Una teoría
conspiranoica fue la responsable de la desaparición de los templarios. Pero,
esto fue apenas la punta del iceberg. Pues, después de la ejecución de Jacques
de Molay, los conspiranoicos han seguido inventando tonterías sobre la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del
Templo de Salomón. Los conspiranoicos no desean aceptar que los templarios ya
no existen pues, entonces, ¿a quién culparían de estar tramando nuevas
conspiraciones?
Así
pues, el mayor mito en torno a los templarios es que esta orden sigue
existiendo, pero de forma mucho más secreta. Ciertamente, la purga del 13 de
octubre de 1307 no acabó definitivamente con los templarios. La orden de
arresto que emitió Felipe IV sólo tuvo efecto en Francia. Pero, había
templarios en otros lugares de Europa. Por ejemplo, en Portugal, en el siglo
XII la reina Teresa les concedió tierras a cambio de servicio militar en su
lucha contra los moros. Cuando la orden fue suprimida por Clemente V, el rey
Dionisio I de Portugal investigó el asunto, y tras corroborar que los
templarios eran inocentes de lo que se les acusaba, sencillamente hizo que los
templarios portugueses se unieran a una nueva orden, la Orden de Cristo. Algo
parecido ocurrió en España: los templarios eran un valioso recurso militar en
la Reconquista, y el rey Jaime II de Aragón, asimiló a los templarios españoles
a la Orden de Montesa.
Pero,
los conspiranoicos alegan más. Según una teoría, los templarios ya tenían
noticia de que Felipe ordenaría su detención, y así, se anticiparon a mudarse,
llevándose consigo sus riquezas. En los interrogatorios a los templarios, uno
llegó a decir que un tal Gerard de Villiers, logró escapar con cincuenta
caballos y dieciocho barcos. Es muy dudoso que esto haya ocurrido. Felipe
orquestó muy bien la purga, y si bien algún templario pudo haber escapado
solitariamente, no es plausible que se pudiera haber organizado una fuga masiva
de templarios, con tantos barcos y cabellos.
Supuestamente,
estos templarios llegaron a Escocia, llevándose consigo los tesoros que tenían
acumulados en Francia. Según una teoría difundida, pero sin ninguna base
histórica, los templarios participaron en la batalla de Bannockburn en 1314 (el
mismo año que murió Jacques de Molay). En esta batalla, el rey escocés Roberto
I venció a los ingleses, y aseguró la independencia escocesa. Supuestamente,
quinientos aguerridos templarios aparecieron para decidir la batalla a favor de
los escoceses; en agradecimiento, Roberto les ofreció protección, y así,
Escocia se convirtió en un bastión templario después de su desaparición formal
en Francia.
Como en todas
estas teorías alternativas, la evidencia que se presenta a favor de estas
hipótesis son muy escuetas, y constan de vagos paralelismos entre símbolos, que
pretenden atar cabos sueltos. En Escocia, cerca de Edimburgo, hay una capilla,
la de Rosslyn, que supuestamente fue construida por los templarios, y conserva
toda clase de símbolos templarios. La cronología no favorece mucho a los
conspiranoicos, pues esta iglesia fue construida en 1446, más de un siglo
después de la muerte de Jacques de Molay.
Pero, más allá
de eso, la vinculación de esa capilla con símbolos templarios es muy débil, y
sólo la mente conspiranoica puede atar cabos tan sueltos. En esa capilla hay un
caballero enterrado, Henri Sinclair (en realidad hubo varios Henri Sinclair, y
no sabemos cuál, precisamente, es el que está enterrado ahí), y se alega que él
era templario, a pesar de que no hay indicios de esto. Es cierto que en la
capilla hay misteriosas inscripciones talladas sobre las paredes, pero es un
error asumir gratuitamente que esas inscripciones son símbolos templarios;
pueden tratarse de muchos otros símbolos extraños, como tantos abundan en la
arquitectura medieval europea.
Los
conspiranoicos dicen también que la capilla de Rosslyn tiene unas columnas
huecas y unos sótanos que, supuestamente, esconden los tesoros que los
templarios se llevaron a Escocia. Ciertamente esos sótanos existen, pero son
criptas funerarias. Ahí no hay tesoros, sólo cadáveres sepultados, como era
costumbre en muchísimas otras iglesias europeas.
Es verdad que,
tras la detención de los templarios, el rey Felipe entró en la ciudadela de los
templarios en París, y dijo haberse sorprendido al no encontrar riquezas. En
realidad, la mayor parte de las riquezas templarias eran tierras, y no
propiamente liquidez monetaria. Con todo, los templarios sí tenían algún tesoro
en metal. ¿A dónde fue a parar, entonces? Lo más probable es que Felipe se lo
hubiese apropiado, y fiel a su carácter ruin, dijera que no encontró nada, para
evadir las sospechas de la opinión pública.
¿Cómo
acumularon tantas riquezas los templarios? A decir verdad, no hay nada
misterioso en esto. En una época de expansión económica y militar en Europa,
los templarios aprovecharon la ocasión para inventar la letra de cambio. Su
buena organización le ganó la confianza de muchos nobles, y así, recibieron
muchas donaciones.
Pero,
para el conspiranoico, esto no es suficiente; tiene que haber explicaciones
alternativas de su riqueza. Una teoría conspiranoica es que los templarios viajaron
a América, ahí explotaron las minas de plata, y con eso, acumularon tesoros.
Para asegurar su monopolio de aquellas minas, mantuvieron esos viajes en
secreto. ¿En qué se basan los conspiranoicos para hacer semejantes alegatos?
Como siempre, en evidencia muy débil y en cabos atados muy forzadamente.
En
la mitología azteca se habla de un dios blanco que venía del Este. Los
conspiranoicos asumen que se trataba de un templario. Pero, por supuesto,
asumen eso sin base. Ese mito, que posiblemente esté vinculado con la leyenda
del regreso del dios Quetzalcóatl, es más antiguo que la aparición de la orden
templaria.
En
la capilla de Rosslyn hay unas tallas de piedra que, dicen los conspiranoicos,
representan mazorcas de maíz. El maíz es oriundo de América, y supuestamente, eso
es señal de que los templarios estuvieron en América y construyeron esa
capilla. Pero, de nuevo, todo esto es halado por los pelos. Esas tallas de piedra
podrían parecer mazorcas de maíz, pero también podrían ser flores o espigas de
otro tipo. Una vez más, los conspiranoicos ven lo que quieren ver, y ajustan la
evidencia a sus ideas preconcebidas.
Se
ha hablado mucho de una torre con forma redonda, ubicada en el estado de Rhode
Island, en EE.UU. Según los conspiranoicos, esa torre forma parte de las ruinas
de una iglesia de estilo arquitectónico medieval, del tipo que construían los
templarios. Pero, de nuevo, todo esto consiste en tener una idea preconcebida
en la mente, y ver lo que se quiere ver. En realidad, la torre es un molino de
viento, construida en 1675, por el primer gobernador de Rhode Island.
Y,
en la localidad de Westford, en el estado de Massachusetts, hay una piedra que,
supuestamente, representa a un caballero templario. La imagen ciertamente es
antigua, pero parece tratarse de una formación natural que, más recientemente,
ha sido retocada por algún artista, precisamente para dar la impresión de que
se trata de un caballero.
Quizás
el dato más curioso respecto a una conexión de los templarios con América es el
hecho de que los templarios operaban en el puerto de La Rochelle, en la costa
atlántica francesa. Si su procedencia era Jerusalén, y habían hecho conexiones
en el Mediterráneo, ¿por qué tendrían una base en la costa atlántica? ¿Servía
ese puerto como punto de embarque hacia América? No necesariamente. Los
templarios sí tenían barcos, pero ninguno con capacidad trasatlántica. Operaban
en el puerto de La Rochelle, sencillamente porque tenían negocios a lo largo de
la costa atlántica francesa. Su principal puerto siempre fue Marsella, en el
Mediterráneo.
Los
templarios, vale decir, no son los únicos protagonistas de teorías disparatadas
sobre contactos entre europeos y americanos antes de Colón. Desde el propio
momento en que llegaron los españoles al Nuevo Mundo, se tuvo la idea de que
los indígenas eran alguna tribu perdida de Israel. Los mormones dicen que una
tribu judía escapó al exilio babilónico y llegó a poblar América, en el siglo
VI antes de nuestra era.
En
clave más conspiranoica, hay quien dice que otros pueblos, mucho más avanzados
que los europeos, llegaron a América primero que Colón, pero que la malvada
civilización occidental esconde esta información. Así, por ejemplo, los
afrocentristas dicen que los egipcios son los ancestros de los olmecas. Los
nacionalistas chinos dicen que el navegante Zheng He llegó a América en 1421, y
Enrique Dussel, un filósofo mexicano obsesionado con reducir la importancia de
Europa en la historia de la humanidad, se ha encargado de promover esta teoría
en el mundo hispano. Como cabría esperar, nada de esto tiene respaldo empírico.
Todas
esas teorías aventuradas tienen un trasfondo religioso o político que hace
dudar mucho de su veracidad. La única teoría plausible, libre de sesgos religiosos
o políticos, es aquella que postula que el vikingo Leif Erikson pudo haber
llegado a América en el siglo XI, y al respecto, aún sigue habiendo debate. En
el entretiempo, es más seguro seguir postulando que Colón fue el primer europeo
en llegar al Nuevo Mundo.
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