miércoles, 1 de junio de 2011

En contra de la babelización



La historia de la Torre de Babel en el Génesis es, por supuesto, un mito. Pero, como muchos mitos, puede dejarnos una enseñanza importante. Dios castigó a los hombres. Pero, esta vez, no les envió azufre o un diluvio, sino la confusión de las lenguas. El relato tiene dos moralejas, una inaceptable, la otra aceptable. La moraleja inaceptable es que los hombres no deben pecar de orgullo. Me parece que esa moraleja es inaceptable porque, soy de la opinión de que debemos potenciar al máximo la tecnología, y eso lleva consigo cierto orgullo. La moraleja aceptable es que la diversidad lingüística no es algo beneficioso.

Hoy, la moda intelectual es alejarse de la enseñanza del mito de Babel, y enaltecer a toda costa la diversidad lingüística. Casi todos los Estados hacen esfuerzos por rescatar lenguas que, en muchas ocasiones, apenan cuentan con una docena de parlantes. En eso, se invierten cuantiosas sumas de dinero que, por supuesto, podrían ser más bien destinadas a la construcción de represas, carreteras y hospitales.

Ha habido algunos filósofos y lingüistas, no obstante, que desde un inicio se opusieron al enaltecimiento de la babelización del mundo. Estos filósofos vieron mucho más conveniente que la humanidad entera asumiera una lengua común. Algunos de ellos, como Leibniz y John Wilkins, diseñaron lenguajes artificiales con la esperanza de que representaran el mundo óptimamente mediante una estructura lógica muy bien organizada, y todos los habitantes del planeta eventualmente asumieran esta lengua universal.

Otros, crearon lenguas artificiales que guardaran cierta semblanza a las lenguas existentes, con la esperanza de que fueran más fácilmente aprehendidas por la humanidad entera. A estos esfuerzos debemos la creación de lenguas como el esperanto y el interlingua.

Una lengua universal, hablada por todos los habitantes del planeta, es un sueño por el cual vale la pena entusiasmarse. Con esa lengua, podrá completarse el proceso de globalización que desembocará en una conciencia universal de la especie, y será antídoto de los racismos y xenofobias que tanto explotan las particularidades culturales. Gracias a la lengua universal, los hombres podrán expandir redes comerciales, ampliar perspectivas, compartir conocimientos; en fin, podrán comunicarse mejor.

No deja de ser cierto que los proyectos de los lenguajes artificiales de Leibniz y Wilkins no han prosperado, y hasta ahora, son quiméricos. Algo similar podemos enunciar respecto al esperanto o al interlingua. Pero, precisamente por eso, debemos tomar conciencia de que el inglés es la lengua viva que más posibilidades tiene de convertirse en una lengua universal. Y, en función de ello, su enseñanza debe ser privilegiada por encima de cualquier otra.

Me entristece ver cómo en muchos países de América Latina hay una obsesión con preservar lenguas que casi no cumplen funciones. Las lenguas son mecanismos de comunicación, y como tal, son aparatos tecnológicos. Un gobierno debe privilegiar el uso de aquellos aparatos tecnológicos que sirvan para algo. Cuando una lengua es hablada por apenas diez personas, es ya obsoleta. Y, así como es obsoleto que un gobierna promueva el aprendizaje y uso de, supongamos, el telégrafo en la era del internet, es obsoleto que un gobierno promueva el aprendizaje del añú por encima del inglés, el mandarín o el árabe, idiomas que tienen la capacidad de convertirse en lenguas universales. El añú sirve para comunicarse con no más de diez personas, el mandarín sirve para comunicarse con más de mil millones de personas.

La educación intercultural bilingüe de las comunidades indígenas me parece muy loable. Pero, la segunda lengua que debe enseñarse no son las lenguas indígenas, sino las lenguas que tienen el potencial de convertirse en universales. He tenido amigos indígenas que piden a gritos que sus hijos aprendan inglés, en vez de wayunaiki. Y, los motivos son perfectamente comprensibles: el aprendizaje del inglés les permitirá hacer negocios, leer libros de medicina y ingeniería, etc. El aprendizaje del wayunaiki les servirá para mantener una tradición que, seguramente, los mantendrá encasillados.

Psicológicamente, por supuesto, no hay obstáculo para que una persona hable muchos idiomas. En el siglo XIX, el cardenal Giuseppe Mezzofanti deslumbraba con su capacidad para hablar más de treinta lenguas. Así, los indígenas pueden aprender castellano, inglés, y la lengua de sus ancestros. Pero, políticamente, cada peso invertido en el aprendizaje de una lengua indígena es un peso menos destinado a la enseñanza de una lengua con potencial universal. Psicológicamente, no hay impedimento para aprender a usar el telégrafo y el internet a la vez. Pero, políticamente, es un exabrupto restar recursos a la enseñanza del internet para dirigirlos a la enseñanza del telégrafo. Pues bien, los gobiernos deben dirigir recursos a la enseñanza de lenguas habladas por muchas personas, y sencillamente dejar morir a las lenguas habladas por un puñado. Con eso, estaremos más cerca del lenguaje universal que nos permitirá integrarnos óptimamente en la aldea global.

4 comentarios:

  1. Una solución que me luce razonable es que los hablantes de una lengua puedan tener los medios para conservarla y para legarla a sus sucesores, sin que eso signifique imponerla a quienes no la hablan (como hacen en alguna comunidad española, según tengo entendido). Hay algo triste en esa clase de noticia como: "La última persona que habla la lengua tal y tal tiene ochenta y cuatro años". Cuando esa persona muera, su lengua, la lengua que habló su pueblo, sus antepasados, morirá con ella. Claro que ha pasado eso con cientos de pueblos en la humanidad, pero con cada lengua que muere, se va también una forma de comprender mundo, una morada del ser, como ha llamado a la palabra Martín Heidegger. Todas las visiones del mundo son necesarias, pero el mandarín o el inglés no creo que van a enseñarnos más de la naturaleza que nos rodea que el wayuu o el castellano maracucho, que al menos tras cuatro o cinco siglos, ya traduce algo de la condición en que vivimos. Porque una lengua se modela también con el espacio en que vive la gente que la habla. Yo amo la lengua árabe, pero soy el primero en admitir que para nosotros no tiene 'utilidad' (si ese es el criterio) sabernos más de cien nombres para un animal -el camello- que no existe en nuestro medio. Esta bien tener una lengua internacional. Eso facilitaba las cosas en el imperio romano, en el medioevo, y hoy. Pero que adoptar excelentemente una lengua foránea 'útil' no nos haga olvidar a aquellas lenguas que son parte de nuestro legado histórico, ni menos aún al acento maracucho rajao con el cual somos, actuamos y realizamos nuestro ser, en el mundo.

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  2. Gracias por su valioso comentario. Varios lingüistas estarían en contra de que la lengua es una "forma de comprender el mundo". Detrás de todas las lenguas hay una gramática universal. Pero, en todo caso, yo NO apoyo la enseñanza de lenguas minoritarias, con el puro fin de preservarlas. Los wayúu se beneficiarían mucho más aprendiendo inglés o mandarín, que aprendiendo wayunaiiki. El inglés y el mandarín les permitirá leer libros de muchas áreas, hacer negocio,s etc. ¿De qué les servirá aprender el wayunaiiki? En vez de dirigir recursos a la educación intercultural bilingüe castellano-wayunaiki, deberían dirigirse recursos a la educación intercultural bilingüe castellano-inglés (o mandarín).

    El ex-presidente de la RAE, Gregorio Salvador, comparte mi opinión: http://www.abc.es/hemeroteca/historico-19-01-2005/abc/Opinion/lenguas-minusculas_2088758188.html

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  3. Yo apoyo que se conserven las lenguas ya que como lo veo yo es una forma de fomentar la cohesión social y el sentido de pertenencia (osea ir de lo micro primero y después a lo macro). A propósito de lo que dije anteriormente en la UE muchos países aun conservan sus lenguas de origen y un caso de conservacion y restauracion de lengua más concreto que es el del idioma hebreo.
    Osea que cada pueblo conserve su lengua (intra) y use las lenguas francas para comunivarse con foráneos (ínter)

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    1. Hola, yo he cambiado mis opiniones desde que escribí esto. Pero, sigo sosteniendo que un Estado no debe promover artificialmente una lengua que ya viene en desuso. Las lenguas débiles deben morir pacíficamente. Ciertamente el hebreo ha sido un caso de restauración exitosa, pero insisto, opino que los políticos deben permitir el libre flujo de las lenguas, y si una lengua ya viene en desuso, no debe haber políticas linguísticas para rescatarla mediante subsidios y decretos. El problema con el Estado que fomenta cohesión social y sentido de pertenencia es que, muy rápidamente, se vuelve opresivo, imponiendo a la gente un sentido de pertenencia que no todo el mundo quiere tener, tal como suele suceder con el nacionalismo.

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