Las
creencias religiosas de Hugo Chávez siempre fueron un misterio. Nominalmente,
era católico. Pero, pronto se hizo muy evidente que su catolicismo era bastante
maquiavélico, y muy poco genuino: Chávez sabía que para calar bien en las
masas, debía fingir ser católico, pero difícilmente se apreciaba en sus gestos
una genuina devoción.
Durante
su enfermedad, hizo lo que la gente desesperada (muy comprensiblemente) suele
hacer: acudió a múltiples tradiciones religiosas buscando una cura. Apeló a
Cristo, a la Virgen y a los santos, pero también a los espíritus ancestrales
indígenas y a los espectros de la sabana. Acudió a curas católicos y pastores
protestantes, pero también a chamanes indígenas.
Pero,
desde mucho antes de su enfermedad, se rumoreaba que Chávez era practicante de
la santería cubana. La fascinación ideológica de Chávez con Fidel Castro y
Cuba, propició estos rumores. Chávez empezó a cubanizar progresivamente a
Venezuela: el alto mando militar empezó a recibir órdenes desde Cuba, los
registros inmobiliarios eran dirigidos por cubanos, etc. Inevitablemente,
pronto empezó a correr el rumor de que esa cubanización también traía consigo a
los babalaos.
A simple
vista, cuesta creer estos alegatos. Fidel, un ateo declarado, persiguió desde
un inicio a la santería, y trató de expurgar de Cuba las influencias africanas.
Fidel habría tenido interés en exportar la revolución a Venezuela, pero no la
santería que él mismo despreciaba. La revolución de Fidel pretendía ser
marxista, materialista, racionalista y atea.
Pero,
cuando cayó la URSS, hubo un giro en toda la izquierda mundial. Se abrazaba
ahora todo lo que no fuera occidental. Y así, la santería empezó a ser aliada
de la izquierda, pues se veía en esa tradición religiosa una alternativa a la
hegemonía católica eurocéntrica. Las relaciones de los babalaos empezaron a
mejorar con el régimen cubano. Y, en ese sentido, no es descabellado pensar
que, en el momento en que empezó la cubanización de Venezuela, Fidel optó por
enviar a los babalaos como sus aliados revolucionarios.
Con
todo, no hay indicios claros de que Chávez cooperara con los babalaos, mucho
menos que él mismo fuera santero. Quien más ha promovido esta tesis es el
sacerdote católico José Palmar. Según Palmar, cuando él era colaborador de
Chávez, bajó una noche a los sótanos del palacio presidencial de Miraflores, y
allí vio a muchos santeros realizar sacrificios de animales.
Palmar
es un personaje notoriamente paranoico, y haríamos bien en desconfiar de su
testimonio. En la década de 1990, Palmar trató de instigar una histeria
colectiva en torno a supuestas sectas satánicas en Venezuela, así como el
contenido de mensajes subliminales en los discos de rock. En su mente brujeril,
Palmar asume que la santería es una religión diabólica. Y, es de sobra conocido
por los psicólogos que, en mentalidades paranoicas como la de Palmar, muchas
veces crecen los delirios, y se ven cosas que, o bien no existen, o bien son
confundidas con otras.
Otros
testimonios son igualmente problemáticos: el dirigente sindical Carlos Ortega
alegaba que Chávez tenía una foto de Ortega, y que en sus viajes por África,
sometió a esa foto a rituales de magia negra para asegurarse de que nunca
triunfara políticamente. Carlos Ortega es otro de esos personajes de los cuales
no podemos confiarnos demasiado.
Quizás el único
personaje del cual sí podemos fiarnos un poco más en este asunto, es Agustín
Blanco Muñoz. Según Blanco Muñoz, en una serie de entrevistas con allegados de
Chávez, algunos confesaron que el Comandante sí estaba interesado en la
santería, y llegó a participar en rituales de iniciación. Lamentablemente,
estos alegatos no pasan del rumor, y no hay mucha posibilidad de verificación.
No es
falso que, en algunos cementerios de Venezuela, se han profanado tumbas para
realizar ceremonias de Palo Mayombe, una tradición afro-cubana afín a la
santería, pero más inclinada a procedimientos de magia negra. Pero, a partir de
esos datos, se ha querido ver en la exhumación de los restos de Simón Bolívar,
un macabro ritual de santería dirigido por Chávez para invocar a fuerzas espirituales
y asegurar su poder.
Seguramente
por razones evolucionistas, la mente humana tiene una fuerte tendencia a sentir
repudio por las exhumaciones y la manipulación de cadáveres (en la sabana
africana, esto debió haber sido una adaptación para nuestros ancestros, pues
así se reducía el contagio de enfermedades). Esto hace que haya tabús en torno
a los cadáveres, y que cada vez que alguna expedición científica participe en
una exhumación, se le atribuyan infortunios. Así ocurrió con la supuesta
maldición a la expedición que abrió la tumba de Tutankamon, y fue así también
con la exhumación de Bolívar. Mucha gente vio la muerte de Chávez como un
castigo divino por haber participado en la santería, y en particular, por haber
dirigido la exhumación del Libertador.
Incluso, algunos de
los propios santeros de Miami tenían una opinión similar: a su juicio, Chávez
quiso impregnarse de poderes místicos para los cuales no estaba preparado, y
esas fuerzas espirituales eventualmente lo sobrecogieron y causaron su cáncer.
Todo esto, insisto,
es paranoia religiosa. La idea de que Chávez era santero se basa en conexiones
muy tenues. Pero, supongamos que, en efecto, Chávez sí era santero. ¿Dónde está
lo criminal en esto? Habría sido criminal si Chávez se hubiera valido de ella
para aterrorizar a la población, como Papa Doc y los tonton macoutes hicieron
con el vudú en Haití, haciéndole a creer a los pobres haitianos que Papa Doc
era Baron Samedi, una figura terrorífica del folklore haitiano.
Pero, Chávez no hizo
nada de esto. Si acaso su entorno de babalaos realizaba sacrificios animales,
ciertamente estas prácticas serían objetables (como también lo sería la
tauromaquia), pero no especialmente criminales. La profanación de tumbas
ciertamente sí es un delito, pero insisto, no hay ningún indicio de que agentes
del gobierno estuvieran detrás de esos actos vandálicos. Quizás alguien como
Carlos Ortega se aterrorice de que su rival político utilice su foto para hacer
rituales de magia negra, pero insisto, hacer meros rituales sin víctimas reales
no es ningún delito. La preocupación de Ortega más bien revela que él es tan
supersticioso como supuestamente Chávez lo era.
La santería es una religión como cualquier
otra. Sí, en ocasiones, la santería puede derivar en rituales que tienen
propósitos antisociales. Pero, no perdamos de vista que esos rituales son
inefectivos. Si acaso hemos de reprochar a Chávez por su supuesta participación
en la santería, hagámoslo, no por haberse comunicado con espíritus malignos,
sino por haber perdido su racionalidad haciendo estas tonterías. Pero, si hemos
de hacer estos reproches, hagámoslo consistentemente, y reprochemos también a
todos los políticos venezolanos que besan la tablita de la Chinita o se
consagran a la Virgen del Valle, buscando un éxito electoral.
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