Hay un problema con la confiabilidad de los evangelios. No solamente
quienes escribieron estos textos cargaron las tintas con sus intereses de
propaganda religiosa. También, algunos de quienes copiaron los manuscritos
originales a lo largo de varios siglos, distorsionaron las historias, muchas
veces también con intereses propagandistas.
En un
mundo sin fotocopiadoras, los manuscritos tenían que copiarse a mano. Ni
siquiera existía aún la imprenta para reproducir varias copias a partir de un
molde. Este proceso de copiado a mano debió ser terriblemente tedioso y
fatigante. Y, así, es comprensible que algún copista cometiese algún error.
Sorprendentemente,
este proceso de copiado fue relativamente eficiente. No contamos con
manuscritos originales de los autores del Nuevo testamento. A lo sumo, contamos
con copias, fragmentarias e íntegras, y el fragmento más temprano se remonta al
siglo II (se ha alegado que hay un fragmento de
mediados del siglo I, pero esto es muy dudoso). Al comparar estos manuscritos,
se han encontrado pocas discrepancias entre sí. Algunos apologistas han tomado
este dato como prueba de que el Nuevo testamento es un libro confiable. Esto,
por supuesto, es una burda falacia. El hecho de que las variantes de
manuscritos de un texto tengan un alto nivel de coincidencia, de ninguna manera
implica que ese texto narra hechos históricos.
Pero,
en todo caso, si bien hay un alto nivel de concordancia entre los manuscritos,
no deja de ser cierto que hay algunas discrepancias. Muchas de estas
discrepancias proceden de errores honestos por parte de los copistas. Pero, hay
algunos errores que no son tan honestos, sino que más bien, como en el caso del
testimonio de Josefo, se tratan de interpolaciones deliberadas en el texto. En
el caso de los manuscritos de Josefo, todos tienen el texto que proclama a
Jesús como el Mesías. Los estudiosos llegan a la conclusión de que ese texto es
una interpolación, no contrastando manuscritos, sino razonando que es muy poco
probable que Josefo escribiera eso.
En
cambio, en el caso de los evangelios y otros textos del Nuevo testamento, sí se
han comparado manuscritos, y se ha encontrado que, en algunos manuscritos más
antiguos, faltan algunos pasajes. Si, además, esos pasajes adicionales tienen
contenido que favorece doctrinas cristianas posteriores, entonces eso ha de ser
señal inequívoca de que se trata de interpolaciones.
Hay varias
de estas interpolaciones, pero mencionaré las más notorias. Hasta fechas
relativamente recientes, en las Biblias, éste era el pasaje de I Juan 5:7:
“Pues son tres los que dan testimonio en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu
Santo, y estos tres son uno”. En los manuscritos más antiguos, no aparece ese
pasaje de esa manera. Pero, cabe sospechar que no se trata de un error
inocente. Más bien, algún copista quiso enunciar la doctrina de la Trinidad, y modificó el
texto. El texto original es más bien éste, en el cual no hay alusión a la
doctrina de la Trinidad:
“Pues son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los
tres convergen en lo mismo”. Hoy, las ediciones de la Biblia son lo
suficientemente honestas como para incorporar el pasaje original, y no la
versión interpolada.
Pero,
hay otros pasajes que son interpolaciones, y con todo, siguen siendo incluidos
en la mayoría de las Biblias contemporáneas. Uno es la muy famosa historia de
Jesús y la adúltera en Juan 7:35-8: 11. Es una historia cautivadora, incluida
en muchísimas representaciones cinematográficas y noveladas de la vida de
Jesús, pero no aparece en los manuscritos originales del evangelio de Juan. Más
confusamente, en algunos manuscritos aparece en el evangelio de Lucas.
Pero,
quizás la interpolación más importante es la de Marcos 16:9-20. Se narran ahí
las apariciones de Jesús resucitado. Es muy importante tener en
cuenta que esta narrativa no forma parte de los manuscritos originales. Pues,
en su versión original, Marcos narra sencillamente que las mujeres que
encontraron la tumba vacía salieron despavoridas, y no dijeron nada a nadie.
Esto da pie a pensar que, en la tradición más temprana, no había detalles sobre
las apariciones, y así, se le resta probabilidad histórica a estos sucesos.