Conferencia dictada en un simposio sobre René Girard.
En junio de 2002, después de haber leído varios libros de Girard, asistí en la Universidad de Purdue a una de las conferencias anualmente organizadas por COV&R. Esta experiencia fue maravillosa, pues además de haber conocido ahí a James Alison, me sirvió mucho para conocer en mayor profundidad la obra de Girard. Ahí, conocí a gente brillante y sumamente amable. Pero debo admitir que no me sentí plenamente integrado con la gente de COV&R. Y, pronto entendí que esa falta de integración se debía a que la mayoría de los que asisten a esas conferencias son personas que tienen firmes convicciones cristianas y una buena porción de ellos, incluso, son clérigos o personas que tienen vida activa en iglesias.
Girard mismo, por supuesto, es una de esas personas. Según él mismo confiesa, va todos los domingos a escuchar misa en latín. Y, por supuesto, su obra es una elocuente apología del cristianismo. De manera tal que resulta bastante natural que curas, pastores y ministros tengan un gran interés en su obra.
Yo, por mi parte, tengo serias dudas sobre la existencia de Dios. Creo, en primer lugar, que ninguna doctrina debe aceptarse sobre las bases de la fe, y eso incluye la creencia en Dios por fe. Yo estoy dispuesto a hacer una defensa de Tomás Apóstol: para creer algo, es necesario contar con evidencia o algún indicio racional a favor de esa creencia (agrego, de paso, que obviamente creo que la historia sobre Tomás es ficticia). Y, acá evoco la famosa frase de Carl Sagan: los alegatos extraordinarios requieren evidencia extraordinaria. El mayor problema que veo en la fe es que conduce al relativismo. Mediante la fe, quedamos despojados de un criterio firme para distinguir lo verdadero de lo falso, y al final, todo vale. Si por fe es legítimo creer que María subió a los cielos en alma y cuerpo, ¿por qué no es legítimo aceptar también por fe que Joseph Smith recibió las planchas doradas del ángel Moroni?
Ha habido, por supuesto, intentos racionales por defender al menos la existencia de Dios. Pero, estos argumentos, si bien me parecen sumamente interesantes y considerables (como, por ejemplo, el argumento ontológico de san Anselmo, o las cinco vías de santo Tomás de Aquino), no terminan de convencerme de que Dios existe. Además, creo que hay algunos argumentos de peso en contra de la existencia de Dios, el principal de ellos, por supuesto, evoca la eterna pregunta: si Dios es bueno y omnipotente, ¿por qué permite el mal?
Más aún, me inclino hacia una visión materialista del mundo. Creo que todo cuanto existe es materia; a lo sumo, cosas como los objetos abstractos o los pensamientos, son propiedades emergentes de la materia, pero no pueden existir en ausencia de ella. Creo, en otras palabras que el mundo espiritual no existe, y en ese mundo espiritual, por supuesto, se incluye a Dios. Como complemento, me inclino a pensar que el mundo funciona como una gran máquina, y que probablemente estamos determinados desde los orígenes del universo. Aún no tengo claro si esa determinación permite o no que tengamos libre albedrío.
Asimismo, me inclino a pensar que los milagros no ocurren, pues como señalaba David Hume, siempre será más probable la falsedad del testimonio sobre el milagro, que el mismo hecho milagroso. Sí creo que hubo un Jesús histórico, pero me parece que los evangelios son poco confiables desde un punto de vista historiográfico. Dudo de que haya una vida después de la muerte.
Ahora bien, ¿puede una persona con creencias como las mías ser un girardiano? Me temo que sólo medianamente. Girard no es sólo un crítico literario, un antropólogo o un filósofo. Me parece que es, por encima de todo, un apologista cristiano, en la misma tradición de Tertuliano u Orígenes. Y, así, una persona con inclinaciones al ateísmo y al materialismo, sólo puede aceptar parte de su obra.
Yo propongo hacer con Girard lo mismo que Thomas Jefferson hizo con la Biblia en el siglo XVIII. Jefferson editó la Biblia, e intentó expurgar de ella todos los pasajes que hicieran referencia a eventos sobrenaturales. Pues bien, mi intención es secularizar la teoría mimética. Hay aspectos en la obra de Girard que son sumamente apreciables y que una persona secular se enriquecería con ellos. Pero, asimismo, Girard muchas veces llega a conclusiones que una persona con una visión materialista y atea (o, al menos agnóstica) sencillamente no puede aceptar. Y así, estimo necesario hacer una expurgación de lo religioso en la teoría mimética.
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En caso de que algunos de Uds. no conozcan los rasgos generales del pensamiento de Girard, trataré de resumirlos brevemente. Hay tres grandes ideas que estructuran la obra de Girard:
1. El deseo mimético: los seres humanos imitan a los demás. Eso es la base del aprendizaje. Pero, al imitar a los demás, también imitan los deseos de los demás. Eso hace que, eventualmente, las personas terminen deseando las mismas cosas, y así, se convierten en rivales. Esto da pie a muchas situaciones violentas que, incluso, tienen el potencial de destruir a la vida en comunidad.
2. El mecanismo de la víctima propiciatoria: cuando una colectividad está en crisis debido a las rivalidades originadas por el deseo mimético, muchas veces logra resolver sus conflictos internos canalizando esa violencia hacia un agente que sirve de víctima expiatoria, y a la cual se acusa de ser la responsable de la crisis que se vive. En la medida en que los miembros de la colectividad participan mutuamente en la ejecución o expulsión de una víctima expiatoria, dejan sus conflictos de lado, y estrechan vínculos entre sí. A juicio de Girard, este mecanismo fue lo que propició la paz entre las primeras comunidades humanas, y en ese sentido es la base fundacional de la cultura humana.
3. La Biblia es un texto singular: los mitos, opina Girard, son crónicas distorsionadas sobre el mecanismo de la víctima propiciatoria. Los mitos son formulados por quienes participaron de la violencia en contra de la víctima, y así, presentan los hechos como si la víctima fuese culpable de alguna atrocidad, y merece su ejecución. La Biblia, en cambio, es diferente porque defiende a las víctimas, y rehúsa aceptar la distorsión que de ellas hacen los mitos.
Pero, hay un cuarto punto que, si bien Girard no desarrolla mucho en sus libros, es muy importante en su pensamiento: precisamente porque es singular, la Biblia es un texto divinamente revelado. Según Girard, los seres humanos por sí solos no tienen la capacidad de entender que las víctimas expiatorias son inocentes, pues los seres humanos están inmersos en el mismo proceso cultural que canaliza la violencia hacia las víctimas. Fue necesaria la revelación divina para que los seres humanos comprendieran que las víctimas ejecutadas en el mecanismo expiatorio no son culpables, y que la crisis no es ocasionada por la víctima, sino por las rivalidades producto del deseo mimético.
Mi amigo Joao Cezar de Castro Rocha me ha comentado que eso es apenas un aspecto colateral del pensamiento de Girard, y que se trata de una mera opinión personal de Girard. Yo no estoy de acuerdo. Hay varios pasajes en los que Girard es bastante firme y contundente respecto a esto, y asume, a la manera silogística, que si las premisas de su obra son correctas, entonces ellas deben conducir a la conclusión de que la Biblia es un texto divinamente revelado. Me parece que la opinión de Girard es que no puede aceptarse íntegramente la teoría mimética sin aceptar la inspiración divina de la Biblia. Pues, la singularidad de la Biblia implica su origen divino.
Así, por ejemplo, lo enuncia en Des choses cachées depuis la foundation du monde: “el conocimiento auténtico sobre la violencia y todas sus obras que se encuentra en los evangelios no puede ser el resultado exclusivo de la acción humana”[1], con lo cual implica, que Dios tuvo que haber participado en esto.
También en Je vois Satan tomber comme l’eclair: “hasta ahora, siempre he podido encontrar respuestas plausibles a las preguntas suscitadas en este libro dentro de un contexto antropológico y de sentido común. Esta vez, sin embargo, es imposible. Para salir del poder de la unanimidad mimética, debemos postular un poder superior al contagio violento. Si hemos aprendido algo en este estudio, es que no existe tal cosa en la Tierra”[2]. Con esto, Girard quiere decir que los hombres por sí solos no pudieron escapar al mecanismo de la víctima expiatoria. Para salir de ese mecanismo, tuvieron que contar con la ayuda divina.
Incluso, Girard sostiene que él es cristiano, no propiamente debido a una fe previa, sino precisamente, porque el estudio comparado de textos y religiones lo condujo a la conclusión de que Jesús es Dios y la Biblia es un texto divinamente revelado. De hecho, Girard fue un pensador irreligioso hasta que se hizo renombre como crítico literario. Así pues, Girard deja muy claro que su cristianismo no es sólo una opción preferencial, del mismo modo en que puede serlo el gusto por el arte barroco, o una afición futbolística por el Corinthians. Antes bien, su cristianismo pretende ser el resultado de una inferencia racional abstraída a partir de la comparación de la Biblia con los mitos, y el cristianismo con otras religiones.
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De esa manera, Girard pretende llegar racionalmente a la conclusión de que, no sólo Dios existe, sino que además, encarnó en Cristo y reveló la Biblia. Girard deja entrever que, si se aceptan las premisas de su obra, entonces debe aceptarse como conclusión que la Biblia es divinamente revelada.
Pues bien, cuando en una discusión se emplea un silogismo que conduce a una conclusión que no es aceptable por la contraparte, ésta tiene dos opciones: o bien negar la veracidad de las premisas del silogismo, o bien negar la validez formal del silogismo. Girard ha empleado un silogismo que conduce a la conclusión de que Dios ha revelado la Biblia. Un ateo o agnóstico que rechace esta conclusión, tiene dos opciones: o bien negar la veracidad de las premisas de las cuales parte Girard, o bien negar la validez formal de su argumento.
Para expurgar lo religioso de la teoría de Girard, haré uso de ambas opciones. Colocaré en duda algunas de las premisas de las cuales él parte, y además, colocaré en duda la validez formal de la inferencia que Girard abstrae. Empezaré por evaluar las premisas básicas de su obra.
La teoría del deseo mimético me parece perfectamente aceptable. Y, por ello, creo que Mesonge romantique et verite novelesque (la obra en la que Girard introduce este concepto) es sumamente valiosa. Algunos científicos rigurosos podrían criticar a Girard su laxitud a la hora de investigar la psicología humana (no deja de ser cierto que el pretender elaborar una teoría del deseo a partir del análisis de cinco novelistas es un poco osado y simplista), pero cada vez hay más indicios científicos de que la imitación es parte fundamental de la conducta humana, y que puede fácilmente conducir a las rivalidades.
Las recientes investigaciones sobre las células espejo (o neuronas espejo) confirman varios de los aportes teóricos de Girard (vale destacar, de paso, que las investigaciones sobre células espejo complementan un entendimiento materialista de la mente, lo cual virtualmente aniquila la posibilidad de existencia del alma, un concepto ampliamente aceptado por el cristianismo).
La teoría sobre el mecanismo de la víctima expiatoria es un poco más cuestionable. Queda poca duda de que, en muchas ocasiones, dos partidos en conflicto cesarán de combatir entre sí cuando canalicen su violencia hacia un tercero. Y, en función de esto, la teoría de Girard puede ser óptimamente aplicada en varias disciplinas que van, desde la psicología social, hasta las relaciones internacionales.
Pero, me parece que Girard sobrepasa los límites de lo científicamente aceptable cuando postula que ese mecanismo es el origen y fundamento de la vida cultural del hombre. Girard parte de una premisa aceptable, a saber, que el mecanismo expiatorio ocurre en muchos espacios de la vida social, pero la lleva a extremos inaceptables. Postular que todos los ritos, mitos y prohibiciones, la caza, al domesticación de los animales, el poder político, etc., proceden del mecanismo expiatorio es una hipótesis sin mucho rigor o fundamento.
Hay mitos y ritos que sencillamente no tienen nada que ver con la violencia. Girard postula que la ausencia de violencia en esos mitos y ritos se debe al hecho de que las comunidades escondieron la violencia original, pero eso me parece una explicación ad hoc inaceptable, no muy distinta de las teorías de la conspiración que achacan su falta de evidencia al mismo complot de los conspiradores. De manera tal que la segunda premisa del pensamiento girardiano, a saber, el mecanismo de la víctima propiciatoria, me parece medianamente aceptable, pero debe imponérsele algunos límites.
La tercera premisa del pensamiento de Girard, a saber, que la Biblia es un texto singular, pero me parece la más cuestionable. Girard hace un contraste entre los mitos que acusan a las víctimas, y las historias de la Biblia, las cuales supuestamente defienden a las víctimas. En esto, opino que Girard exagera el contraste, y muchas veces recurre a interpretaciones un tanto forzadas para denunciar violencia en los mitos donde no aparece claramente, y para excusar la violencia en la Biblia, donde sí aparece claramente.
El mismo Girard admite que el Antiguo testamento es un ‘texto en progreso’, a saber, en esa colección de libros se entrelazan historias escritas desde la perspectiva de las víctimas, e historias escritas desde la perspectiva de los victimarios. Pero, Girard tiene la tendencia a excusar totalmente los escritos del Nuevo testamento. Y, francamente, yo no veo muy claro que el Nuevo testamento esté exento de una mistificación de la violencia.
Los mismos evangelios están cargados con esta mistificación de la violencia, mediante la prédica apocalíptica de Jesús. Girard dice que la prédica apocalíptica de Jesús es una advertencia sobre la violencia humana (no divina) que nos sobrevendrá si no dejamos de lado las rivalidades. Pero, esto me parece una interpretación forzada. Desde Albert Schweitzer, los historiadores han ofrecido plenitud de razones para suponer que la prédica apocalíptica de aquella época incorporaba el tema de la intervención violenta de Dios, y no veo por qué Jesús hubiese sido la excepción. Y, por supuesto, el libro de Apocalipsis no escatima en mistificar la violencia divina en un gran combate escatológico.
Me parece, además, que en los evangelios se presenta una visión distorsionada de los judíos, y sobre todo, su participación en la ejecución de Jesús lo cual, en cierto sentido, los convierte en textos de persecución. Girard insiste en que en los evangelios no hay rastros de antisemitismo, pero yo no estoy de acuerdo con eso. La mayoría de los historiadores nos informa que en los evangelios hay una persistente intención de exculpar a los romanos y culpar a los judíos en la crucifixión de Jesús. Según un buen número de historiadores, es poco probable que el juicio en el Sanedrín haya realmente ocurrido; más bien habría sido un artificio literario. Así, en los evangelios los judíos son acusados de ser quienes promovieron la ejecución de Jesús, y el texto claramente participa de esa acusación.
Además, si el Nuevo testamento realmente fuese un texto que reivindica a las víctimas, sus autores habrían tomado una postura más firme frente a la esclavitud, víctimas de un terrible sistema de opresión. No sólo no hay ninguna condena explícita de la esclavitud en el Nuevo testamento, sino que también se hace un llamado explícito a continuar y dejar intacta esta institución (emblemático en Filemón).
Con todo, podemos admitir junto a Girard que, efectivamente, en balance, el cristianismo tiene una tendencia a reivindicar a las víctimas por encima de los victimarios. De hecho, ésta fue la crítica que precisamente Nietzsche hizo al cristianismo. Pero, aun si admitiéremos que la Biblia es un texto singular y que, efectivamente, el cristianismo defiende a las víctimas mejor que cualquier otra religión, eso no implica la Biblia sea un texto divinamente revelado.
El hecho de que un texto sea singular no lo hace de origen divino. La Biblia es singular en tanto ha sufrido persecuciones y, con todo, ha persistido durante dos mil años. Es singular porque ha sido el libro más leído de toda la historia. Pero, nada de eso prueba que ha sido revelado por Dios. Hay un conjunto de circunstancias históricas contingentes que permiten explicar cómo la Biblia ha sobrevivido (por ejemplo, la preservación de los manuscritos en los monasterios, la invención de la imprenta, etc.), y eso hace innecesario recurrir a una explicación sobrenatural.
Del mismo modo, es innecesario recurrir a explicaciones sobrenaturales para explicar la singularidad de la Biblia en su defensa de las víctimas. Max Weber, por ejemplo, pensaba que la simpatía por las víctimas se debía al hecho de que quienes escribieron estos textos (los judíos y cristianos) procedían de culturas aplastadas por otros imperios. Girard rechaza esta explicación, pues considera que hay otros pueblos que han sido aplastados por otros imperios, y con todo, no producen textos que defiendan a las víctimas.
Quizás la explicación de Weber es débil, y quizás siga siendo un misterio explicar cómo la Biblia ha perdurado a lo largo del tiempo, y por qué es singular en su defensa de las víctimas. Pero, el hecho de que aún no encontremos la explicación de un fenómeno no justifica recurrir a Dios como explicación. Esto sería lo que los científicos y filósofos llaman un ‘Dios de los agujeros’ (God of the Gaps).
Ha sido muy común en la historia de la religión atribuir a Dios el origen de fenómenos no comprendidos. Así, por ejemplo, probablemente los hombres primitivos no lograban explicar el origen de los truenos, pero invocaron a los dioses como explicación. Así, los dioses servían para rellenar los ‘agujeros’ explicativos. Pues bien, me parece que Girard hace algo muy parecido. Ante el supuesto ‘vacío explicativo’ de la singularidad bíblica, invoca a Dios para rellenar ese vacío. Es, por así decirlo, una variante de un argumento ad ignorantiam: puesto que no logro explicar X, X debe ser causado por Dios.
En definitiva, creo urgente hacer una reforma secularizadora del pensamiento de Girard. Thomas Jefferson era deísta y no aceptaba a un Dios que interviniera en el mundo, pero no por ello prescindió de la Biblia por completo. Antes bien, propuso editar la Biblia dejando de lado aquellos elementos sobrenaturales, pero preservando sus loables enseñanzas éticas. Pues bien, yo propongo hacer lo mismo con Girard: aceptar sus agudas observaciones psicológicas sobre el deseo mimético y los mecanismos de la violencia expiatoria, pero dejar de lado su apología cristiana. El mismo Girard dice que, si se aceptan sus aportes teóricos, debe aceptarse el origen divino de la Biblia, pero yo creo que él se equivoca. Perfectamente podemos aceptar sus aportes teóricos, sin necesidad de aceptar el origen divino de la Biblia.