Dice Norman Finkelstein en su libro La industria del Holocausto, que en la comunidad judía existen
personajes que han aprovechado la tragedia del Holocausto, para hacer fortuna.
A su juicio, uno de los más reprochables es Elie Wiesel, cuyas crónicas sobre
sus experiencias en los campos de exterminio, denuncia Finkelstein, son en
buena medida ficticias.
Wiesel
tuvo el hábito de acosar a todo aquel que tratase de comparar el Holocausto con
otros genocidios en la historia de la humanidad (es cierto que Wiesel luchó
para que se reconociera la realidad histórica del genocidio armenio, pero
siempre se aseguró de que el Holocausto tuviese orden de prioridad). En opinión
de Wiesel, el Holocausto es incomparable, y por eso, sus víctimas merecen un
tratamiento especial. En cierto sentido, Wiesel fue campeón en la competencia
por tratar de demostrar quién sufre más.
Finkelstein
es bastante solvente en sus críticas a Wiesel, y es un hecho indiscutible que
la industria del Holocausto existe. Pero, también es necesario admitir que, así
como esa industria existe en el mundo judío, también existe la industria de la
usurpación del Holocausto en el mundo no judío. Hay mucha gente deseosa de
comparar sus males triviales, con la tragedia histórica de los judíos europeos
de los tiempos de Hitler.
Nicolás
Maduro, el presidente (o, más bien, ¿dictador?) de Venezuela, ha lanzado una
brutal campaña de represión (con más de cuarenta muertos en apenas un mes) en
contra de manifestantes, y ahora, tiene la osadía de decir que sus
simpatizantes y él son como los judíos que persiguió Hitler. Mucho se ha
discutido si en Venezuela, el chavismo es o no antisemita. Chávez fue bastante
ambiguo en este aspecto, pues si bien nunca hizo una declaración especial en
contra de los judíos como pueblo, sí coqueteó con el estereotipo del judío
banquero avaro. Asimismo, su intransigencia en contra del Estado de Israel y su
apoyo incondicional al terrorismo palestino, fomentó aún más esa imagen.
La
reciente declaración de Maduro es indiscutiblemente antisemita. Pues, comparar
el sufrimiento de seis millones de judíos, con un supuesto acoso por parte de
manifestantes (cuando, en realidad, ha quedado claro que las fuerzas militares
represoras son los verdaderos agresores), es trivializar el Holocausto.
Curiosamente,
Maduro usó la frase “somos los nuevos judíos del siglo XXI”. En la historia del
antisemitismo, hay una larga tradición de gente que asume que los actuales
judíos no son ya los verdaderos descendientes del original pueblo de Israel, y
que ahora hay unos auténticos “nuevos israelitas” que han tomado su lugar. Por
ejemplo, según el movimiento del anglo israelismo del siglo XIX, con la
deportación promovida por el imperio asirio, una de las tribus perdidas de
Israel emigró a Inglaterra, mientras que la que se quedó en el actual Israel,
se mezcló con la población local, y por ende, dejaron de ser los verdaderos
israelitas. Así, los ingleses son los verdaderos israelitas, mientras que los
judíos son impostores.
El
apóstol Pablo también tuvo sus propias ideas respecto al “nuevo Israel”, y su
relación con los judíos. Según su teología, Dios conformó una primera alianza
con los judíos, pero ahora, a través de Cristo, había conformado una nueva
alianza, y la Iglesia sería así el Nuevo Israel. Aún está en discusión si esta
interpretación teológica es o no antisemita. Sí está más claro, no obstante,
que Tertuliano, un autor cristiano del siglo II, sí tenía una animadversión
a los judíos. Y, Tertuliano es el
artífice de la frase “Verdadero Israel”, con la implicación de que los judíos
son unos farsantes.
Seguramente
un hombre tan mediocre y tan inculto como Maduro, no esté al tanto de toda esta
historia, y en función de eso, es parcialmente excusable. Pero, sin duda, en
Maduro está el ánimo de decir que los judíos ya no son ningunas víctimas, y que
los chavistas son las verdaderas víctimas en el mundo actual. Hitler hizo un
gran daño matando a seis millones de judíos, y ahora Maduro hace otro daño
trivializando esa tragedia.