Querida
Belén:
Me ha gustado mucho el dibujo que me
enviaste de Agustín, el hermano mayor del pequeño Eduardo. Agustín siempre me
ha parecido un niño estupendo, y ciertamente, su dibujo reflejando a su
familia, es muy tierno. Pareciera que los niños no se cansan de dibujar. Aun si
la abrumadora mayoría no llegarán a ser pintores, el dibujo es muy bueno.
Dibujar estimula aquello que los psicólogos llaman la motricidad fina, es decir, el movimiento con los dedos para hacer
cosas detalladas.
A los psicólogos también les
interesa el dibujo de los niños, porque posiblemente esos dibujos reflejan sus
condiciones. Agustín dibuja a una familia feliz porque, en efecto, sus padres y
su hermanito viven armónicamente en el hogar. Si un niño de la edad de Agustín
dibujara a su padre con un cuchillo ensangrentado matando a su madre, habría
motivos para preocuparse.
Pero, tampoco creas que los dibujos
son una bola de cristal para conocer todo sobre la mente de un individuo. Desde
hace muchos años, los psicólogos han desarrollado aquello que ha venido a
llamarse técnicas proyectivas. Éstas
consisten en hacer que un sujeto observe algún dibujo, y lo interprete.
Supuestamente, en su interpretación, se colocan en evidencia muchos de sus
rasgos. O, también el sujeto puede dibujar algo, y proyectar en el dibujo
aquello que está en su mente.
Todo esto deriva de Freud y el
psicoanálisis. ¿Lo recuerdas? Es la teoría psicológica que dice que la mayor
parte de nuestra conducta está guiada por pensamientos inconscientes. Según
dicen algunos psicólogos, la mente inconsciente puede manifestarse cuando se
muestran al sujeto unos dibujos, y se le pide que los interprete.
Probablemente el más famoso de estos
exámenes es la prueba de Rorschach. Cuando
eras niña, disfrutabas mucho pintando sobre un papel que luego doblabas, de
forma tal que se produjera una forma simétrica. Pues bien, Rorschach era un
psiquiatra que también disfrutaba haciendo estas cosas, y se le ocurrió que, al
mostrar a sus pacientes estas pinturas, podría conocer mejor su personalidad.
En la prueba de Rorschach, pues, se
muestran diez dibujos simétricos que, en realidad, no representan nada en
particular. Es algo así como arte abstracto. El sujeto va explicando qué ve en
cada una de esas pinturas. Y, a partir de esas explicaciones, el psicólogo o
psiquiatra va anotando su análisis respecto a la salud mental o la personalidad
del sujeto. Seguramente has visto estas cosas en la tele.
A simple vista, parece una prueba
muy eficiente. Pues, en efecto, es fácil proyectar nuestra personalidad en la
interpretación de imágenes ambiguas. Pero, en realidad, Belén, esto es más
característico de psicólogos en películas de Hollywood, que psicólogos en la
vida real. La técnica de Rorschach tiene muchos problemas.
En primer lugar, no existe un
criterio firme para decir que tal o cual interpretación de la pintura,
representa tal o cual rasgo de personalidad. A diferencia de otros exámenes que
inequívocamente tienen respuestas correctas o incorrectas (o, al menos,
claramente indicativas de algún rasgo mental), en la prueba de Rorschach no hay
estándares claros. Quienes aplican esta prueba, usualmente se basan en los
detalles de la respuesta, el énfasis en formas o colores, y la normalidad
respecto a lo que el resto de la gente responde frente a la misma pintura. Pero,
no son lo suficientemente precisos, y al final, cada psicólogo termina por
interpretar según sus propias opiniones. Es interesante que, en ocasiones, la
prueba de Rorschach es más una proyección del psicólogo, que del propio sujeto.
De hecho, uno de los más grandes
problemas con la prueba de Rorschach es que, cuando un psicólogo la aplica a un
sujeto, y luego otro psicólogo la aplica a ese mismo sujeto, se obtienen
resultados distintos. En la jerga psicológica, se diría que esa prueba no tiene
fiabilidad. Y además, no es del todo
seguro que la prueba de Rorschach mida lo que pretende medir. Por ejemplo, en
muchos casos, el psicólogo que aplica la prueba concluye que el sujeto está
deprimido. Pero luego, cuando se hacen otros exámenes, otros psicólogos
concluyen que ese sujeto no está realmente deprimido. En ese caso, en la jerga
psicológica, se diría que el examen no tiene validez.
La prueba de Rorschach, pues, no es
ninguna bola de cristal que permite saber si alguien sufre depresión, ansiedad,
o si tiene algún tipo de personalidad específica. Quizás la prueba de Rorschach
sí sea más eficiente para detectar la esquizofrenia (¿la recuerdas?, es la
enfermedad mental en la cual el paciente ha perdido contacto con la realidad).
Si al mostrarte una mancha, me dices que ése eres tú huyendo de los illuminati
porque éstos quieren matarte para hacer un sacrificio humano, pues en ese caso,
yo podría sospechar que sufres de alguna forma de esquizofrenia.
Pero, aun en esos casos, habría
problemas. Pues, ¿cómo podría yo distinguir que tú descripción de la mancha
refleja tu verdadero estado mental, o sencillamente forma parte de tu
creatividad? Sería muy tonto diagnosticar a un director de cine de horror con
esquizofrenia, sencillamente porque en sus películas, aparecen imágenes muy
perturbadoras. Te diría que, a lo sumo, la prueba de Rorschach sólo sirve para
hacer una exploración inicial del sujeto. Pero, nadie se la debería tomar muy
en serio.
Otra prueba parecida a la de
Rorschach, es el llamado test de
apercepción temática. Algunos psicólogos también lo usan. En este examen,
no se presentan imágenes de tipo arte abstracto, sino dibujos que representan situaciones.
La persona debe explicar qué sucede en lo que se representa. Mi favorita, es la
imagen de unos hombres que están introduciendo un cuchillo en el cuerpo de una
mujer, y un niño está asustado mientras ve esto. Cuando he mostrado esta imagen
a mis amigos, algunos me dicen que los hombres están violando a la mujer; otros
me dicen que le están realizando una cirugía para extraerle el apéndice y
salvarle la vida. Como ves, es fácil proyectar distintas cosas sobre una misma
imagen, y supongo que esto refleja distintos contenidos mentales.
A decir verdad, Belén, el test de apercepción temática no es una gran mejora respecto a la
prueba de Rorschach. En apariencia, este examen es menos subjetivo, porque se
muestran cosas concretas. Pero, sufre los mismos problemas: tiene poca
confiabilidad y poca validez. De nuevo, yo te diría que este examen sirve para
explorar inicialmente a un sujeto, pero nada más.
Los dibujos que las propias personas hacen tampoco nos
dicen gran cosa sobre ellas. Una vez más, el problema es que no hay un criterio
bien establecido para decir que esta o aquella representación en el dibujo refleja
un rasgo mental específico. Además, nuevamente, en estos exámenes, ¿cómo
podemos distinguir la creatividad y los verdaderos contenidos mentales? Es un
poco como las brujas de Goya: ¿tú crees que todas esas macabras mujeres que
pintó Goya, reflejan que el gran pintor realmente creía en las brujas? Todo
indica que no, pero quizás uno de estos psicólogos fascinados con el Rorschach
y exámenes por el estilo, habría dicho que Goya era un esquizofrénico que creía
que las brujas estaban a su acecho.
Hay quien dice que si una persona dibuja a alguien con
ojos grandes, entonces eso es señal de que es paranoico, pues cree que con esos
ojos grandes, alguien lo está vigilando. O, si se dibuja a una persona con
corbata muy larga, eso es señal de que es un depravado sexual, pues la corbata
representa un pene enorme. Tonterías. Todo esto es básicamente el mismo cuento
de Freud y sus análisis de sueños, ¿lo recuerdas? Puede ser entretenido jugar a
ser analista y descifrar símbolos. Pero, eso está bien para los egiptólogos y
los jeroglíficos en las pirámides, no para los psicólogos.
Lamentablemente, incluso los detectives en ocasiones han
tratado de utilizar estas técnicas para supuestamente atrapar criminales. La
disciplina de la grafología consiste
en analizar la caligrafía de las personas, para descubrir sus personalidades.
Así, cuando un criminal deja una nota escrita a mano, supuestamente el
detective puede anticipar su próxima jugada, pues la caligrafía es suficiente
para hacer un perfil.
En realidad, tal cosa no es posible.
Una carta sí puede revelar la personalidad de alguien. Pero, no es la caligrafía
en sí, si no el mensaje de la carta, lo que es útil para hacer un perfil psicológico.
Y, también es cierto que se puede analizar la caligrafía de una persona, para
corroborar si esa misma persona escribió otra carta. Pero, es una tontería
decir que alguien es un sádico, por el mero hecho de que cuando escribe la
letra “l”, lo hace como si fuera un látigo. Lamentablemente, algunos grafólogos
creen semejantes estupideces.
Las pruebas proyectivas no son las únicas
que generan controversia entre psicólogos. Tanta o más controversia generan las
llamadas pruebas de inteligencia. En
el cole, continuamente te hacen pruebas para medir cuánto conoces en alguna
materia. En la universidad, te harán aún más pruebas de ese tipo. Pero, cada
una de esas pruebas son muy específicas: geografía, matemática, historia,
biología, química, etc. En cambio, desde hace varias décadas, a los psicólogos
les ha interesado la posibilidad de medir, no meramente el conocimiento en cada
materia, sino la inteligencia general que alguien pueda tener.
Tú siempre has tenido buenas
calificaciones en el cole. En cambio, sé que algunas de tus amigas no tienen
tan buenas calificaciones. ¿A qué crees que se debe esto? ¿Son perezosas y no
estudian? O, más bien, ¿estudian, pero no logran entender o retener bien la
información? Cada caso es distinto, y es difícil precisar una sola causa. Pero,
sí parece cierto que, aquellas de tus amigas que tienen buenas calificaciones
en una materia, también tienen buenas notas en otra materia. Y, las chicas que
no van bien en una, no van bien en otra.
Un psicólogo, Charles Spearman, se
dio cuenta de esto, y propuso que la misma habilidad para estudiar matemática,
está presente para estudiar gramática, o cualquier otra materia. Spearman decía
que, más allá de las especificidades de las habilidades cognitivas, existe una
inteligencia general, o como él la llamó, un factor g. Esta inteligencia general consiste en reconocer relaciones
a partir de las experiencias que una persona observa; es decir, aprender a
reconocer patrones.
Otros psicólogos se interesaron por
esta idea, y trataron de diseñar pruebas que pudieran cuantificar el factor g.
Uno de esos psicólogos, Alfred Binet, diseñó unas pruebas para medir la
inteligencia de cada persona. Vinieron a llamarse las pruebas de cociente intelectual, y se usan con
frecuencia hoy. Seguramente en el cole, en algún momento, te hicieron una de
estas pruebas.
Binet trabajaba con niños, y pretendía tener un diagnóstico
respecto a cuáles estudiantes mostraban dificultades cognitivas, a fin de que
el sistema educativo francés pudiera dedicarles atención especializada. Las
pruebas originales de Binet se concentraban en habilidades memorísticas, y
resolución de problemas. Él pensaba que los resultados de estas pruebas podrían
contrastarse respecto a la expectativa que se tendría a partir de la edad del
niño a quien se le aplican las pruebas.
Así, habría una edad cronológica (la edad del niño), y una edad mental (la edad que un niño exhibe con su conducta). Binet proponía
que el cociente intelectual sería el resultado de la edad mental dividido entre
la edad cronológica, multiplicado por 100. Un niño con la edad mental de 12 y
la edad cronológica de 12, tendría un CI de 100; un niño con edad mental de 12
y edad cronológica de 15 tendría un CI de 80, y así sucesivamente. Esto serviría
para que, aquellos niños que tuvieran un cociente intelectual menor a 100 (es
decir, que su edad mental fuese menor a su edad cronológica), pudieran recibir
atención especializada. Un maestro necesita saber cuáles niños son menos
inteligentes, no para discriminarlos, sino más bien para ayudarlos.
Lamentablemente, con buenas
intenciones se pueden terminar haciendo cosas muy malas. En varios países, las
pruebas de Binet se empezaron a aplicar como criterio de aceptación en la inmigración,
y así, se usaba el cociente intelectual para distinguir a ciudadanos de primera
y ciudadanos de segunda. En el caso de los inmigrantes, la aplicación de las
pruebas de cociente intelectual era especialmente problemática. Pues a los
inmigrantes que no hablaban el idioma del país, se les aplicaban las pruebas
sin traducción. Como comprenderás, a los inmigrantes se les empezó a
estigmatizar debido a su supuesta falta de inteligencia.
Eventualmente, los psicólogos se
dieron cuenta de este error, y tradujeron las pruebas. Pero, en muchos casos, estas pruebas siguen
siendo problemáticas, porque más que medir la capacidad de razonamiento
propiamente, se limitan a hacer preguntas sobre conocimientos adquiridos que,
en realidad, varían en cada país. Me consta que eres muy inteligente. Pero, si
te preguntara en cuál ciudad murió Simón Bolívar, seguramente no sabrías
responder. ¿Es esto debido a tu falta de inteligencia? ¡No! Sencillamente,
puesto que no eres colombiana o venezolana, la información sobre la muerte de
Bolívar no es tan importante. Pues bien, lamentablemente, muchas preguntas en
las pruebas de cociente intelectual, son sobre conocimientos de culturas específicas,
y no propiamente universales.
Otro psicólogo, Raymund Cattel, se
dio cuenta de este problema, y propuso hablar de dos tipos de inteligencia: la cristalizada
y la fluida. La inteligencia
cristalizada es aquella que se manifiesta en las habilidades a partir de
conocimientos culturalmente adquiridos. Para medir este tipo de inteligencias,
se harían preguntas de rellenar como “La Ilíada es a Homero lo que Don Quijote es a…”.
La
inteligencia fluida, en cambio, es la habilidad para razonar que es
independiente del contexto cultural, y que en opinión de Cattel, es
fundamentalmente innata y responde a la constitución neurológica del cerebro.
Para medir este tipo de inteligencia, Cattel diseñó una prueba que pretendía
estar libre de sesgos culturales, y que fuese justa para todos los
participantes. Luego, otro psicólogo, John Raven, desarrolló una ingeniosa
prueba, en la cual se presentan patrones visuales en progresión, con creciente
nivel de complejidad, y la persona tiene que seleccionar cuál debería ser el
siguiente objeto en la progresión.
Cuando
estas pruebas de cociente intelectual se aplican, los resultados suelen estar
distribuidos equitativamente. La mayoría de las personas obtiene 100 puntos (recuerda,
esto equivaldría a que la edad mental es la misma que la cronológica, y se
considera el resultado promedio), un porcentaje obtiene entre 100 y 150 puntos,
y un porcentaje similar obtiene entre 50 y 100.
Pero,
extrañamente, en estas pruebas, algunos grupos raciales tienen mejor puntajes
que otros. En promedio, los asiáticos tienen un puntaje levemente superior a
los europeos. En cambio, los europeos tienen un puntaje bastante superior a los
africanos. Hay quien dice que la inteligencia está en los genes, y que por
ende, estos resultados son evidencia de que los negros son menos inteligentes
que los blancos. Según esta teoría, es un desperdicio invertir en educación
para gente negra, pues por más que se les enseñe, nunca aprenderán bien, pues
no tienen la inteligencia necesaria para aprovechar la educación.
Lamentablemente,
Belén, hay que enfrentar los hechos. Y, por más que a mí me desagrade el
racismo, es cierto que, cuando se trata de las pruebas de cociente intelectual,
los negros tienen puntajes inferiores a los blancos. Pero, yo no me apresuraría
a dar la razón a los racistas.
En
primer lugar, es difícil precisar hasta qué punto la inteligencia ya está en
los genes. Cuando se estudian gemelos (¿recuerdas?, ese método sirve para tener
una idea de cuán natural o aprendida es una conducta), se confirma que, en un
porcentaje considerable, aun separados al nacer, terminan teniendo el mismo
nivel de inteligencia. Pero, yo no diría que eso es prueba concluyente de que
ya nacemos con un nivel fijo de inteligencia.
Así
como la inteligencia puede tener una base genética, es también indiscutible que
las condiciones educativas ayudan mucho. Por más que tengas buenos genes para
ser inteligentes, si tus padres no te inscriben en la escuela, difícilmente
podrás desarrollar bien la inteligencia. Y, lo cierto es que, en líneas generales,
a los negros se les ha excluido de la educación. En África ha habido muchísimas
guerras, y así resulta muy difícil estudiar. Y, cuando los africanos han
migrado a Europa o América, han sido marginados y excluidos, de forma tal que,
de nuevo, no tienen buenas condiciones sociales para desarrollar inteligencia.
Tú
podrás decirme que en tu clase, hay varias chicas negras, y no pareciera que
están muy oprimidas. Quizás a algunos negros los llevaron esclavizados en
cadenas desde África hace unos siglos, pero ya eso no es así, y de hecho, tus
compañeros negros reciben la misma educación que tú.
Pero,
esto más bien confirma la idea de que la inteligencia no depende tanto de los
genes, sino más bien de las condiciones sociales y educativas. Pues, un psicólogo,
James Flynn, ha recopilado los resultados de pruebas de cociente intelectual en
varias regiones del mundo desde hace varias décadas, y ha descubierto que ha
habido un incremento significativo en los resultados. A este fenómeno se le
llama el efecto Flynn. Yo no diría
que, en apenas dos generaciones, los genes han cambiado, y han hecho que la
gente se vuelva más inteligente. A mí me parece más razonable suponer que, con
las mejoras en la educación, los niveles de inteligencia aumentan. El ambiente
social pesa más que la genética, cuando se trata de la inteligencia.
En
todo caso, Belén, quizás esas pruebas de cociente intelectual tengan problemas
parecidos a los de la prueba Rorschach. A diferencia de la prueba Rorschach,
las pruebas de cociente intelectual sí tienen fiabilidad; es decir, cuando se
aplican una vez a alguien, y luego se vuelven a aplicar, se obtienen los mismos
resultados. Pero, no es tan seguro que las pruebas de cociente intelectual
tengan validez. Quizás las pruebas de cociente intelectual no midan realmente
la inteligencia.
De
hecho, la pregunta es: ¿qué es la inteligencia? Nadie sabe bien. Quizás la
palabra inteligencia aglutina
engañosamente un conjunto grande de atributos mentales, que no necesariamente
tienen relación entre sí. Así como los maestros parecen confirmar diariamente
que el factor g (al ver que los estudiantes que tienen buenas calificaciones en
una asignatura, también la tienen en otras), también podemos observar otras
cosas que permiten pensar lo contrario.
Por
ejemplo, ¿recuerdas a los savants,
cuando te escribía sobre el autismo? Estas personas son incapaces de razonar
cosas básicas, pero al mismo tiempo, tienen talentos extraordinarios para hacer
cosas complejísimas, como por ejemplo, hacer cálculos de números astronómicos.
¿Son estas personas inteligentes? Pues, pareciera que en algunas cosas sí lo
son, pero en otras no. No es tan fácil describir su conducta con una sola
palabra, inteligencia.
Mucha
gente inteligente, no lo ha sido tanto en otras cosas. Piensa, por ejemplo, en Einstein
(seguramente lo conoces, el gran físico alemán que descubrió la relatividad). Einstein
tuvo una vida conyugal muy tormentosa, y en su matrimonio tomó decisiones que, alguien
con mayor grado de inteligencia en asuntos matrimoniales, habría evitado. ¿Era
Einstein inteligente? De nuevo, es difícil describir su conducta con una sola
palabra, pues inteligencia puede
significar muchas cosas.
Frente
a casos como éstos, algunos psicólogos han preferido no seguir la teoría de
Spearman y el factor g. Y más bien, proponen que la inteligencia consta de
varias habilidades mentales, que no pueden ser aglutinadas en un único factor
Un
psicólogo, Howard Gardner, ha dicho que no existe una inteligencia generalizada,
sino más bien, inteligencias múltiples. Según Gardner hay ocho tipos de
inteligencia: visual-espacial, lingüística-verbal, lógica-matemática,
corporal-cinestésica, musical, intrapersonal, naturalista. Las pruebas
convencionales de inteligencia suelen concentrarse fundamentalmente en aspectos
lingüísticos-verbales y lógico-matemáticos, pero Gardner decía que eso es un
concepto muy limitado de la inteligencia, y más aún, que realmente no sirve
como criterio de predicción para otros aspectos de la conducta. De hecho,
Gardner postuló que el desarrollo de cada inteligencia procede de regiones
distintas del cerebro, y que el daño a algunas regiones cerebrales no implica
el colapso de la inteligencia en los otros ámbitos.
Parece
que tiene razón. ¿Recuerdas, por ejemplo, cuando te escribía sobre el caso de H.M.,
el hombre que no tenía hipocampo? Cuando trataba de recordar cosas que sucedían
diez minutos, H.M. no era muy inteligente. Pero, en todo lo demás, H.M. tenía
una inteligencia normal, precisamente porque las otras partes de su cerebro
estaban intactas.
En
fin, Belén, los psicólogos aún no resuelven esta controversia sobre las
inteligencia. Puede ser que haya un factor g, o puede ser que haya
inteligencias múltiples. Ciertamente las pruebas de cociente intelectual tienen
problemas que aún no se han corregido por completo. Pero, a la hora de la
verdad, estas pruebas siguen siendo útiles, y a pesar de sus abusos, siguen
cumpliendo la función original que le asignó Binet: detectar a aquellos niños
que tienen deficiencias cognitivas, a fin de dedicarles una atención especial
para ayudarlos.
Es
indiscutible que hay personas con retraso mental. Y, cuanto antes se detecte
este retraso, mejor será su tratamiento. La mejor forma de detectarlo es,
precisamente, a través de pruebas de cociente intelectual. Si una persona
obtiene un puntaje menor a 70, los psicólogos consideran eso retraso mental.
El
tratamiento del retraso mental depende de su severidad. Si una persona obtiene
un puntaje entre 50 y 70, se considera que es retraso leve; si es entre 35 y
55, se considera un retraso moderado; y si es menor a 35, se considera un retraso
severo. Por lo general, las personas con retraso leve pueden hacer labores no
muy difíciles, y pueden vivir por cuenta propia. En cambio, las personas con
retraso moderado y severo, necesitan de guardianes, pues no pueden resolver
aspectos básicos de la vida diaria, tales como su higiene y alimentación.
Lo
que los psicólogos y educadores deben hacer con estas personas, es tratar de
usar técnicas educativas para cultivar en ellos hábitos que les permitan mejorar
esos aspectos de su vida diaria, y tratar de cultivar en ellos un mínimo de
independencia. Obviamente, hacer esto no es fácil, y se requiere de mucha
paciencia. Pero, si se usan los principios básicos del aprendizaje (¿los
recuerdas?, son básicamente las formas de condicionamiento, como en el perro de
Pavlov y la rata de Skinner), puede haber mejoras.
Además,
es importante estar consciente de que esto implica mucho estrés para los
familiares del retrasado mental. Por eso, el tratamiento psicológico no debe dirigirse
solamente al retrasado en sí, sino también a sus familiares. El psicoterapeuta
puede trabajar con ellos enseñándoles técnicas para enfrentar la ansiedad y la
depresión, pues sin duda, tener a un pariente con retraso mental es una situación
muy difícil.
Aún
no te planteas tener hijos. Pero, sí sería bueno, Belén, que conozcas cuáles
son los riesgos que hacen que un niño sufra retraso mental. En algunos casos,
ya los niños nacen así. En nuestras células, tenemos cuarenta y seis
cromosomas. Pero, algunos niños nacen con un cromosoma adicional, y como
resultado, tienen el síndrome de Down. Estas
personas sufren retraso mental (la severidad puede variar), y por lo general,
en la edad adulta, terminan desarrollando síntomas parecidos a los de la
enfermedad de Alzheimer (¿la recuerdas?, es la enfermedad neurológica que
afecta las facultades cognitivas de quien la sufre). Seguramente has conocido a
personas con síndrome de Down; suelen tener los ojos un poco más rasgados, y
por eso, en una época se les llamaba mongólicos.
No uses nunca esa palabra, Belén. Es muy ofensiva.
Si
decides tener niños a una edad avanzada, el riesgo de que nazca con síndrome de
Down aumenta significativamente. Creo que aún estás muy joven para ser madre,
pero tampoco sería bueno que esperes a los cuarenta para ser madre. Si acaso a
esa edad quedas embarazada, podrías hacer un examen médico para evaluar si el
feto tiene síndrome de Down. En un caso así, ya será tu decisión si decides
abortar o no… Por ahora, en esta carta, no pretendo mortificarte con el tema
del aborto, y decidir si está bien o está mal abortar. Mejor consulta a tu
hermana Victoria, que es filósofa, y conoce mejor estas cosas.
La
mayoría de los niños que nacen con retraso mental, no obstante, son así debido
a que sus madres bebieron alcohol durante el embarazo. Quedé muy triste aquella
ocasión cuando me contaste que, en la fiesta de graduación de Rebeca, había una
chica embarazada que estaba en plan de botellón. Eso es muy peligroso, no tanto
para ella, sino para el niño, pues en efecto, aumenta las probabilidades de que
no desarrolle su inteligencia adecuadamente.
Y,
según parece, la exposición al plomo y al mercurio en la infancia, también
puede generar retraso mental. Hace años, era muy común que los niños jugaran
con soldaditos de plomo. Hoy, sabemos que el plomo es muy tóxico. Los padres deberían
estar más conscientes, y alejar a los niños de juguetes hechos con plomo.
Sé
que tú eres muy cariñosa con Eduardo y Agustín, pero por último, quisiera decirte
que el retraso mental también puede ser ocasionado por el maltrato a los niños.
Pero, no solamente el maltrato; también el abandono de los niños, y el no
darles la suficiente atención, pueden causar en ellos retraso mental.
De
vez en cuando, ha habido historias de niños que se crían entre animales. Ya
sabes que estos cuentos son muy populares; piensa en Tarzán o en Mogwli, el
chico de El libro de la selva. En
esas historietas, los niños, ya como adultos, resultan ser normales, incluso
inteligentes. Pero, tal cosa en realidad no ocurre. Sí ha habido niños
abandonados que han crecido junto a animales, y como consecuencia, nunca
aprenden a hablar. Lamentablemente, estos niños terminan sufriendo retraso
mental, la mayoría de las veces severo.
Pero,
incluso sin criarse entre animales, si no se interactúa con el niño,
seguramente terminará siendo retrasado mental. Un historiador griego de la
antigüedad, Heródoto, contaba que un faraón de Egipto quería saber cuál era el
lenguaje original de la humanidad. Para eso, ordenó a unas mujeres criar a un
par de niños, sin jamás hablarles. El faraón pensaba que la primera palabra que
pronunciaran esos niños, indicaría cuál fue el primer lenguaje de la humanidad.
Yo no sé si esta historia es real (Heródoto contaba muchas mentiras), pero si
acaso sí lo fue, es terrible. Esos pobres niños seguramente vinieron a ser
retrasados mentales.
Espero
que Agustín siga con sus dibujos. Recuerda, es muy importante estimular a los
niños. A veces veo en la tele a políticos que dicen que no debería haber tareas
y deberes en el hogar, que eso debería quedarse en la escuela. La verdad, Belén,
es que no sé qué pensar. Recuerdo que, cuando era niño, yo me mortificaba con
las tareas escolares que tenía que hacer en casa. No quisiera eso para los
niños de ahora. Pero, también pienso que, gracias a esas tareas, tuve la
capacidad de aprender sobre psicología, y escribirte estas cartas. Se despide,
tu amigo Gabriel.