Guste
o no a ala progresía internacional, es
necesario admitir que Nicolás Maduro es un dictador. Pero, se preguntará, ¿no
ha sido electo con los votos del pueblo venezolano? A decir verdad, esas
elecciones han sido muy cuestionadas, y parecen más afines a los teatros que
déspotas como Saddam Hussein montaron en escena (el tirano iraquí obtuvo un
noventa y nueve por ciento de los votos en varios de sus comicios). Pero, aun
en el caso de que esas elecciones fueran limpias, Maduro sigue siendo un
dictador. Pues, Maduro ha acudido a un viejo truco: manipular los plazos
electorales, de forma tal que adelanta las elecciones cuando va ganando, y las
retrasa cuando va perdiendo. Esta artimaña le ha traído muy buenos resultados,
pues tiene una inmensa habilidad para sacar debajo de su manga los ases
necesarios para seguir aferrándose al poder.
Este
tipo de tira y encoge en convocatorias electorales también ocurre en España y
en tantos otros países con sistemas parlamentarios. El progre ofendido
preguntará, entonces, ¿por qué consideramos a Maduro dictador, cuando en otros
países se hace lo mismo? Y la respuesta es muy sencilla: porque en esos países,
las propias leyes estipulan que así ocurra (mediante el poder para disolver el
Parlamento, etc.), mientras que en Venezuela, con su sistema presidencialista,
estos procedimientos claramente van en contra de su propia constitución. De
hecho, Maduro nuevamente se ha burlado de su país. En medio de una enorme
presión internacional para que él mismo se someta a elecciones presidenciales, Maduro
ahora en cambio propone que las elecciones de la Asamblea Nacional que él nocontrola, se adelanten este año.
Maduro
no tiene buenas excusas para proponer lo que propone. Quizás, en su estilo
dictatorial, podría arbitrariamente decir que el plazo actual de la actual
Asamblea Nacional se acabó; pero todos los venezolanos llevan la cuenta de
cuándo corresponden los comicios, y por más que sea un dictador, no tiene el
poder de cambiar el calendario. Curiosamente, en la Roma antigua, corruptos
como Maduro sí tenían este poder, y fue necesario un dictador, no para
perpetrar el embuste y la manipulación del calendario, sino para enderezar las
cosas.
Los
romanos seguían un calendario lunar. Puesto que la luna completa su ciclo en
aproximadamente veintinueve días, era más fácil para los pueblos antiguos
guiarse por ella a la hora de llevar la cuenta del tiempo. Con todo, los
romanos y otros pueblos agricultores también necesitaban llevar la cuenta de
los ciclos de las estaciones para efectos agrícolas, de forma tal que
intentaban hacer encajar los ciclos de la luna con las estaciones. Así pues,
postularon un calendario con varios meses lunares, de tal modo que se
aproximara al año completo. Pero, puesto que la luna y el sol no están
perfectamente coordinados, al final, los romanos formularon un calendario que
duraba trescientos cincuenta y cinco días. Los romanos sabían que esto seguía
siendo imperfecto (pues el año tiene básicamente trescientos sesenta y cinco
días, más un cuarto de día), y para intentar resolver este desajuste, ocasionalmente
intercalaban un mes de veintisiete o veintiocho días que permitiera nuevamente
la sincronización.
Los
encargados de decidir cuándo se intercalaba este mes, eran los sacerdotes. El
problema es que Roma no era ningún paraíso laico, y lo sacerdotes se valían de
su posición religiosa para influir en la política. Así, cuando gobernaba algún
político del desagrado del pontífice (el sumo sacerdote), se suspendía la incorporación
del mes intercalado, de forma tal que su período de gobierno fuse más corto; si
el político era del agrado de la casta sacerdotal, entonces se añadía el mes
intercalado, para hacer más largo el tiempo de gobierno. Naturalmente, los
sobornos (un mal endémico en la vida romana), estaban a la orden del día en
este asunto, propiciando aún más la manipulación del calendario que, a la
larga, no lograba fijar bien los tiempos de la cosecha.
A Julio
César se le puede acusar de muchas cosas (incluyendo la ambición que daba pie a
estas manipulaciones), pero sin duda fue un hombre con visión. Y, consciente de
que el desajuste del calendario en Roma era un problema, busco una solución.
Según las crónicas, en una fiesta celebrando su llegada a Egipto, se reunió con
un sabio egipcio, Acoreo, y éste le explicó cómo podrían corregirse los
desajustes del calendario romano. César eventualmente regresó a Roma, y en su
período como dictador, aprovechó su autoridad para imponer un nuevo calendario.
Este calendario, conocido como el juliano, es básicamente el mismo que usamos
hoy (hubo una pequeña corrección en el siglo XVI, y eso dio pie al calendario
gregoriano): prescindió por completo de la luna, y estableció un criterio fijo
para añadir las intercalaciones de los años bisiestos.
César se valió de su
condición de dictador para promover un importantísimo avance en la historia de
la humanidad. Cicerón se burlaba de César, diciendo que ahora que era dictador,
también creía tener poder sobre los astros. Pero, lo que Cicerón no alcanzaba a
ver es que era más bien al revés: los sacerdotes corruptos eran quienes creían
tener poder sobre los astros, calculando el tiempo a su antojo, sólo para sacar
provecho político. César, con mano de hierro, puso fin a esto.
César utilizó su
dictadura para hacer algo bueno. Tristemente, Maduro se ha valido de su
condición de dictador para hacer precisamente lo contrario a lo que hizo César.
En el pasado no muy lejano, el propio Maduro también se ha deleitado
manipulando otras medidas del tiempo. Por ejemplo, su antecesor y mentor
Chávez, decidió adelantar la zona horaria de Venezuela media hora, bajo la
excusa de que esto favorecía a las clases obreras, a fin de que durmieran más
en la mañana. Años después, Maduro revirtió la zona horaria a su parámetro original, ¡bajo el mismo argumento populista de ayudar a los
obreros y ahorrar energía eléctrica! En el fondo, tanto Chávez como Maduro,
acudieron a estos procedimientos seguramente como cortina de humo para desviar
la atención de temas más urgentes, y de paso, presentarse como salvadores del
pueblo obrero que quiere descansar más.
Si acaso el progre se ofende porque me estoy concentrando sólo en un dictador tropical (y a partir
de eso me acuse de racismo, como tanto suele ocurrir), puedo conceder que este
tipo de manipulaciones no son extrañas a dictadores europeos, en particular uno
por el cual el podemita siente especial desprecio. Contra todo criterio
racional, Francisco Franco también movió la zona horaria de España, a fin de no mantenerla sincronizada con Inglaterra, país que combatía contra sus aliados nazis.
Si alguna moraleja
nos deja toda esta historia, parece ser ésta: la corrupción en la
administración pública termina por causar estragos, no solamente en la vida
política, sino también en el avance de la ciencia y la tecnología.