraron muchas simpatías hacia él, e incluso, utilizaron algunos de sus símbolos para proyectarse políticamente. Hugo Chávez fue un caso paradigmático. Si bien no propiamente Chávez, sus seguidores sí acudieron a la letra “Ch” (la cual Chespirito usaba para nombrar a todos sus personajes), y a la franela del Chapulín Colorado, para hacer despliegue propagandístico de Chávez y su ideología. En las manifestaciones que organizaba Chávez, era común ver a sus simpatizantes vestidos con la franela roja y el corazón amarillo, en una suerte de doble chiste para manifestar simpatía tanto por Chávez como por Chespirito.
            Pero, sería muy injusto colocar a Chávez y a Chespirito en el mismo saco ideológico. Ciertamente, ambos personajes mostraron una preocupación por las condiciones de pobreza en América Latina. Pero, tanto en el diagnóstico de las causas, como en la recomendación de acciones para salir de la pobreza, hay un enorme abismo entre Chávez y Chespirito.

            Chávez se deleitó con su populismo, y fue el paladín de la autoexculpación colectiva de América Latina. En esto, seguía muy de cerca a Eduardo Galeano y su insufrible Las venas abiertas de América Latina: somos pobres porque ellos son ricos, no tenemos nada que expiar (salvo el no haber luchado más arduamente contra los invasores), el mundo nos debe mucho, nuestro pueblo es noble, la solución está en quitarle al rico y darle al pobre, etc.
            Chespirito, en cambio, fue mucho más sofisticado. No titubeó en representar a una burguesía depredadora y humillante, en el personaje de Kiko. No dudó en representar el hambre y la explotación sufrida en el personaje del Chavo. Pero, jamás cayó en la tentación de seguir el mensaje populista de Galeano; por el contrario, buscó integrar a su preocupación por la justicia social, un sentido de autocrítica.
            Doña Florinda tiene ínfulas de nobleza, pero en realidad, su posición social está muy por debajo de lo que ella cree, y lograría mucho más si asumiera una actitud más sana. Don Ramón no tiene cómo pagar la renta, pero huye del trabajo, y prefiere usar sus escasos ahorros para beber y jugar. El profesor Girafales no cree en el castigo corporal de los niños, pero el hecho de que es tan blando en la imposición de la disciplina hace que no tenga control en el salón de clases. Y, así, muchos otros ejemplos.
            Chávez fue el paladín de la demagogia, el victimismo y el chantaje. Chespirito, en cambio, fue más representativo de la auto-crítica y la invitación al emprendimiento. A la hora de elegir “Ch”, yo francamente prefiero a aquel que en vez de proclamar “Disfruten su victoria de mierda”, nos deleitó con su “No contaban con mi astucia”.

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