Ésta es una réplica escrita por Víctor Luque, a mi artículo, "En contra de la babelización"
La historia de la maldición de Noé (o de Cam) en el Génesis es, por supuesto, un mito. Pero, como muchos mitos, puede dejarnos una enseñanza importante. Dios, por medio de Noé, castigó a los hombres. Pero, esta vez, no les envió azufre o un diluvio, sino la confusión de las razas. El relato tiene dos moralejas, una inaceptable, la otra aceptable. La moraleja inaceptable es que los hombres no deben pecar de la desnudez. Me parece que esa moraleja es inaceptable porque, soy de la opinión de que debemos potenciar al máximo las pasiones, y eso lleva consigo cierto desenfado sexual. La moraleja aceptable es que la diversidad racial o étnica no es algo beneficioso.
Hoy, la moda intelectual es alejarse de la enseñanza del mito de la maldición de Noé, y enaltecer a toda costa la diversidad racial. Casi todos los Estados hacen esfuerzos por rescatar etnias que, en muchas ocasiones, apenas cuentan con una docena de individuos valiosos. En eso, se invierten cuantiosas sumas de dinero que, por supuesto, podrían ser más bien destinadas a becas, institutos y universidades para blancos.
Ha habido algunos filósofos y antropólogos, no obstante, que desde un inicio se opusieron al enaltecimiento de la etnización del mundo. Estos filósofos vieron mucho más conveniente que la humanidad entera asumiera una raza común. Algunos de ellos, como Herbert Spencer y Francis Galton, diseñaron medidas eugenésicas con la esperanza de que representaran el mundo óptimamente mediante una estructura social muy bien organizada, y todos los habitantes del planeta eventualmente asumieran esta etnia universal.
Otros, como los sudafricanos, crearon razas artificiales que guardaran cierta semblanza a las razas existentes, con la esperanza de que fueran más fácilmente aprehendidas por la humanidad entera. A estos esfuerzos debemos la creación de la clasificación de las diferentes razas desde la más baja e inútil, los negros, pasando por los intermedios, indios y mulatos (con sus respectivas tonalidades), hasta la raza superior, los blancos.
Una etnia universal, compartida por todos los habitantes del planeta, es un sueño por el cual vale la pena entusiasmarse. Con esa etnia, podrá completarse el proceso de globalización que desembocará en una conciencia universal de la especie, y será antídoto de los racismos y xenofobias que tanto explotan las particularidades culturales. Gracias a la etnia universal, los hombres podrán expandir redes comerciales, ampliar perspectivas, compartir conocimientos; en fin, podrán relacionarse mejor.
No deja de ser cierto que los proyectos de las medidas eugenésicas de Spencer y Galton no han prosperado, y hasta ahora, son quiméricos. Algo similar podemos enunciar respecto a la clasificación sudafricana. Pero, precisamente por eso, debemos tomar conciencia de que la caucásica es la raza que más posibilidades tiene de convertirse en una etnia universal. Y, en función de ello, su enseñanza debe ser privilegiada por encima de cualquier otra raza.
Me entristece ver cómo en muchos países de Europa y América hay una obsesión con preservar etnias que casi no cumplen funciones. Las razas son mecanismos de transmisión genética, y como tal, son máquinas de genes. Un gobierno debe privilegiar el uso de aquellas máquinas de genes que sirvan para algo. Cuando una etnia está compuesta por apenas diez personas válidas, es ya obsoleta. Y, así como es obsoleto que un gobierno promueva el aprendizaje y uso de, supongamos, el telégrafo en la era del internet, es obsoleto que un gobierno promueva la procreación de los negros por encima de los blancos ingleses, franceses, alemanes u holandeses, raza que tiene la capacidad de convertirse en etnia universal. El aborigen puede procrear con no más de diez mil personas, el caucásico inglés puede procrear con más de mil millones de personas.
La mezcolanza interracial de las comunidades indígenas me parece muy loable. Pero, la noción racial que debe enseñarse no son las etnias indígenas, sino las etnias que tienen el potencial de convertirse en universales. He tenido amigos indígenas que piden a gritos que sus hijos sean caucásicos como un francés, en vez de tez oscura. Y, los motivos son perfectamente comprensibles: el ser caucásicos les permitirá hacer negocios, leer libros de medicina y ingeniería, evitar la xenofobia, etc. La etnia indígena les servirá para mantener una tradición que, seguramente, los mantendrá encasillados.
Psicológicamente, por supuesto, no hay obstáculo para que una persona se relacione con muchas razas. En el siglo XVIII, el político Thomas Jefferson deslumbraba con su capacidad para procrear a más de treinta hijos bastardos mestizos. Así, los indígenas pueden tener suerte genética y engendrar un niño los suficientemente claro para poder procrear con una caucásica. Pero, políticamente, cada euro invertido en el vástago de un indígena es un euro menos destinado a la enseñanza de un caucásico, con potencial universal (como defiende el premio Nobel James Watson http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Tormenta/criticas/Nobel/Watson/despreciar/negros/elpepusoc/20071018elpepisoc_6/Tes). Psicológicamente, no hay impedimento para aprender a relacionarse entre un aborigen y un alemán a la vez. Pero, políticamente, es un exabrupto restar recursos a la enseñanza del caucásico alemán para dirigirlos a la enseñanza del aborigen negro. Pues bien, los gobiernos deben dirigir recursos a la enseñanza de las etnias superiores, y sencillamente dejar morir a las etnias inferiores y minoritarias. Con eso, estaremos más cerca de la raza universal que nos permitirá integrarnos óptimamente en la aldea global.
Addendum 1: El autor de este texto no defiende las ideas racistas. Lo que quiero poner en primera línea es la pregunta de por qué nos parecen inaceptables las exposiciones racistas (y como la anterior: con un aire de (pseudo)progresismo), pero en cambio lo mismo aplicado a las lenguas es aceptado, alentado y defendido por pensadores, en principio, progresistas. Y lo bien que encajan las dos estructuras de discurso simplemente cambiando las palabras claves.
Addendum 2: Sé que la maldición de Noé simboliza más la deshonra del padre, la pérdida de su autoridad, que el hecho de la desnudez en sí. Permítaseme la licencia para la coherencia del texto.
La parodia que hace del profesor Andrade, lo hace ver como un burdo Nietzscheano racista("al débil hay que ayudarlo a perecer, hay que aniquilarlo...") y si bien, varias de sus ideas son harto discutibles y criticables, sostengo que no es una persona racista.
ResponderEliminarHola Gendrik, gracias por tu defensa.
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