Esta semana murió Roberto Gómez
Bolaños, Chespirito. El sobrenombre le hizo mucha justicia, pues si bien no
estuvo a la altura de Shakespeare, al menos sí podríamos considerarlo un “Shakespeare
chaparrito”, en la medida en que exploró genialmente varios aspectos de la
naturaleza humana. Ciertamente no tuvo la profundidad psicológica de
Shakespeare, pero sí fue muy hábil en reflejar la dimensión sociológica de la
experiencia latinoamericana.
Con Chespirito ocurría algo similar
a lo que sucedía con Bill Cosby en EE.UU. El genial comediante norteamericano,
cansado de que se representara en la televisión a los negros como delincuentes
y personas sin talento, decidió hacer un programa en el cual se representara a
una familia negra exitosa. Insólitamente Cosby fue criticado por los propios
negros. Antes, se criticaba a los comediantes por presentar a los negros como
delincuentes; ahora, se criticaba a Cosby por presentarlos como ciudadanos
ejemplares. ¿Quién puede entender a estos críticos?
Del mismo modo, en América Latina,
siempre se ha criticado que los pobres son invisibles en la televisión, sobre
todo en las telenovelas. Chespirito se propuso hacerlos visibles en sus
comedias. Pero, en vez de recibir elogios, muchos críticos procedentes de la
izquierda, también lo criticaron. Si no se presentan pobres en la televisión,
critican; si presentan pobres en la televisión, también critican. ¿Quién los
entiende?
En fin, no toda la izquierda latinoamericana
criticó a Chespirito. Hubo izquierdistas que mostraron muchas simpatías hacia
él, e incluso, utilizaron algunos de sus símbolos para proyectarse
políticamente. Hugo Chávez fue un caso paradigmático. Si bien no propiamente
Chávez, sus seguidores sí acudieron a la letra “Ch” (la cual Chespirito usaba
para nombrar a todos sus personajes), y a la franela del Chapulín Colorado,
para hacer despliegue propagandístico de Chávez y su ideología. En las
manifestaciones que organizaba Chávez, era común ver a sus simpatizantes
vestidos con la franela roja y el corazón amarillo, en una suerte de doble
chiste para manifestar simpatía tanto por Chávez como por Chespirito.
Pero, sería muy injusto colocar a
Chávez y a Chespirito en el mismo saco ideológico. Ciertamente, ambos
personajes mostraron una preocupación por las condiciones de pobreza en América
Latina. Pero, tanto en el diagnóstico de las causas, como en la recomendación
de acciones para salir de la pobreza, hay un enorme abismo entre Chávez y
Chespirito.
Chávez se deleitó con su populismo,
y fue el paladín de la autoexculpación colectiva de América Latina. En esto,
seguía muy de cerca a Eduardo Galeano y su insufrible Las venas abiertas de América Latina: somos pobres porque ellos son
ricos, no tenemos nada que expiar (salvo el no haber luchado más arduamente
contra los invasores), el mundo nos debe mucho, nuestro pueblo es noble, la
solución está en quitarle al rico y darle al pobre, etc.
Chespirito, en cambio, fue mucho más
sofisticado. No titubeó en representar a una burguesía depredadora y humillante,
en el personaje de Kiko. No dudó en representar el hambre y la explotación sufrida
en el personaje del Chavo. Pero, jamás cayó en la tentación de seguir el
mensaje populista de Galeano; por el contrario, buscó integrar a su preocupación
por la justicia social, un sentido de autocrítica.
Doña Florinda tiene ínfulas de
nobleza, pero en realidad, su posición social está muy por debajo de lo que ella
cree, y lograría mucho más si asumiera una actitud más sana. Don Ramón no tiene
cómo pagar la renta, pero huye del trabajo, y prefiere usar sus escasos ahorros
para beber y jugar. El profesor Girafales no cree en el castigo corporal de los
niños, pero el hecho de que es tan blando en la imposición de la disciplina
hace que no tenga control en el salón de clases. Y, así, muchos otros ejemplos.
Chávez fue el paladín de la
demagogia, el victimismo y el chantaje. Chespirito, en cambio, fue más representativo
de la auto-crítica y la invitación al emprendimiento. A la hora de elegir “Ch”,
yo francamente prefiero a aquel que en vez de proclamar “Disfruten su victoria
de mierda”, nos deleitó con su “No contaban con mi astucia”.