domingo, 1 de noviembre de 2015

Sobre el latrocinio de Éfeso

Cuando escribí mi libro La teología ¡vaya timo!, mencioné sólo de pasada el segundo concilio de Éfeso, celebrado en 449. En estos momentos, se celebra en Roma el sínodo de la familia, convocado por el Papa Francisco. Seguramente, este sínodo, y la abrumadora mayoría de los concilios en la historia de la Iglesia, son tremendamente aburridos. Pero, el segundo concilio de Éfeso no fue aburrido. Aquello no era meramente una sesión de ancianos discutiendo temas incomprensibles. Era más afín a un encuentro de lucha libre, pues los deliberantes se fueron a las manos (seamos honestos: una sesión de un parlamento es más interesante cuando hay golpes entre los diputados).
            Años antes de ese concilio, Nestorio, el arzobispo de Constantinopla, se oponía a que María fuese llamada “Madre de Dios”. Según Nestorio, María no podía ser la madre de Dios, pues la persona a quien ella dio a luz tenía dos naturalezas separadas (divina y terrenal), y a quien engendró fue la naturaleza terrenal. En parte debido a circunstancias políticas, el patriarca de Alejandría, Cirilo, se opuso a la doctrina de Nestorio (digo que en parte la oposición era política, porque si bien Cirilo genuinamente pudo haber estado en desacuerdo con la teología de Nestorio, aprovechó la oportunidad para desplazar la influencia política de Constantinopla, y hacer más prominente a Alejandría).

            Cirilo hizo lobby político al emperador de aquel entonces, Teodosio II, y lo convenció para que convocara un concilio en la ciudad de Éfeso, a fin de resolver la disputa, en el año 431. Obviamente, ya las cosas empezaban mal: Éfeso, según la leyenda, era la ciudad a la cual se retiró María. Y, en esa ciudad, había mucha devoción hacia María. Cirilo estratégicamente seleccionó esa ciudad para promover el título “Madre de Dios” y repudiar a Nestorio. No cabría esperar mucha honestidad por parte de este Cirilo, un fanático que, dicho sea de paso, tuvo mucho que ver con la muerte de la científica Hipatia en la ciudad de Alejandría.
            La deshonestidad de Cirilo no terminó ahí. Al llegar a Éfeso, no esperó a los delegados de Nestorio, y dio inicio al concilio (¡así cualquiera gana un debate!), el cual condenó a Nestorio, dirigiéndole cartas refiriéndose a él como Judas (¡qué amigables!). Cuando los delegados de Nestorio llegaron, enfurecidos por las artimañas de Cirilo, hicieron un concilio paralelo, condenando a Cirilo. Teodosio se acogió a la decisión de este concilio, y encarceló al alejandrino. Pero, Cirilo, siempre ruin, sobornó a los carceleros y logró escapar.
            Desde Alejandría, Cirilo volvió a desplegar su talento para hacer lobby. Y, esta vez, lo hizo a lo bestia. Envió a Constantinopla a Dalmacio, un monje que llevaba años sin salir de su celda. A Dalmacio lo acompañaron unas hordas (cabe presumir que eran bastante violentas y representaban una gran amenaza), se plantaron frente a Teodosio, y se generó un motín. El emperador accedió a las peticiones de Cirilo, y esta vez condenó a Nestorio, quien fue exiliado a un monasterio en Egipto, bajo el monitoreo de Cirilo. Éste consiguió así su propósito y murió en paz.
Años después, un teólogo de Constantinopla, Eutiques, empezó a promover una nueva doctrina: Cristo no tiene dos naturalezas separadas (como enseñaba Nestorio), sino una sola naturaleza, fusión de su carácter divino y terrenal. El patriarca de Constantinopla, Flaviano, convocó un concilio, en el cual se condenó la enseñanza de Eutiques.
Dióscoro, el sucesor de Cirilo en Alejandría, se propuso defender a Eutiques. La doctrina de Eutiques no era exactamente la misma que la de Cirilo, pero en tanto era radicalmente opuesta a la de Nestorio, y Nestorio era tremendamente odiado en Alejandría, terminó por apoyar a Eutiques. Así, Dióscoro desplegó el mismo talento de lobby que su antecesor Cirilo, y convenció a Teodosio para convocar un segundo concilio en Éfeso.
Si Cirilo fue un maestro de la manipulación en los concilios, Dióscoro lo superó, pues incorporó tácticas de intimidación mucho más agresivas. Dióscoro se llevó a hordas de monjes fanatizados, y logró amedrentar a sus oponentes en el concilio. Flaviano, el patriarca que había condenado las enseñanzas de Eutiques, fue apaleado por las hordas bajo el mando de Dióscoro, y murió días después. Este segundo concilio de Éfeso no fue una aburrida sesión de argumentos y contraargumentos teológicos. Acá sí hubo la excitación propia de un circo con gladiadores.
Desde Roma, el Papa (aún no se le consideraba el máximo jefe de la cristiandad, sino sólo un patriarca más) León I, había enviado delegados al concilio, y éstos presentaron un documento (el famoso Tomo) que repudiaba la doctrina de Eutiques. Pero, Dióscoro no permitió que se leyera el documento en las discusiones, y así, este segundo concilio de Éfeso fue una victoria para Dióscoro.
Las cosas se hubieran quedado así, si no hubiera sido por una contingencia histórica: el emperador Teodosio se cayó de su caballo en una cacería, y murió. El trono fue asumido por su hermana, Pulqueria. León aprovechó la oportunidad para hacer lobby, y explicó a la emperatriz que en aquel segundo concilio de Éfeso había habido forcejeo, y que por ende, había sido un “concilio ladrón” que no tenía validez.
Pulqueria accedió al lobby de León, y convocó un nuevo concilio, esta vez en la ciudad de Calcedonia, el año 451. Allí, se decidió declarar latrocinio al concilio anterior celebrado en Éfeso. Y, se fijó la doctrina que perdura hasta hoy: Cristo tiene dos naturalezas (después de todo, se terminó aceptando una doctrina muy similar a la que Nestorio había defendido en un inicio, sólo que Nestorio no aceptaba el título “Madre de Dios” para María).
De toda esta tragicomedia, podemos sacar algunas conclusiones. En primer lugar, la historia de los concilios de la Iglesia es bastante terrenal, y difícilmente podríamos aceptar que el Espíritu Santo guía las decisiones que se toman. Meras contingencias históricas han hecho que ésta, y no aquélla, se la doctrina oficial. Si Teodosio no se hubiese caído de aquel caballo, la doctrina de Eutiques hubiese prevalecido, y la cristiandad entera habría declarado que Cristo tiene una sola naturaleza (como, de hecho, creen hasta el día de hoy algunas iglesias orientales).
El Papa León merece elogios por haber denunciado la villanía con que se realizó el segundo concilio de Éfeso. Pero, precisamente, esto debería servir para someter a consideración si ha habido otros concilios que han impuesto doctrinas muy importantes, y que se han realizado con el mismo amedrentamiento con que se hizo el segundo concilio de Éfeso. Hay evidencia histórica de que Pío IX, el Papa que convocó el I Concilio Vaticano en 1870 para formular la doctrina de la infalibilidad papal, usó tácticas de amedrentamiento. Seguramente no fueron tan brutales como las que empleó Dióscoro en Éfeso, pero hay espacio para dudar de que el dogma de la infalibilidad papal surgió de una decisión libre entre deliberantes. Hubiese sido oportuno que algún Papa posterior a Pío IX hubiese intentado declarar latrocino aquel concilio.

Por último, toda esta historia coloca de relieve que, hasta el siglo V, el Papa era uno más del montón. Roma no era la sede suprema de la cristiandad, y los cristianos no asumían que hubiera una sucesión apostólica en el Papa a través de Pedro. Fue precisamente León I quien tomó los primeros pasos para atribuir esto al obispo de Roma, pero la forma en que se dieron las cosas revela que los patriarcas de Alejandría y Constantinopla tenían tanto o más primacía que el Papa en asuntos teológicos. Gracias al ascenso de Pulqueria, el Papa pudo tener más prominencia que sus pares de Alejandría o Constantinopla (y, ni siquiera plenamente, pues aun León quedó insatisfecho con los resultados del concilio de Calcedonia). Pero, de nuevo, si el emperador no se hubiese caído de ese caballo, seguramente Roma no habría sido considerada hoy la sede la cristiandad.

7 comentarios:

  1. ¡Excelente post! Me acorde de un cuento de Jorge Luis Borges titulado "Los teologos". La historia de Aureliano de Aquilea y de Juan de Panonia

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    1. Gracias, sí. Borges tiene aquella famosa cita, algo así como, "La teología es una rama de la literatura fantástica". Mi libro, "La teología ¡vaya timo!" tiene a esa cita como portada.

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  2. No he leído tu libro "La teología ¡vaya timo!" pero en tu artículo es casí imposible aumular más errores en pocas lineas : Maria ya era venerada como Madre de Dios mucho antes del Concilio de Efeso : Theotokos, 250 D.C. http://www.oem.com.mx/elsoldeparral/notas/n2057479.htm

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    1. Estas seguro de que leíste mi articulo atentamente? En ningún momento he negado que antes del concilio de efeso MARIA era venerada como madre de dios. Creo que el error lo cometes tu al atribuirme una postura que no es la mía

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  3. El Canon XXVIII del Concilio de Calcedonia y la historia alternativa
    Por José Miguel Arráiz Roberti

    http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN05.html
    Para responder algunas objeciones contra el Primado romano
    http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN26.html

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  4. No he leído tu libro "La teología ¡vaya timo!" pero en tu artículo es casí imposible aumular más errores en pocas lineas : Maria ya era venerada como Madre de Dios mucho antes del Concilio de Efeso : Theotokos, 250 D.C. http://www.oem.com.mx/elsoldeparral/notas/n2057479.htm

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    1. Estas seguro de que leíste mi articulo atentamente? En ningún momento he negado que antes del concilio de efeso MARIA era venerada como madre de dios. Creo que el error lo cometes tu al atribuirme una postura que no es la mía

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