sábado, 19 de diciembre de 2015

La Madre Teresa de Calcuta: ¿santa?

                    Hace unos días, el Papa Francisco anunció que en 2016 canonizaría a la Madre Teresa de Calcuta. No ha de sorprender. La Madre Teresa fue mercadeada como una de las grandes franquicias del catolicismo, y en tiempos en los que las iglesias de los países europeos se vacían, el Vaticano proyecta su futuro hacia el Tercer Mundo. En esta estrategia, canonizar por vía express a santos tercermundistas, es una táctica efectiva.
            Pero, además de ese motivo, no me sorprende que Francisco decida canonizar a la Madre Teresa, pues fue este mismo Papa quien, hace apenas algunos meses, dijo en una visita a Cuba (en la cual aduló a la dictadura comunista y rehusó reunirse con la disidencia) que es necesario amar a la pobreza como si fuera una madre. La Madre Teresa es uno de los mayores símbolos de ese amor a la pobreza que algunos círculos católicos profesan.

            Entiéndase bien: no es amor a los pobres, sino amor a la pobreza. No se trata de proteger a los pobres frente a la opresión por parte de los ricos, sino de valorar intrínsecamente la condición en la que se encuentran. En esto, la Madre Teresa fue campeona.
            Teresa recibió cuantiosas cantidades de dinero por parte de muchos contribuyentes famosos (algunos de los cuales fueron muy despreciables, como reseñaré más adelante). Pero, en vez de invertir esos recursos en soluciones sustentables para el problema de la pobreza, prefirió construir hospicios en condiciones miserables, precisamente para mantener a sus congregantes en absoluta pobreza. No incentivó el trabajo o el emprendimiento como escapatoria de la pobreza: promovió más bien la dependencia a la caridad, y el mantenimiento de condiciones paupérrimas. Obviamente, Teresa y sus monjas no fueron corruptas: nunca se quedaron con las grandiosas sumas de dinero que recibieron; nunca se hicieron ricas. Pero, así como nunca se hicieron ricas, quisieron que los miembros de sus comunidades siempre fueran miserables.
            Teresa no sólo cultivo la pobreza material, sino también la pobreza mental. En sus hospicios, promovía una mentalidad típicamente premoderna (incluso en cosas tan elementales como la falta de hábitos de higiene), aquella que, precisamente, es bastante responsable de la pobreza en el mundo. Y, su obsesión en contra de los métodos anticonceptivos contribuyó aún más a la pobreza, pues no hace falta ser un gurú del Club de Roma como para saber que, en países como India, los embarazos precoces no planificados son uno de los principales factores que inciden en el subdesarrollo.
            A decir verdad, Teresa es una gota en el mar. Su actitud es verdaderamente cristiana. Pues, desde sus propios inicios, se ha cultivado en esta religión el amor intrínseco a la pobreza que profesaba Teresa. Jesús, los ebionitas, los franciscanos, y muchos otros, no se han limitado a amar a los pobres, sino a la pobreza en sí misma. El despegue de la revolución industrial y el capitalismo no fueron posibles, hasta que se moderó esta actitud (o, al menos, se le dio un giro hacia la productividad, como ocurrió en el caso del calvinismo). Si hemos de criticar a Teresa por su actitud masoquista, no deberíamos concentrarnos exclusivamente en ella, y deberíamos reconocer que es el propio cristianismo el que ha promovido esta tradición. Ya Nietzsche lo supo advertir.
            Pero, al menos Jesús, los ebionitas y los franciscanos, amaron a la pobreza sin codearse con ricos corruptos. En cambio, Teresa no tuvo reparos en convenientemente elogiar a corruptos que obtuvieron fortunas de forma muy fraudulenta, y quisieron blanquear sus capitales donando grandes sumas a la monjita. Así, Teresa llenó de elogios a la nefasta familia Duvalier en Haití, con tal de recibir algunos fondos. Y, gente no corrupta, pero al menos sí tremendamente frívola, como la princesa Diana, no dudaron en fotografiarse con Teresa para capitalizar su imagen. El beneficio, por supuesto, era mutuo.
            Hoy sabemos, además, que Teresa aparentemente estaba consciente de que ella vivía una gran mentira. Algunos años después de su muerte, se publicaron algunos diarios en los cuales ella parecía manifestar dudas sobre la existencia de Dios. A partir de esto, alguna gente la ha calificado como “atea” (en cuyo caso, se estaría canonizando por primera vez a una persona atea; ¡¿quién dice que la Iglesia no se ajusta a los tiempos modernos?!).
Yo no diría eso. Teresa, una mujer nada dada al examen racional de las cosas, no sometió a consideración la cuestión de si Dios existe o no. Sencillamente, se daba cuenta de que su amigo imaginario no le respondía (como le ocurre a la abrumadora mayoría de la gente que reza sin recibir respuestas en su comunicación), y sentía un vacío en su vida. Aparentemente, se quejaba de que Cristo no se le apareciera, pero no creo que ella llegó al punto de creer que su vida estaba basada en una gran mentira, y que el señor barbudo de los cielos es tan imaginario como el unicornio.
En todo caso, aun si Teresa sí hubiera sido atea, yo no la reprocharía demasiado. El dilema moral del cura ateo es bastante conocido: yo ya no creo en estas cosas, ¿pero hago bien en quitarle esta ilusión a mis feligreses? Miguel de Unamuno, en su célebre San Manuel Bueno, Mártir, esbozaba la opinión de que, para un cura, no es un gran crimen seguir cultivando la ilusión, pues la ilusión evita la desesperación. Vale. El problema, no obstante, es que Teresa parecía cultivar esta ilusión, no para mantener la felicidad del pueblo (como sí lo hacía el personaje de Unamuno), sino más bien, para seguir mortificándolos con el amor masoquista de la pobreza.

8 comentarios:

  1. Otro detalle también que no mencionaste (no se que tan cierto es) es que también apoyó al dictador albanés Enver Hoxha (en un tiempo en que católicos y comunistas casi que se odiaban a muerte!!!!).

    Ademas por lo que he oído unas pocas ordenes católicas (como los dominicos que fundaron universidades y no estoy seguro si los jesuitas tambien) y los cultos protestantes fueron un poco mas abiertos y progresistas, aqui un analisis de los protestantes, no se que opine: josueferrer.com/2015/02/18/protestantes/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto, olvidé lo de Hoxha. Pero, yo no la reprocharía tanto por eso. Sí, el dictador era nefasto, pero al menos, mientras Juan Pablo II estaba obsesionado con los países comunistas, Teresa abría una posibilidad de diálogo con Albania.

      Eliminar
    2. Oye, ¿y que piensas del análisis de los cultos protestantes que esta en el link de mi comentario?

      Eliminar
  2. Una pregunta: Teresa amaba la pobreza o su marco de referencia forjado en su historia personal al fuego de la interacción natura-nurtura no le permitió ver los hechos de otro modo? Una digresión: me cuestiono sobre si ha sido positivo que el capitalismo y la rev. Industrial hayan marcado el ritmo por encima de la austeridad, hoy estamos pagando la factura de seguir un camino de producción que distorsiona gravemente el equilibrio ecológico-climático del planeta. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. 1. Las acciones y palabras de Teresa dejan bastante claro que ella sí amaba la pobreza intrínsecamente, al modo masoquista. En realidad, no es algo tan aberrante, pues las bases doctrinales del cristianismo desde sus propios inicios cultiva esto.
      2. El capitalismo no es un sistema perfecto; obviamente ha tenido muchas desventajas, entre ellas, los daños ecológicos que mencionas. Pero, en balance, opino que ha sido bastante beneficioso para la humanidad.

      Eliminar
  3. Una pregunta: Teresa amaba la pobreza o su marco de referencia forjado en su historia personal al fuego de la interacción natura-nurtura no le permitió ver los hechos de otro modo? Una digresión: me cuestiono sobre si ha sido positivo que el capitalismo y la rev. Industrial hayan marcado el ritmo por encima de la austeridad, hoy estamos pagando la factura de seguir un camino de producción que distorsiona gravemente el equilibrio ecológico-climático del planeta. Gracias.

    ResponderEliminar
  4. La gran revolución eclesial de este siglo será un cristianismo tercermundista, ya no tanto basado en lo que estamos acostumbrados. El Jesús de la Misericordia, Lourdes o los relatos evangélicos. El nuevo cristianismo será uno preocupado por la "cuestión social" lleno de visos de panteísmo y de mucha neoteología liberacionista. Todas las enciclicas de Francisco son una premonición de ello. Es definitivamente malo para el Mundo que el marxismo, que es pseudo-ciencia se mezcle con la religión siendo esta tan mística porque le reviste de una fuerza que ya no puede ser disminuida por la mera razón porque precisamente la fe le reviste de un nuevo matiz moralizante y eso le aporta cierta "infalibilidad"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy bien, pero ¿qué tiene que ver todo eso que escribes con Teresa?

      Eliminar