En su
libro Marriage and Civilization: How
Monogamy Made Us Human (El matrimonio
y la civilización: cómo la monogamia nos hizo humanos), William Tucker
defiende la tesis de que los grandes logros civilizatorios de la especie humana
se han conseguido gracias a la preservación de la monogamia, pues ésta es la
forma más natural de apareamiento. Creo que Tucker exagera bastante en su tesis
(no creo que la clave del éxito de Occidente frente al Islam o China se deba
principalmente a la monogamia por encima de otros factores), pero sí tiene
razón en postular que la monogamia es la forma más natural de apareamiento para
nuestra especie (por motivos que explico acá). Y, en función de eso, podemos
admitir que, si bien de ningún modo es un factor determinante, la monogamia sí
ha tenido un impacto positivo sobre las civilizaciones.
Las
civilizaciones que se han alejado de la monogamia, documenta Tucker, han enfrentado
grandes olas de violencia. El Islam, China, el mormonismo, y tantas otras
sociedades poligámicas, han sido muy convulsas. ¿El motivo? Muy sencillo: por
cada mujer adicional que toma un hombre y es celoso con ella, otro hombre se
queda sin posibilidad de aparearse. La poligamia acentúa las desigualdades
sociales, y eso sirve en bandeja la explosividad social. Si nuestro imperativo
darwiniano es dejar descendencia, pero hay una situación que nos lo impide, se
activará nuestro lado más violento para hacer todo lo posible por tener acceso
a mujeres.
En su
libro, Tucker hace énfasis en las rivalidades masculinas. Con todo, históricamente,
ha sido muy notorio también el efecto en la rivalidad entre mujeres. En el
harén, la mujer no está tan frustrada como el hombre que está sin posibilidad
de apareamiento. Pero, sigue habiendo frustraciones. Las esposas del gran macho
se disputan entre sí el favoritismo de su esposo, y sobre todo, el privilegio a
los hijos propios por encima de los hijos de las otras esposas.
Inevitablemente, surgen intrigas entre las mujeres, y esto puede también hacer
muy convulsa a la sociedad.
Estas
intrigas fueron muy comunes en los harenes de Oriente. Quizás el caso más patético
fue el del imperio otomano a lo largo de su extensa historia. Hubo muchísimas
intrigas palaciegas entre las esposas y concubinas de los sultanes, las cuales
ocasionalmente desembocaron en tragedias. Fueron tan graves estos problemas,
que a partir del siglo XIV, se impuso una práctica que estipulaba que las
esposas y concubinas del sultán vivirían apartadas con sus hijos, y que cuando
hubiera una sucesión, el nuevo sultán mataría a todos sus hermanos.
China
enfrentó problemas similares, aunque no con la misma intensidad. La linterna roja, una película china de
1991, dirigida por Zhan Yimou, representa con absoluta brillantez la miseria
moral de la poligamia. Narra la historia de Songlian, una joven cuya madrastra
la incita a casarse con un señor feudal en la China de 1920. Songlian, la
cuarta esposa, tiene dificultades incorporándose a su nuevo hogar. Se le asigna
una sirvienta analfabeta que aspira a convertirse en esposa del señor, y para
ello, está dispuesta a acostarse secretamente con el jefe.
Las
relaciones de Songlian con las otras esposas pronto se vuelven difíciles. Al
principio, encuentra hostilidad en la tercera esposa (las mujeres son llamadas “esposa
número tal”, y muy rara vez por su nombre propio), pero eventualmente descubre
que en realidad ella no es su enemiga. Su verdadera enemiga es la esposa número
2, quien hipócritamente se muestra como amigable, pero en realidad, organiza complots
para colocar en desgracia a las demás, y tomar ella el control del harén. Al
final, todo desemboca en tragedia: se descubren los amoríos de la sirvienta
analfabeta, y ésta termina muerta; pero también, se descubre que la esposa
número 3 le es infiel a su señor, con un hombre de su confianza, y como
consecuencia, también termina muerta. Songlan, quien tuvo parte de la
responsabilidad en ambas muertes debido a una serie de acontecimientos, termina
enloqueciendo.
El film,
además de su agudísima crítica a la poligamia y la sociedad china tradicional en
general, destaca por sus actuaciones, y sobre todo, el impresionante despliegue
de colores (sobre todo el rojo, pues el ritual para anunciar con quien dormirá
el señor, consiste en prender unas linternas rojas en la habitación de la
esposa seleccionada). He visto varias películas chinas, y casi todas me han
aburrido por sus temas fantasiosos e imágenes épicas. Pero, La linterna roja tiene un marcado acento
realista, mucho más ajustado a los gustos occidentales (de hecho, algunos nacionalistas
chinos criticaron al director por esto).
Occidente
reposa sobre bases monogámicas. Mientras las grandes civilizaciones antiguas
empleaban eunucos y cultivaban harenes, Roma y Grecia asumían cada vez más la
monogamia. El cristianismo decididamente promovió la monogamia, y así, la
civilización occidental, con esas tres matrices monogámicas, no vio con buenos
ojos el matrimonio plural. Por supuesto, hubo (y sigue habiendo) mucha
hipocresía, pero en líneas generales, Occidente ha evitado los pleitos típicos
de otras civilizaciones que sí fueron más tolerantes con la poligamia.
No
obstante, hoy nuestra civilización empieza a tambalearse, y en parte, la
relajación de la monogamia es un factor relevante. El número de concubinas
abandonadas, forzadas a ser madres solteras, crece alarmantemente. Algunos
relativistas culturales ingenuamente asumen que esto no es un problema en sí,
pues supuestamente las culturas tienen mecanismos de defensa frente a esto.
Pero, no nos engañemos: un niño criado por dos padres (independientemente de
cuál sea su sexo, vale admitir) tiene muchísimas más ventajas que un niño
criado sólo por la madre.
Nuestra sociedad
vanidosa y cada vez más embrutecida por la cultura del espectáculo, cree ver en
los reality shows de Hugh Hefner y su
mansión Playboy, la gloria de la poligamia. Las conejitas que fueron esposas de
Hefner hoy han dado a conocer la miseria por la cual atravesaban mientras
sonreían falsamente ante las cámaras. La
linterna roja sería un buen antídoto al veneno embrutecedor de la
glorificación mediática de la poligamia.
En general esto que escribe Teresa Giménez Barbat es cierto:
ResponderEliminarLa ausencia del padre en la vida de los hijos, cuando es debida a un abandono (pero no, curiosamente, cuando la madre es viuda), tiene, en la inmensa mayoría de casos, repercusiones negativas que se manifiestan en diferentes planos del ajuste adaptativo: el escolar, el desarrollo cognitivo, los niveles de competencia intelectual, el desarrollo psicosexual y su ajuste psicológico, conductual y social (…) Respecto a las niñas privadas tempranamente de la convivencia familiar con su padre, los efectos a largo plazo implican una menarquia temprana, embarazos y matrimonios adolescentes, maternidad en soltería y altas probabilidades de inestabilidad de pareja.
Tomado de http://www.terceracultura.net/tc/?p=6796
Estoy bastante de acuerdo.
EliminarEste párrafo de Coming Apart, el importante libro de Charles Murray, fue citado en el blog de Eduardo Robredo: «No importa cuál sea el resultado que se examine, calidad de la relación entre madres e hijos, conducta en la infancia (agresión, delincuencia o hiperactividad), delincuencia en la adolescencia, problemas en la escuela, abandono, salud emocional y cualquier otra medida sobre lo bien o mal que lo hacen los niños en la vida, la estructura que produce mejores resultados para los niños, en promedio, es la de dos padres biológicos que permanecen casados. Los padres divorciados producen los siguientes mejores resultados. El que los padres se vuelvan a casar o permanezcan solteros hasta que los niños crezcan no supone ninguna diferencia. Las mujeres que nunca se casan dan los peores resultados. Todas estas afirmaciones se mantienen teniendo en cuenta el estatus socioeconómico de la familia. No conozco ningún otro conjunto de hallazgos importantes que sea tan ampliamente aceptado por los científicos sociales que están al tanto de la literatura técnica, sean progresistas o conservadores. Y aún así son ampliamente ignorados por los programas de noticias, por los editorialistas de los periódicos más importantes, y por los políticos de los dos partidos mayoritarios.»
ResponderEliminarSí, en general, estoy de acuerdo. Aunque, yo no haría tanto énfasis en la necesidad de que los padres deban ser los biológicos. Efectivamente, por razones sociobiológicas, existe una tendencia a desarrollar más cuidado hacia las crías genéticamente más cercanas. Pero, no es una tendencia insuperable, y la práctica de la adopción ha demostrado que puede funcionar perfectamente bien.
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