El conflicto entre ganaderos e
indígenas yukpa en la Sierra de Perijá, en Venezuela, es muy viejo. Chávez
quiso meter sus narices en ese zaperoco, y llegó a pronunciar una frase que los
demagogos indigenistas repiten hoy hasta la saciedad: “Entre los terratenientes
y los indios, que no cabe duda de que estaremos a favor de los indios”. La
frase ha resultado muy lamentable, porque a partir de ella, se ha interpretado
que los indios, hagan lo que hagan, siempre tendrán la razón. Y así, si bien
muchos reclamos indígenas son justos, es innegable que ha habido líderes
indígenas que han asumido conductas criminales, y que en nombre de la
resistencia indígena contra los quinientos años de colonialismo, chantajean y
sacan provecho.
La
película Sabino vive, de Carlos
Azpúrua, es en buena medida una continuidad de esa demagogia indigenista que
está dispuesta a defender a los indios a toda costa, sin importar cuán
deplorables sean las conductas de algunos de sus líderes.
El
film está bien editado y nunca aburre, aunque asombra la enorme cantidad de
errores ortográficos que aparecen en la pantalla. No me extrañaría que alguien
como Azpúrua piense que la Real Academia Española es un instrumento de
dominación colonial para oprimir a los pueblos de América, y que por ello, es
innecesario seguir las reglas ortográficas. En fin, ojalá Azpúrua alcance a ver
que no es demasiado difícil corregir las faltas ortográficas en su película:
basta con someter las frases a un corrector automático.
La
película intenta ser un retrato del cacique yukpa Sabino Romero, asesinado en
2013. Parte de la demagogia indigenista consiste en decir que, antes del
contacto con la malvada civilización occidental, todo era hermoso; luego llegó
el hombre blanco, y lo estropeó todo. Esta idea, presentada en una comedia como
Los dioses deben estar locos, es
repetida una y otra vez por Lusbi Portillo, un profesor de la Universidad del
Zulia que aparece entrevistado a lo largo de la película.
En
una de las entrevistas, Portillo dice que antes de que llegaran los misioneros,
los yukpa eran felices con sus comidas y ropas tradicionales. Pero entonces,
empezaron a traer pantalones, camisas, fideos y azúcar, y así, estropearon el
paraíso terrenal indígena. Esa idea romántica del buen salvaje es cuestionable,
pero por ahora, no me propongo debatirla. Con todo, quedé estupefacto cuando,
en esa misma entrevista, ¡Portillo se queja de que los misioneros también
trajeron libros! Es razonable decir que los fideos y el azúcar son dañinos.
Pero, ¿los libros? Esto es muy revelador de un gran vicio del indigenismo: en
su empeño de idealizar todo lo anterior a la llegada del hombre blanco,
terminan por despreciar cualquier ventaja de la civilización occidental,
incluyendo la escritura.
Nunca
quedó clara la muerte de Sabino Romero: los autores materiales están presos, no
así los intelectuales. Azpúrua se apresura a acusar, sin pruebas, que los
autores intelectuales fueron algunos ganaderos de Machiques. Puede, como puede
no ser. Azpúrua debería ser más cuidadoso en lanzar acusaciones tan
ligeramente.
Desde
hacía muchos años, a Sabino Romero se le acusaba de robar ganado. Portillo lo
defiende a toda costa. Romero estuvo preso un tiempo, y los robos de ganado en
la zona de Perijá seguían. A partir de eso, Portillo decía que eso era evidencia
de que Sabino era inocente. Portillo, obviamente, es incapaz de razonar como
cualquier detective lo haría. Si se coloca preso a un violador, ¿significa eso
que las violaciones en el mundo cesarán? Por supuesto que no. Del mismo modo,
que el robo de ganado no cese, no es de ningún modo evidencia de la inocencia
de un ladrón de ganado.
Lo
más asombroso es que, en la película, el propio Sabino admite haber robado
ganado. Su argumento es el mismo que se repite en toda su retórica: él es
indio, y todo lo que hay en Perijá es de él, porque eso era de sus ancestros.
Por ende, al robar ganado, no está tomando nada que no le pertenezca. Y así,
aplica el mismo argumento a las tierras: él tiene el derecho a tomar
violentamente las tierras, porque antes de que llegara Colón, su tatarabuelo
era el dueño.
Acá
es donde empieza el chantaje. Ciertamente, en la conquista de América hubo toda
clase de atropellos. Pero, ¿autoriza eso a un indio actual invadir unas
tierras, por una injusticia cometida hace quinientos años? ¿Estaría Azpúrua
dispuesto a entregar su casa en Caracas porque el terreno donde está ubicada,
fue territorio indígena antes de que llegaran los conquistadores?
El
gobierno de Chávez, cabe admitirlo, trató de hacer un reparto más organizado de
las tierras, y sentó en mesas de negociación a los terratenientes y los
indígenas. En ese proceso de demarcación de tierras, Sabino Romero tuvo un
enfrentamiento con otro cacique yukpa, y en un altercado, una hija del cacique
rival murió.
A
raíz de este suceso, las autoridades venezolanas arrestaron a Sabino. Azpúrua
manipula vilmente, al sugerir en su película que la orden de arresto fue
influida por los terratenientes de Perijá, y que fue exclusivamente un intento
por neutralizar a Sabino en su lucha social. Eso es absolutamente falso. Sabino
estuvo preso porque, según algunos testigos, él mismo participó en la muerte de
la hija del cacique rival. Azpúrua, de forma muy irresponsable, jamás menciona
ese hecho. Incluso, en aquella época, la propia ministra de los pueblos
indígenas, Nizia Maldonado (que aparece muy fugazmente en la película, pero
nunca es entrevistada), aclaró que había elementos para imputar a Sabino, y que
la lucha social indígena no podía hacerse matando a menores de edad.
Nunca
quedó claro si Sabino fue culpable o no de la muerte de la hija del cacique
rival. Al final, supuestamente por falta de pruebas (pero, también debido a una
enorme presión por parte de grupos indigenistas), Sabino fue liberado. Sea como
sea, lo cierto es que Sabino tenía un amplio historial de hechos violentos, y
Azpúrua lo trata de disimular a toda costa. Por ejemplo, el fraile Nelson Sandoval,
de la misión del Tokuko, ha narrado cómo Sabino, en más de una ocasión, lo
amenazó de muerte. Azpúrua no se molestó en entrevistar a Sandoval, un
misionero de larga trayectoria en la región.
La
manipulación de Azpúrua no se limita a eso. En entrevistas con el político
colombiano Gustavo Petro, se da a entender que los terratenientes de Perijá
están asociados con los paramilitares de Colombia, y los carteles de la droga. La
actividad de los paramilitares en Perijá sí existe. Pero, los paramilitares son
apenas un grupo, entre muchos otros que operan en esa zona. Ha habido muchísimas
denuncias de operaciones de las FARC y el ELN en Perijá, pero de nuevo, Azpúrua
prefiere evadir todo esto. Petro sugiere que el narcotráfico colombiano opera
exclusivamente con los paramilitares; una mínima revisión histórica revelará
que eso es falso: el narcotráfico en Colombia empezó más bien con los comandantes
guerrilleros, quienes decían que el narcotráfico era legítimo, pues era una
forma de destruir a la burguesía del imperio.
En
la película hay también una breve mención del contrabando de gasolina
venezolana a Colombia. No entiendo qué relevancia tiene eso con la vida de Sabino
Romero. En todo caso, no cabe negar que ese contrabando efectivamente existe.
Pero, lo que Azpúrua no menciona es que el causante de ese problema fue el
propio gobierno de Chávez, al subsidiar la gasolina de tal manera, que alimentó
ese negocio.
Azpúrua
también manipula colocando imágenes del paramilitar colombiano Mancuso con
Álvaro Uribe, y luego, imágenes de Uribe con Leopoldo López. Azpúrua quiere dar
la impresión de que Leopoldo López (un preso político a todas luces, cuya
condena fue violatoria de los derechos humanos) es un paramilitar y que, de algún
modo, tuvo algo que ver con la muerte de Sabino Romero. Calumnias.
Según
se narra en la película, las sentencias a los asesinos materiales de Sabino
fueron muy leves. Si esto efectivamente es así, las autoridades venezolanas
deberían interceder en el caso, y tomar medidas correctivas. Pero, la película
de Azpúrua no contribuye a la justicia. Pues, en vez de presentar los hechos
como verdaderamente ocurrieron, manipula y omite. Sabino fue un luchador
social, pero su forma de proceder fue cuestionable en muchos sentidos. Azpúrua,
con sus sesgo indigenista, prefiere pintar en colores rosas a un cacique que, a
decir verdad, tuvo también un lado muy oscuro. Es una lástima, pues Azpúrua
demuestra tener buenos talentos cinematográficos; lamentablemente, su sesgo
ideológico le quita calidad a la película.
Manera interesante de reducir los daños del capitalismo apelando a piruetas mentales
ResponderEliminar"La actividad de los paramilitares en Perijá sí existe. Pero, los paramilitares son apenas un grupo, entre muchos otros que operan en esa zona"
Esto es como poner que Monsanto no tiene la culpa porque hay otras empresas como Syingenta.
Dr. Andrade, cada vez más raya en el cinismo.
¿He dicho yo que los paramilitares no tienen culpa? Como de costumbre, en tu pereza mental, distorsionas lo que digo
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