No suelo tener simpatías por la mayoría de los líderes
negros norteamericanos, pues suelen explotar un victimismo injustificado en
EE.UU., para sacar provecho personal. Estos líderes hacen carrera política
señalando racismo donde realmente no lo hay. Jesse Jackson, por ejemplo, ha
ganado mucho dinero extorsionando a empresas, a las cuales amenaza con
llevarlas a juicio por supuestas prácticas racistas. Contrario a lo que muchas
veces se cree, la opresión racial en EE.UU. no es tan grave. Ya quisiéramos
muchos ciudadanos del Tercer Mundo tener las comodidades que tienen los negros
en EE.UU.
Los medios de comunicación
han sido cómplice de estos líderes, y presentan de forma sensacionalista
imágenes de incidentes relativamente aislados, en los cuales policías de
diversos grupos étnicos (no sólo blancos) ejercen brutalidad contra jóvenes
negros. Sin duda, hay problemas de brutalidad en los departamentos policiales
norteamericanos, pero yo no veo tan claro que eso tenga una motivación racial.
La prensa es muy selectiva en señalar sólo aquellos casos de victimarios
blancos y víctimas negras, cuando en realidad, las otras combinaciones son
también muy frecuentes (victimarios negros y víctimas blancas, victimarios
negros y víctimas negras, victimarios blancos y víctimas blancas, etc.).
Uno de los efectos
nocivos de esta industria del victimismo en EE.UU. es que se desvía la atención
mediática de otros lugares donde la opresión racial sí es muy grave. Los medios
forman un escándalo porque un taxi no se detiene a recoger a Danny Glover en
Nueva York en la madrugada (una decisión que, por lo demás, justifico en el
taxista; acá); pero a nadie le importa un carajo, por ejemplo, la terrible situación
que en estos momentos atraviesan miles de personas de origen haitiano en la
República Dominicana.
Las relaciones
entre Haití y Dominicana siempre han sido tensas. Los haitianos hicieron su sangrienta
revolución, y quisieron exportarla al otro lado de la isla. Aun si los
dominicanos se habían independizado de España, los haitianos invadieron Dominicana
en 1821, y la anexaron. Los dominicanos, viendo el caos en el cual ya se estaba
convirtiendo Haití, lucharon por su independencia, y la consiguieron en 1844.
Pero, el peligro haitiano siempre estaba latente, y así, los políticos dominicanos
pidieron ser anexados por España en 1861, como forma de protección. Esta movida
no fue popular entre las masas de dominicanos, se hizo una nueva guerra, y en
1865, Dominicana nuevamente consiguió su independencia.
Estos eventos
hicieron que quedara el recelo contra los haitianos. Pero, como cabría esperar,
se le añadió una dimensión racial. La población negra no es tan voluminosa en
Dominicana, y así, se añadió desprecio a los haitianos, abrumadoramente negros.
Además, a medida que Dominicana iba progresando (por supuesto, a sangre y
fuego, con dictadores e invasiones gringas), Haití se iba hundiendo en la
miseria.
Los haitianos
emigraban a Dominicana en busca de mejores oportunidades como trabajadores en
los cultivos de azúcar. En 1937, golpeado por la crisis económica mundial, el
dictador dominicano Trujillo dirigió su atención a los haitianos que vivían en
República Dominicana, y ordenó su ejecución masiva. En aquella masacre murieron
20.000 personas. A esto se le llamó la “masacre del perejil”, pues para
identificar a los haitianos, se les obligaba pronunciar la palabra “perejil”,
de forma similar a lo que hicieron las tribus israelitas con la palabra “shibboleth”, en el libro bíblico de Jueces.
En EE.UU. hubo
algunos linchamientos en esa misma época. Pero, la masacre del perejil no tiene
comparación con el número de linchados en EE.UU. Con todo, los sesgos
mediáticos hacen que todos los días se nos recuerden los linchamientos perpetrados
por el Ku Klux Klan, pero a nadie le importe un carajo la atrocidad de
Trujillo.
Hoy, esta tragedia
continúa. Recientemente, el gobierno dominicano se ha valido de unas muy
dudosas excusas jurídicas para expulsar a miles de personas de origen haitiano.
La excusa es que, sencillamente, estas personas no fueron debidamente inscritas
en los registros civiles al momento de nacer, y por ello, se les niega la ciudadanía
dominicana. Al menos en el caso de la masacre del perejil, las víctimas eran personas
oriundas de Haití (no hablaban bien el español, y por eso quedaban delatados).
En cambio, ahora, aquellos que enfrentan el despojo de la ciudadanía y la
deportación, son personas nacidas en República Dominicana, que sólo hablan
español, y que no tienen ningún vínculo con Haití. Su único crimen es ser
descendientes de haitianos.
Donald Trump,
Marine Le Pen, y otros populistas nacionalistas, recientemente han propuesto que
sus países abandonen el ius solis, y
adopten el ius sanguinis. Bajo este
principio jurídico, la ciudadanía no sería concedida en función de dónde se
nace (ius solis), sino en función de
dónde proceden los ancestros (ius
sanguinis). La medida dominicana en contra de las personas de origen
haitiano, está guiada por el ius sangunis.
El ius solis ciertamente es mucho más humanitario,
y pretender volver a imponer el ius
sangunis sería un retroceso. Pero, al menos en el caso de Donald Trump, las
razones que él expone, no son tan descabelladas. Trump denuncia que muchos
inmigrantes temporales mexicanos viajan a EE.UU., tienen hijos allá para
asegurar ciudadanía, y regresan a México. Luego, utilizan a esos hijos ya
ciudadanos para volver a entrar a EE.UU. y gozar de servicios.
No sé si la
solución será derogar el derecho de ciudadanía por el mero hecho de haber
nacido en EE.UU., pero algo de razón sí tiene Trump. Su denuncia, al menos
parcialmente, es verdadera. El caso dominicano, en cambio, es muy distinto:
aquellos que enfrentan deportación no
tienen nada que los ata a Haití. Podemos discutir cuánta razón tiene Trump,
y qué puede hacerse al respecto; pero, una vez más, debemos evitar que casos
como el de Trump y sus propuestas acaparen toda nuestra atención, y nos
olvidemos de casos mucho más graves, como el dominicano.
Lo que dice Trump pudiera ser cierto pero no haría falta investigarlo al menos http://www.politifact.com/truth-o-meter/statements/2010/aug/06/lindsey-graham/illegal-immigrants-anchor-babies-birthright/
ResponderEliminar"Una vez más, debemos evitar que casos como el de Trump y sus propuestas acaparen toda nuestra atención, y nos olvidemos de casos mucho más graves, como el dominicano."
Estoy muy de acuerdo con eso que acaba de decir. Es decir entre dos cosas malas que pasan debemos prestarle más atención a cosas más graves que a las menos graves.
En su blog usted tiene una línea editorial en contra de cosas como la acción afirmativa, de "políticas de la identidad", de gente que chantajea con el racismo. Pero poco, muy pocas veces lo he visto criticando, en comparación, la racismo que conllevo a que alguien pensara en la acción afirmativa como para solucionarlo, o que así como hay gente que chantajea con el racismo, también hay racismo genuino y que son problemas más graves, más extendidos y siguen pasando al día de hoy.
Le recomiendo aplique sus palabras: "debemos evitar que casos como el de [cosa menos grave] acaparen toda nuestra atención, y nos olvidemos de casos mucho más graves" y critique aún más esas cosas más graves desde su espacio.
Gracias por comentar.
Eliminar1. Yo he escrito bastante sobre la historia del racismo. De hecho, uno de mis libros, "La razas humanas ¡vaya timo!", dedica un capítulo entero a ese tema. No obstante, en tanto aprecio que en los medios hay muchísima más atención concedida al racismo que al chantaje racial, yo he optado por dirigir más mi atención a lo segundo. Es sólo por una cuestión de balance.
2. Como muchas de las cosas que dice Trump, ciertamente sus alegatos sobre los anchor babies, deben ser sometidos a escrutinio, y muchas cosas seguramente no son como él dice. Pero, de nuevo, creo que los medios lo satanizan y caricaturizan sus posturas, cuando en realidad, no dice cosas tan descabelladas.