martes, 26 de marzo de 2013

Susan Sontag y las metáforas del cáncer de Chávez



            La secularización de la enfermedad ha sido uno de los principios fundamentales de la medicina científica. En el siglo V antes de nuestra era, Hipócrates de Cos revolucionó el entendimiento etiológico de la enfermedad, al postular que ésta tiene causas naturales, y no es debida a la acción de espíritus malignos.
 

            La innovación epistemológica de Hipócrates, por supuesto, tardó en tomar arraigo en el entendimiento popular de la enfermedad. Faltó mucho para que el populacho concibiera la enfermedad en términos estrictamente seculares. Las tradiciones heredadas de la llamada ‘teología deuteronomista’ (derivadas del Deuteronomio, en la Biblia hebrea) del antiguo Israel, postulaban que Dios es punitivo, y así, el sufrimiento es evidencia de pecado (es el típico razonamiento de los amigos de Job). El enfermo es culpable de su propia enfermedad.
            Si bien el cristianismo matizó esta teología (en una célebre ocasión narrada en el evangelio de Juan, Jesús sostiene que la ceguera no es producto del pecado), no desapareció del todo. Cuando la espeluznante peste bubónica azotó a Europa en el siglo XIV, la población fue muy proclive a interpretarla como un castigo divino por los pecados de la humanidad.
            Esta mentalidad persiste en nuestro mundo moderno. Entre religiosos fundamentalistas, está muy viva la creencia de que enfermedades como el SIDA es un castigo divino por la homosexualidad. Pero, también sobrevive esta mentalidad en una forma más secularizada. Bajo esta versión, el enfermo de SIDA no recibe un castigo divino, pero su condición es consecuencia de la promiscuidad o la drogadicción. El que sufre un infarto es culpable de vivir estresado o comer grasas. El que muere de cáncer no batalló lo suficiente.
            Los antropólogos e historiadores de la medicina siempre han advertido que, en torno a la enfermedad, existe una red de símbolos y construcciones sociales que efectivamente afectan el desarrollo de la enfermedad y su cura. En la década de los años setenta del siglo pasado, la crítica literaria Susan Sontag escribió un famoso libro, La enfermedad y sus metáforas, en el cual explora el proceso mediante el cual, al emplear metáforas específicas para describir enfermedades, los propios pacientes pueden mejorar o empeorar.
            La misma Sontag sufrió de cáncer. Y, a Sontag le preocupaba la forma en que la medicina metaforiza el cáncer, y evita hablar en términos estrictamente científicos sobre esta enfermedad. En la medida en que la medicina habla del cáncer en términos militares (“perdió la batalla contra esta enfermedad”), y enfatiza demasiado en el componente psicosomático de la recuperación, Sontag teme que el paciente sufra una carga adicional de presión por parte de la sociedad, y al final, se moralice la enfermedad. Con el ropaje metafórico en torno al cáncer, el paciente pasa de la cama del hospital, al banquillo de los acusados.


            La enfermedad de Hugo Chávez atravesó por un proceso similar. Durante su convalecencia, algunos de sus opositores acudieron a la burda explicación teológica de antaño. En alguna ocasión Chávez maldijo al Estado de Israel por su ocupación de los territorios palestinos, y con base en una obscura cita bíblica (Génesis 12: 3), sus detractores explicaron su enfermedad como un castigo de Dios por haber maldecido al pueblo elegido (es curioso que quienes invocan esta cita sean en su mayoría cristianos evangélicos, pues según casi todas las teologías cristianas, la alianza con Israel ha sido suplantada por una nueva alianza con toda la humanidad, y en ese sentido, Israel ya no sería el pueblo elegido). Otros, más inclinados a la ‘espiritualidad’ oriental, interpretaron su cáncer en función de la ley del karma: puesto que Chávez hizo tanto daño a Venezuela, sus acciones malignas se revertieron sobre él mismo.
            Aun otros buscaron explicaciones menos religiosas, pero igualmente agresivas respecto al mismo paciente. En una versión, la agresividad psicológica de Chávez perjudicó su sistema inmunológico. Su empeño en ganar las elecciones le impidió reposar, y eso lo terminó de matar. Entre tantos viajes, no cuidó su comida. En su obsesión por gobernar, no durmió lo suficiente. Al final, como en las explicaciones religiosas, estas explicaciones más secularizadas terminan culpando a la víctima.
            Los estilos de vida, por supuesto, pueden influir considerablemente sobre la propensión a enfermedades, y en ese sentido, siempre es plausible atribuir parte de una enfermedad a la responsabilidad del propio paciente. Pero, Sontag advertía que es urgente desmistificar el cáncer y otras enfermedades. Conviene hablar en términos estricta y llanamente científicos, pues al metaforizar la enfermedad, existe la tendencia a establecer juicios morales contra el enfermo. La expresión “perder la batalla contra el cáncer” supone que el enfermo fue derrotado y, por ende, hizo algo mal. Quizás el estilo de vida de Chávez tuvo alguna incidencia sobre su enfermedad. Pero, en honor a su memoria, y a todas las personas que han sufrido y sufren esta enfermedad, ¡dejemos de mistificar el cáncer!
            Pero, lamentablemente, el mismo Chávez (y ahora, sus seguidores), quisieron aprovecharse del poder metafórico del cáncer. Sus seguidores tenían expectativa de que, así como Chávez venció tantos obstáculos y fue un militar, él mismo saldría victorioso de esta ‘batalla’. En el estado inicial de su enfermedad, alguna gente rumoreó que todo aquello era una farsa, y en realidad se trataba de un acto propagandístico para levantar su popularidad frente a las nuevas elecciones. Yo nunca creí esto, pero sí llegué a creer que, en caso de que Chávez sobreviviese, su hazaña sería exaltada como una victoria militar más: así como venció a las oligarquías y los imperios, así venció al cáncer. De hecho, cuando Chávez proclamó al mundo que ya estaba curado y regresaba de la convalecencia, utilizó un despliegue mediático muy afín al regreso de un general romano en campañas militares.
 


            Y, por supuesto, aun después de su muerte, el cáncer de Chávez sigue siendo manipulado como metáfora por los chavistas. Nicolás Maduro insiste en la extravagante teoría de que la CIA implantó el cáncer de Chávez. Esto no es una mera teoría de la conspiración. Es también un juego metafórico: el cáncer de Chávez sería un símil de la opresión imperialista que el imperio norteamericano ha impuesto sobre América Latina. Y, para adornar el lenguaje de la lucha anti-imperialista, el cáncer de Chávez es un poderoso símbolo de los sufrimientos del Tercer Mundo.
            Como recurso retórico, ciertamente es una táctica muy ingeniosa. Pero, como arduamente denunció Sontag, la metaforización del cáncer agrede a los enfermos. La desmistificación del cáncer no sólo requiere que los opositores de Chávez dejemos de culparlo por su propia enfermedad; requiere también que sus seguidores dejen de hablar del cáncer como si fuese una batalla entre potencias imperiales y pueblos oprimidos.

2 comentarios:

  1. Gabriel, de las cosas que expresáis, que en su mayoría son muy originales, entre otras cosas, por el sólido conocimiento y muy buen uso que hacéis del razonamiento por analogía, a veces escribís pasajes en donde dais a entender que los actores o agentes involucrados en ellos estuviesen plenamente conscientes de lo que dicen y hacen. Es innegable el poder retórico y propagandístico que gestó el mismo Chávez y que le adornó como aureola para protegerse frente a tanto ataque, en ocasiones justificados y en otras no tanto; pero frente a lo que afirmáis, cito e inmediatamente te pregunto: "Y, por supuesto, aun después de su muerte, el cáncer de Chávez sigue siendo manipulado como metáfora por los chavistas. Nicolás Maduro insiste en la extravagante teoría de que la CIA implantó el cáncer de Chávez. Esto no es una mera teoría de la conspiración. Es también un juego metafórico: el cáncer de Chávez sería un símil de la opresión imperialista que el imperio norteamericano ha impuesto sobre América Latina. Y, para adornar el lenguaje de la lucha anti-imperialista, el cáncer de Chávez es un poderoso símbolo de los sufrimientos del Tercer Mundo.
    Como recurso retórico, ciertamente es una táctica muy ingeniosa". ¿Vos creéis que sus colaboradores más allegados planifiquen deliberadamente, con un cálculo político rigurosamente acotado y proyectado, que la metáfora del Cáncer es un "símil" de la opresión imperialista? no estilo subestimar a nadie, pero...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Gendrik, gracias por tu comentario. Mucho de esto es especulación, por supuesto, y no me atrevo a sostener algo sobre esto con firmeza. Pero, sí me inclino a pensar que, cuando Chávez estuvo enfermo, sí hubo gente en el gobierno que vio aquello como una oportunidad para un nuevo despliegue mediático. Chávez y su gente han demostrado ser genios de la propaganda (yo opino que esto ha sido una de las bases de su permanencia en el poder). No sé si, ahora que Chávez está muerto, sus seguidores deliberadamente calculen usar el cáncer como metáfora de la lucha anti-imperialista. Pero, quizás, sí haya un componente inconsciente en todo esto. Los semióticos se la llevan muy bien con los psicoanalistas, entre otras cosas, porque los semióticos suelen decir que el despliegue de signos muchas veces es inconsciente. Vos sabéis que a mí el psicoanálisis (y en menor medida, la semiótica), me parecen muy cuestionables, pero al menos podemos dar el beneficio de la duda de que, efectivamente, nosotros inconscientemente podemos desplegar signos que un semiótico "descifra".

      Eliminar