jueves, 11 de agosto de 2011

El desmadre de la física cuántica


No sin vergüenza debo admitir que jamás estudié un curso de física, pues mi bachillerato fue supuestamente ‘humanista’, y me lamento de ello. Pero, en fechas más recientes, mi preocupación por el problema filosófico del determinismo y el libre albedrío me ha obligado a leer algunos textos divulgativos sobre física (aunado a una exhortación de Víctor Luque). Antes de empezar a leer estos libros, por doquier escuchaba a gente que yo sospechaba que son charlatanes, hablar sobre la física cuántica, y derivar conclusiones que me resultaban escandalosas, pero que debido a mi ignorancia en el tema, no estaba en posición de evaluar. Algunos me decían que la física cuántica nos despoja de todo tipo de certezas en el mundo (incluida la certeza de, por ejemplo, que los ángulos de un triangulo suman dos rectos); otros me decían que la física cuántica confirma que una persona puede estar en dos lugares al mismo tiempo (algo similar al alegato del gurú Sai Baba respecto a sí mismo).

A medida que he ido progresando en la lectura de textos divulgativos sobre la física cuántica, me doy cuenta de que estos alegatos son interpretaciones groseramente erróneas de los hallazgos científicos. La física cuántica no despoja de certezas al conocimiento, sólo postula, en continuidad con el principio de incertidumbre de Heisenberg, que no puede conocerse a la vez la posición y el movimiento de un objeto dado, y que eso implica que, a nivel subatómico (y vale destacar que esto aplica sólo a la escala subatómica), el mundo no está regido por leyes causales deterministas, en función de lo cual, no podemos hacer predicciones certeras sobre el comportamiento de las partículas. Este hallazgo científico está muy lejos de despojar certezas respecto a las verdades de la lógica y la matemática.

Asimismo, la supuesta capacidad de algunas personas de estar en dos lugares al mismo tiempo en realidad es una malinterpretación del hecho de que, antes de la observación de las partículas, éstas existen en un estado de superposición, a saber, teóricamente existen en dos estados a la vez antes del colapso propiciado por la observación. Pero, de nuevo, esto aplica a las partículas subatómicas, no a los objetos de mayor escala. Sai Baba sigue siendo un charlatán, y la gente que cree que alguien puede estar en dos lugares a la vez es terriblemente ingenua.

Esto me ha ido permitiendo comprender que la errónea interpretación de la física cuántica se ha venido a convertir en un desmadre que propicia las más burdas creencias pseudocientíficas y fantasiosas en gente ignorante que desea impresionar con su verborrea.

Pero, quizás el desmadre mayor de la interpretación errónea de la física cuántica ha sido el alegato según el cual, nosotros construimos mentalmente el mundo y, por así decirlo, tenemos la oportunidad de controlarlo a plenitud. La física cuántica postula que, antes de la observación de los fenómenos éstos existen en un estado de superposición. Ahora bien, cuando estas partículas se observan, el mismo hecho de observarlos propicia que las partículas colapsen, y abandonen el estado de superposición y asuman definitivamente sólo uno de los estados. Así pues, en cierto sentido, el observador incide sobre la posición que las partículas asumirán. No se trata de que el observador tenga algún poder místico para transformar la realidad con su sola mirada, sino que las propiedades de la luz, la cual debe ser empleada por observador, hacen que las partículas asuman una nueva posición.

Pero, de nuevo, esto ha sido malinterpretado por los gurús cuánticos. En el siglo XVIII, el filósofo George Berkeley defendía la postura según la cual, existir es percibido. Esto implica que el mundo exterior no existe; las cosas existen sólo como representación que nuestra mente hace de ellas. Así, la teoría de Berkeley, hoy llamada ‘idealismo’, parece implicar que está en nuestro poder decidir cómo es el mundo, pues éste no es más que una idea que está en nuestras mentes, y no existe como cosa real ‘allá afuera’. Pues bien, algunos gurús cuánticos parecen opinar que la física cuántica confirma una hipótesis parecida a la de Berkeley: supuestamente, el hecho de que la observación altera la conducta de las partículas implica que nosotros tenemos la capacidad de construir el mundo a nuestro antojo mental.

Bajo esta hipótesis, si nos concentramos mentalmente en no enfermarnos, no nos enfermaremos. Si tenemos pensamientos positivos, llamaremos a la fortuna, y seremos ricos. Si pensamos en un mundo hermoso, no habrá catástrofes naturales. Y, así sucesivamente. Todo radica, por así decirlo, en nuestras mentes. Y, supuestamente, así como la física cuántica enseña que el observador tiene el poder de configurar la realidad con su observación, el sujeto tiene el poder de configurar el mundo con su pensamiento. Por supuesto, vale advertir que esto no es lo que postula la física cuántica. No se trata de que el observador tenga un poder mental para hacer cambiar las cosas y manejar el mundo a su antojo. Se trata simplemente de que la dinámica de la observación propicia el colapso de la onda de la partícula.

Hace algunos años, Alan Sokal denunciaba cómo los gurús postmodernistas extrapolan conceptos de las ciencias naturales, y los aplican ilícitamente a otros fenómenos (por ejemplo, algunas feministas dicen que la termodinámica es machista porque degrada a los fluidos). Pues bien, me parece que algo similar ocurre con el desmadre de la física cuántica: se extrapolan conceptos propios de los fenómenos subatómicos, y con ello se pretenden legitimar teorías fantásticas imbuidas de misticismo.

Quizás parte de esta lamentable tendencia sea debida a la imprecisión del lenguaje ordinario del cual se vale la ciencia. Tanto la física cuántica como la economía, por ejemplo, hablan de ‘colapsos’, pero sabemos que se tratan de dos asuntos radicalmente distintos. Y, así, quizás en un futuro será relativamente fácil para un economista aplicar disparatadamente los conceptos de la física cuántica para sostener que la economía colapsa cuando los economistas la estudian, y que por ende, la economía es una disciplina plagada de incertidumbre. Por ello, me parece que no debemos dejar de lado la pretensión de varios filósofos analíticos de la primera mitad del siglo XX, de acercarse (al menos en la ciencia), a un lenguaje ideal de corte matemático, precisamente para evitar el desmadre y abuso de los conceptos científicos en otras esferas.

2 comentarios:

  1. Buen artículo. Los charlatanes sacan de contexto la mecánica cuántica. Aunque pienso que si es una poderosa herramienta científica.

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