El
Estado de Israel se proclama a sí mismo como “democrático y judío”. ¿Es posible
tal cosa? En principio, no. Israel pretende la cuadratura del círculo. La
democracia es, en su nivel más básico, el gobierno del pueblo. Pero, en un
nivel más profundo, la democracia exige laicismo. Eso implica que ninguna
confesión religiosa puede tener privilegios estatales. Puede argumentarse que
un Estado judío no es propiamente confesional, pues el ser judío es una
condición étnica, no religiosa. Pero, la laicidad se extiende también a los
privilegios étnicos. En su pretensión de ser un Estado judío, Israel no es una
teocracia, pero sí es una etnocracia.
Los políticos israelíes tratan de
escudarse, alegando que, si bien Israel es un Estado judío, los ciudadanos
árabes gozan de plenos derechos, que incluso, les son negados en los propios
países árabes. Es cierto que, en Israel, los árabes tienen derechos que un
ciudadano común no tendría en un país árabe. Pero, con todo, siguen siendo
ciudadanos de segunda, y no tienen acceso a algunos derechos que los judíos sí
tienen. Un árabe no se ve representado en un Estado que oficialmente se
considera de etnicidad judía. Esto quizás es demasiado abstracto, pero hay
plenitud de implicaciones prácticas: un ciudadano árabe no puede extender
ciudadanía o residencia a su cónyuge, si ésta procede de un país árabe. Un
ciudadano árabe puede ser rechazado en las fuerzas armadas, y esto implica no
tener acceso a muchos trabajos que exigen haber cumplido el servicio militar. Y
así, muchos otros casos.
Esto es una monstruosidad. Pero,
cuando se trata del Estado de Israel, entiendo las razones, e incluso, creo que
es un sano debate plantearse si puede haber alguna justificación. El Estado de
Israel se creó bajo la premisa nacionalista de que cada nación debe tener su
propio Estado. Este nacionalismo ha resultado muy trágico en muchas regiones
del mundo, pues ha hecho que las minorías étnicas en cada uno de esos Estados
nacionales sean discriminadas. Pero, el nacionalismo israelí obedeció también a
otros factores: los primeros sionistas, con Theodore Herzl a la cabeza, idearon
el Estado de Israel como una forma de asegurarse de que los judíos no fueran
más nunca minoría en un país, y por ende, no sufrieran más las persecuciones de
los últimos veinte siglos (el Holocausto, si bien fue la cumbre de esa historia
de persecución, de ninguna manera fue el primer suceso persecutorio
anti-semita).
Israel se declara un Estado judío
porque quiere asegurarse de que los judíos sean siempre mayoría. Israel está
dispuesto a tolerar a los no judíos con plenos derechos civiles, pero estos
no judíos deben ser siempre minoría. ¿Cuán grande puede ser esta minoría?
Tradicionalmente, los políticos israelíes asumen que lo tolerable es el 20%. Un
porcentaje superior, estiman, colocaría en riesgo la seguridad de Israel frente
a los países vecinos árabes, quienes desde el inicio fueron hostiles. Las
políticas discriminatorias contra los ciudadanos árabes son, en buena medida, un
intento por mantenerlos en ese límite de 20%, y conservar así la seguridad.
Cuando un país asume deliberadamente
políticas para frenar el crecimiento demográfico de minorías étnicas, no
estamos frente a una democracia. Pero, a mi juicio, Israel debería sincerarse,
y dejar muy claro ante el mundo que, mientras sus países vecinos no sean
democracias y sigan representando una amenaza a la existencia de Israel, este
país no puede darse el lujo de tener una democracia. La democracia es un
sistema altamente estimable, pero hay contextos en los cuales se puede volver
muy peligrosa. Ese peligro está, sobre todo, cuando existe la posibilidad de
convertirse en una “tiranía de las mayorías”. En el caso de Israel, si el juego
democrático permite que los ciudadanos árabes se conviertan en mayoría, sí me
temo que el peligro está latente.
Este peligro es aún mayor si, en vez
de buscarse dos Estados (Palestina e Israel), se conforma un solo Estado, con
la población judía y árabe de Israel, la población árabe de los territorios
ocupados, y sobre todo, el regreso de los refugiados árabes alojados en
Jordania, Siria y Líbano.
Un punto muy espinoso en el proceso de
paz en la región es el regreso de los exiliados palestinos que tuvieron que
abandonar su tierra en 1948. Independientemente de quién fue el responsable de
aquella tragedia (es un tema muy debatido), lo sensato es admitir que los
refugiados tienen derecho al retorno (muy por encima, además, por ejemplo, de
un judío ruso que, según la ley israelí, automáticamente puede convertirse en
ciudadano). Pero, si esos refugiados vuelven, eso con toda probabilidad será
una catástrofe para Israel. Cabe sospechar que ese torrente de inmigración
árabe buscará la expulsión de los judíos. Desde la creación de Israel, todos los
países árabes han expulsado a sus ciudadanos judíos; cabe presumir que, si
Israel se convierte en un país de mayoría árabe, los judíos de ese país también
serán expulsados. Más aún, tanto los refugiados que viven en los campamentos,
como la población árabe de los territorios ocupados (sobre todo Gaza), tiene un
enorme resentimiento contra Israel y los judíos (comprensiblemente, cabe
admitir), y es previsible que, en ese resentimiento, no estarán dispuestos a
convivir pacíficamente con los judíos.
Así pues, en mi opinión, Israel tiene
por delante dos grandes retos. El primero, como he mencionado, es sincerarse
ante el mundo, y sostener que, en tanto Estado judío (una etnocracia), no puede
ser considerado una democracia liberal. Pero, si quiere conservar alguna
semblanza democrática ante el mundo, y evitar un apartheid en pleno sentido, debe desocupar Gaza y Cisjordania por
completo. Tarde o temprano, la presión internacional hará que Israel tenga que
extender ciudadanía a los árabes de esos territorios, pues el mundo ya está
cansándose de esa ocupación. Si se extiende ciudadanía a esos árabes, el
balance demográfico se quebrará, y sucederá la catástrofe que tanto temen. Si
Israel quiere mantener a los ciudadanos árabes en el 20%, debe desentenderse de
ese torrente adicional de potenciales ciudadanos que viven en los territorios
ocupados.
Aunque me doy cuenta de que hay algunos conceptos problemáticos en la base de la cuestión planteada, entiendo y veo que hay un dilema para Israel en su definición política, y aunque la salida que propones es también problemática, no deja de ser realista y factible. Y en política a veces lo factible tiene más posibilidades de llevarse a cabo que lo deseable o lo mejor. O lo simplemente bueno. Yendo a lo primero que decía, sobre los conceptos problemáticos en la base de la cuestión, diría que veo estos:
ResponderEliminara. "La democracia exige laicismo." Pienso que no. La democracia exige acuerdos entre hombre libres. Si esos acuerdos son laicistas o no, o lo son en parte, mayor o menos, dependerá justamente de las condiciones de negociación. Pero en principio, si todos se sienten representados en la definición, es democrático, así sea laicista o así no lo sea, o así lo sea en parte. Es como en una asociación libre de individuos: si la asociación dice que se constituye para leer literatura inglesa, entonces pertenecerán a ella todos los que estén de acuerdo con eso, y los que no quedarán fuera. Es un acuerdo libre: nadie te obliga a participar, pero hay condiciones. Si puedes ampliar las condiciones sin violar la integridad original de la constitución, chévere. Si no, pal autobús.
2. "La laicidad se extiende a los privilegios étnicos". Creo que es un concepto complicado. Todas las constituciones americanas empiezan por definir quienes son ciudadanos de la república, y generalmente dicen cosas como "son [o se consideran] venezolanos por nacimiento los nacidos en tal y tal, los de padre venezolano, los que nacen en Cúcuta y son palanqueados para presidente, los que solicitan esa nacionalidad en un momento de sus vidas, los que pagan para tener la cédula, etc., etc. etc." De modo que la etnicidad es un tema clave de quienes componen el conjunto político de una totalidad humana, y por ende, será un tema clave de lo democrático. Diría que lejos de estar excluida, la etnicidad es un elemento importante, porque a una colectividad democrática no le son indiferente -y creo que no debieran serlo- las claves culturales de aquél que espera ser su ciudadano.
3. " El Estado de Israel se creó bajo la premisa nacionalista de que cada nación debe tener su propio Estado". Esto no es exactamente así. El Estado de Israel se creó en buena parte por y bajo los principios del sionismo, y esos principios establecen que los judíos que lo deseen pueden y tienen derecho a poseer su propio Estado. No es que cada nación deba tener su propio Estado, sino que los individuos de una nación que no tenga Estado, si lo desean, tienen derecho a construir un Estado. Otra cosa es dónde lo vas a construir, pero el cómo desde un principio se basaba en derechos. El Estado de Israel, en esto, es hijo de la noción de los derechos humanos, que salió de ese funesto acontecimiento llamado la Revolución Francesa, la cual tuvo muchas consecuencias funestas, pero también algunas buenas, como en este caso, algunos derechos humanos, así como el desarrollo de la bicicleta y del sistema métrico decimal.
Esos tres aspectos, si son revisados, creo que cambian en algo las premisas del problema. Sigue siendo, como decía antes, un problema dilemático, sobre todo con la bomba demográfica que significa el crecimiento de la población árabe en Israel y los territorios palestinos ocupados. Surge aquí la paradoja: para mantener su status de país con derechos ciudadanos avanzados, Israel se vería en la necesidad de suspender sus derechos ciudadanos avanzados. ¿Saldrá incólume de esa paradoja? Es la gran pregunta que se hacen muchos, cada día más, en la sociedad israelí.
Gracias por el comentario.
Eliminar1. Yo sí pienso que la democracia exige laicismo. La única forma en que no, es que UNÁNIMENTE, los miembros de la sociedad acepten el carácter confesional. Pero, basta que haya uno que no quiera que el Estado sea confesional, para que se convierta en una tiranía de las mayorías que impone a las minorías en la esfera pública el predominio de la religión mayoritaria.
2. Es cierto que Israel no es la única etnocracia del mundo. Pero, eso no es suficiente justificación para seguir siéndolo. También es cierto que muchos países tratan de definir el carácter nacional. Pero, a mi juicio, la mejor forma de hacer eso es con el modelo republicano francés, o el modelo del "melting pot" americano: ciudadanos son los que nacen en el seuelo, y se asimilan a la cultura nacional, independientemente de los orígenes étnicos.
Ciertamente Israel vive la tremenda paradoja que Ud. señala. Como yo digo en el blog, me parece que la mejor manera de solucionar eso es, sencillamente, dar independencia a los territorios ocupados, permitir a los palestinos su Estado. Queda aún el tema del derecho del retorno: en efecto, si esos refugiados regresan, los judíos serán minoría, e Israel desaparecerá como Estado que garantiza la seguridad de los judíos. Es, como Ud. dice, un tremendo dilema.
Discrepo algo Gabriel. Estoy de acuerdo, respecto de que debería crearse un Estado Palestino (aunque si fuera controlado por una fuerza como Hamás, difícilmente conduciría a un rumbo pacífico para Israel).
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con tu caracterización de la democracia. Tu identificación de democracia con "laicismo", entendiéndose "laicismo" por un tipo de "igualdad", es, creo yo, nematológico (quiero decir, ideológico). Cualquier tipo de caracterización en base a la noción de "igualdad" lo sería: un marxista te diría que no "hay democracias capitalistas" (y de hecho lo dicen) porque no hay "igualdad" en cuanto a la propiedad de los medios de producción, la detentan unos y "todos". Yo optaría por la caracterización más "tecnológica" de democracia, basada en la recurrencia de elecciones, partidos políticos, consenso democrático, etc.
En cuanto el tema de la homogeneidad/heterogeneidad étnica, yo no creo que el modelo de "melting pot" sea asimilable a toda sociedad política, por la misma razón por la que no creo en "milagros" como la "implantación", de la democracia liberal, la "american way of life", o el izquierdismo financiero de Soros, en Oriente Medio.
Cuando di el ejemplo marxiano, quise decir que la *detentan unos y NO "todos".
EliminarHola Ilich. Yo no creo que una democracia pueda ser definida a partir de una recurrencia de elecciones. Una mayoría puede elegir a un gobernante que, con todo, se comporta como un tirano. Más aún, sí creo que la verdadera democracia necesita ser laica. Una mayoría puede acudir a las urnas y decidir democráticamente imponer su religión a la minoría. Eso sería despótico, aún si se obedece al dictamen de la mayoría. Para prevenir el peligro de la "tiranía de la mayoría" que siempre lleva la democracia, es necesario asegurarse de que el Estado sea laico.
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