En la
campaña electoral presidencial norteamericana de 2016, uno de los temas más
importantes, pero también de los menos discutidos, es el Acuerdo Transpacífico
de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Básicamente, éste es
un acuerdo de libre mercado entre países del Pacífico, EE.UU., y otros países
de América.
El
candidato que más se ha opuesto al TPP es Bernie Sanders, el mismo que se ha
atrevido a proclamarse como “socialista” (un gesto muy valiente en un país como
EE.UU.). Se han hecho varias críticas al TPP, las mismas que habitualmente se
hacen a todo acuerdo de libre mercado entre países. Se dice que esto
enriquecerá a las trasnacionales y empobrecerá a los trabajadores, pues el
acuerdo relaja las leyes que protegen a los trabajadores. Hay quejas de que
esto destruirá los ecosistemas, pues ahora se cuenta con mayor facilidad para
producir más, y los gobiernos firmantes tienen menor capacidad de regulación.
Y, en el caso del TPP, se ha levantado especialmente la queja de que las negociaciones
entre los países fueron bastante secretas (eso en parte explica por qué no es
un tema muy discutido en los debates presidenciales de EE.UU.).
La
discusión sobre si los acuerdos de libre mercado son buenos o malos, es
compleja y extensa, y yo no tengo una postura definitiva al respecto, pues hay
buenos argumentos de parte y parte. Pero, hay algo que encuentro extraño. El
principal argumento de Sanders para oponerse es que esto perjudicará a la clase
trabajadora norteamericana, pues permitirá que las trasnacionales empleen mano
de obra barata en los países subdesarrollados. Eso generará, o bien desempleo
entre los norteamericanos, o bien reducirá sus sueldos.
Sanders
se presenta como el defensor de los pobres norteamericanos contra los
codiciosos ejecutivos que quieren abaratar costos, produciendo sus mercancías
en las maquillas de Vietnam e Indonesia. Vale. Pero, ¿no ha pensado Sanders
que, en su intento de proteger a los trabajadores norteamericanos, perjudica a
los propios trabajadores vietnamitas e indonesios que quieren mejorar sus
sueldos a través de la competencia, pero que el proteccionismo de Sanders se lo
impide?
Veo
sensato que alguien como el subcomandante Marcos se opusiera al NAFTA, porque
temía que las trasnacionales invadieran con sus productos el mercado mexicano,
y desplazara la producción de los artesanos locales (el argumento de Marcos es
discutible, pero al menos podemos considerarlo). Marcos busca proteger el
taller de artesanía mexicano frente a la fábrica industrial norteamericana.
Pero, me cuesta
mucho más entender cómo Sanders, que pretende mejorar las condiciones de
pobreza en virtud de su socialismo, prefiera proteger a los trabajadores
norteamericanos (que, aun con sus penurias, no lo pasan tan mal) por encima de
los trabajadores tercermundistas que desesperadamente buscan mejorar su
condición insertándose en un mercado competitivo.
Los
socialistas originales, los del siglo XIX, no tenían contemplaciones por el
nacionalismo. Ellos buscaban la mejora de las condiciones de la clase
trabajadora, sin importar su nacionalidad. Pero, Sanders, en cambio, parte de
un argumento nacionalista: es necesario proteger a los trabajadores americanos frente a las trasnacionales,
aun si eso implica perjudicar a los trabajadores asiáticos. Su prioridad es la nación, por encima de la clase
trabajadora internacional.
Hay un
punto que es muy delatador. Sanders es el candidato más izquierdista de la
actual campaña. ¿Quién es el más derechista? Donald Trump. ¿Qué opina Trump
sobre el TPP? Se opone, y sus argumentos son muy parecidos a los de Sanders: el
TPP perjudica a la clase trabajadora norteamericana. El magnate neoyorquino
propone cerrar las fronteras de la migración, pero también las fronteras del
comercio (al menos, manteniendo las tarifas para proteger la producción
norteamericana frente a la competencia). Trump es al menos más honesto en su
nacionalismo: él asume sin complejos que su misión es defender a EE.UU.,
incluso si eso implica perjudicar a otros países. Sanders, en cambio, se
impregna de una retórica de solidaridad, pero en el fondo, participa del mismo
nacionalismo, y propone un programa para privilegiar al trabajador
norteamericano por encima del trabajador tercermundista.
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