En la Edad Media, a los judíos se
les trató de degradar de muchas formas. En Alemania, fueron muy populares los judensau, imágenes de cerdos amamantando
judíos. La imagen buscaba ser especialmente ofensiva, pues en la religión judía,
el cerdo es un animal impuro. Hoy es raro ya encontrar este tipo de cosas entre
los conspiranoicos antisemitas, aunque ocasionalmente, se encuentran personas simplonas
que creen que, en efecto, los judíos tienen algunos rasgos porcinos.
En nuestra época, no obstante,
persiste un estereotipo antisemita medieval muy poderoso: los judíos son avaros
que controlan y manipulan las finanzas. En la Edad Media, los gremios no
aceptaban a los judíos como miembros. En la sociedad feudal medieval, la
actividad más prestigiosa estaba asociada a la guerra, la agricultura y la
artesanía, y en ninguna de ellas, los judíos tenían representación.
Frente a esta discriminación, los
judíos tuvieron que acudir al desempeño de labores que, por motivos religiosos,
los cristianos no querían hacer. Así, se desempeñaron como banqueros. La
Iglesia prohibía la usura. En principio, el judaísmo también prohíbe la usura,
pero los judíos medievales favorecieron una lectura flexible de sus escrituras
en este aspecto, y así, terminaron desempeñándose como prestamistas y
banqueros.
Esta circunstancia histórica permitió
a algunos judíos crecer en poder monetario, aunque nunca propiamente en poder
político, pues en la sociedad medieval precapitalista, tener mucho dinero no
era garantía de tener poder político. A medida que los judíos se hacían
acreedores, y muchos cristianos sus deudores, surgió el estereotipo del judío
avaro e inescrupuloso que no trabaja y no produce nada, pero que se enriquece
con la especulación financiera y la explotación de la gente honesta. Hay muchos
ejemplos literarios de esto, pero quizás el más famoso es el personaje Shylock,
en El mercader de Venecia, de
Shakespeare, un judío tan avaro que, si no le pagan su deuda, está dispuesta a
cobrar así sea la propia carne del cuerpo de su deudor.
A medida que la revolución
industrial avanzaba y el capitalismo se expandía, muchos anticapitalistas en
Europa dirigían su mirada crítica contra los judíos. El propio Karl Marx, quien
era descendiente de judíos, escribió un famoso libro, La cuestión judía, en el cual criticaba a los judíos de ser
especuladores y enriquecerse a expensas del trabajo de los demás.
A decir verdad, los judíos nunca
fueron un poder financiero dominante en Europa. En casi todas las ciudades
europeas, los judíos vivían arrinconados en los guetos, sin mucha posibilidad
de prosperar económicamente. Pero, sí es cierto que en el siglo XIX, una
familia judía originalmente empobrecida, alcanzó niveles impresionantes de
riqueza: los Rothschild. En sus teorías, los conspiranoicos se deleitan con
esta familia.
El primer Rothschild de fama fue Mayer,
oriundo de un barrio empobrecido de Frankfurt. Meyer hizo amistad con un noble,
el landgrave Guillermo, a quien le ofrecía servicios de contabilidad. Según los
conspiranoicos, en vista de que los ejércitos de Napoleón se acercaban,
Guillermo dio a Mayer toda su fortuna, a fin de que la resguardara, enviándosela
a uno de sus hijos en Londres (Mayer había enviado a sus hijos a establecerse
en varias capitales europeas). Esto es falso. Guillermo sólo dio a Mayer unos
documentos importantes, pero sin valor económico.
Con todo, sí es cierto que los
Rothschild cultivaron una fortuna, a partir del cobro de comisiones que ganaban
por la administración de los fondos de Guillermo. Según otra teoría
conspiranoica muy difundida, los Rothschild hicieron su gran fortuna con una
gran manipulación financiera. En Londres, habían invertido en los bonos de la
guerra del ejército británico que se enfrentaba a Napoleón. Supuestamente, el
propio Nathan Rothschild (hijo de Mayer) estuvo presente en la batalla de
Waterloo, y al conocer su resultado, viajó a toda prisa a Londres. Ahí, antes
de que llegaran las noticias oficiales de lo ocurrido en Waterloo, vendió sus
bonos, con la expectativa de hacerle creer a los otros brokers de la bolsa de Londres, que esos bonos se devaluarían. En
efecto, los otros brokers vendieron
sus bonos a un precio muy barato, y Nathan inmediatamente los compró. Cuando
llegaron las noticias de Waterloo, esos precios se revalorizaron, y así, los
Rothschild consiguieron la enorme fortuna que persiste hasta hoy.
Esta historia es una verdad a
medias. La historia se remonta a un panfleto propagandístico antisemita de 1846,
de muy escasa credibilidad. Es cierto que Rothschild tuvo un conocimiento
anticipado del resultado de Waterloo debido a la comunicación con algún
mensajero privado, y compró bonos que luego se revalorizaron tremendamente. Pero,
es falso que él mismo estuviera en Waterloo; también es falso que él vendiera
sus bonos para hacer creer a los otros brokers
que los ejércitos británicos habían sido derrotados.
Los conspiranoicos alegan que los
Rothschild han financiado todas las guerras desde Napoleón, tanto a los
perdedores como a los ganadores. La teoría es contradictoria: ¿no dicen los
propios conspiranoicos que los Rothschild consiguieron su fortuna después de la
batalla de Waterloo (la última de Napoleón)?
Ciertamente, los Rothschild
participaron en prácticas que hoy, sobre todo en la izquierda, mucha gente
consideraría moralmente repugnantes. Pero, los Rothschild fueron apenas una
entre muchas familias que, en el siglo XIX, forjaron el capitalismo, en
ausencia de regulaciones estatales. Es cierto que, en algún momento, llegaron a
ser la familia más rica de Europa. Pero, ya para la Primera Guerra Mundial, los
Rothschild habían dejado de ser la dinastía de magnates que habían sido en décadas
previas. Y, además, para mediados del siglo XX, los Rothschild ya habían dejado
de ser una familia propiamente unificada, pues había cientos de descendientes
dispersos en actividades laborales de muy diversa índole.
Algunos conspiranoicos acusan a los
Rothschild de haber financiado el ascenso de Hitler. Nunca queda claro qué
ganarían los Rothschild con haber financiado el ascenso de un dictador que
confiscó las propiedades de los propios Rothschild en Austria, y que éstos
nunca lograron recuperar. En fechas más recientes, se ha dicho que el abuelo de
Hitler era un Rothschild, y de ahí viene el interés de los magnates judíos en
financiar al dictador. Algunos historiadores serios han planteado la
posibilidad de que Hitler sí tuviera algún ancestro judío, pero no los Rothschild. El padre de Adolf
Hitler, Alois, era un hijo ilegítimo. Y, en vista de que, por encima de él, no
se conoce su línea genealógica, eso permite a los conspiranoicos especular sobre
el supuesto parentesco con los Rothschild. No hay absolutamente ninguna
evidencia que respalde este alegato.
También los conspiranoicos acusan a los
Rothschild de haber financiado el sionismo y la creación del Estado de Israel. De
nuevo, no hay evidencia de esto. Más bien, el propio padre fundador del
sionismo, Theodor Herzl, era un socialista que no mostraba muchas simpatías por
los Rothschild y sus enormes riquezas. Y, los Rothschild nunca fueron
especialmente religiosos, ni tampoco eran muy celosos de su identidad étnica
judía. Varios de los descendientes de los Rothschild se casaron con cristianas,
y casi ninguno tuvo interés en el sionismo.
A Nathan Rotschild se le atribuye una
frase que los conspiranoicos se toman muy en serio: “No me importa cuál títere
se coloque en el trono de Inglaterra para gobernar el imperio donde el sol
nunca se pone. Quien controle la oferta monetaria de Gran Bretaña controla el
imperio británico, y yo controlo la oferta monetaria británica”. A partir de
eso, los conspiranoicos alegan que los Rothschild controlan la banca
internacional, y ellos son quienes realmente gobiernan el mundo tras las
sombras del poder. Ellos son los que deciden las tasas de interés y el tamaño
de la masa monetaria en casi todos los países del mundo, y con eso, nos
controlan. Desde el siglo XIX, ha habido caricaturas de algún Rothschild (o de
algún judío no especificado) como un pulpo, cuyos tentáculos cubren el globo
terráqueo.
Lo cierto es que Nathan Rothschild nunca
pronunció esa frase. La frase en cuestión es una distorsión malintencionada de
un comentario mucho más moderado y parco que aparentemente hizo Rothschild: “dadme
el control de la oferta monetaria de un país, y no me importará quién haga las
leyes”. En realidad, ni siquiera es seguro que Rothschild pronunciara esa
frase, pues es una cita indirecta de alguien que, supuestamente, se la escuchó
decir.
Ciertamente, al considerar las
proporciones, los judíos tienen más representación en el poder financiero que
otros grupos étnicos o religiosos. Pero, eso está muy lejos de cómo presentan
las cosas los conspiranoicos. Casi todos los países del mundo tienen bancos
centrales nacionalizados, cuyas decisiones (entre ellas, el tamaño de la masa
monetaria), a la larga, son tomadas por los propios gobiernos. En algunos países,
los banqueros privados pueden formar parte del comité que toma decisiones
respecto a los bancos centrales. Los Rothschild han participado en algunos de
estos comités, pero nunca mayoritariamente.
Los Rothschild hicieron fortuna en Europa
el siglo XIX. El fundador de la dinastía, Mayer, se aseguró de que sus hijos se
establecieran en varias ciudades europeas. Pero, los Rothschild nunca se
establecieron en EE.UU. A medida que el poder financiero internacional giró
hacia EE.UU., los Rothschild fueron perdiendo poder monetario, y hoy son un
clan privilegiado, pero de ningún modo están al nivel de Bill Gates o Carlos
Slim.
La revista Forbes, que suele publicar listas de las personas más ricas del
mundo, sólo ha incluido ocasionalmente a algún Rothschild. Como es de esperar, frente
a esto, algún conspiranoico siempre saca el argumento ad hoc: los Rothschild están en componenda con Forbes para que no hagan pública su fortuna. Así, una vez más, para
el conspiranoico, la ausencia de evidencia es evidencia en sí misma. Lo cierto
es que, si no fuera por el hecho de que son judíos, seguramente los
conspiranoicos no se fijaran en los Rothschild, pues dejaron de ser influyentes
hace mucho tiempo ya. La obsesión conspiranoica con esta familia en buena
medida no es más que una continuidad de los estereotipos antisemitas que se han
cultivado desde la Edad Media.
Hoy día hay una transposición de ese mito. El lugar de los reyes lo toman los gobernantes democráticamente elegidos y el lugar de los judíos hoy lo toman los mercados. Mientras prestan dinero todo va bien, cuando sube el interés o cierran el grifo del dinero se dice que la deuda es ilegítima o que la política está subordinada a los mercados. El estereotipo permanece.
ResponderEliminarBuena observación.
EliminarConspiración significa unirse varios contra un superior o soberano, y el novus ordo seclorum no es una conspiración, es precisamente lo opuesto a esta. Es la verdadera cara del poder que ha gobernado al hombre en lo que este llama «historia».lean la danza final de kali y veran como opera la fuerza progresista infrahumana...o no lo hagan...total a estas alturas... sigan con su simulación de filosofía y antieconomia. Es odioso, pendenciero y realmente retorcido llamar conspiranoico a todo esto. Un mono con dos boqueras intuye el poder del sionismo askhenazi a legua. Estudien historia y veran...
Eliminar«Al goyim podrás prestarle con interés». Esto es del falso talmud babilonico.Se trata de dinero fiducitario,inflar la economia para luego dejarla caer, asi es como generan traumas en el colectivo humano(crisis economica),reabsorviendo de paso mas riqueza en sus manos. «cuando hay sangre en las calles, invierte».guy de rothschild
EliminarUna pequeña acotación al respecto. Ellos si tuvieron que ver con la creación del estado de Israel mas precisamente con la declaración de Balfour, este video de Jacob desde su palacio (no soy muy partidario de compartir videos como fuentes pero es corto y es testimonio directo) lo evidencia.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=pk0kPt_CB80