En estos
tiempos de secularización, a muchos nostálgicos del cristianismo les gusta
cacarear sobre los grandes aportes que el cristianismo ha hecho a la
civilización. Y, una de las cosas que más enfatizan, es la participación del
cristianismo en la aparición de la ciencia. Basándose en las opiniones de
Alfred North Whitehead, muchos de estos nostálgicos postulan que, sin
cristianismo, no pudo haber ciencia.
Es imposible
desarrollar la ciencia, si se tiene la creencia de que todo es sagrado; el
cristianismo fue una de las primeras religiones en separar a Dios de la
naturaleza. Para formular leyes causales, es necesario tener una noción lineal
del tiempo; el cristianismo suplantó los ciclos cósmicos, y adelantó una concepción
lineal de la historia, con una creación y un apocalipsis. Para investigar el
mundo, es necesario asumir que es inteligible; el cristianismo postuló la
existencia de un Dios que creó el mundo racionalmente, de forma tal que la
mente humana puede captar su funcionamiento.
Estos alegatos
pueden ser debatibles, pero en líneas generales, yo los acepto. Ahora bien, me
parece oportuno explorar, no solamente la forma en que la religión cristiana ha
sentado las bases para la ciencia, sino también el modo en que la magia abrió
el camino a la ciencia. Los cristianos suelen postular que su religión es una
superación de las supersticiones y el pensamiento mágico (cuestión que no es
del todo cierta, pues en el cristianismo quedan vestigios mágicos como la
consagración de la hostia, la señal de la cruz, las reliquias, etc.). Pero, no
viene mal explorar las formas en que el pensamiento mágico también ha sentado
las bases de la ciencia.
Los primeros
antropólogos en estudiar la magia en el siglo XIX, Tylor y Frazer, postularon
que la magia tiene algunas semejanzas con la ciencia que la religión no tiene. En la magia, hay mecanicismo y
expectativa causal. El mago hace cosas con la expectativa de que los
procedimientos siempre generen los mismos resultados, y mantiene la convicción
de que el mundo está regido por unas leyes causales. En ese sentido, la magia
se asemeja a la ciencia en su inclinación a concebir causas y efectos.
En la religión, en
cambio, este mecanicismo no está tan presente. Al dirigir una oración, el
sacerdote no tiene la expectativa mecanicista de que sus acciones darán
resultados. Sencillamente, pide a los dioses que intervengan, pero deja al
criterio divino si esa plegaria es atendida o no. En la religión, hay mucha
humildad y contemplación: el hombre espera que los dioses le resuelvan las cosas.
En la magia, hay más activismo: el hombre intenta tomar control de su propio
destino, y para ello, continuamente está indagando sobre nuevos procedimientos
mágicos. El activismo, mucho más que la contemplación, es favorable a la
ciencia.
En la religión no
hay tanto énfasis en las relaciones causales: las cosas ocurren porque Dios así
lo ha dispuesto, y ya. La magia, en cambio, reposa enteramente sobre la
relación causal: en la superstición, un evento mecánicamente causa otro. Es
cierto que algunas religiones, como la cristiana, propiciaron más aceptación de
la causalidad, al postular un Dios racional que fijó leyes en el mundo al
crearlo (al contrario de, por ejemplo, la concepción ocasionalista que Al
Gazhali defendió en el Islam, y que sigue siendo bastante popular en esa
religión). Pero, insisto, mucho antes de que el cristianismo abriera paso a las
leyes causales, el pensamiento mágico dependía enteramente de la concepción de
leyes causales.
El error de la magia,
por supuesto, es que postula falsas secuencias causales. Los magos no han sido
lo suficientemente rigurosos en sus estudios, y no han establecido
procedimientos experimentales de control, de forma tal que eviten confundir la
correlación con la causalidad. Y, también, la magia continuamente acude a
hipótesis ad hoc para explicar por
qué muchas veces sus predicciones no se cumplen.
Con todo, tal como
lo postula Mathhew Hutson en su libro sobre los aspectos rescatables del
pensamiento mágico (The 7 Laws of Magical
Thinking), hay varias concepciones mágicas que, después de todo, pueden
resultar beneficiosas para una mayor apertura a nuevas ideas tecnológicas y
científicas. El propio Arthur Clarke decía que la tecnología verdaderamente
avanzada sería indistinguible de la magia.
Así, por ejemplo, la
idea de que las cosas que una vez estuvieron en contacto lo siguen estando
(ésta es la base de muchos hechizos hechos con las pertenencias del hechizado;
también es la base del culto a las reliquias), pudo servir para hacer más
inteligible la noción científica de que existen microorganismos que generan
enfermedades, y que el haber tocado algo impuro puede tener efectos duraderos.
O, también, la idea de que se puede ejercer influencia a la distancia con
hechizos, puede hacer más inteligible la comprensión de cómo la radiación
electromagnética es la base de los controles remotos.
Los nostálgicos del
cristianismo cometen un error típico: postulan que, puesto que el desarrollo de
la ciencia tuvo bases cristianas (y hubo muchos grandes científicos cristianos:
Galileo, Newton, etc.), no debemos erradicar el cristianismo en nuestras
sociedades. Esto es una falacia fácilmente reducible al absurdo: el transporte
moderno tuvo bases en el caballo, pero eso no implica que debamos seguir
cabalgando en las ciudades. Pues bien, debemos decir lo mismo respecto a la
magia (vale destacar, por cierto, algo que rara vez mencionan esos mismos
nostálgicos cristianos; a saber, que así como hubo muchos científicos
cristianos, hubo también muchos científicos ocultistas: Newton, Wallace, etc.).
El hecho de que la magia pudo abrir espacio a la mentalidad científica en
varios aspectos, no implica que debamos seguir aferrados al las supersticiones
y el pensamiento mágico.
Saludos, Gabriel. Me gustó mucho este artículo. En su época de oro, el Islam también contribuyó al desarrollo de la ciencia pre-moderna. Como sabes, Avicena fue un referente médico por centurias. Y, desde nuestras clases de colegio, sabemos de los aportes árabes al álgebra y la astronomía antes de Galileo. Sin embargo, creo que tratar de determinar con precisión - aún más, con exactitud - cuánto ha contribuido (o impedido) una religión como el cristianismo o el islam al desarrollo de la ciencia en Occidente es muy difícil o imposible de determinar. Al menos, si no procuramos ser neutrales en materia religiosa. En este sentido, no comprendo cómo algunos científicos hoy todavía siguen repitiendo en sus obras de divulgación la frase "La Edad Oscura", como si por 1,000 años TODO lo que aportó el cristianismo o islam a la ciencia hubiese sido NADA. En esta afirmación hay muchísimo más prejuicio e ideología que objetividad académica o científica. Lo mismo vale para con la magia, tanto así que se requiere investigar aún más sobre los aportes del ocultismo a la ciencia moderna. Al respecto, me gustaría recomendarte las obras de un joven investigador noruego, Egil Asprem, que se ha dedicado al estudio del ocultismo (desde una perspectiva académica, histórico-crítica) en la ciencia moderna hasta mediados del S. XX. Su sitio Web está en www.heterodoxology.com y más recientemente, "Occult Minds" (http://www.occult-minds.com/), su proyecto post-doctoral. Confío en que su trabajo te fascinará e ilustrará muchísimo sobre la relación entre magia y ciencia.
ResponderEliminarHola Ruling, yo tendría cuidado en no confundir asociación con causalidad. Sí, Newton estaba interesado en la Alquimia y el Anticristo, pero yo no sé si eso tiene algo que ver con su física. En todo caso, voy a revisar los textos de ese investigador que me mencionas.
EliminarSí, no confundo una con la otra (distinguir esto es una idea elemental en filosofía de la ciencia). Yo tampoco sé si la Alquimia tenga que ver directamente con su física, pero sí creo que influyó indirectamente, como motivación y supuesto metafísico (metaphysical presuposition) en su concepción del mundo. Más del 60% de lo que escribió Newton es sobre Alquimia. No fue, pues, un simple pasatiempo. Además, en el tiempo de Newton, la teología es parte y contraparte de la philosophia naturalis... Si Newton no hubiera estado tan interesado en la Alquimia y la teología, quizá su física no hubiera surgido tal como se dio. Tal vez, la ciencia moderna nunca pueda deshacerse de alguna forma, implícita o inconsciente, de pensamiento mágico. Quién sabe si es su condición de posibilidad. Como sabes, la palabra magia e imaginación tienen la misma raíz y la imaginación es fundamental a la ciencia.
ResponderEliminarYo acá discrepo. Yo creo que la ciencia no necesita a la magia. Sí, ciertamente, en términos históricos, el pensamiento mágico pudo haber sido una ventaja para la aparición de la ciencia, por los motivos que tú mencionas, Pero, no creo que siga siendo necesaria. El caballo sirvió mucho para el desarollo de la civilización, pero francamente, ya lo necesitamos, pues tenemos ya automóviles y aviones.
Eliminar