viernes, 20 de febrero de 2015

Externalidades positivas, impuestos, wifi y vacunas



            Recientemente debatí en privado con el filósofo Andrés Carmona a propósito de los impuestos. Él, desde su postura política de izquierda, defiende un Estado de bienestar que se sostenga con impuestos para cosas como la salud y la educación. Mi corazón lo acompaña, y si he de votar, lo haría por un político que proponga estas cosas. Pero, cuando me pica el gusano filosófico, me entra alguna inquietud. Pues, la lectura de los libros de Robert Nozick y otros libertarios ha causado gran impacto en mí, y creo que nadie hasta ahora ha dado una respuesta satisfactoria a sus argumentos.


            El argumento de Nozick es básicamente éste: los impuestos son una forma de esclavitud. En el debate, Carmona decía que todo depende de lo que entendamos por “esclavitud”, y así, en su criterio, los impuestos del Estado de bienestar no constituyen una forma de esclavitud. Pero, a mí me parece que “esclavitud” tiene una definición muy precisa: trabajo forzado. El impuesto es una variante de la esclavitud, pues si bien no obliga a nadie a trabajar, sí obliga a la gente a entregar parte del fruto de su trabajo. Aun si esos frutos del trabajo se destinan a cosas buenas (como, por ejemplo, todos los beneficios del Estado de bienestar), no por ello deja de ser esclavitud. Si en vez de construir pirámides para la vanidad de los faraones, los trabajadores egipcios hubiesen construido hospitales cuyos servicios el pueblo hubiese disfrutado, eso no haría que esos trabajadores dejasen de ser esclavos. Habrían seguido siendo esclavos, pues se les depredaba de su trabajo. El contribuyente fiscal al Estado de bienestar es esclavo, pues se le depreda del fruto de su trabajo.
            Carmona luego invocó un argumento muy interesante: el de las externalidades positivas. He escuchado este argumento en otras ocasiones. Es el siguiente: hay ciertos servicios que todos disfrutamos (como la educación y la salud), pero si se el Estado dejase de cobrar impuestos, no sería posible sostenerlos. No obstante, no se puede dejar al criterio de cada quien si se paga o no, pues si sólo unos pagan estos servicios, otros se aprovecharían, y habría una relación de parasitismo. Aun si una persona no recibe directamente educación, se beneficia de ella, pues al vivir en una sociedad con mayor nivel de educación, mejora su nivel de vida. Si esa persona no pagase impuestos, se estaría aprovechando de los demás, al recibir un beneficio sin pagarlo, mientras que los otros sí lo pagan.
            A simple vista, es un argumento razonable. Pero, a mí no me convence. De hecho, ha habido filósofos que le han encontrado algunas fallas. David Hume, por ejemplo, vivió un caso personalmente: tenía una casa en Edimburgo, y la alquiló a un inquilino. Este inquilino decidió que había que hacer unos arreglos, los hizo, y luego los cobró a Hume. El filósofo reclamó que él no había pedido esos arreglos, y por ende, no debía nada. El caso fue a un tribunal, y al final, el juez dio la razón a Hume. Lo importante a destacar acá es que, aun si Hume salió beneficiado con los arreglos, él no los pidió. Y, en vista de que no hubo consenso, no hay justificación moral para cobrarle.
            Algo similar pasa con los impuestos y las externalidades positivas. Sí, la educación pública beneficia a todos los que viven en esa sociedad, aun quienes no la reciben directamente. Pero, esa gente no ha pedido disfrutar de ese servicio. Y, esa ausencia de consenso hace muy difícil justificar el cobro.
            Consideremos un caso más emblemático, uno que se discute frecuentemente al tratar el tema de las externalidades positivas: el wifi en un edificio. El wifi es un ejemplo paradigmático de externalidad positiva, pues si no está protegido con una clave, muy fácilmente, permite que un gorrón se conecte gratis, mientras que el propietario del aparato debe correr con los gastos. Es parasitismo puro y duro. Ahora bien, aun en el caso de que yo me haya beneficiado del wifi gratis de mi vecino en alguna ocasión, ¿tiene mi vecino el derecho a venir a cobrarme porque yo me he aprovechado de él? Yo diría enfáticamente que no.
            Hay, por supuesto, casos en los que yo sí daría la razón a Carmona. El mismo Nozick dice que la seguridad genera externalidades positivas (es fácil gozar de seguridad policial cuando otros la pagan), y por ello, Nozick sí justifica el cobro de impuestos para mantener un Estado que ofrezca seguridad. Un caso aún más emblemático, me parece, es el de las vacunas: hay gente (curiosamente, los más pijos) que no se vacuna, pero si un 95% de la población está vacunada, este 5% restante de la población, aun no estando vacunada, igualmente queda protegida con la inmunidad grupal. Este 5% es obviamente una sarta de gorrones. En asuntos de vacunas, yo no soy partidario de respetar el criterio de cada quien.
            Ahora bien, la pregunta fundamental es: ¿es el Estado de bienestar más parecido a los casos de las vacunas, o a los casos del wifi gratis? Yo diría que, por lo general, es más parecido a los casos del wifi gratis. Por lo menos  en el país en el cual vivo, el Estado ofrece un montón de cosas que no son cuestión de vida o muerte, y que yo no he solicitado, pero para lo cual igualmente me cobra impuestos.
            Por último, quisiera considerar una objeción que se podrá levantar. Alguien dirá que es falso que yo no haya solicitado las cosas que me ofrece el Estado. Con elecciones democráticas, se me consulta, y cuando la mayoría aprueba a tal candidato, indirectamente está aprobando el deseo de que el Estado me ofrezca esto o aquello. Este argumento resulta peligroso, pues puede avalar una tiranía de las mayorías, y sospecho que en esto, Carmona sí estará de acuerdo conmigo. Puede ser que, en mi edificio, haya diez vecinos propietarios de wifi, y sólo dos sin wifi. Aun si los diez vecinos votan a favor de cobrar a los otros dos vecinos debido a la externalidad positiva, esa mayoría no tiene el derecho de imponer el cobro a los otros dos vecinos.
            En fin, como he dicho, a nivel práctico, yo tengo más simpatías por los políticos que ofrecen el Estado de bienestar, que por los políticos insensibles que no les importa que los más pobres queden desamparados. Pero, a nivel filosófico, no creo que el argumento de las externalidades positivas sea muy contundente, y creo que el reto de Nozick y otros libertarios sigue vigente.

5 comentarios: