Al gobierno venezolano le gusta
mucho hablar a favor de los inmigrantes latinoamericanos en EE.UU. y España,
pero al mismo tiempo, ordena deportaciones masivas de colombianos. En mis
viajes por la frontera colombo-venezolana, lo he podido constatar directamente.
Esto se ha hecho más común en estos últimos años, cuando los colombianos vienen
a comprar mercancías subsidiadas en Venezuela, y se las llevan a venderlas a su
precio real en Colombia.
En principio, yo favorezco la
inmigración abierta. Los argumentos nacionalistas, según los cuales, la
diversidad étnica es peligrosa, y los extranjeros perjudican el carácter
nacional de un país, son claramente falaces y reprochables. Pero, hago el matiz
que hacía Milton Friedman: la inmigración abierta es incompatible con el estado
de bienestar. Así pues, mi oposición parcial a la inmigración abierta es
puramente económica.
Yo no temo que la fuerza laboral
extranjera desplace a los trabajadores nacionales. Al contrario, eso me parece
muy positivo, pues hace el mercado mucho más competitivo, y por ende, aumenta
el aparato productivo de un país. El gringo sabe que el chicano cobra menos por
el mismo trabajo, y eso lo impulsa a mejorar sus destrezas laborales, a fin de
que el patrón lo contrate a él, y no al inmigrante.
Mi oposición a la inmigración
abierta obedece a una razón más sencilla: si los contribuyentes fiscales de un
país construyen un estado de bienestar, tienen la expectativa de que sean ellos
mismos quienes lo disfruten. Un inmigrante recién llegado, que no ha aportado
ningún impuesto, pero que se aprovecha del estado de bienestar, es claramente
un parásito. La inmigración abierta hace un gran favor a la economía de un
país, incorporando fuerza laboral y haciendo más competitivos los mercados,
pero si y sólo si, esa fuerza laboral no tiene la oportunidad de ser parásita
del estado de bienestar que otros han construido.
Los “bachaqueros” colombianos que
vienen a Venezuela son claramente parásitos: se aprovechan de los subsidios que
el gobierno venezolano coloca a las mercancías. Esos bachaqueros no han
aportado nada al fisco, y hacen ganancias con los aportes fiscales que los
venezolanos sí hemos hecho. El gobierno busca deportarlos, justificadamente,
porque son parásitos.
Ahora bien, esto aplica no sólo a
los bachaqueros colombianos en Venezuela, sino a cualquier inmigrante que viaja
a otro país, y recibe gratis un servicio para el cual no ha contribuido nada.
Son igualmente parásitos. A diferencia de los bachaqueros, muchos de estos
inmigrantes se quedan en el propio país, de forma tal que podría haber más
justificación para que ellos reciban los beneficios del estado de bienestar.
Pero, sigue siendo problemático que un inmigrante reciba los beneficios de un
estado de bienestar construido por los contribuyentes en el pasado (ancestros
de los actuales ciudadanos), mientras que los propios ancestros del inmigrante
no aportaron nada.
Yo no propongo desmontar el estado
de bienestar por completo. Pero, sí exhorto a mantener presente el axioma según
el cual, el estado de bienestar es incompatible con la inmigración abierta. Y,
en ese sentido, es prudente mantener una proporción. Para poder aflojar las
restricciones migratorias, es necesario contraer el estado de bienestar; y a la
inversa, para poder expandir el estado de bienestar, es necesario restringir la
inmigración.
Para la gente que no somos de allá y entendamos mejor el ejemplo ¿Qué son los bachaqueros (Supongo que grupos de inmigrantes especialmente conflictivos)? ¿Y esos subsidios venezolanos que mencionas?
ResponderEliminarNo, bachaquero (el nombre proviene de "bachaco", el nombre que se le da en Venezuela y este de Colombia a la hormiga cortadora de hojas) es en la jerga local sinónimo de contrabandista, y no se le aplica ese apelativo exclusivamente a los inmigrantes.
EliminarLos subsidios a los que se refiere Andrade son los productos de la cesta básica cuyos precios están regulados por el estado, razón por las cual escasean; por ello son el objetivo principal del contrabando. También, como mencionan en el artículo, entre los rublos regulados por el gobierno (en realidad desde hace muchos años) está la gasolina.
Supongo que todo depende de qué se entiende por Estado de Bienestar. A mí personalmente me parece problemática la noción inmigración abierta, pues considero que es potestad del Estado la regulación de su propio territorio. De todas formas, y en consonancia con la temática planteada, existen estudios que señalan que la contribución de los inmigrantes en muchos casos es superior a los servicios que reciben departe del Estado. Así pues supongo que todo tiene que ver con el tipo de Estado, el tipo de inmigrantes, las condiciones económicas y otras variables culturales (v. gr: el cosmopolitismo o el etnocentrismo racista, etc.) que puedan estar en juego
EliminarLuciano, gracias por ofrecer la aclaratoria.
EliminarCamilus, es cierto que el aporte de los inmigrantes puede ser superior a los servicios que reciben. Pero, como bien dices, depende del caso. En Venezuela, el Estado de bienestar es tan extenso, que es muy fácil para un inmigrante aprovecharse, y llevarse los beneficios de vuelta a su país, sin aportar absolutamente nada.
EliminarTeniendo en cuenta los tipos de Estado de Bienestar que desarrolla Esping-Andersen, a mi me parece que el Gobierno de tipo populista promueve un Estado del tipo liberal-residual, en el cual los subsidios son pocos y están dirigidos principlamente hacia los sectores más bajos. Claro, que el populismo es algo diferente a la propuesta de Sping-Andersen, pero a mi juicio ese es el tipo de Estado que más se le asemeja. Por lo menos en Argentina, las grandes políticas del Gobierno están dirigidas a la construcción de una red de relaciones de tipo clientelista, para asegurarse de este modo (antidemocrático) el voto de tales sectores. Esto trae como consecuencia el que cada vez más parte de los sectores sociales restantes consideren al Gobierno populista como una seria amenaza en contra de la República. ¿Ocurre lo mismo en Venezuela? Visto a la distancia a uno le sorprenden las represiones a las manifestaciones de descontento, los altos índices de inseguridad (que dan testimonio de un Estado ausente) y el hecho de que al presidente Maduro se le otorguen poderes especiales, en contra de las instituciones republicanas
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