jueves, 28 de septiembre de 2017

Carta a Belén sobre la memoria



Querida Belén:

            Ayer me encontré con mi amigo Pascual, aquel que siempre recuerdas, porque te regaló una muñeca deportista cuando eras niña. En ese encuentro, ocurrió algo muy extraño. Pascual me mostró unas fotos viejas, justo en el momento cuando él te hacía el regalo. Y, viendo esas fotos, ambos pudimos constatar que él no te regaló ninguna muñeca, sino unos patines.
            Como sabes, Pascual nos acompaña a cenar todas las navidades desde hace varios años, y siempre cuenta la historia de cómo él te regaló la muñeca deportista que a ti te gustó. En cada una de esas cenas navideñas, tú misma has descrito la gran emoción que tuviste al recibir la muñeca. Pero, insisto, nunca recibiste ninguna muñeca. ¿Estás confundida? Es normal.

            La memoria, Belén, es muy imperfecta. Y, si muchas veces te repiten una historia sobre ti, de la cual en un inicio tú no estás muy segura (sobre todo si se remonta a tu infancia), tú puedes terminar creyéndola, e incluso recordándola como si hubiera sido real. Mucha gente erróneamente cree que la memoria es algo así como una cámara de video que registra lo que ocurre, y eso queda grabado en tu cerebro. Pero, no es así. La memoria reconstruye muchas cosas, a partir de expectativas y condicionamientos previos. A ti siempre te ha agradado Pascual, y por eso, cuando él (seguramente confundido) cuenta la historia de la muñeca deportista, tú la asumes como verdadera, y te inventas ese recuerdo. Sé que es duro tragar esto, porque muchas veces, nuestras memorias son muy vívidas y estamos muy seguros de ellas, pero quiero advertirte que, en realidad, la memoria de los seres humanos es muy frágil y manipulable.
            Los abogados creen que las confesiones y los testimonios son pruebas contundentes. Pero, con esas cosas, hay que tener muchísimo cuidado. Pues, con preguntas inducidas, se puede hacer creer a alguien que recuerda cosas que, en realidad, nunca ocurrieron. Una famosa psicóloga, Elizabeth Loftus, se propuso demostrar esto. Ella hizo unos estudios, en los cuales unas personas veían un breve video mostrando un accidente de automóviles. A esas personas se les preguntaba qué tan rápido iban los automóviles. Pero, a unos se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los automóviles cuando se estrellaron?”, mientras que a otros se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los automóviles cuando chocaron?”. Los primeros respondían velocidades más altas que los segundos (y además decían que había cristales rotos), a pesar de que ambos vieron el mismo video, y en el video no había cristales rotos. La diferencia está en la palabra que se usó en la pregunta, y eso puede inducir distintas memorias.
            En otro experimento, Loftus presentó a unos adultos con tres historias reales de sus infancias, pero añadió una cuarta, sobre una supuesta ocasión cuando se perdieron en un centro comercial. En ninguno de los casos esta historia era real. Cuando Loftus pidió a los adultos ofrecer más detalles sobre las historias que les presentaba, los adultos alegaban recordar vívidamente cómo se sentían cuando se perdieron en el centro comercial.
            Incluso, la misma Loftus pasó por esto. Su madre murió ahogada en una piscina, y ella siempre creyó que ella fue la primera en encontrar el cadáver en la piscina, porque un tío se lo había contado. Ella se formó memorias de eso, y las tenía vívidamente, pero luego, su propio hermano le informó que su tío se había confundido, y que en realidad, la persona que encontró el cadáver de su madre fue otra, y se pudo corroborar que, en efecto, el recuerdo de Loftus era falso.
            No te mortifiques, Belén. Este tipo de cosas es muy común. Yo creo recordar bien dónde estaba y qué hacía cuando España ganó el mundial de fútbol en el 2010. Pero, cuando me encuentro a amigos que estaban conmigo en aquella ocasión, me doy cuenta de que los detalles no son exactamente como yo los recordaba. Algunos psicólogos también han estudiado esto de cerca. Por ejemplo, cuando el cohete Challenger estalló en 1985, muchas personas vieron eso en la tele. En unos famosos estudios psicológicos, a algunas de esas personas se les pidió la descripción de aquella experiencia días después del siniestro, y luego tres años después. Extrañamente, muchos detalles variaron de una versión a otra.
            Además de estos imperfectos, la memoria es frágil en otros aspectos. Cuando nos encontramos con algo, tenemos un gran poder para recordar lo que recientemente hemos percibido. Pero, ese registro dura muy poco en nuestra mente, si no nos resulta especialmente significativo. Ten en cuenta que diariamente percibimos una enorme cantidad de datos, y que ignoramos la mayoría de las cosas con que nos encontramos diariamente. Si necesitamos conservar un dato por un breve período de tiempo, una técnica muy sencilla, pero efectiva, es repetir verbalmente el dato, hasta que podamos escribirlo. Es lo que yo hago cuando me dictan un número, y no tengo cómo anotarlo.
            Si el recuerdo nos resulta significativo, sí queda almacenado en nuestro cerebro, y podemos recordarlo tiempo después (aunque ya sabes, suele ser más una reconstrucción que un registro fiel de lo que ocurrió). Cuando se trata de estas memorias significativas que perduran a largo plazo, nuestro cerebro tiene gran capacidad de almacenamiento.
            Pero, cuando se trata de recordar cosas no significativas en el corto plazo, nuestro cerebro es muy limitado. De hecho, un psicólogo, George Miller, hizo experimentos, y descubrió que las personas no logran recordar más allá de siete elementos (en realidad, siete es un promedio). Me dirás que eso es absurdo, pues tú has aprendido fácilmente muchos números telefónicos que tienen más de siete dígitos. Yo también. Pero, lo interesante es que esos dígitos se suelen dividir en conjuntos. Por ejemplo, mi número móvil es 04246409242; tiene once dígitos. Pero, cuando alguien me pide que se lo dicte para llamarme, yo lo hago así: 0424-640-92-42. Como ves, lo he dividido en cuatro conjuntos, y eso facilita mucho más la memoria. Es muy difícil (casi imposible) recordar más de siete conjuntos. Hay mucha, muchísima gente que es capaz de recordar listas enormes. Pero, para hacerlo, deben dividir esas listas en conjuntos. Cuando tengas que recordar algo, Belén, te sugiero hacerlo así. La información organizada se aprende y recuerda mucho mejor.
            Hay otras técnicas para recordar cosas. Los acrónimos son muy eficientes. Por ejemplo, ¿cómo puedes recordar el orden de los planetas en el examen de astronomía que presentarás la semana que viene? Muy fácil: piensa en esta frase: “Mi vecina tiene muchas joyas, sólo una presta”. Fíjate en la inicial de cada palabra: MVTMJSUP. Viéndolas, puedes recordar: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Plutón.
            Al ver la inicial de cada palabra, se te hace más fácil recordar cada planeta, porque la memoria es más eficiente a la hora de reconocer información, que a la hora de producirla propiamente. Es por ello que los exámenes de selección múltiple son más fáciles. Si te pregunto “¿cuál es el primer planeta del sistema solar?”, tendrías que producir esa memoria. En cambio, si te pregunto, “¿cuál de estos es el primer planeta del sistema solar? Venus, Urano, Saturno, Mercurio”, es posible que tú al principio no recordaras cuál es la respuesta correcta, pero al verla entra las opciones, ahora la recuerdas mucho mejor.
            Puedes también asociar cada elemento con algún lugar del salón en el cual presentarás el examen. Mercurio puede ser la pizarra, Venus tu pupitre, Tierra la ventana del aula, y así. En caso de que no recuerdes un planeta en particular, puedes observar el salón, y al ver la pizarra, recordarás que Mercurio es uno de los planetas. Este método, llamado loci, se ha usado desde tiempos muy antiguos por los oradores. Hoy los políticos tienen teleprompter y leen sus discursos, pero en la Antigüedad, tenían que conocer sus discursos de memoria, y solían recordarlos usando esta técnica.
Pero, por supuesto, este método no sirve solamente para exámenes o discursos. A veces, olvido tomar la medicina que debo ingerir después de caminar. Para que eso no me pase más, me ato un hilo en un dedo. Así, cuando regreso de caminar, inevitablemente en algún momento veré mi dedo, y en ese momento, recordaré que debo tomar la medicina. Esto demuestra que la memoria se construye con asociaciones. La asociación es muy importante en la memoria y el aprendizaje. Por eso, Belén, es importante que cuando estudies, no trates meramente de almacenar un montón de datos en tu cabeza. Trata de asociarlos con cosas que previamente ya conoces, intenta establecer conexiones entre lo nuevo y lo viejo, pues de ese modo, lo recordarás mucho más fácilmente.
Los contextos son también muy importantes para recordar bien las cosas. Seguramente te ha ocurrido en alguna ocasión que tienes el nombre de algo o de alguien, “en la punta de la lengua”, pero no llegas a recordarlo propiamente. Una situación como ésa puede ser muy frustrante. Pero, puedes tratar de recordarlo a través del contexto. En tu mente, puedes empezar a describir a esa persona u objeto, y al activar las memorias complementarias sobre esa persona u objeto, verás que, finalmente, el nombre sí vendrá a tu mente.
También es cierto que se recuerda mejor cuando se está en una situación parecida a cuando se almacenó la información por primera vez. Para tu examen de astronomía, trata de estudiar en el mismo salón donde presentarás el examen. Si no está disponible, trata al menos de estudiar en un salón similar.
Los estados de ánimo también cuentan. Si estás alegre mientras estudias, se te hará más fácil recordar esa información si estás alegre. Incluso, algunos psicólogos han hecho estudios corroborando que, cuando una persona embriagada recibe una información, la recuerda mejor cuando vuelve a estar embriagada, que cuando está sobria. Con esto, Belén, no te digo que bebas antes de estudiar, y bebas antes de tomar el examen. ¡Vaya estupidez sería eso! Lo que te digo es que el parecido de las circunstancias ayuda a recordar.
Yo también tuve que presentar un examen de astronomía en el cole, y me preguntaron los planetas en orden. Una semana después que presenté ese examen, se me olvidó todo. Probablemente te pasará lo mismo. Pero, en realidad, no se olvida por completo. Si vas a la universidad y tomas un curso de astronomía, no recordarás de inmediato los planetas, pero se te hará mucho más fácil volver a aprenderlos. Seguramente, los planetas y su orden no es algo suficientemente significativo como para que lo almacenes en tu cerebro, del mismo modo en que almacenas a tus primos y su orden de nacimiento. Pero, te insisto, esa experiencia no se borra por completo, pues aún si no la recordarás en pleno sentido, se te hará más fácil volverla a aprender.
En ocasiones, el recordar unas cosas se puede convertir en un obstáculo para recordar otras cosas. Supón que el año pasado aprendiste muy bien los elementos de la tabla periódica, y recuerdas el mercurio, como uno de los elementos. Ahora, cuando tratas de aprender el planeta Mercurio y su orden en la secuencia de planetas, es posible que la memoria del mercurio como elemento de la tabla periódica, interfiera en tu capacidad para aprender ahora que Mercurio es el primer planeta. A esa interferencia, los psicólogos la llaman interferencia proactiva. Pero, puede ocurrir también a la inversa: por ejemplo, con la nueva información que acabas de aprender, se te podría hacer más difícil recordar cosas del pasado. Acabas de aprender ahora sobre el planeta Venus, pero es posible que ese nuevo aprendizaje sea un obstáculo para que recuerdes tu curso de mitología el año pasado, y que Venus es también la diosa romana del amor. A esa interferencia, los psicólogos la llaman interferencia retroactiva.
Es también importante, Belén, que duermas bien. ¿Recuerdas la fase REM del sueño? Es cuando tu cerebro está muy activo, pero tu cuerpo queda paralizado, mientras duermes. Es la fase más avanzada del sueño. Se han hecho experimentos con ratas a las cuales se les impide llegar a esa fase del sueño por varias noches, y resulta que olvidan lo que otras ratas aprenden fácilmente (por ejemplo, llegar al objetivo en un laberinto). Eso sugiere que, para recordar bien las cosas, debes dormir bien sin interrupciones.
Y, a pesar de que eres muy joven, y no te mortificas demasiado con cómo será tu vejez, sí debes tener en cuenta que la capacidad para la memoria, declina un poco a medida que envejecemos. Pero, no declina tanto la capacidad para recordar cosas del pasado, sino la capacidad para aquello que los psicólogos llaman memoria prospectiva. Éste es el tipo de memoria que consiste en recordar hacer cosas que se han planificado para el futuro. Como te decía, a veces yo olvido tomar mi medicina. Eso es falta de memoria prospectiva.
Algunas personas creen que es normal que los ancianos pierdan sus memorias, pues a fin de cuentas, son seniles. Pero, eso no es normal. O, en todo caso, es sólo normal si se pierden levemente algunas memorias, pero si un anciano empieza a perder la capacidad de recordar y reconocer a sus familiares y amigos, o no recuerda en qué año nació, o empieza a caminar porque no reconoce su casa, eso es señal de que sufre una enfermedad. La enfermedad más común con este tipo de síntomas es el mal de Alzheimer.
En esta enfermedad, que es muy penosa (y muy dura, no solamente para el paciente, sino también para los familiares que deben atenderlo), se forman unas placas en el cerebro del afligido, que impiden el flujo apropiado de neurotransmisores (¿los recuerdas?, son los químicos que se pasan de una neurona a otra). La acetilcolina es un neurotransmisor que regula la capacidad de recordar cosas. Las placas que se forman en los cerebros de los pacientes con Alzheimer hacen que la acetilcolina sea insuficiente, y como consecuencia, el paciente va perdiendo su memoria.
Nadie sabe bien por qué se forman esas placas en el cerebro. Hay quien dice que el aluminio es el responsable (supuestamente, cuando raspamos las ollas y tomamos la sopa, consumimos el aluminio que causa Alzheimer). No creo que debas asustarte, Belén. Nada de eso está probado, y todo parece indicar que el aluminio no tiene nada que ver. Mientras se descubre la causa y la cura del Alzheimer, los médicos recomiendan hacer ejercicio físico moderadamente, y sobre todo, mantener la mente activa constantemente. Sigue resolviendo sudokus, como lo has hecho desde niña. Eso sí parece ser una buena protección contra el Alzheimer.
En las personas que sufren del mal de Alzheimer, una parte del cerebro, el hipocampo, queda especialmente deteriorada y atrofiada. A inicios del siglo XX, el psicólogo Karl Lashley se propuso investigar dónde en el cerebro, podría estar localizada la memoria. Lashley hizo experimentos quitando partes del cerebro a sus ratas, pero en ningún caso, las ratas perdían la memoria sobre cómo cruzar un laberinto cuyo camino habían aprendido previamente. Desde entonces, los psicólogos y neurólogos asumieron que la memoria no está ubicada en una región particular, sino que está dispersa por todo el cerebro.
Pero, esta idea cambió con un caso muy dramático a inicios del siglo XX, quizás uno de los casos más famosos en la historia de la psicología. Henry Molaison (o, como se le conocía antes de que muriera, H.M.), un joven que sufría epilepsia, tuvo una cirugía en la cual se le removió el hipocampo. El cirujano fue William Beecher Scoville. La operación pareció ser un éxito: H.M. no tuvo más epilepsia, y de hecho, mantenía un buen nivel de inteligencia. 



Pero, pronto, sus médicos notaron que la memoria de H.M. no funcionaba bien. H.M. recordaba bien la información obtenida antes de la operación, pero no era capaz de formar memorias duraderas después de la operación. Él recordaba muy bien su nombre, su lugar de nacimiento, etc. Pero, cuando conocía a alguien por primera vez, diez minutos después, ya no sabía quién era esa persona.
H.M., pues, sufría de amnesia. Hay dos tipos de amnesia: retrógrada y anterógrada. H.M. sufría de amnesia anterógrada, la incapacidad de formar nuevas memorias a largo plazo, después de la lesión cerebral. La amnesia retrógrada ocurre cuando se pierden los recuerdos almacenados antes de la lesión.
Los científicos entendieron mucho mejor, pues, cómo opera la memoria en el cerebro. El hipocampo de encarga de retener nueva información, y en caso de ser significativa, enviarla a la parte superior del cerebro, la corteza cerebral. Sin hipocampo, no hay capacidad de retener la información. La información que previamente se había almacenado en la corteza, enviada por el hipocampo, se conserva. Por eso es que H.M. recordaba bien los eventos de su infancia. Pero, no era capaz de recordar lo que ocurría diez minutos antes. Obviamente, H.M. no tenía capacidad de aprender cosas nuevas, pues no contaba con la parte del cerebro que le permitiera retener la información.
Con todo, H.M., sí era capaz de algunos tipos de aprendizaje. A los psicólogos les fascina hacer pruebas. Una de esas pruebas consiste en resolver laberintos sobre un papel, pero no mirando el papel directamente, sino mirando su reflejo en un espejo. No es fácil hacer esto, pero con práctica, se va perfeccionando la destreza. H.M. hacía estas pruebas a diario. Cada vez que él lo intentaba, él decía que era la primera vez en su vida que lo hacía. Pero, extrañamente, H.M. mejoraba en esa prueba.
Eso se interpretó como señal de que además del tipo de memoria que consiste en recordar información sobre hechos, existe también aquello que se llama memoria procedimental. Esto no consiste en recordar hechos, sino destrezas. Tal como esas pruebas demostraban, la memoria procedimental de H.M. quedó intacta. Los psicólogos concluyeron, entonces, que la memoria procedimental no se almacena en el hipocampo, pues aun sin hipocampo, H.M. recordaba bien cómo resolver esos laberintos. Hoy los psicólogos creen muy probable que la memoria procedimental se encuentra ubicada en el cerebelo.
Te he comentado sobre diversas áreas del cerebro como almacenamiento de memoria. Pero, en la historia de la psicología, ha habido teorías muy aventuradas sobre la posibilidad de que, quizás, la memoria se ubique también en otras regiones del cuerpo humano. De vez en cuando, se oyen historias sobre personas que han recibido órganos, y supuestamente asumen la personalidad de los donantes, o conservan algún recuerdo de la vida del donante. No pasan de ser anécdotas.
Pero, sí hubo un psicólogo, John McConnell, que se propuso estudiar esto más a fondo, con experimentos bastante intrigantes. McConnell tomó unos gusanos, y a través del condicionamiento clásico (¿recuerdas?, como los perros de Pavlov), los enseñó a hacer contorsiones ante la luz (cada vez que los exponía a la luz, los sometía a descargas eléctricas). Esos gusanos son muy extraños, porque son de la especie que, si los cortas por la mitad, ¡la mitad que queda sin cabeza regenera otra cabeza! McConnell se preguntaba si el gusano con la nueva cabeza conservaría el recuerdo de lo aprendido. Y, para su gran asombro, los gusanos con cabezas regeneradas sí recordaban el aprendizaje de evitar la luz. McConnell llegó a la conclusión de que, quizás, la memoria no está solamente en el cerebro.
Luego, a McConnell se le ocurrió otro experimento. Tomó unos gusanos que habían aprendido a evitar la luz, los mató, los partió en varios pedacitos, y con eso alimentó a otros gusanos. Pues bien, esos gusanos caníbales ahora también hacían contorsiones al recibir luz. McConnell llegó a la conclusión de que, no solamente la memoria puede estar ubicada en otras partes corporales, sino que también puede comunicarse a otros a través del consumo de esas partes corporales.
Muchos caníbales han tenido la creencia de que, al consumir la carne humana, se recibe parte de la personalidad y la memoria de la víctima. McConnell, que era dado al sensacionalismo mediático, decía que, quizás después de todo, los caníbales sí tenían razón. McConnell no proponía el canibalismo, pero sí proponía que es posible que la memoria y la información se puedan transmitir en moléculas, y si esto es así, entonces podríamos aprender cosas comiendo alimentos que contengan esa información.
A muchos psicólogos, esto les parece un disparate. Varios científicos intentaron reproducir los experimentos de McConnell con los gusanos, y no obtuvieron los resultados que él obtuvo. Quizás sus experimentos no estuvieron bien diseñados. Pero, te diré que yo siento algo de simpatía y admiración por McConnell, porque si bien sus ideas podrían resultar fantasiosas, al menos hizo un intento ingenioso de someterlas a prueba científicamente. Creo que McConnell merece más elogios que Freud, un señor que, como sabes, yo no admiro, pero que mucha gente tiene en un pedestal.
En fin, Belén, seguramente habrás oído a las viejas del barrio decir que, para recordar las cosas, debes comer zanahoria. No es un mal consejo. Pero, los asuntos de la memoria, deben estudiarse científicamente. Por eso, para el examen del sistema solar, ten presente las cosas que te he mencionado en esta carta. Ten presente que hay muchos mitos sobre la memoria. Por ejemplo, es falso que dándote un golpe en la cabeza, tus recuerdos vendrán con más fluidez. Tu cerebro no es un televisor viejo que repentinamente se ajusta con un zarpazo sobre la caja. Y sobre todo, ten presente que la memoria humana es muy imperfecta, y cuando una persona te narre algo que resulte muy extraño, asegúrate de corroborar que eso es así, pues puede ser que esa persona tenga memorias falsas. Se despide, tu amigo Gabriel.    


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