En 2013, se hicieron dos películas sobe la vida de
Bolívar. He reseñado la de Alberto Arvelo, Libertador,
acá. En mi reseña, elogié la producción de calidad hollywoodense, pero reproché
su parcial apego al culto bolivariano.
Bolívar, el hombre de las dificultades (dirigida por Luis Lamata) la otra película de ese mismo
año, es mucho menos ambiciosa. Narra los años de Bolívar durante su exilio en
Jamaica, Haití, y la expedición a los Cayos. En comparación con las pasadas
producciones cinematográficas venezolanas, esta película es una mejora. Pero,
con todo, sigue presentando los mismos problemas recurrentes del cine
venezolano. Hay sobreactuación teatral abundante, y los diálogos están
impregnados de discursos panfletarios bastante improbables en el marco de las conversaciones
que se representan.
Las escenas de
acción no son tan patéticas como en las de otras películas venezolanas, pero
muchas veces parecen escenas sacadas de El
zorro, en las cuales, el superhéroe Bolívar pelea con su espada y vence a
todos los villanos, a medida que pronuncia discursos.
Elogié parcialmente
a Libertador, porque evita caer en el
maniqueísmo, y presenta algunos aspectos un poco más sombríos de la vida de
Bolívar. Lamentablemente, Bolívar el
hombre de las dificultades es mucho más maniquea. El acento peninsular es
obviamente falso en los actores, casi tan ofensivo como cuando, en los westerns, los personajes indios son
interpretados por actores blancos que hablan en un inglés muy básico.
Morillo, el general
español, es representado como un villano sediento de sangre, pero en realidad,
fue el propio Morillo quien años después le propuso un armisticio y canje de
prisioneros a Bolívar, y fueron los patriotas (no los realistas), quienes rompieron los términos de ese
armisticio.
El filme inventa a
un personaje, “El polaco”, un agente del imperio español, quien hace todo lo
posible por matar a Bolívar. Según la película, este agente paga a un esclavo
negro para que mate a Bolívar en Jamaica, pero el esclavo falla. Ciertamente
este atentado ocurrió, pero nunca se supo quién estuvo detrás de ello, pues el
esclavo nunca confesó quién le dio la orden, a pesar de que sí dijo que los
conspiradores eran españoles. O’Leary, el lugarteniente y biógrafo de Bolívar,
siempre dudó de que Morillo estuviera detrás de este atentado, pues reconocía
su caballerosidad. Con todo, de forma maniquea, el film se empeña en presentar
a un Morillo metido en asuntos turbios, y como el verdadero artífice de la
conspiración.
Hay otros
estereotipos que reflejan bastante la ideología chavista (se nota a leguas que
este film fue financiado por el gobierno). En Jamaica, un sirviente negro de
Bolívar se encuentra con un judío. Este judío, como no podría ser de otra
manera en la representación chavista, es avaro y racista. Los chavistas no
pueden perder la oportunidad para disparar dardos contra Israel, Estado avaro y
racista también.
Hay aún otros
inventos en la película: un duelo entre Montilla y Bolívar en Haití
(ciertamente hubo altercados entre los oficiales de Bolívar y el general, pero
no llegaron a materializarse en duelos). Se presenta la expedición a los Cayos
como si constara de un solo barco (supongo que esto se hace para pintar algo
así como David contra Goliat), pero en realidad, hubo ocho barcos (no fue tan
pobrecito Bolívar).
Pero, quizás el
invento más grande en la película es la convicción abolicionista de Bolívar. La
película presenta a un Bolívar decidido a liberar a los esclavos contra viento
y marea, y para ello, debe enfrentarse a sus propios hombres.
Yo dudo mucho de
esto. Ciertamente, en Haití, el presidente Petion (a quien la película presenta
como un sobrio estadista, pero en realidad, fue bastante dictatorial en su
enfrentamiento con el rey de la parte norte de Haití, Henri Christophe) ofreció
a Bolívar apoyo, a cambio de la liberación de los esclavos en Venezuela, y
Bolívar aceptó. A mí me parece que Boívar cumplió esto muy a regañadientes, y
su compromiso con Petion obedeció más a pragmatismo que a verdadera convicción.
En su fase política
y militar más madura, Bolívar tuvo pánico a aquello que él llamó la “pardocracia”,
el gobierno de los pardos. Su temor no era en vano: en Haití, las masas de
esclavos liberados habían matado a todos los blancos criollos de esa isla. Por
ello, si acaso Bolívar creía que los esclavos debían ser liberados, tendría que
ser muy progresivamente. Con todo, además de su promesa a Petion, Bolívar
comprendió que, para ganar la guerra, debía incorporar los pardos y esclavos a
sus ejércitos (la Segunda República se había perdido, precisamente, porque los
pardos habían apoyado al realista Boves), de forma tal que, una vez más, su
abolicionismo fue más pragmático que ideológico. En todo caso, en cuanto
Bolívar cumplió sus objetivos militares, elaboró intentos por reinstaurar la
esclavitud, como lo hizo en Perú, después de que San Martín la hubiera abolido
en ese país previamente.
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