viernes, 8 de marzo de 2013

Las feministas y la violación



            Una estrategia elemental para combatir y prevenir un crimen, consiste en comprender las causas de ese crimen. Las feministas comprensiblemente se preocupan por el crimen de la violación. Desafortunadamente, muchas feministas han abrazado teorías que distorsionan las causas de las violaciones, y como consecuencia, entorpecen la óptima prevención y combate de este terrible crimen.
 

            Tradicionalmente, ha habido dos formas de entender la violación. La primera es la más directa y atractiva al sentido común: el crimen de violación es fundamentalmente sexual; el agresor tiene un impulso sexual incontrolado, y lo impone a las mujeres. La segunda forma de entender la violación hace más énfasis en el juego del poder: la violación no está conducida por impulsos sexuales, sino por un deseo de ejercer poder y degradar a la víctima.
            La segunda tesis ha sido abrazada por la ola de feministas que, en concordancia con las modas postmodernistas procedentes de Nietzsche y Foucault, observan todo desde la óptica de las relaciones de poder. En la década de los setenta del siglo XX, la feminista Susan Brownmiller publicó el influyente libro Contra nuestra voluntad, un texto que despoja de importancia al deseo sexual en la violación, y la enfoca más bien como una estrategia de los hombres para mantener oprimidas a las mujeres.
            Es plausible entender la violación como un acto de agresión para degradar a las mujeres, y muy comúnmente, a sus esposos. Los ejércitos han usado esta táctica desde tiempo inmemorial, como arma de terrorismo psicológico para desmoralizar al enemigo. En las violaciones perpetradas por pandillas, la participación en el crimen reafirma la camaradería entre los violadores, y esto, de nuevo, tiene una íntima vinculación con el poder.
            Pero, aun en las campañas de violaciones durante las guerras, los soldados deben estimular su apetito sexual. Y, no en vano, en los recientes conflictos en los cuales la violación se ha empleado como táctica, los militares superiores han ofrecido a sus soldados pastillas de Viagra (hay informes de que esto ocurrió con frecuencia en la guerra civil de Libia).
            Los psicólogos evolucionistas han advertido que, debajo de las circunstancias sociales y culturales (como el ejercicio del poder), yace una base biológica en la conducta humana. Y, como cabría esperar, la violación no es una excepción. Bajo esta hipótesis, la violación sigue obedeciendo a impulsos sexuales descontrolados, e incluso, es probable que los hombres tengamos genes que nos predispongan a cometer este terrible crimen.
            No sorprende que así sea: en la evolución humana, la violación hubo de ser una adaptación eficaz para diseminar genes. Aquellos individuos que no tuvieron genes codificando la conducta de la violación, no se reprodujeron en la misma proporción que aquellos que sí tuvieron esos genes. Eventualmente, los individuos sin inclinaciones por la violación se extinguieron, y nosotros somos los descendientes de los violadores. En cierto sentido, por emplear una expresión mexicanísima hecha famosa por Octavio Paz, todos somos hijos de la chingada (nuestros ancestros fueron violadores).
            Si la base de la conducta de la violación obedece a estas presiones selectivas en la evolución humana, entonces cabría esperar algunos datos a la hora de contemplar estadísticas de violaciones. Pues bien, Randy Thornhill y Craig T. Palmer documentaron en un importante libro, A Natural History of Rape, datos que parecen confirmar la hipótesis de la violación como un crimen motivado más por sexo que por poder. Por ejemplo, los violadores suelen ser individuos rechazados por las mujeres; suelen violar a mujeres jóvenes (en pleno período de fertilidad), y no suelen agredir más allá de lo necesario para consumar el coito. Esto se explica mucho mejor teniendo en cuenta la predisposición biológica del impulso sexual, en vez de prestar tanta atención al ejercicio del poder como motivación.
            Los modelos para explicar la violación tienen grandes implicaciones sobre cuál es la mejor estrategia para prevenirla. Si la violación obedece más a motivos sexuales que a las relaciones de poder, entonces hay más posibilidades de prevenirla teniendo conciencia de que existe un peligro de provocar sexualmente a los hombres que, de antemano, ya estamos genéticamente inclinados hacia la violación.
            Por ello, en la prevención de la violación, las mujeres deben cuidarse de no abrir la invitación sexual si luego no están dispuestas a consumar el coito. Ésta es la postura de la feminista Camille Paglia, y me parece perfectamente sensata: si la excitación sexual de los hombres puede volverse fácilmente violenta, entonces es de vital importancia no ofrecer signos de deseo, si en realidad no desean ir a la cama. Quien se vista como Madonna y sea seductora, debe estar preparada para asumir sus consecuencias.
            Esto puede interpretarse como una actitud que culpa a la víctima de violación y que exculpa al violador y que, por ende, hay justificación en la violación. Pero, hacerlo así sería un error. Ni Paglia, ni quienes defendemos esta postura, sostenemos que la violación tiene justificación. Sólo sostenemos que la prevención es mucho más óptima si se comprenden las bases biológicas de la violación. Y, como corolario, que si bien ninguna mujer merece ser violada, algunas acciones pueden ser imprudentes, y es mejor evitarlas.
            Paglia utiliza esta analogía muy persuasiva: una persona está en un parque público con un bolso; abandona un rato el bolso, y cuando regresa, observa que su bolso ha sido robado. ¿Fue la víctima del robo imprudente? Sí. ¿Justifica eso al ladrón? No.
            El feminismo de recientes años pretende vivir de espalda a los avances de la psicología evolucionista. El feminismo se ha contaminado con las ideas del construccionismo social, aquel que postula que no hay una realidad objetiva biológica en la conducta humana, sino que las tendencias conductuales son socialmente construidas. Al hacer esto, no sólo entorpecen el avance de la ciencia, sino que también, promueven conductas y actitudes peligrosas incluso para su propio bienestar.

8 comentarios:

  1. Gabriel, ¿Tu no crees que varias de las hipótesis más importantes de la Psicología Evolucionista, no padezcan del 'sesgo de confirmación' tan advertido por algunos filósofos de la ciencia? En base a la certeza de que todo ser humano tiene una base biológica, entonces esto pretendería explicar todo tipo de conducta humana, y por ende, no habría manera de refutarla.

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    1. Hola Gendrik, ciertamente ése es un peligro, y es fácil abusar de la psicología evolucionista. Hay gente que alega, por ejemplo, que los hombres prefieren a las mujeres rubias y de piel blanca, porque su piel clara serviría como mejor indicador de la fertilidad (un científico famoso, Ramachandran, se burló de esto). Es fácil abusar de esto para decir que las mujeres blancas son más atractivas que las negras. Así como Popper critica al marxismo y el psicoanálisis, esa misma crítica puede hacerse a la psicología evolucionista.
      Pero, a diferencia del marxismo y el psicoanálisis, yo haría esta salvedad: la psicología evolucionista parte de premisas empíricas muy firmes, aquellas que sustentan la teoría de la evolución. Y, no hay motivo para suponer que la evolución sólo opera en los rasgos físicos de la especie humana, pero no en los rasgos mentales. Así, podríamos defender las tesis de la psicología evolucionista haciendo una deducción a partir de las premisas originales de la teoría de la evolución. Por otra parte, hay indicios empíricos más directos que permiten suponer que la conducta tiene una base genética.
      Yo manejaría con cautela la psicología evolucionista, pero no la desecharía por completo. Por lo general, los psicólogos evolucionistas no se atreven a postular una hipótesis, sin ofrecer datos empíricos como respaldo. Y, a diferencia del psicoanálisis, sí creo que la psicología evolucionista es falseable. Si, por ejemplo, mañana apareciesen estadísticas de jóvenes que prefieren violar a ancianas, en vez de jóvenes, entonces la hipótesis de la psicología evolucionista sobre la evolución quedaría refutada.
      De todas formas, reconozco que tu objeción tiene peso. Por esa misma objeción, Bunge no apoya a la psicología evolucionista. En este tema, discrepo de Bunge.

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  2. Sobre eso de que somos descendientes de los que violaban más que de aquellos que no lo hacían: ¿No se estará aquí haciendo una reducción muy simplista? Si nos ponemos a ver, siendo la situación la de una posibilidad de violación múltiple y constante, las mujeres mismas preferirían optar por los individuos que NO fueran violadores sino que las ganaran con otros méritos. Ello inclusive las animaría para motivar en sus parejas la lucha contra los violadores y su exterminio. Esto habría hecho que más bien los que quedaran relegados fueran los violadores. Y de hecho, si observamos ambas conductas: la de la violación y la de la relación sin violación, veremos que predomina la segunda en todas las culturas. Existen y existirán desde luego violadores por mucho tiempo, pero son una minoría cada vez más recesiva. Son los que quedaron, pero cada vez tienden a ser menos. La sociedad misma no les tolera ni les favorece. Hoy menos que nunca.

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    1. El problema de la psicología evolucionista es que trata escenarios muy complejos, y un rasgo aparentemente ventajoso, puede ser desvantojoso en otro sentido. La violación es un buen ejemplo. Estoy plenamente de acuerdo con Ud. en que las mujeres preferirían a los caballerosos, y eso les da una ventaja por encima de los violadores. A grandes rasgos, los psicólogos evolucionistas dirían que quienes llevan genes de violadores son poco atractivos sexualmente, pero para no extinguirse, acudieron a la estrategia de violación. Si esto es así, Ud. tendría razón en que no todos tendríamos genes de violadores. Gracias por hacerme ver esto; sí creo que debo matizar eso de que todos somos hijos de violadores...

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  3. Me ha encantado el post: por su franqueza y por su oportunismo. Por lo primero, porque siempre resulta màs fàcil adoptar un pensamiento "liberal" complaciente, èse que tìpicamente puede observarse en muchos profesores de humanidades que adhieren a posturas cercanas al posmodernismo. En cuanto a lo segundo, porque estoy convencido de que, para dar un paso adelante en el desarrollo cultural, nada hay màs firme que la planificaciòn social que tenga en cuenta los hechos que nos muestran las investigaciones cientìficas (aùn cuando sus resultados puedan ofender a nuestro henchido autoconcepto).
    Yo creo que cada vez se torna màs urgente lidiar con el espinoso asunto de la interacciòn genes/entorno (que en nuestro caso -como en el de otras especies- implica a la cultura). En este sentido, como bien aclara Gabriel, la psicologìa evolutiva nos ofrece una base sòlida para comprender muchos de nuestros comportamientos, o tendencias de comportamiento. Claro està que, tal como señala Wilson en Consilience, uno de los hechos que debemos explicar desde el evolucionismo es el hecho de que la mayor parte del repertorio de comportamientos del homo sapiens se adquieran a travès del aprendizaje cultural. A lo cual sumarìa esta tambièn importante observaciòn de Pinker: que la cultura no es algo que proviene desde el aire, sino que surge a partir de la interacciòn de nuestra informaciòn genètica con el ambiente.
    Con respecto a la temàtica en cuestiòn que ha analizado Gabriel, quisiera aportar desde mi humilde lugar lo siguiente: se debe tener en cuenta que a lo largo del proceso evolutivo nuestra especie ha adquirido una serie de emociones bàsicas, las cuales poseen un alto valor adaptativo (esto es, evolucionaron y estàn presentes virtualmente en todos los miembros de nuestra especie, porque fueron de gran importancia para la supervivencia y reproducciòn de nuestros acentros; de suerte que las hemos heredado). Pues bien, hay dos emociones que me parece merecen ser tenidas en cuenta en esta discusiòn: la verguenza y la culpa.
    Este par de emociones (que aparecen ya prefiguradas en el mito del Protàgoras de Platòn -y que tambièn han sido tratadas filosòficamente por Max Scheler-)pueden ser clasificadas de negativas: esto es, no nos sentimos felices ni còmodos cuando las experimentamos. Sin embargo, està claro que poseen un valor prosocial, y que han surgido a medida que las presiones selectivas hicieron que nuestra especie se fuera volviendo cada vez màs sociable. (No es el mismo grado de gregarismo el que se requiere para forrajear en manada que el que se requiere para dar casa en equipo a una presa).
    Asì pues, como especie podemos poseer tendencias destructivas o que simplemente buscan la replicaciòn de nuestra informaciòn genètica, sin tener en cuenta el bienestar de la propia persona, o el de los demàs. La violaciòn es un claro ejemplo de esto ùltimo. Pero tambièn tenemos la contraparte de tendencias prosociales que tambièn favorecen nuestra reproducciòn. (Hecho que queda bien simbolizados cuando utilizamos las expresiòn de los mejores o los peores àngeles de nuestra naturaleza, y que seguramente es resultado de los escenarios complejos a los que alude Gabriel).
    Es mi opinòn que en una sociedad mejor planificada el recato, tanto masculino como femenino, deberìa actuar como una forma de prevenir este tipo de actos lamentables (hoy considerados ilìcitos, a diferencia de lo que puede observarse cuando se lee la comedia La suegra, de Publio Terencio Afro); y que es correcto que en pos de un funcionamiento social mejor (y màs igualitario)tanto al hombre como a la mujer se les exija y se les enseñe a tener un mayor autocontrol sobre sus impulsos, por lo menos en el àmbito pùblico.
    Saludos desde la Argentina,
    Camilus.

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    1. Así es, Camilus. La evolución no sólo selecciona rasgos anti-sociales. El altruismo también tiene una ventaja adaptativa.

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  4. Sí, claro, se explica porque los hombres necesitan "biológicamente reproducirse... y por eso buscan mujeres jóvenes..." Claro, los abusos sexuales a niños, a niñas, a bebés, a ancianos, a ancianas, a personas con discapacidad, o simplemente las relaciones de humanos con animales no existen, sí, claro, no existen. ¿En qué mundo vives? Y claro, las mujeres no abusan sexualmente de nadie, sí, claro, las mujeres jamás abusan sexualmente de nadie... ajá... las mujeres son las que deben cuidarse. Sí, entonces sigue tratando a los hombres como bestias que no pueden controlarse y a las mujeres como las que tienen que activar todo un aparato de protección. Y gente como ésta publica libros...

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    1. 1. Sugiero que, sí tienes alguna crítica, la enuncies con mayor seriedad, y no limitarte a hacer comentarios sarcásticos que no contribuyen gran cosa.
      2. Ciertamente hay violadores de ancianos, niños, discapacitados y animales. Pero, en el argumento de Thornhill y Palmer, las estadísticas apuntan a que el grueso de las violaciones son de hombres (por lo general, aquellos poco sexualmente atractivos que, por extensión, no tienen acceso a parejas) contra mujeres jóvenes en etapa fértil. Sugiero que revises los libros que señalo.

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