viernes, 8 de julio de 2011

Respuesta a Víctor Luque


Víctor Luque ha escrito un alegato en el cual ataca muchos de mis puntos de vista sobre la diversidad lingüística, el cual puede consultarse acá. Lo que sigue, es mi respuesta a los ataques de Luque. El formato que he seguido es el siguiente. He citado cada pasaje del texto de Luque, e inmediatamente, en negritas, he ofrecido mis respuestas.

Luque escribe: “Hay una corriente de pensamiento, que defiende el señor Andrade, que afirma que hay unas lenguas superiores a otras”.

Yo respondo: no he dicho eso propiamente. Sólo digo que, en estos momentos y debido a algunas circunstancias históricas, hay lenguas que conviene aprender más que otras.

Luque escribe: “Decir que unas lenguas son superiores, mejores que otras es una burrada desde el punto de vista lingüístico, filológico. No hay lenguas mejores que otras, de la misma manera que no hay animales mejores que otros. Es como decir que el leopardo es mejor animal que el ñu. Desde un punto de vista biológico es una tontería y, además, acientífica. Lo que Andrade considera que una lengua hace mejor que a otra no son nociones filológicas (que son las únicas científicas) sino que son nociones socio-históricas, no lingüísticas. El inglés es hoy dominante (lo que quiera decir dominante cuando 5/6 partes del mundo no lo hablan) porque los dos últimos grandes imperios han sido el inglés y el estadounidense. Decir que el inglés es mejor que el francés o el inuit es una tontería acientífica. Y, supongo, que el inglés ha llegado a ser dominante por arte de magia”.

Yo respondo: Luque hace bien en distinguir que considero “mejor” al inglés sólo desde un punto de vista socio-histórico. Y, creo que no se trata de ninguna tontería acientífica. Hay buenos motivos para suponer que el aprendizaje del inglés favorecerá más a un niño añú, que el aprendizaje de la lengua de sus ancestros. De hecho, hay plenitud de estudios científicos que confirman que muchos grupos indígenas voluntariamente prefieren que sus hijos aprendan inglés a la lengua de sus ancestros. Remito a los estudios de Abram de Swaan al respecto.

Luque escribe: “Es decir: las lenguas adquieren prestigio por cuestiones sociales e históricas, por las clases dominantes que ejercen el poder. El inglés era una lengua “menor”, una lengua del “pueblo”, de la plebe, sin ningún valor (es famosa la anécdota de la época del rey diciendo: “hijos, por el amor de dios, nunca jamás habléis la lengua de esos porqueros”). Ahora el inglés es la dominante y el francés está de capa caída. Según el criterio de Andrade, ahora el inglés ni existiría”.

Yo respondo: según mi criterio, el inglés es hoy la lengua dominante por muchos factores socio-históricos. Ciertamente, durante la época de la conquista normanda, en la misma Inglaterra la lengua privilegiada era el francés. Pero, hubo otras circunstancias sociales que hicieron que el inglés surgiera. Si hubiese habido otras contingencias históricas, y hoy el francés tuviese más parlantes y difusión que el inglés, yo favorecería el aprendizaje del primero por encima del segundo. Yo no tengo un apego emocional por el inglés. Sólo postulo que conviene más aprender aquella lengua que más difusión tenga. Si, en un futuro, será el mandarín, y no el inglés, la lengua que mejor sirva para integrarnos en una aldea global, pues entonces, en ese momento, favoreceré la enseñanza del mandarín por encima de la enseñanza del inglés.

Luque escribe: “Veamos el caso del francés: como hemos visto, el francés se convirtió en la lengua culta de Inglaterra con la conquista normanda (hasta su declive dos siglos después). El siglo XVIII es el de su esplendor: la Ilustración marca la tendencia cultural, las relaciones diplomáticas se realizan en esta lengua, es la lengua jurídica en toda Europa, etc. En definitiva, el francés se convierte en la lengua de cultura, de prestigio. En la actualidad (los últimos cincuenta años) el francés ya no es la lengua internacional, pero, ¿qué hace el gobierno francés? ¿la deja a su libre albedrío? ¿la deja morir? No. Año tras año invierte cientos de millones de euros en la promoción del francés: abre embajadas de todos los países, exige que el francés sea lengua oficial, de trabajo y de patentes en la Unión Europea, abre Alliance française por todo el mundo, etc. Es decir, sabedores que lo que da prestigio y predominio a una lengua es contingente, el Gobierno francés crea las condiciones para que el francés se mantenga y pueda, un día, volver a serlo. Como no pueden hacerlo por medio de guerras bélicas (como se hacía antes) ahora lo hacen a través de formas pacíficas, de protección y difusión del francés (con todos los medios a su alcance). Es decir, por “guerras” culturales”.

Mi respuesta: Yo critico ese empeño del gobierno francés. Lo más sano es que permitan que las lenguas corran su flujo natural. Y, si estamos encaminados a que el inglés suplante el francés, es una tontería intentar oponerse a ello.

Luque escribe: “Por cierto, es curioso que Andrade nombre el francés como lengua a apoyar como universal cuando esta no es ni dominante, ni relevante en la ciencia ni sus intelectuales tienen el peso y la importancia de antaño. Los subconscientes coloniales continúan”.

Yo respondo: nombro al francés como una entre varias otras (mandarín, árabe, hindi, alemán, japonés, etc.) que pueden servir como lenguas de gran alcance, mientras alcanzamos una lengua que permita integrarnos a todos. Parece que Luque se resiente de que todos podamos comunicarnos en una aldea global. Los subconscientes románticos provinciales continúan.

Luque escribe: “Hay un fantasma que recorre toda España (y, por lo que parece, Venezuela). El fantasma de la educación bilingüe. La visión de que la educación bilingüe es un lujo, algo accesorio que no vale la pena y que se debe eliminar”.

Yo respondo: no estoy en contra de la educación bilingüe. Yo la defiendo. Sólo menciono que, al promover la enseñanza de dos lenguas, deberían promoverse lenguas cosmopolitas, que sirvan para comunicarse con muchas personas. Mi postura frente a la educación bilingüe en Venezuela puede consultarse acá: http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2011/06/sobre-la-educacion-bilingue-en.html

Luque escribe: “La educación es crucial en una sociedad. La sociedad está formada por personas que se unen en grupos por su lengua materna. Un objetivo principal en toda sociedad es su cohesión y paz social. Las sociedades democráticas se otorgan ellas mismas sus leyes y su sistema educativo por medio del voto (los partidos defienden en sus programas qué políticas seguir al respecto). Los catalanes (ya que Andrade parece tenerlos como referencia)”

Yo respondo: Los tengo como referencia porque pensé que Luque era catalán, pero ya ha aclarado que es valenciano

Luque escribe: “…se dieron democráticamente un sistema de inmersión lingüística, que asegura el bilingüismo de sus ciudadanos. Este es necesario por una sencilla razón: el ciudadano no bilingüe es un ciudadano en desventaja. Los idiomas oficiales en Cataluña son el catalán y el castellano, y son los exigidos para la realización de las funciones públicas. Un catalán castellanoparlante que no sepa catalán será un ciudadano con menos posibilidades de acceder a plazas de trabajo tanto en la administración pública como en la privada (los ciudadanos son como los clientes: una parte de ellos quieren y pueden exigir ser atendidos en el idioma que prefieran; nadie se presentaría a un trabajo que exigiera hablar francés sin saberlo y menos aún diría, quejándose, que eso es injusto y antidemocrático porque el francés no sirve para nada)”.

Yo respondo: esos catalanes tienen menos posibilidades de plazas de trabajo en buena medida porque las leyes mismas son proteccionistas de la lengua catalana. Si esas leyes desaparecieran, el no hablar catalán ya no sería un obstáculo. Pero, en todo caso, sí estoy de acuerdo contigo en que los catalanes son soberanos de hacer con las lenguas lo que quieran. No obstante, si yo viviera como ciudadano en Cataluña, advertiría que la obsesión de preservar el catalán es un afán nacionalista que termina por perjudicar la posibilidad de potenciar más mis talentos, pues es un obstáculo para aprender otras lenguas que serían mucho más beneficiosas aprender.

Luque escribe: “Decir que un castellanoparlante no puede ni debe aprender catalán es una noción cuasiracista: se infiere que el castellanoparlante es incapaz, que hay algo intrínsecamente en él que le impide aprender otro idioma (y además romance como el castellano)”.

Yo respondo: “No tengo ni la menor idea de dónde saca Luque que yo postulo que un castellanoparlante es incapaz de aprender catalán. Luque comete la falacia del espantapájaros: me atribuye opiniones que no son las mías”.

Luque escribe: “Las lenguas son oficiales porque son de sus ciudadanos y de nadie más, los cuales las han refrendado como oficiales. Asignar nociones nacionalistas excluyentes (signifique esto lo que signifique) a esto es absurdo”.

Mi respuesta: Repito, estoy de acuerdo en que, si los catalanes quieren hablar catalán, ése es su derecho, y nadie debe impedírselos desde afuera. Ahora bien, yo trataría de persuadir a esos catalanes de que, si ya hablan el castellano con fluidez plena (como lo hace la abrumadora mayoría), conviene más que dejen de lado el catalán, y se interesan en aprender otras lenguas que les resultarán mucho más beneficiosas. Me parece que el motivo principal por el cual los catalanes desean preservar el uso cotidiano del catalán es el mantener una identidad nacional aparte. Yo trataría de persuadirlos (no imponer nada) de que el nacionalismo es estéril, y que está en su propia conveniencia abandonar su preocupación nacionalista, a favor de un cálculo racional respecto a cuál es la lengua que más conviene aprender.

Luque escribe: “El catedrático de lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan Carlos Moreno Cabrera, define el nacionalismo lingüístico como: considerar que la lengua propia es superior a las otras. El segundo rasgo definitorio es que, como mi lengua es superior, estoy haciendo un favor a los otros si se la impongo.”

La idea principal es esta: Son los demás los que deben hablar nuestra lengua, la dominante, no al revés”.

Yo respondo: no veo nada intrínsecamente objetable en ello (y, de paso, considero poco acertada la definición que Moreno ofrece de ‘nacionalismo lingüístico’). ¿Es objetable que los brujos acepten el método científico dominante, y no al revés? ¿Es objetable que los talibanes acepten los códigos morales dominantes y no al revés? Respondo enfáticamente que no. Del mismo modo, no veo objetable que quienes hablen lenguas minoritarias asuman las lenguas dominantes. No propongo imponerlas, repito. Pero, sí propongo el dejar de promover esas lenguas minoritarias.

Luque escribe: “Y para ello se utilizan criterios economicistas, como hace el señor Andrade. Según esta idea, habría que dejar morir el noventa y nueve por ciento de los museos y de las obras de arte que contienen en ellos por no ser “prácticas”, ya que no tienen visitas. Pero dudo mucho de que Andrade abogue por quemar (dejar morir, deshacerse en este caso, es su expresión predilecta) “La Crucifixión” de Giotto”.

Yo respondo: las lenguas pueden ser rescatadas en las facultades de filología. Yo no me opongo a una facultad de filología wayuunaiki, pero sí me opongo a que todos los niños wayúu aprendan el wayuunaiki por encima del inglés. Yo me opongo a la quema de “La crucifixión” de Giotto, pero también me opongo a la enseñanza del catecismo católico en las escuelas públicas. Yo no me opongo al rescate de las lenguas minoritarias como patrimonio cultural por parte de especialistas; pero sí me opongo a la promoción de su uso cotidiano por encima de otras que tienen más ventajas.

Luque escribe: “Por otro lado, siempre se afirma, como hace Andrade que (si se habla inglés, por ejemplo) “… habrá aprendido una lengua hablada por más de mil millones de personas en cinco continentes, sumamente útil para la ciencia, la tecnología, el comercio internacional, etc.” La falacia del argumento no parece haberla captado Andrade: me pregunto quién podrá hablar con mil millones de personas (y, por supuesto, en las actuales circunstancias en la que esa lengua es dominante, la cual, como hemos visto antes, puede cambiar perfectamente). Yo soy heterosexual (por suerte o por desgracia) y, siguiendo el argumento de Andrade, yo puedo acostarme con tres mil millones de mujeres. ¿De verdad puedo acostarme con tres mil millones de mujeres? ¿Alguien le ve sentido a esto? La diferencia entre potencia y acto no es sólo cosa de Aristóteles”.

Yo respondo: ¿Cuántas páginas de internet se puede visitar en bretón? ¿Cuántas en inglés? ¿Cuántos libros de ingeniería se puede consultar en wayuunaiki? ¿Cuántos en inglés? ¿Cuán probable es que, al viajar a Moscú, Luque pueda comunicarse en un hotel en inuit? ¿Cuán probable es si lo hace en inglés? Al final, ¿quién tendrá más posibilidades de conocer mejor el mundo, mediante viajes, libros, navegación en internet, etc., el que habla inglés, o el que habla gaélico? Creo que las preguntas retóricas que hago hablan por sí solas.

Luque escribe: “Muchas veces se dice que en España hay un déficit de conocimiento de lenguas, lo cual es falso. España es uno de los países de mayor bilingüismo, no ya de Europa, sino del mundo. Pocos países en el mundo hay tanto conocimiento de lenguas como en España. Tenemos unos ocho millones de bilingües catalán/castellano, un millón de bilingües euskera/castellano, unos trescientos mil asturiano/castellano, dos millones gallego/castellano. Tenemos millones de personas que hablan dos lenguas mínimo, e incluso a veces más. Luego España sí que es un país donde sí se hablan idiomas.

Ahora bien, ¿qué más se habla en España? Las lenguas que son útiles aquí, las lenguas que se hablan aquí. ¿A quién beneficia hablar inglés? Es que el inglés no es útil en España, sencillamente.

Yo respondo: quizás convenga en eso. Pero, la marcha de la globalización hace que para los jóvenes españoles en un futuro el inglés sí será útil. Y, si España quiere insertarse de forma mucho más eficiente en el mercado internacional (y, vale admitir que hasta ahora lo ha hecho bastante bien), será más útil el inglés que el euskera.

Luque escribe: “Puede ser útil si yo quiero entrar en una multinacional o quiero ser directivo de tal empresa. De acuerdo. Pero eso es una minoría de personas”.

Yo respondo: la marcha de la globalización hace, me parece, que esa minoría pronto se convierta en mayoría. Obviamente no habrá una mayoría de directivos en empresas, pero sí una mayoría de gente que se dedicará a alguna actividad económica para la cual será más beneficioso una lengua cosmopolita que una lengua provinciana.

Luque escribe: Aquí el inglés no sirve absolutamente para nada. Así de sencillo. El gallego sí que sirve, mucho más que el inglés.

Yo respondo: dudo de que el gallego sirva más que el inglés, incluso a un mismo gallego. ¿Cuál es el porcentaje de gente que habla gallego pero no castellano? Supongo que es muy bajo. ¿Cuál es el porcentaje de gente que habla inglés pero no habla castellano? Muy alto. Aprender gallego no es más útil, pues ya quienes hablan gallego hablan castellano. En cambio, el inglés es mucho más útil, pues permite comunicarse con gente que no habla castellano.

Luque escribe: “¿Por qué no se les enseña a todos los niños en el Estado español las lenguas que se hablan en España? Porque yo puedo tener familiares en Cataluña o Galicia. Es decir, que son lenguas incluso familiares, con las que el niño va a entrar en contacto. Esas son lenguas útiles”.

Yo respondo: probablemente esos familiares ya hablan castellano, de forma tal que el aprendizaje del catalán o el gallego no es necesario para comunicarse con ellos. No así si se pretende hablar con el conductor de un bus en Londres.

Luque escribe: Desde que hay comunidades autónomas y desde que las lenguas autonómicas, llamadas “regionales”, son oficiales, son útiles para conseguir trabajo también. Es más útil en España saber euskera que saber inglés. Estoy convencido. Es que eso es una realidad.

Mi respuesta: No conozco de cerca los casos (no vivo en España), pero por lo que escucho, es más útil sencillamente porque artificialmente, las leyes benefician más a quienes hablan el euskera que a quienes hablan el inglés. La utilidad del euskera para conseguir trabajo viene del hecho de que en las oposiciones, se valora más el conocimiento del euskera. Si esas leyes cambiaran, ya el euskera no sería tan útil. Y, precisamente, yo propondría cambiar esas leyes proteccionistas.

Luque escribe: Y, sin embargo, estamos muchas familias españolas gastando muchísimo dinero y muchísimo tiempo en aprender a dominar el inglés, y a hablar inglés sin acento. Muchísimo dinero. Y, realmente, solo llega a dominar el inglés un uno por ciento aproximadamente, a tener un inglés aceptable. Un inglés que les pueda servir para encontrar trabajo. La mayor parte tendrá un inglés no aceptable, malo, que no les va a servir para casi nada.

Yo respondo: no creo. Hablar con acento sirve de algo. Sea para leer libros, comunicarse con turistas, etc.

Luque escribe: Pero, ¿es porque estamos retrasados para las lenguas? No. Es que el inglés no es útil. Cuando una lengua es útil se aprende. Es así de sencillo. Si la Comunidad de Madrid, porque nuestra inefable Esperanza Aguirre está empeñada con el bilingüismo porque resulta que ella habla inglés (bilingüismo con el inglés, se entiende), decretara que todos los trámites de la Comunidad de Madrid y toda la enseñanza en ésta y todos los juicios de la Comunidad se van a hacer en inglés, la gente acabaría aprendiendo inglés. Pero por imposición. Es decir, si yo voy a por un subsidio a la Comunidad de Madrid y me obligan a rellenar en inglés el formulario o sino no me dan el formulario, yo lo haré en inglés. Mejor o peor pero lo haré. Claro. Eso es lo que se llama la imposición de una lengua. Pero aquí no hay una imposición de este tipo, por vía oficial (porque Esperanza Aguirre no ha convertido el inglés en la lengua oficial de la Comunidad de Madrid), pero sí hay una imposición todavía peor que esa, que es la imposición del lavado de cerebro.

Muchísimos millones de personas piensan que tienen que hablar inglés, aunque no les sirva para nada.

Yo respondo: insisto, creo que la marcha de la globalización hace que el inglés sirva cada vez más para algo. ¿En qué idioma alternativo colocaban sus avisos los “indignados” de Cataluña?

Luque escribe: ese es el gran problema. Con el tiempo que invertimos a entender, no digo ya ha hablar, sino a entender, esas mismas horas que hemos invertido en aprender a entender inglés aprenderíamos a entender perfectamente italiano, francés, portugués, catalán, todas estas lenguas que son lenguas que se hablan en países cercanos a nosotros, que tienen una cultura bastante afín a la nuestra… Todo ese tiempo que hemos perdido, entre comillas (aprender una lengua nunca supone perder el tiempo).

Yo respondo: pero, el inglés es la lingua franca que permite comunicarse en Francia, Italia y Portugal a la vez. Es mucho más fácil y económico aprender inglés, que aprender francés, italiano y portugués. El italiano sólo servirá para comunicarse en Italia. El inglés servirá para comunicarse en Italia y en toda Europa.

Luque escribe: Hay la generalizada idea de que hay que aprender inglés a toda costa y que debemos invertir el tiempo que sea y el dinero que sea en conseguirlo. Os imagináis por un momento que la Xunta de Galicia obligara a todo el mundo a perfeccionar el gallego y tuvieran que invertir dinero y estancia (como hacen con el inglés). Es inimaginable. Y, sin embargo, con el inglés todos lo hacemos, todos, todos, todos.

Yo respondo: la justificación está en que el inglés tiene más utilidad que el gallego.

Luque escribe: todos contentos y nos gastamos el dinero: compramos métodos, fascículos, dvds, vemos la televisión, películas, etc. Y luego, al final, cuando llevamos diez años o así, nos damos cuenta de que seguimos sin entender el inglés. La verdad es que es frustrante.

Yo respondo: Luque parece subestimar la capacidad de aprendizaje de los españoles.

Luque escribe: Sin embargo, yo os aseguro que si estáis viendo películas en catalán u oyendo hablar catalán durante dos meses, tendréis un dominio perfecto del catalán. Por lo menos entendido. No digo ya hablado porque eso requiere un poquito más de esfuerzo. Pero entendido perfecto. El catalán es una lengua muchísimo más agradecida que el inglés, y sin embargo ahí está abandonada, ahí la tenemos. Y, de hecho, cuando alguien nos habla en catalán (por lo menos a los castellanohablantes) nos molesta enormemente. Pero cuando alguien nos habla en inglés nos alegramos enormemente de haber entendido dos palabras: “Ha dicho yes”. Voy avanzando, voy avanzando. No me he enterado de nada pero ha dicho yes. No me digáis que no es absolutamente surrealista. Pero es que es lo que está pasando. Yo mismo he estudiado inglés, y he intentado perfeccionar el inglés, o sea, que yo no me excluyo de la ola. A mí hijo lo he llevado para que aprenda inglés. Yo estoy metido. Puedo criticar con conocimiento de causa.

Yo respondo: de nuevo, lo que me parece que Luque no alcanza a ver es que el catalán es menos útil que el inglés. En este caso, el nivel de dificultad parece irrelevante. ¿Debemos privilegiar la enseñanza de la máquina de escribir o del ordenador? Seguramente la máquina de escribir es más fácil de aprender y usar (no tiene viruses, ni se cuelga, ni corre con programas incompatibles; sólo es necesario mecanografiar textos). Pero, es menos útil que el ordenador, y por eso, conviene más la enseñanza del ordenador. Pues bien, lo mismo ocurre con las lenguas. Estamos de acuerdo en que, para un castellano hablante, el catalán es más fácil que el inglés. Pero, es menos útil.

Luque escribe: “Andrade critica mi analogía de la muerte del niño y la de una lengua porque “sencillamente, creo que la analogía no se sostiene. No se cometió ningún genocidio cuando el latín desapareció y se convirtió en las lenguas romances. Es, sencillamente, la dinámica de la difusión cultural. En vez de compararla con un niño, deberías comparar a la lengua con algún instrumento de comunicación (como el telégrafo) o algún lenguaje de informática (como Basic, o Turbo Pascal). ¿Debería restarse recursos a la enseñanza del uso del telégrafo para dirigirlos a la enseñanza del internet? Yo diría que sí.” La analogía con el telégrafo e internet sí que no se sostiene: las lenguas, desde un punto de vista lingüístico (es decir, científico), no son ni mejores ni peores”.

Yo respondo: estoy en desacuerdo. No hay desigualdad de las lenguas respecto a su gramática o modo de representar el mundo. Pero, sí hay desigualdad respecto a su utilidad, en función de su difusión.

Luque escribe: “comparar el inuit con el telégrafo y el inglés con internet es como comparar en biología a un león con un ipod y a una musaraña con un radiocassette. La utilidad la confiere el contexto sociohistórico, no la lengua en sí”.

Yo respondo: exactamente. Pero, precisamente, en función del contexto sociohistórico, hoy el inglés es más útil que el catalán, y por eso, creo que debería privilegiarse su enseñanza.

Luque escribe: “decir que una lengua es mejor que otra es como decir que una lengua es más gorda que otra, o más bonita. Una chorrada acientífica”.

Yo respondo: repito, sostengo que es mejor sólo en cuanto a su utilidad, mediada por circunstancias socio-históricas fortuitas. Y, no me parece ninguna chorrada acientífica. Es, sencillamente, sentido común, como bien sostiene Gregorio Salvador.

Luque escribe: “Por otro lado, resulta graciosa la candidez de Andrade respecto a las lenguas y su desaparición. Efectivamente, el latín se convirtió en las actuales lenguas romances, pero precisamente porque nadie trató de aniquilarlo. El latín siguió su curso y acabó derivando en el español, el catalán, el francés o el italiano. ¿En qué han derivado el apache, el cheyenne o el navajo? La respuesta: en nada. Y no lo han hecho porque los apaches, los cheyennnes o los navajos fueron aniquilados”.

Mi respuesta: exactamente. Esas lenguas dejaron de hablarse, sencillamente porque dejaron de tener utilidad, y nadie se propuso protegerlas frente a otras lenguas más útiles. Me parece que lo más racional es que quienes se empeñan en proteger al catalán, wayuunaiki, etc., desistan de hacerlo.

Luque escribe: “Andrade me criticó por no diferenciar en mi parodia (se ve que en las parodias uno tiene que ser tan riguroso y metódico como en los papers universitarios) entre etnia (physis) y lengua (nomos). Parece olvidar que las lenguas las transmiten las personas (de forma oral o escrita) no los dioses o los felinos. La única forma de acabar con una lengua es por medio de sus hablantes”.

Mi respuesta: es falso. Puede acabarse con el vasco sin haber matado a ningún vasco. Sencillamente, los vascos se verán inclinados a preferir el inglés por presiones económicas. De hecho, el latín se acabó sin haber cometido ningún genocidio a los romanos. Además, Luque se contradice. Acá menciona que la única forma de acabar con una lengua es aniquilando a sus hablantes, pero unos párrafos atrás decía que el latín desapareció sin aniquilar a sus hablantes.

Luque escribe: “Andrade sugiere la cándida sustitución lingüística por medio de la educación, a la que todo malvado catalanoparlante (pongamos por caso) se someterá con gusto”.

Yo respondo: Si una persona que vive en Cataluña no quiere aceptar esa sustitución lingüística, no propongo imponérsela. Nunca sería franquista. Sólo sostengo que, esa misma persona que vive en Cataluña debería ver que está en su propia conveniencia dejar de proteger esa lengua, y asumir una de más utilidad. Propongo persuasión, no imposición.

Luque escribe: “Esto se ha hecho desde España hasta Rusia, y el resultado ha sido que los hablantes de las lenguas “inferiores”, en vez de renunciar a la suya, han aprendido otra y han mantenido (en mayor o menor medida) la suya”.

Yo respondo: efectivamente, la imposición genera odios nacionalistas, y creo que en buena medida este odio nacionalista alimenta el deseo actual de conservar el catalán o el euskera. Por otra parte, las mismas presiones económicas hacen que el interés por esas lenguas vaya menguando. Y, me parece, Cataluña y Euskadi serían aún más prósperos (y, por supuesto, debe admitirse que son las regiones más prósperas de España) si abandonaran su obsesión nacionalista por proteger un lenguaje poco útil, y asumieran el aprendizaje de lenguas más útiles.

Luque escribe: “ni siquiera el modelo francés (del que Andrade parece admirador), que es uno de los más impositivos, ha conseguido que se deje de hablar occitano, catalán o euskera dentro de sus fronteras”.

Yo respondo: desde 1789, el cambio ha sido bastante dramático. Creo que esas lenguas eventualmente desaparecerán, quizás en un siglo, quizás un poco más.

Luque escribe: “Hoy, solo en Europa, se hablan más de 200. Como ha demostrado la historia colonial, la única manera de hacer desaparecer una lengua (es decir, sin que derive o evolucione en otras, como ente vivo que es) es por medio de la destrucción de sus hablantes”.

Yo respondo: ésa es una de las grandes falacias de las cuales parte los argumentos de Luque. Muchas lenguas han desaparecido sin que se cometa ningún genocidio. El latín desapareció sin haber matado a ningún romano con ese propósito. No dudo de que muchas veces las lenguas desaparecen por vía violenta. Pero, muchas otras lenguas desaparecen sencillamente porque los hijos de quienes las hablan ya no les ven utilidad.

Luque escribe: ahora Andrade pide que se haga por medio de la educación y no por la aniquilación de sus hablantes. Ya no está bien visto el genocidio físico, aunque el cultural parece que aún sí. Algo hemos avanzado.

Yo replico: ¿Es genocidio cultural acabar con la creencia en brujería en Navarra? ¿Acabar con la quema de viudas en la India? ¿Acabar con el creacionismo en el sur de los EE.UU.? Supongamos que sí. La brujería, la quema de viudas y el creacionismo forman parte de cada una de esas culturas, y así, acabar con ellas mediante la educación sería una forma de genocidio cultural. Pues bien, en ese caso, no veo ningún motivo para oponerse al genocidio cultural. Me preocupa que mueran seres humanos, no que mueran instituciones que van en detrimento de la modernidad. El ideal universalista de la Ilustración consistía en destruir muchas de las costumbres bárbaras de otros pueblos. Napoleón lo hizo por medio de la guerra, pero los ilustrados más racionalistas proponían hacerlo mediante la educación. No veo objeción en ello. Creo que, contrario a lo que alega Luque, al menos en este aspecto, él está alejado de la Ilustración, y más cercano al romanticismo. Su denuncia del ‘genocidio cultural’ evoca el deseo de preservar las culturas de cada pueblo, a saber, su Volkgeist. Deseo recordarle que, precisamente, estos mismos románticos del siglo XIX fueron quienes formularon las ideologías nacionalistas contemporáneas.

COHERENCIAS E INCOHERENCIAS

Luque escribe: “La tesis principal de Andrade es la siguiente: la consecución de una lengua universal. Como su propio nombre indica, una lengua universal es una, no varias. Por lo tanto, se supone que Andrade defendería una única lengua universal”.

Mi respuesta: eventualmente, defendería una lengua universal. Pero, como toda reforma, es un proceso gradual. No pretendo que en apenas una generación, de miles de lenguas, pasemos a una sola. Hay, por así decirlo, lenguas transitorias hacia esa lengua universal. El castellano, el hindi, el japonés, el árabe, entre otras lenguas cosmopolitas, serían esas lenguas transitorias.

Luque escribe: “Pero no, lo que Andrade defiende es la desaparición de algunas lenguas a favor de otras. Defiende el bilingüismo o el trilingüismo siempre que sean las lenguas que él quiere (sin un método claro que las clasifique)”.

Mi respuesta: son las que yo quiero, porque son las que considero más útiles, y no al revés. En todo caso, no veo problema en que mis deseos coincidan con lo que estimo más conveniente. El científico desea que el método que él quiere se asuma en todo el mundo, y que los brujos y chamanes abandonen sus procedimientos de curación, y asuman el método científico. ¿Alguien objetará al científico por promover un método que él desea que todo el mundo asuma?

Luque escribe: “Una postura coherente defendería una única lengua y desecharía las otras, ya que sólo una puede ser la lengua universal. Parece sentir predilección por el inglés como futura lengua universal (lengua no hablada por 5/6 partes de la humanidad)”.

Mi respuesta: El criterio para favorecer el inglés no es exclusivamente demográfico. También debe mantenerse presente su difusión geográfica, su participación en la ciencia y el comercio, su facilidad en la escritura, etc. Haciendo una conjunción de esos factores, creo que el inglés es la lengua que mejores posibilidades tiene para cumplir ese acometido. Y, es falso que 5/6 de la humanidad no hablen inglés. Quizás eses cinco sextos no lo tengan como lengua primaria, pero el inglés como lengua vehicular tiene mucho más alcance del que Luque está dispuesto a admitir. Por otra parte, repito, en esta etapa de transición, no es viable defender una única lengua y desechar las demás. Es más conveniente incentivar el uso de unas diez o quince lenguas cosmopolitas, encaminadas eventualmente a la consecución de una lengua universal.

Luque escribe: “La consecución de una lengua universal, sea el inglés o cualquier otra, elimina la necesidad de la existencia de lenguas mayoritarias en competencia (ya que el inglés, el español o el chino ya no tendrían ningún afán expansivo, puesto que una ya lo ha conseguido), por lo que permitiría el bilingüismo mayoritario existente ahora: inglés (universal), lengua propia (local: signifique esto lo que signifique). Así, los malvados catalanoparlantes podrían hablar su lengua folcklórica sin dejar de estar conectados globalmente con la humanidad (supongo que ahora viven encerrados en cuevas usando piedras para crear fuego y el telégrafo para comunicarse con otras cuevas “locales” habitadas por otros pocos catalanoparlantes; es que, cómo son estos catalanes)”.

Mi respuesta: debe reconocerse que los catalanes son muy cosmopolitas, mucho más que los venezolanos o los mismos castellanos. Pero, me parece lo serían aún más si abandonaran su obsesión provinciana con preservar su lengua. Luque distorsiona de nuevo la discusión, al irónicamente calificar de ‘malvados’ a los catalanoparlantes. Un poco de seriedad en esta discusión vendría bien. Quizás el castellano sucumbe frente al inglés (lo dudo, dado el crecimiento demográfico de hispanos en EE.UU). Pero, si así ocurriese por presiones económicas, yo no me lamentaría de que la lengua que ahora hablo, en un futuro deje de hablarse. Después de todo, es una lengua. Nadie lloró cuando el latín dejó de hablarse.

Luque escribe: “Si Andrade fuese coherente con su posición habría elegido una única lengua para devenir universal. Pero no. Elige varias, por criterios tan laxos como faltos de peso (a cada uno hay, como mínimo, tres contraejemplos), y por supuesto la suya, el español (nacionalismo lingüístico)”.

Mi respuesta: creo que Luque es (quizás sin que él se de cuenta) el verdadero nacionalista. Yo no siento un apego especial a la lengua castellana. Sencillamente la uso porque, como he mencionado, opino que en esta fase transitoria aún debe recurrirse a una docena de lenguas mayoritarias, y obviamente, el castellano es una de ellas. Luque, en cambio, pareciera aferrarse a las lenguas minoritarias con el fin de preservar la identidad nacional de cada región; eso, por supuesto, es nacionalismo. Los criterios que yo he propuesto no me parecen laxos. Pero, en todo caso, si lo fueren, aún así convendría hacer una relación más precisa de criterios que permitan privilegiar la enseñanza de una lengua por encima de otra.

Luque escribe: “Resulta curioso que mencione antes el alemán o el francés que el portugués, que tiene más hablantes y lo tiene al lado, o el bengalí (¿tendrá algo que ver con que sean pobres, o lo fueran hasta hace bien poco aquellos?). No tiene sentido alguno pedir un bilingüismo de dos lenguas “mayoritarias” si lo que se busca es una lengua única universal”.

Mi respuesta: repito, en una fase transitoria hacia la lengua universal, sí tiene sentido. El bengalí, junto al hindi, sí estaría entre las lenguas mayoritarias. El hecho de que estas lenguas se hablen en países pobres es irrelevante. Pero, como dato curioso, sí debo advertir que la modernización de China, por ejemplo, ha venido acompañada de ciertas reformas hacia la unidad lingüística (al menos mediante la escritura parcialmente logográfica, empleadas por los hablantes de las diversas lenguas), y que uno de los países más pobres del mundo, Papúa Nueva Guinea, es el más diverso lingüísticamente; buena parte de los estudiosos del desarrollo económico sostienen que un requisito indispensable para que Papúa Nueva Guinea alcance algún nivel económico es la adquisición de mayores niveles de unidad lingüística. En todo caso, como bien sostenía Marx, la salvación de muchos de los países pobres será mediante la unión internacional de las fuerzas proletarias, y para eso, sería necesario romper las barreras lingüísticas. Trabajadores del mundo, uníos. ¿Cómo podrían unirse los trabajadores del mundo? ¿En valenciano?

Luque escribe: Si Andrade no hubiera querido caer en incoherencias, habría elegido, habría apostado, por una lengua y no varias. Entonces, este blog y esta discusión deberían estar escritos en inglés, y así, lo “leerán” mil millones de personas.

Mi respuesta: De nuevo, en una fase de transición, mi opción no es incoherente. En todo caso, este blog tiene varias entradas en inglés. Elijo escribir en castellano porque me siento más cómodo usándola, pues no estuve inmerso en el inglés, francés o latín (otras lenguas que manejo) desde niño. Pero, sí estoy dispuesto a hacer todo lo posible para que mis hijos tengan mayor contacto con el inglés, el mandarín o el japonés, del que yo tuve, a fin de que en un futuro, ellos tengan mejores posibilidades de conseguir oportunidades que quizás yo no tuve debido a que no manejé esas lenguas cosmopolitas.


2 comentarios:

  1. Comentario de Víctor Luque:

    Cuando dices que me contradigo con que "la única manera de hacer desaparecer una lengua (es decir, sin que derive o evolucione en otras, como ente vivo que es) es por medio de la destrucción de sus hablantes”, no lo hago por una sencilla razón. Lo que digo (y está en el texto mismo) es que las lenguas o evolucionan (como es el caso del latín y pasan a ser derivados de ésta) o se las aniquila (como el navajo o el apache: por lo que ya no desaparecen por evolución y cambio, simplemente desaparecen, no dejan derivados). Entre desaparecer por evolución y desaparecer por aniquilación hay una gran diferencia.
    2. Asignarme caracterizaciones del Volkgeist cuando estoy hablando con un venezolano a través de internet me parece bastante gracioso. Por otro lado, pareces pensar que las culturas no pueden pulirse y mejorarse por medio de la razón. Por ejemplo, más de un iluminado se cree que la tauromaquia es la esencia de lo español, cuando, en realidad, se hacían corridas de toros por toda Europa. Los países que adoptaron los ideales liberales e ilustrados prohibieron esa práctica y sólo quedaron España y Portugal como practicantes de la supuesta "fiesta". Los demás las abolieron, es decir, pulieron sus costumbres culturales, pero no porque eliminaran sus respectivas lenguas. Si hubiera que aniquilar toda cultura que contenga algo acientífico o reprochable éticamente, sencillamente, no quedarían cultura alguna. La brujería o quemar viudas son gilipolleces acientíficas (la primera) o acciones deleznables éticamente (la segunda). En cambio, no sabía que hablar una lengua fuera algo acientífico o deleznable éticamente.

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  2. Hola a todos , necesito vuestra opinión en Porque es útil saber occitano ? la necesito para un trabajo y encuentra en ninguna parte una información fiable . Espero que me podéis ayudar . Gracias de antemano

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