Donald
Trump va encaminado a ser el candidato del Partido Republicano para las
elecciones presidenciales norteamericanas de este año. No creo que logre vencer
a Hillary Clinton (su probable rival); pero, hace apenas algunos meses, nadie
lo había tomado en serio, y si dio la sorpresa en las primarias republicanas,
bien podría darla también en las elecciones definitivas.
Si yo
fuera norteamericano, ni por asomo votaría por Trump. Es de los candidatos más
anti-intelectualistas que ha habido en EE.UU. en los últimos años, y
francamente, es un ser humano despreciable. Pero, amerita poner las cosas en su
sitio. Tanto en la política norteamericana, como en la internacional, hay gente
muy parecida o peor que él. Con todo, los medios se han encargado de presentarlo
como el gran coco, mientras que son bastante más suaves con otra gente que, en
muchos aspectos, es peor.
Trump es
el típico populista mediático, enfermizamente narcisista. Su continua
arrogancia al proclamar su inmensa riqueza, lo convierte en el ogro de la
izquierda latinoamericana. Pero, ¿es más narcisista que Chávez? Muchos de los
insultos que Trump ahora coloca de moda en el mundo anglófono, Chávez los
popularizó en el mundo hispano: “Frijolito”, “victoria de mierda”, “yankees de
la mierda”, “Mr. Danger”, “Bush huele a azufre”, etc. Muchos se rieron con las
excentricidades de Chávez. Tanto Trump como Chávez eran expertos en gesticular
frente a las cámaras diciendo cosas aberrantes, con la mera intención de
escandalizar. ¿Por qué, ahora, a quienes disfrutaron de Chávez, ha de
molestarles ahora las excentricidades de Trump? Al menos, hay un personaje, muy
querido por Chávez y sus secuaces, que está muy a gusto con Trump: Vladimir
Putin.
Trump ha
logrado imponerse en la política, gracias a sus esfuerzos en los años previos,
para constituir su imagen como una franquicia. Está ganando el voto, no con
argumentos, sino sencillamente con mercadeo agresivo, y sobre todo, apelando a
su identidad como hombre blanco de negocios: él es el outsider de un establishment que
ya está corrupto. Pide que voten por él, no por lo que piensa o hace, sino
sencillamente por quién él es.
Vale. Pero, hay un
significativo antecedente de esto en la propia política norteamericana: Barack
Obama. El actual presidente norteamericano, como ningún otro, construyó en
torno a su imagen una franquicia. Obama logró convencer al pueblo
norteamericano de que votara por él, no propiamente debido a sus ideas y
proyectos, sino sencillamente al hecho de que él sería el primer presidente
negro, y con eso, los norteamericanos podrían quitarse de encima el peso de la
culpa por siglos de esclavitud y racismo. Obama se valió de aquello que ha
venido a llamarse las “políticas de la identidad” (promover un candidato por su
identidad, y no por sus ideas), y ahora, Trump utiliza la misma táctica. ¿Por
qué justificamos el encanto de Obama, pero no el de Trump?
Se acusa a Trump de
no tener convicciones claras, y cambiar de opinión de un día para otro. En una
época fue demócrata, ahora es republicano. Antes apoyaba el aborto, ya no.
Nunca fue religioso, pero ahora, para ganar votos, de vez en cuando va a la
iglesia. Vale. Pero, de nuevo, ¿qué hay de Chávez? ¿Por qué la izquierda no
criticó eso mismo en Chávez? El Comandante empezó diciendo que no era
socialista o marxista, luego cambió de opinión. Dijo en algún momento que era
evangélico, luego dijo que era católico. Era enemigo de Alan García, pero al
poco tiempo se daba abrazos con él. Reconocía a las FARC como fuerzas
legítimas, pero luego trató desesperadamente de desvincularse de esos
terroristas.
Seguramente el
aspecto más desagradable de Trump es su racismo y su desprecio a los
inmigrantes. Pero, algunas de las palabras de Trump han sido distorsionadas. Él
no ha dicho que todos los inmigrantes son violadores; sólo ha dicho que entre
los inmigrantes mexicanos, hay violadores. En lógica formal, es muy importante
la distinción entre una afirmación universal y una particular, pero
lamentablemente, los medios asumen que, puesto que dijo que algunos inmigrantes
son violadores, afirmó que todos los
inmigrantes son violadores.
El tema de la
inmigración es complejo, y yo francamente no tengo una postura definitiva al
respecto. Pero, hay una cuestión elemental: si las fronteras existen, están
para ser resguardadas, y quien las cruce sin previa autorización, está
cometiendo un acto ilegal. Podemos discutir si conviene o no flexibilizar las
normas, si es prudente o no una amnistía en virtud del volumen de los
inmigrantes en EE.UU. Pero, Trump no ha sido el primero, ni será el último, en
buscar controlar la inmigración en su país. Es fácil asociar esa postura con la
rancia derecha, como de hecho, ocurre en Francia con Marine LePen o en Holanda
con Geert Wielders.
Pero, francamente, todo gobierno nacionalista, sea de
derecha o de izquierda, termina por rechazar a los inmigrantes. En el 2015, en
nombre del nacionalismo, el izquierdista Nicolás Maduro deportó masivamente a
los inmigrantes de origen colombiano en Venezuela, y de nuevo, el mundo no
formó gran alboroto por ello. China, India, Corea del Norte, y tantos otros
países, tienen políticas migratorias y de ingreso durísimas, pero nadie las
objeta tanto como el alboroto que se está formando en torno a Donald Trump.
De hecho, ese mismo
nacionalismo de Trump, se extiende a la economía. Trump no defiende el libre mercado internacional. Él propone las mismas
medidas proteccionistas, con tarifas e impuestos, para privilegiar a la
economía nacional. Es exactamente el mismo proteccionismo que la izquierda
latinoamericano ha defendido con sus programas de cobro de aranceles para la
“sustitución de importaciones”. En 1994, el subcomandante Marcos lanzó su
guerrilla como una protesta en contra de NAFTA, el tratado de libre comercio
entre México, Canadá y EE.UU. Pues bien, Trump es uno de los mayores opositores
a NAFTA. ¿Quién habría pensado que el gran magnate neoyorquino habría sido un
aliado del subco allá en Chiapas?
Se acusa a Trump de
ser un racista, y ciertamente, su base electoral está en el electorado blanco
que, paranoicamente, siente que Obama dio demasiado espacio a las minorías
étnicas. No es casual que David Duke, el más racista de los políticos
norteamericanos (y alguna vez miembro del Ku Klux Klan), apoye a Trump. Pero,
hay datos curiosos. Los negros norteamericanos tradicionalmente votan por el
Partido Demócrata, pero Trump es el candidato republicano que más apoyo ha
conseguido entre los negros durante las últimas décadas. ¿Cómo explicar esto? Muy sencillo: Trump en realidad sólo
tiene animadversión contra los hispanos, y este colectivo se ha convertido en
un competidor de los negros en EE.UU., no solamente en los trabajos, sino
también en la carrera victimista de sentirse la minoría étnica con más derechos
especiales, en programas de acción afirmativa y otras cosas por el estilo.
Buena parte del electorado negro está dispuesto a aceptar a un candidato
apoyado por el racista David Duke, con tal de que saquen a los hispanos del
camino.
Los hispanos, por
su parte, naturalmente odian a Trump. Pero, a diferencia de otros candidatos en
esta campaña, Trump no tiene ningún interés particular en inmiscuirse en
aventuras imperiales en América Latina (de hecho, Trump no tiene el apoyo de
los neoconservadores que quieren que EE.UU. siga siendo un imperio con bases e
intervenciones militares). Trump quiere que EE.UU. cierre sus fronteras, y que
su país se mantenga relativamente aislado (como lo pedían los derechistas aislacionistas durante la Segunda Guerra Mundial), dejando en paz a los presidentes
latinoamericanos (esta actitud no intervencionista, presumiblemente, es lo que
más agrada a Putin, quien siempre ha defendido el principio de soberanía y no
intervención).
Hillary Clinton, en
cambio, un poco más popular entre los latinos de EE.UU., sí es mucho más
agresiva en la política imperial norteamericana, y América Latina no ha sido
excepción: como secretaria de Estado, dio el visto bueno para el golpe de
Estado contra Manuel Zelaya en Honduras, en 2009. Del mismo modo en que a los
negros norteamericanos les importa un comino lo que su gobierno haga o deje de
hacer en África, a los hispanos de EE.UU. les trae sin cuidado las barbaridades
norteamericanas en América Latina; su único interés es que los reciban como
inmigrantes.
Donald Trump es un
payaso, y sería una gran desgracia que llegase a la presidencia de EE.UU. Pero,
esa desgracia se haría aún más grande, si seguimos satanizando a Trump, sin
tener en cuenta que muchas de las cosas que criticamos en él, están presentes
en otros políticos que, por alguna extraña razón, nos resultan más simpáticos.
Concuerdo en casi todo contigo. Muy buen artículo.
ResponderEliminarGracias.
EliminarCon todo respeto, lo que Trump dijo era que algunos NO eran violadores, no al revés.
ResponderEliminarCualquier persona con un básico uso de la lengua sabe eso qué quiere decir, es decir la idea que el está transmitiendo implícitamente.
Por favor corrija los errores en el artículo.
Cual es el error? A nivel de la logica de predicados, decir que algunos no son violadores es lo mismo que decir que algunos si son violadores. Ambos son cuantificadores particulares, no universales
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