sábado, 26 de agosto de 2017

Lincoln debió seguir el ejemplo que Monagas dio

            Recientemente, en la ciudad de Charlottesville, grupos antirracistas tumbaron la estatua del general confederado Robert E. Lee. Frente a esto, grupos neonazis y supremacistas blancos convocaron manifestaciones, y en los altercados, murió un activista antirracista.
En vista de todas estas tensiones, han resurgido en la palestra pública, algunos historiadores que intentan hacer un revisionismo de la guerra civil norteamericana. Desde que en 1865 el Norte definitivamente derrotó al Sur, quedó en algún sector de los estados sureños una ideología que ha venido a llamarse la “Causa perdida de la Confederación”. Según esta ideología, el motivo de la guerra civil norteamericana no fue la esclavitud, sino las pretensiones expansionistas yanquis, y en ese sentido, el Norte fue el agresor.

Muchos de los alegatos en esa ideología son cuestionables. Pero, hay algunos que sí merecen más consideración. Por ejemplo, se alega que la esclavitud en EE.UU. ya venía en declive, y por ende, no era necesaria una brutal guerra para erradicarla. Se pudo haber intentado comprar a los esclavos compensando a los amos. El cálculo económico es complejo, pero es razonable pensar que esa estrategia podría haber sido más eficiente que el enorme gasto (tanto en bienes como en vidas humanas) que supuso la guerra.
La guerra civil norteamericana fue muy sangrienta, y eso dejó con un enorme resentimiento al Sur. Más aún, no sólo la vitoria fue apabullante, también lo fueron los años que le siguieron (el período que se conoce como la “Reconstrucción”). Tras la devastación del Sur, muchos oportunistas del Norte aprovecharon para depredar y hacer dinero fácil en la reconstrucción del Sur. Y, para mantenerse en el poder y asegurar el control sobre los blancos sureños vencidos (ahora explotados económicamente), muchas veces manipularon a los negros libertos en contra de sus antiguos amos.
Según los revisionistas, todo esto explica cómo, tras el fin de la guerra civil, el resentimiento sureño hizo surgir grupos como el Ku Klux Klan, y eventualmente, los legisladores sureños se empeñaran en imponer el sistema de segregación racial, las infames leyes de Jim Crow.
Seguramente estas tesis requieren matices. Pero, al comparar las relaciones raciales de Venezuela, con las de EE.UU., me inclino a pensar que los revisionistas esencialmente tienen razón. No nos engañemos: en Venezuela existe el racismo, y quizás de forma más insidiosa que en EE.UU. Pero, en Venezuela no hay la obsesión racial que sí existe en EE.UU. Nuestros censos no preguntan a qué raza pertenecen los ciudadanos, y al menos formalmente, no existen categorías raciales que dividan a la población en distintos grupos.
Ciertamente  en Venezuela, las desigualdades económicas tienen correspondencia racial: las clases acomodadas tienen la piel más clara que las clases excluidas. Y, también podemos quejarnos de que las reinas de belleza y actores de televisión suelen ser rubios de ojos azules, cuando el resto de la población tiene la piel mucho más oscura. Pero, a decir verdad, la integración racial en Venezuela ha sido muchísimo más óptima que en EE.UU. En Venezuela es inconcebible la existencia de grupos de odio como el Ku Klux Klan, y en líneas generales, una persona de piel oscura con mucho dinero, puede vencer la discriminación. La conflictividad venezolana se basa en clases sociales, no en razas.
¿Cómo, entonces, logró Venezuela tener mejores relaciones raciales que EE.UU.? La explicación que muchas veces se invoca es el mestizaje. Según esta teoría, los amos blancos criollos estuvieron mucho más dispuestos a mezclarse con negros e indios, mientras que los esclavistas anglosajones no lo hicieron. Ese mestizaje, supuestamente, facilitó mucho más la integración. Esta teoría es sólo medianamente verdadera. En EE.UU., contrariamente a lo que se cree, hubo también bastante mestizaje. Allá también hubo amos que tomaron a esclavas, y tuvieron múltiples hijos con ellas Thomas Jefferson es uno de los casos más emblemáticos, pero como él, hubo muchísimos más.
Pero, aun si fuera cierto que en Venezuela hubo muchísimo más mestizaje que en EE.UU., eso no explica suficientemente bien por qué en Venezuela se dio una mejor integración racial. Ese mestizaje fue más bien forzado, en clara relación de desigualdad, de forma tal que las violaciones difícilmente habrían contribuido a la armonía racial.
Habría que buscar, entonces, otra mejor explicación. Tentativamente, quisiera postular que la forma en que se acabó la esclavitud en Venezuela tiene mucho que ver. Como en EE.UU., la esclavitud en Venezuela fue brutal. Antes, durante, y después de la independencia, hubo varias rebeliones de esclavos. Al principio de su carrera, Bolívar no era un abolicionista convencido. Luego, como parte de un acuerdo hecho con el presidente haitiano Pieton, Bolívar accedió a proclamar la liberación de los esclavos. Pero, Bolívar fue comprendiendo que si se planteaba radicalmente la abolición de la esclavitud, se quedaría sin el apoyo necesario de los esclavistas criollos para construir su nación, Colombia.
En su evolución ideológica, Bolívar pudo haber llegado a ser un genuino abolicionista, pero a la larga, prevaleció en su mente el pragmatismo. En su proyecto, la abolición de la esclavitud tendría que ser más gradual. Y, el modo de hacerlo, sería a través de la compensación a los amos. El dinero de la compensación se recaudaría con impuestos. Bolívar murió sin concretar sus proyectos, pero sus sucesores básicamente siguieron la misma política. Finalmente, en 1854, José Gregorio Monagas decretó la abolición de la esclavitud, pero no sin las gestiones para la compensación de los amos.
Estas compensaciones nunca se cumplieron por completo y hubo mucha corrupción en el manejo de los fondos (los Monagas fueron de los presidentes más corruptos de la historia de Venezuela). Pero, a la larga, cumplieron un propósito: los amos no quedaron resentidos. La esclavitud en Venezuela se abolió pagando dinero sin derramar sangre. Se daba así un importante paso hacia la integración racial.
En EE.UU. se pudo haber seguido el modelo venezolano (que, en realidad, fue el modelo imperante en todas las otras naciones que abolieron la esclavitud en el siglo XIX). Pero, Lincoln eligió la guerra. El resultado, a la larga, ha sido desastroso. Los antiguos esclavistas blancos se volvieron aún más racistas que en las épocas anteriores a la abolición. Vencidos en una cruenta guerra, y explotados en una supuesta reconstrucción que en el fondo favorecía a las élites vencedoras del Norte, se organizaron en grupos paramilitares para dar una nueva batalla, enfrentándose a los vulnerables de siempre: los negros. Con semejante resentimiento, la integración racial norteamericana ha sido mucho más difícil que la venezolana. Al menos en esto, los criollos pueden dar a los yanquis una importante lección. Lincoln debió seguir el ejemplo que Monagas dio.

2 comentarios:

  1. muy interesante, vale más tener la cabeza fria que dejarse llevar por las pasiones

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